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¿Sientes que le caes mal a las personas aunque seas agradable con ellas? Puede que ahí esté el problema 
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¿Sientes que le caes mal a las personas aunque seas agradable con ellas? Puede que ahí esté el problema 

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Si siempre te preguntas “por qué le caigo mal a la gente si no le he hecho nada”, la cuestión puede estar en la amabilidad excesiva. 

Por qué le caigo mal a la gente si soy amable? ¿Por qué me rechazan si siempre soy majo con todos? ¿Soy yo? ¿Son ellos? Todas estas preguntas, que ya se consideran casi como una sección de FAQs en las terapias, pretenden encontrar respuestas pero, sobre todo, soluciones. Y es que ser amable es solo una pequeña parte de la compleja dinámica de “caerle bien a alguien”. Entran tantísimos factores que a veces no somos conscientes de que la cuestión no depende únicamente de nosotros. Variables como el círculo social, el vínculo con las personas, su estado de ánimo, el tuyo, todo entra en juego en este asunto tan peliagudo. Por eso, si sientes que eres un poco como la Janice de Friends, toma nota de los consejos de estos expertos en psicología.

Por qué le caigo mal a la gente si soy amable 

Seguro que muchas veces has pensado que hay gente que “tiene la suerte” de conseguir causar una buena primera impresión (y segunda y tercera) y llevarse bien con todo el mundo. Mientras que otras personas no logran conectar de la misma forma y se quedan atrás. Resulta más lógico que esto pueda pasarle a gente que es tóxica, negativa o antipática. Pero si eres una persona amable, ¿cómo no vas a caer bien? Pues muchas veces el problema está precisamente en eso y ni siquiera te has dado cuenta. 

Para empezar, la especialista en salud mental Joslyn Jelinek, habla de la diferencia entre querer caerle bien a alguien y necesitar caerle bien a alguien. Querer hacerlo es algo natural. Al fin y al cabo, somos seres sociales. Sin embargo, cuando hay una necesidad y buscamos constantemente la aprobación del resto, esto puede conducirnos a situaciones de estrés y ansiedad. Además de expresar cierta desesperación.

El concepto de amabilidad es subjetivo

La psicoterapeuta Karen Arluck recuerda que “ser amable” no significa lo mismo para unas personas que para otras. Quizás tú tengas una concepción de la amabilidad, mientras que para la otra persona significa que no invadas su espacio personal, que no le preguntes sobre su vida o que no le ayudes con cosas en las que no te ha pedido ayuda. Por eso, evita la fijación en las personas a las que no pareces gustarle y plantéate que quizás “ser amable” no es el único camino para caer bien.  

Ser agradable no siempre es suficiente 

Muchas veces pensamos que, con ser majos, amables y agradables, lo tenemos todo hecho. Pero lo cierto es que las personas somos mucho más complejas que eso. Para algunos, la amabilidad no es la cualidad principal en una persona. No es el atributo que más les importa o que más tienen en cuenta. Por eso, además de ser simplemente amable, correcto o educado, prueba a aportar algo más. Quizás eres creativo, tienes buen sentido del humor o puedes mantener conversaciones interesantes si te abres un poco más. Intenta ir más allá de un small talk y trata de conectar con la persona. 

Puede que estés en el grupo social equivocado

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Aquí, Arluck habla de la incompatibilidad. Puede que las personas con las que no consigues conectar tengan otros valores, gustos o personalidad. Y es totalmente normal que esto pase. Olvídate de gustarle a todos. Siempre habrá alguna persona a la que le caigas mal (o no del todo bien). Por eso, intenta enfocarte en aquellos que compartan ciertas cualidades contigo y céntrate en esos círculos sociales. 

Cuidado con la falsa amabilidad 

Es normal que si tienes un mal día, no quieras expresarlo con alguien que te acaba de conocer y simplemente prefieras sonreír y ser agradable. Pero otra cosa es ponerte “una máscara” y ser amable de una forma súper evidente y poco auténtica, que hace desconfiar a los demás. Tu lenguaje corporal te puede delatar tarde o temprano, o sea que intenta ser real. 

Tienes miedo a dar tu opinión 

Tener demasiado cuidado o ir con pies de plomo a la hora de dar tu opinión sobre cualquier asunto no te va a ayudar a caerle mejor a la gente. Es probable que temas herir sus sentimientos, pero es normal no estar de acuerdo en todo con todos. Siempre que lo comentes de forma constructiva y dando tus argumentos, no tienes de qué preocuparte. Es mucho mejor eso que quedarte callado sin intervenir. Esa falta de proactividad no luce nada bien por muy agradable que seas el resto del tiempo. 

Estás desesperado por conseguir la aprobación del resto

¿Por qué le caigo mal a la gente si soy amable? Pues porque el exceso de amabilidad puede delatar tus inseguridades y tu búsqueda de conseguir siempre que el resto de personas te aprecien. Jelinek destaca que resulta evidente cuando alguien hace un sobreesfuerzo continuo por complacer. Esa voluntad de estar dispuesto a hacer cualquier cosa por quedar bien, tiene precisamente el efecto contrario. Puedes ser amable (y debes), pero no seas una persona sin criterio. 

Haces siempre lo que te dicen 

Ser afable es genial. Pero eso de hacer siempre lo que te dicen los demás sin rechistar y nunca entrar en conflictos (incluso cuando comprometen tus valores), no te va a llevar a buen puerto. De hecho, según el Dr. Gabor Mate, las personas excesivamente amables también tienden a tener más problemas de salud, ansiedad o estrés. O sea que ojo con siempre decir «sí» a todo. 

Intentas controlarlo todo 

Si eres una persona a la que le gusta tener las cosas bajo control, es normal que pretendas que siempre salgan perfectas. Además, te creas expectativas muy altas ante cualquier situación, por lo que si alguien no se comporta como tú esperabas, ya sientes que “le caes mal”. Lo cierto es que, en general, las personas excesivamente amables también tienden a analizar y juzgar. Puede que no lo hagas abiertamente pero tu lenguaje no verbal habla por sí solo. Cuidado con intentar que todo sea como tú quieres y disgustarte cuando no acaba siendo así, porque nunca sabes cómo te puede sorprender la vida ni tampoco la gente.

Haces sentir mal al resto siendo tan correcto 

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En la teoría, ser “don perfecto” está bien. Pero piénsalo. Desgraciadamente, en la práctica, a nadie le gusta la gente que no comete errores, a la que todo le sale siempre bien y que además está continuamente feliz. Las personas son competitivas, se comparan y tienen envidia, por lo que muchas veces puede resultar frustrante estar con alguien así. Pat Barclay, profesor de psicología en la Universidad de Guelph, lo explica en su estudio, hablando del “castigo antisocial” o forma de criticar a alguien por ser demasiado cooperativo. Y en esto de caer bien o mal a la gente, también ten mucho cuidado con la positividad tóxica a lo Mr. Wonderful, porque eso es un red flag total. 

Escuchas a la gente pero no te abres a ella

Jelinek habla de que las personas introvertidas y tímidas suelen intentar desviar la atención de sí mismas. Por eso, en conversaciones es habitual que sean ellos quienes hagan las preguntas, para que el foco esté en la otra persona. Seguro que eres muy buen listener (y si no, en eso también puede estar el problema), pero tu personalidad hace que no quieras abrirte a los demás y terminas por contestar con monosílabos, no profundizar en las historias o simplemente no contar nada sobre ti. Si la conversación parece más un monólogo de la otra persona y un interrogatorio por tu parte, ahí sin duda puede haber un inconveniente. Sí, es cierto que hay personas a las que les encanta ser el centro de atención, pero eso no significa que otras no valoren una buena conversación en la que se compartan diferentes puntos de vista. 

Ah y espera, porque hacer totalmente lo contrario también te puede jugar malas pasadas. El “oversharing”, es decir, compartir más de la cuenta y dar demasiados detalles sobre temas que no proceden, no suele gustar tampoco. O sea que tenlo también en cuenta la próxima vez que te preguntes “por qué le caigo mal a la gente si soy amable”. 

Tienes dificultades para socializar 

Según J. Jelinek y K. Arluck, muchos de los puntos anteriores pueden resumirse en la falta de habilidad social a la hora de interactuar con las personas. Quizás por tus inseguridades, tu introversión, ansiedad social o porque eres especialmente sensible a este asunto y tu mente hace demasiado overthinking con cuestiones que a lo mejor (solo a lo mejor) están en tu cabeza, pero que aún así terminas reflejando en el resto de personas. Porque una cosa es que de verdad caigas mal a la gente y otra cosa es que solo lo pienses. El matiz es pequeño pero la diferencia puede ser muy grande. 

En este sentido, la psicóloga clínica Diante Fuchs comenta que al final todo el mundo (en mayor o menor medida) experimentamos esa sensación de pensar que no caemos bien. Para ella, uno de los factores más importantes es la experiencia que hemos tenido al crecer y hacernos adultos. Habla de que “la gente que se ha sentido desplazada en la infancia, tiende a ser hipersensible ante todo lo que le pueda volver a recordar ese sentimiento”. O sea que antes de sacar conclusiones precipitadas, intenta tomar perspectiva. Así, la próxima vez que te venga a la cabeza la gran pregunta “por qué le caigo mal a la gente si soy amable y no les he hecho nada”, ¡que no cunda el pánico!, (mientras no tengas la voz de Janice), todo se puede solucionar. 

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