La forma en la que te hablas a ti mismo influye muchísimo en si te salen bien (o mal) las cosas. Por eso, estos psicólogos proponen ir al origen del problema para encontrar soluciones.
Si a veces sientes que “no das pie con bola”, que todo se desmorona por tu culpa y que todo lo que haces, lo haces mal, ojo porque con este tipo de pensamientos estás cavando tu propia tumba mental. Esa vocecilla que refunfuña constantemente y se queja de todo lo que ocurre, está inundando 24/7 tu cerebro con ideas tóxicas. Y no es que todo te salga mal, que tengas mala suerte o que no des ni una porque eres así o asá. Todo tiene que ver con la forma en la que te enfrentas a los problemas y la manera en la que deberías hacerlo a partir de ahora. Te lo cuentan estos expertos.
¿Por qué siento que todo lo que hago lo hago mal?
Antes de lanzarte a conclusiones precipitadas, piensa si, cuando dices que haces todo mal es porque en realidad te sientes así o porque la gente te lo ha dicho. “Si tienes que hacer una lista con todas las cosas que no te han salido bien, puede ser interminable. Y es que el cerebro está acostumbrado a pensar en ello todo el tiempo. Pero el problema está en que no tenemos práctica haciendo el ejercicio contrario”, explica la Doctora Simone Alicia. Replantea estos interrogantes y céntrate en otro tipo de preguntas: ¿En qué eres bueno? ¿Qué se te da bien? ¿Qué has conseguido hoy?
También es interesante tener en cuenta que esa voz que te dice que no vas a conseguir esto o aquello, o que siempre te hace sentir mal, puede venir de la infancia. “Se ha demostrado científicamente que cuando te hablas mal, reconoces y asumes que las personas a tu alrededor te están tratando peor”, dice la psiquiatra Marian Rojas Estapé. Cómo hablan tus padres, tus cuidadores o tus referentes entre ellos, cómo hablan de ti y cómo te hablan a ti tiene mucho que ver con cómo te hablas tú. Aunque parezca un trabalenguas, eso es lo primero que debes entender.
Por eso, lo primero es descubrir si esto viene de la infancia o de tu personalidad. “Si tuviste una infancia súper exigente, padres controladores o has desarrollado una personalidad exigente, perfeccionista, que te gusta tener todo bajo control, la probabilidad de que te hables mal es enorme. Porque, por tu forma de procesar los pensamientos, necesitas ponerte en lo peor para poder buscar soluciones”.
¿Por qué me siento culpable de todo lo que pasa?
Si crees que todo lo que haces, no está funcionando como a ti te gustaría, te falta ser más optimista. Por supuesto, no te dejes guiar por la positividad tóxica ni te compares con el resto. Esto es lo peor que puedes hacer. Pero si tienes uno de esos días en los que te preguntas “por qué a mí, qué he hecho yo para merecer esto”, es una mala pregunta. “Tu cerebro empieza inmediatamente a buscar razones para que entiendas por qué te pasa a ti”, asegura el Dr. Camilo Cruz.
“Para empezar, si te sientes así es que quizás estás mirando desde el ángulo equivocado”
Doctor Camilo Cruz.
“Parte de tu mente entiende que debiste haber hecho algo para merecer eso malo que está pasando y entonces lo único que necesitas saber es qué has hecho mal”. Y como realmente el cerebro no entiende esta pregunta, empieza a buscar respuestas para justificarla. “Eres perezoso, procrastinas mucho, no sirves para nada” y otras versiones que son totalmente fruto de tu percepción. “No te hagas preguntas absurdas porque vas a recibir respuestas absurdas”, dice el Dr. Cruz.
“La clase de respuestas que obtengas dependerá totalmente de la clase de interrogantes que te plantees”
Doctor Camilo Cruz.
A veces las cosas salen mal y pensamos que esa será nuestra realidad para siempre. Y así nos encargamos nosotros mismos de perpetuar esa situación, porque creemos que esos problemas somos nosotros. “Si algo te ha salido mal, mejor pregúntate qué puedes hacer para que la próxima vez tengas diferentes resultados”.
¿Por qué no me salen bien las cosas?
“Sabemos científicamente que la actitud previa a cualquier circunstancia determina cómo respondemos a ella”, explica la Dra. Rojas. Y es que todos tenemos unas creencias sobre la vida que pueden ser limitantes. “Cuando vivimos constantemente inundados de pensamientos negativos, esto tiene un impacto directo en nuestra salud y también pasa lo mismo al contrario. Cuando tenemos pensamientos de gratitud, compasión, amor y cariño, hay un impacto positivo en el cuerpo”.
En este sentido, un concepto muy interesante que utiliza la experta es el de la voz interior. Que sería esa voz automática y constante que ocupa prácticamente el 50% de nuestro día. Rojas explica que muchas veces trabaja con pacientes que tienen el síndrome del impostor y se dicen a sí mismos “yo no me merezco esto, nadie me quiere, todo lo hago mal”. Y trabajar esto es clave para superarse en la vida. “Esto va íntimamente ligado a la autoestima y a la actitud que tengo en la vida y a la forma de enfrentarme a los retos”. Educar la voz interior es fundamental para no autoboicotearnos constantemente y así dejar de sentir que todo lo hacemos mal, que no valemos o que nunca nos saldrán bien las cosas.
¿Qué hacer cuando siento que todo lo hago mal?
“Considero este estado como una predepresión”, explica el psicólogo Álvaro Saval. Por eso, es tan importante seguir estos pasos para evitar caer en la posible depresión.
Deja de autoengañarte
“Es imposible que todo te salga mal. Y además, el mal y el bien son relativos”. El psicólogo estadounidense Martin Seligman utiliza el concepto de indefensión aprendida, “que hace referencia a la sensación subjetiva de que no podemos hacer nada para cambiar las cosas”. Y esto nos lleva a tener un comportamiento pasivo ante la situación. Por eso, es importante distinguir la percepción que tenemos de la realidad y la propia realidad para empezar a ver las cosas con un poquito más de perspectiva.
Desactiva el origen de tus pensamientos tóxicos
Tienes que entender si ese pensamiento de sentir que todo lo haces mal viene por un tema genético, biológico o es tu carácter y personalidad. Y a partir de ahí tendrás que trabajar tu forma de ser.
- Si tu problema es que has tenido una infancia dolorosa, una juventud complicada o una pareja que te ha tratado mal, tienes que sanar eso primero”, recomienda Rojas.
- Si el problema viene porque eres extremadamente exigente, entonces tendrás que trabajar tu exigencia. Tienes que saber que “cada vez que te hablas mal, te intoxicas de cortisol y cuando eso ocurre tiene un impacto directo en tu salud”.
Divide tu objetivo en pequeñas metas
A veces enfrentarse a objetivos demasiado ambiciosos puede ser abrumador y lo cierto es que en la mayoría de ocasiones se hacen tan cuesta arriba que empezamos a rendirnos antes de tiempo. Los pensamientos intrusivos pueden apoderarse de nosotros y en esos momentos es mejor pararse a reflexionar y a replantear el problema. El experto recomienda separar ese gran objetivo en una checklist más pequeña. Y así ir paso a paso, tachando todo eso que vamos consiguiendo. Así dejarás de sentir que todo lo haces mal, centrándote en detalles más concretos.
Acepta el fracaso
“Es parte del camino y si crees que puedes estar mejor, prueba cosas nuevas tanto en tu trabajo como en tu tiempo libre”, aconseja Saval. Si le das espacio a nuevas sensaciones y experiencias, también será más probable que te sientas más realizado, entretenido y con la mente puesta en nuevas metas.
Enfréntate al problema desde otra perspectiva
Si tienes un problema, lo mejor que puedes hacer es escribir 10 maneras de solucionarlo. Algunas serán mejores, otras peores. Pero si de verdad puedes escribirlas, quiere decir que no es el fin del mundo. “No es un problema más grande que tú y eso te pone en control de la situación”, explica el Doctor Cruz.
Haz la lista de las victorias
Escribe todo lo que te ha salido bien en el último año. “Todas las metas logradas, todo mal hábito que has superado y todo buen hábito que has adquirido. Cualquier cosa que te haya traído un poco de felicidad. Algo positivo que has hecho y que te haya causado una sonrisa”, aconseja el experto. Y te vas a dar cuenta que para dejar de sentir que todo lo haces mal, la clave empieza por tener una nueva perspectiva.