Ecoansiedad: los peligros para la salud de la ansiedad climática en la gente joven

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El número de jóvenes preocupados por el cambio climático es cada vez mayor. Y a un número cada vez más elevado de ellos esta inquietud por el futuro del clima se les puede ir de entre las manos y caer en lo que los expertos conocen como ansiedad climática.

Hace un año, a propósito del Día Meteorológico Mundial, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, afirmó que «la humanidad se enfrenta a una dura verdad: el cambio climático está haciendo que nuestro planeta sea inhabitable». Y añadió que «cada año de acción insuficiente para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados centígrados nos acerca al borde, aumentando los riesgos sistémicos y reduciendo nuestra resiliencia frente a la catástrofe climática».

La declaración del político e ingeniero físico portugués causó en mucha gente de todo el mundo preocupación, inquietud y un cierto grado de ansiedad, unas reacciones dentro de lo normal ante un problema que puede degenerar en graves consecuencias para el devenir del planeta y la humanidad. 

Sin ir más lejos, en España los modelos que simulan el clima terrestre vaticinan, si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero —los culpables del calentamiento— nuevos aumentos de las temperaturas máximas y mínimas, una disminución moderada de las precipitaciones, una merma moderada de la nubosidad, periodos de sequía más largos y comunes y olas de calor más largas, frecuentes y potentes.

Palpitaciones, ira y jaquecas ante el cambio climático

Sin embargo, en una parte de la población, las palabras de Guterres generaron un sudor frío, un dolor estomacal, palpitaciones, jaqueca, miedo, desesperación, ira o frustración, síntomas que describen un trastorno conocido como ansiedad climática o ecoansiedad.

La ansiedad climática se refiere a la preocupación, el miedo o la angustia que sienten algunas personas en respuesta a los efectos del cambio climático y el calentamiento global. Este tipo de ansiedad puede surgir al tomar conciencia de las amenazas ambientales presentes y futuras para el planeta, la biodiversidad, y las sociedades humanas, y la preocupación por fenómenos como las temperaturas récords, los eventos climáticos extremos más frecuentes, caso de las sequías prolongadas, las inundaciones sin precedentes, la subida del nivel del mar y la pérdida de hábitats naturales.

La Asociación de Psicología Estadounidense (APA) describe la ecoansiedad como «el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones».

La ecoansiedad afecta aproximadamente a la décima parte de la población

A ello, hay que sumar otros desastres medioambientales en los que también está detrás la mano del hombre y que generan desasosiego y pensamientos negativos sobre el ser humano como especie que ha de proteger y salvaguardar la naturaleza. Hablamos, por ejemplo, de los incendios forestales, la sobrepesca, el estrés hídrico, la desforestación, la contaminación atmosférica, la acumulación de plásticos en los océanos y la extinción de especies.  

La ecoansiedad afecta aproximadamente a la décima parte de la población, según recientes encuestas. Por ejemplo, la realizada en diciembre de 2022 por el Yale Project on Climate Change Communication revelaba que el 64 % de los estadounidenses se declara al menos «algo preocupados» por el calentamiento global; y el 27 %, «muy preocupados».

En cuanto a los sentimientos y sensaciones que les provocaba el cambio climático, cuatro de cada diez encuestados confesaron sentirse frustrados (48 %), esperanzados (41 %), tristes (40 %) o disgustados (40 %). En un porcentaje ligeramente inferior estaban los que se sentían enfadados (35 %), asustados (34 %), indignados (34 %), ansiosos (32 %), desesperanzados (29 %) o deprimidos (23 %).

El cambio climático se posiciona como el cuarto mayor temor (57 %) entre los españoles

En España, la situación no es muy distinta. Según una encuesta reciente realizada por la empresa de investigación de mercados IO Investigación para la auditora RSM, el cambio climático se posiciona como el cuarto mayor temor (57 %) entre los españoles, seguido de cerca por la crisis energética (56 %). Más del 10 % de los encuestados colocan el miedo al cambio climático en el primer puesto, mientras que el 30 % lo identifica como su segundo o tercer mayor temor.

Obviamente, la ecoansiedad suele afectar especialmente a las personas que más expuestas están a la información sobre el cambio climático. Es el caso de los activistas ambientales y de los profesionales y científicos que trabajan en campos relacionados con el clima y la conservación de la naturaleza, debido a su conocimiento detallado sobre la gravedad y la urgencia de revertir la crisis climática.

Pero es en los jóvenes donde la ansiedad climática encuentra el mayor número de víctimas. Así lo demuestra una nueva investigación de la Universidad Curtin, en Australia Occidental. En ella puede leerse que los jóvenes australianos sienten una intensa preocupación por el cambio climático, y que esta inquietud está teniendo un impacto significativo en la vida cotidiana, las relaciones sociales, el estudio o el trabajo. Un estado vital que además podría tener consecuencias más amplias en las próximas décadas.

El apocalipsis climático y la generación Z

Publicado en la revista Sustainable Earth Reviews, el estudio encuestó a estudiantes universitarios australianos pertenecientes a la generación Z y encontró que el cambio climático era su principal preocupación ambiental. La generación Z, también conocida como gen Z, centennials o iGeneration, se refiere a las personas nacidas aproximadamente entre mediados de la década de 1990 y principios de la década de 2010. Aunque las fechas exactas pueden variar según distintas fuentes, este grupo sucede a los milénicos o generación Y y precede a la generación alpha.

Los miembros de la generación Z son conocidos por ser nativos digitales, ya que crecieron en un mundo donde el acceso a internet, los smartphones y las redes sociales ya estaban ampliamente establecidos. Esta exposición temprana a la tecnología ha influenciado su manera de comunicarse, aprender y ver el mundo.

Los Z están altamente conectados online y utiliza diversas plataformas de redes sociales y comunicación digital. Por lo general, muestran un deseo de independencia financiera y profesional a una edad temprana, con un interés especial en el emprendimiento. Y tienden a tener valores más liberales en temas sociales, ambientales y políticos, y muestran un fuerte interés en el cambio social, la justicia y la sostenibilidad.

El 80 % de los milénicos está «preocupado» o «muy preocupado» por el cambio climático

Es quizá por todo esto por lo que más del 80 % de los individuos pertenecientes a esta generación está “preocupado” o “muy preocupado” por el cambio climático. En mayor o menor grado, casi todos ellos sienten angustia psicológica por los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos, así como sentimientos de miedo, inseguridad, ira, agotamiento, impotencia y tristeza.

Dora Marinova, catedrática de Sostenibilidad en la citada universidad, afirma que la ansiedad climática es un factor que contribuye a la sensación general de inquietud que se observa en la generación Z en lo que respecta al devenir del planeta en su más amplio sentido, lo que podría tener importantes ramificaciones en el futuro.

«Estos jóvenes están muy intranquilos y, en cierto modo, intimidados por la falta de medidas concretas para luchar contra el cambio climático —comenta Marinova. Y añade—: La generación Z manifiesta graves inquietudes que no solo repercutirán en su salud mental, que será algo a lo que la sociedad y el sistema de salud pública tendrán que hacer frente, sino también en las decisiones que toman los jóvenes: cómo gastan su dinero, si tienen o no familia, qué carrera eligen y muchas cosas más».

No quieren traer hijos a un planeta degradado

Este sentimiento se intensifica por una sensación de impotencia: quienes lo experimentan se sienten culpables por la situación, al mismo tiempo que se consideran víctimas de la falta de acción por parte de los líderes políticos y se ven incapaces de enfrentarse al problema.

El cambio climático y las respuestas gubernamentales inadecuadas están asociados a la ansiedad y la angustia climáticas en muchos niños y jóvenes de todo el mundo, según apunta una encuesta realizada en 2021 por Elizabeth Marks y sus colegas de la Universidad de Bath y cuyos resultados aparecen publicados en la revista The Lancet.

Estos factores de estrés psicológico amenazan a la salud y el bienestar, y podrían interpretarse como moralmente perjudiciales e injustos. ¿No es una injusticia que, según el informe de la Universidad de Bath cuatro de cada diez jóvenes se planteen no tener hijos debido al deterioro del planeta? Es pues urgente aumentar tanto la investigación como la capacidad de respuesta de los Gobiernos, advierte Marks.

Traicionados y abandonados por los Gobiernos

Hay que tener presente que la ansiedad climática también puede ser impulsada por la percepción de inacción o respuesta insuficiente por parte de los líderes políticos, las empresas o la sociedad en su conjunto ante la urgencia de abordar el cambio climático. En este particular, las personas que están muy involucradas en la lucha contra el cambio climático, incluidos los activistas ambientales, pueden sentirse traicionados y abandonados y experimentar altos niveles de frustración ante la parsimonia de los Gobiernos y las corporaciones.

El estudio de la Universidad Curtin también reveló que, a pesar de sus preocupaciones, solo el 35 % de los miembros de la generación Z participa regularmente en el activismo climático tradicional. Es el caso de la recaudación de fondos, la donación de dinero a causas nobles, el apoyo a campañas políticas o la participación en actos públicos contra el calentamiento global, como las marchas y las protestas. Y esta inacción ante el cambio climático es fuente de culpabilidad y ansiedad climática.

Pero la inmovilización es tan perjudicial para la salud mental como lo es el exceso de compromiso, según advierten los psicólogos. Involucrarse en múltiples proyectos medioambientales o defender demasiadas causas, a veces intangibles, puede resultar difícil de manejar o de controlar por uno mismo, y se corre el riesgo de caer en el agotamiento, el estrés y la frustración ante la deriva medioambiental del planeta.

De las redes sociales a un activismo más tradicional

Las redes sociales son el principal punto de encuentro de los Z y donde expresan sus preocupaciones y buscan información sobre el hipotético apocalipsis climático, según cuenta la doctora Diana Bogueva, investigadora de la Universidad Curtin.

Aunque sus actividades online no son nada desdeñables, estos jóvenes deberían explorar otras formas de aliviar la ansiedad climática e impulsar el cambio, propone Bogueva. «La generación Z —continúa— debería considerar la posibilidad de participar en áreas de activismo más tradicionales o convencionales. Por ejemplo, en las campañas políticas, para comprometerse con los responsables políticos y conectar mejor con otras generaciones».

Esta nueva interacción les permitiría hacerse más fuertes a la hora de influir en los responsables de la toma de decisiones, acelerar la acción climática y ayudar a salvaguardar un planeta habitable para todos, según Bogueva.

En palabras de esta experta en políticas de sostenibilidad, no es responsabilidad exclusiva de la generación Z resolver el cambio climático —un problema que ellos no han creado—, pero tomar medidas significativas puede ayudar a aliviar los sentimientos de ansiedad e impotencia que provocan los efectos del cambio climático. «Esto puede incluir que descubran cómo pueden ser parte de la solución en sus vidas personales, ya sea eligiendo una carrera que tenga un impacto o ajustando los productos o alimentos que consumen —recomienda Bogueva—. Si bien los desafíos del cambio climático pueden ser aterradores, no es demasiado tarde para que la generación Z marque la diferencia luchando por un futuro sostenible», concluye.