Los selfis, una eficaz herramienta para comunicarnos

significado-psicologico-de-los-selfies

Un nuevo estudio basado en el examen de un millar de selfis ha permitido a los científicos descubrir interesantes aspectos sobre cómo nuestro cerebro recopila información de ellos y cómo los empleamos para comunicarnos en las redes sociales.

Quien piense que los selfis son un fenómeno nuevo se equivoca de lleno. Las personas han utilizado autorretratos para comunicar información sobre sí mismas durante siglos e incluso milenios: ¿quién puede asegurar que algunas de las figuras humanas que aparecen en las pinturas rupestres del Neolítico no sean en realidad selfis de los artistas que las compusieron?

Con un pincel, un cincel o una cámara de fotos, el autorretrato tiene que ver con la egolatría y el narcisismo que, según muchos sociólogos, todos llevamos dentro en mayor o menor grado, pero también con el conocimiento propio, la introspección, el examen crítico del cuerpo y la mente, la belleza y su modo de expresarse. En esencia, el autorretrato es una manera de exponer lo que el autor siente que es su realidad particular, su modo íntimo de ser, un canal para darse a conocer a los demás y reconocerse mejor a sí mismo.

Jennifer Lee publicó en 2011 la primera fotografía etiquetada como #selfie.

No cabe duda de que, primero, las cámaras digitales y, luego, los smartphones popularizaron y masificaron los selfis en redes sociales como Myspace, Flickr, Facebook o Instagram. El 16 de enero de 2011, Jennifer Lee, conocida por ser la directora y guionista de la película Frozen, publicó la primera fotografía etiquetada como #selfie. Años más tarde, esta sencilla etiqueta se ha utilizado en Instagram millones de veces. «El selfi es una forma de autoexpresión, es una práctica social y común y responde a una cuestión cultural», comenta Gemma San Cornelio, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

En palabras de Antoni Roig, también profesor de los Estudios de Ciencias de la Información de la misma universidad catalana, «la perspectiva cultural del selfi se relaciona con nuevas formas de comunicación basadas en la presentación del yo como expresión de emociones y estados de ánimo. —Y añade—: Para entender el fenómeno, es importante considerar el selfi como un hecho cultural y social con un significado individual y una expresión creativa».

Cada día se toman alrededor de 92 millones de selfis en el mundo.

Sea como fuere, cada día se toman alrededor de 92 millones de selfis en el mundo, lo que implica una gran cantidad de poses, posturas, encuadres, acicalamientos… y tiempo. Según un estudio publicado en Social Psychological and Personality Science, invertimos por término medio un total de siete minutos al día autofotografiándonos. Y si nos tomáramos un mes entero de vacaciones, ¡pasaríamos al menos tres horas y media tomando imágenes de nosotros mismos!

De acuerdo con la investigación, invertimos mucho tiempo haciéndonos selfis por la necesidad de capturar el momento, que es más acusada durante las vacaciones y las ocasiones especiales en que nos sentimos felices. Eso sí, a veces, el hábito se nos va de las manos. La fiebre por los selfis puede provocar un trastorno mental en aquellas personas adictas a tomar este tipo de fotografías, según la Asociación Norteamericana de Psiquiatría. El deseo compulsivo de tomar fotos de uno mismo y publicarlas en los medios sociales, principalmente para compensar la falta de autoestima e inseguridad, se conoce como selfitis.

Y el Boston Medical Center habla de un nuevo fenómeno conocido como dismorfia del selfi para referirse a un nuevo tipo de pacientes que acude a los cirujanos plásticos el busca de la perfección, y les piden que les operen para parecerse a las fotos que comparten de sí mismos en redes sociales después de pasarlas por filtros varios y horas de maquillaje.

Si bien es cierto que los selfis están casi omnipresentes en nuestras vidas, ya sea de forma sana o patológica, no menos verdad es que los científicos no han conseguido descifrar hasta ahora cómo las personas los usan para comunicarse. Por eso, investigadores de la Universidad de Bamberg, en Alemania, se han puesto como tarea investigar la semántica de los selfis.

«Aunque el término selfi celebra ahora su vigesimoprimer aniversario y pese a que los selfis se conocen desde hace tiempo en la historia del arte —desde hace casi doscientos años en el caso de la fotografía y más de quinientos años en el de la pintura—, aún no hemos sido capaces de establecer una clara clasificación de los diferentes tipos de selfi que existen», explica Tobias Schneider, autor principal del estudio, que ha sido publicado en Frontiers in Communication.

¿Por qué nos hacemos autofotos?

Por trabajos anteriores sabemos que las personas se hacen un selfi con tres objetivos principales: autoexpresión, documentación y performance de la identidad. Algunos científicos han utilizado hashtags y otros metadatos para descifrar los significados que la gente intenta transmitir con los autorretratos, pero aquellos no consideran la imagen en sí misma.

Para saber qué significado atribuyen las personas a los distintos selfis, los investigadores alemanes pidieron a un grupo de voluntarios que describieran sus primeras impresiones sobre una muestra de diferentes selfis. La recopilación de estas asociaciones entre lo visto y lo descrito abría una ventana para averiguar cómo los voluntarios interpretaban los distintos tipos de selfis.

«La mayor parte de las investigaciones se centran en los factores visuales directos, y dejan de lado los factores asociativos que los espectadores tienen en mente cuando navegan por nuestro mundo orientado a los selfis —explica el profesor Claus-Christian Carbon, autor principal de este trabajo—. Aquí utilizamos informes y asociaciones personales para describir y clasificar los selfis de forma sistemática».

Destripando 1.001 selfis

Los científicos crearon su book de autofotos para el test a partir de una base de datos de selfis llamada Selfiecity, que investiga el estilo de los autorretratos en cinco ciudades del mundo: Berlín, Bangkok, Moscú, Nueva York y São Paulo. Y utilizaron únicamente fotos sin texto, tomados con la cámara de un móvil, sujeto con la mano o con un palo de selfi. Se seleccionaron 1.001 selfis y se presentaron a un tamaño estándar, sobre un fondo gris liso.

Después, mostraron los selfis a los 132 voluntarios que se prestaron a participar en el proyecto vía online. Con el fin de hacérselo más fácil y evitar que se cansaran, los investigadores utilizaron un algoritmo para seleccionar y ofrecer a los participantes quince fotos elegidas al azar y asegurarse de que cada selfi fuera evaluado por aproximadamente la misma cantidad de personas y que cada una de ellas viera una variedad amplia de selfis. Los científicos proporcionaron a cada participante cinco cajas de texto por selfi, para que escribieran en ellas sus reacciones espontáneas.

Schneider y Carbon procesaron todas las impresiones de los encuestados y las clasificaron en veintiséis categorías: por ejemplo, en la de estado de ánimo se recogieron los comentarios que los encuestados hicieron sobre cómo creían que se sentía el autor del selfi. Luego, los científicos analizaron con qué frecuencia aparecían estas categorías en las respuestas y si lo hacían conjuntamente.

Descubiertas cinco categorías de autorretratos

El análisis del conglomerado de impresiones permitió que los investigadores identificaran cinco categorías diferentes, que fueron denominadas perfiles semánticos. El perfil más grande se llamó estética: imágenes que mostraban estilo o experiencia estética. Le seguían muy de cerca imaginación, autorretratos que llevaban a los encuestados a imaginar dónde se encontraba el autor del selfi o qué estaba haciendo; y rasgo, imágenes que suscitaban términos relacionados con la personalidad.

Menos populares, pero igual de importantes, fueron los perfiles estado, imágenes que analizaban el estado de ánimo o la atmósfera del selfi, y teoría de la mente, imágenes que hacían que los encuestados hicieran suposiciones sobre los motivos o la identidad del autor del selfi.

Cada grupo mostró una estrecha asociación de diferentes categorías a partir de las primeras impresiones de los encuestados, lo que sugiere que estos últimos estaban captando el lenguaje visual que utilizamos para comunicar diferentes aspectos de nosotros mismos, ya sea nuestro terrible estado de ánimo o nuestro llamativo atuendo.

«Nos impresionó mucho la frecuencia con la que se expresaba la categoría teoría de la mente, porque se trata de una forma muy sofisticada de comunicar sentimientos y pensamientos internos —comenta Schneider—. Esto demuestra lo eficaces que pueden ser los selfis en términos de comunicación».

Los científicos señalaron que es posible que estos perfiles semánticos no se expresen o comprendan de la misma manera en todo el mundo, por lo que se necesita realizar más estudios. «La investigación no ha hecho más que empezar —afirma Schneider. Y continúa—: Necesitamos más informes independientes sobre los selfis, más descripciones de cómo se siente la gente con las personas y escenas representadas en ellos, para entender mejor el modo en que se utilizan las autofotos como forma compacta de comunicarse con los demás».

«Definitivamente precisamos muestras más amplias, más diversas y más transculturales para comprender cómo diferentes grupos y culturas usan los selfis con el propósito de expresarse y comunicarse», concluye Carbon. Parafraseando al escritor francés Anatole France, podríamos decir que un buen selfi es una biografía pintada.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: