Los kilos de más aumentan el riesgo de sufrir cáncer en el futuro

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Los hombres que tienen sobrepeso u obesidad a los dieciocho años de edad muestran un mayor riesgo de sufrir hasta diecisiete tipos de cáncer diferentes en el futuro. Así lo demuestran un par de estudios realizados por científicos de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia.

En agosto de este año, los mismos investigadores presentaron en el British Journal of Sports Medicine una investigación en la que ya apuntaban que los hombres que a los dieciocho años presentan una buena capacidad aeróbica, esto es, que son capaces de mantener una intensidad alta de ejercicio físico durante un periodo de tiempo prolongado, alejan el fantasma de padecer varias formas de tumores malignos en etapas posteriores de su vida, especialmente cánceres del tracto gastrointestinal.

El estudio, que se basó en los registros de algo más de un millón de jóvenes que realizaron el servicio militar obligatorio entre 1968 y 2005, con una edad media de dieciocho años, dejaba bien claro que una buena forma física en el momento del reclutamiento iba seguida de un riesgo más bajo de desarrollar cánceres de cabeza y cuello, de esófago, de riñón, de pulmón y del citado sistema digestivo (estómago, páncreas, hígado, colon y recto).

Una buena forma física proporciona protección

«Al parecer, el mantenimiento de un buen nivel de forma física reduce el riesgo de que aparezcan diferentes tipos de cáncer. También hace que los individuos estén mejor preparados para responder de manera positiva a la terapia oncológica, si llegan a desarrollar un proceso tumoral», declaró a raíz de este trabajo Aron Onerup, uno de los firmantes. «Los resultados refuerzan los argumentos a favor de trabajar para establecer hábitos saludables en la población que conduzcan a un buen nivel de forma física en las primeras etapas de la vida», sostuvo este investigador de la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo y del Hospital de Investigación Infantil St. Jude (EE. UU).

En los dos nuevos estudios, publicados en las revistas Obesity y Cancer Medicine, Onerup y sus colegas se han centrado en el índice de masa corporal (IMC), y han dejado de lado la resistencia aeróbica de los participantes. Recordemos que el IMC se calcula dividiendo el peso de una persona (en kilogramos) por la estatura (en metros) elevada al cuadrado, y que se expresa en kg/m2. Así, unos valores de entre 18,5 y 24,9 reflejan un peso saludable; de 25 a 29,9, sobrepeso; y de 30 a 39,9, obesidad.

Diecisiete tipos de cáncer relacionados con el índice de masa corporal

Pues bien, resulta que ser dueño de un IMC alto a los dieciocho años puede estar relacionado con un mayor peligro de padecer cáncer en el futuro que mostrar una mala condición física a esa misma edad. En concreto, los investigadores identificaron diecisiete tipos de cáncer relacionados con el índice de masa corporal: pulmón, cabeza y cuello, cerebro, tiroides, esófago, estómago, páncreas, hígado, colon, recto, riñón y vejiga, así como melanoma maligno, leucemia, mieloma y linfoma (tanto Hodgkin como no Hodgkin).

Curiosamente, el riesgo de que se manifestaran ciertos tumores ya era elevado en los jóvenes con un IMC entre 20 y 22,4, una horquilla que se halla dentro del peso normal. Era el caso de los cánceres de cabeza y cuello, esófago, estómago, páncreas, hígado y riñón, así como el melanoma maligno y el linfoma no Hodgkin. «Estos resultados sugieren que la definición actual de peso saludable puede ser aplicable principalmente a los adultos mayores, mientras que en un adulto joven quizá se halle en un rango más bajo —afirma Maria Åberg, profesora de Medicina Familiar en la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo y autora principal del trabajo. Y añade—: Nuestro grupo de investigación ha llegado a conclusiones similares sobre el IMC en la edad adulta temprana y las enfermedades cardiovasculares que pueden manifestarse con posterioridad».

Por otro lado, en la lista de los diecisiete tumores malignos hubo uno que se salió del patrón: el cáncer de próstata fue más común entre los jóvenes que no tenían sobrepeso ni obesidad en el momento del alistamiento. En palabras de los investigadores, una explicación plausible de esta anomalía es que los varones de peso saludable tienen más probabilidades de buscar atención médica por problemas de próstata que los individuos con sobrepeso y obesidad, lo que lleva a un registro mayor entre las personas de aquel perfil y, de paso, a un diagnóstico precoz del tumor.

2.000 millones de personas tienen sobrepeso en el mundo

La relación con un IMC elevado fue más fuerte en el caso de los cánceres abdominales, incluidos el cáncer de esófago, estómago y riñón, con un riesgo entre tres y cuatro veces superior para los hombres obesos en el momento de la inscripción a filas. Un peso poco saludable parece explicar alrededor del 15 % al 25 % de los casos de estos cánceres en la Suecia actual.

A la vista de los resultados, los científicos suecos estiman que en los próximos treinta años habrá un aumento de casos de cáncer relacionados con el sobrepeso y la obesidad en los jóvenes y adolescentes. Los kilos de más se han convertido en una epidemia mundial. A día de hoy, cerca de 2.000 millones de personas tienen sobrepeso en el mundo; y 650 millones de ellos, obesidad, el triple que en 1975. La OMS calcula que uno de cada cuatro habitantes del planeta, o sea, 1.900 millones, será obeso en 2035.

España no es una excepción. El 37,8 % de los adultos pesa más de lo que recomiendan los médicos, y el 16 % es obeso, según el Observatorio Global de la Obesidad. Con un crecimiento medio anual del 1,9 % desde 2010, la previsión es que en 2030 la prevalencia de la obesidad se sitúe en el 37 %, siete puntos por encima del cálculo de 2022, que era del 29,4 %.

Las cifras infantiles no son mucho mejores: la prevalencia de exceso de peso alcanza al 33,2 % de los niños, niñas y adolescentes en España; la obesidad afecta al 11,6 %, y su forma grave, al 1,5%, una cifra preocupante. Es más, el 80 % de los adolescentes obesos lo serán también de adultos, advierten los especialistas.

Hablamos de un problema de salud de dimensiones extraordinarias que viene acompañado de más de doscientas enfermedades relacionadas con el acúmulo de grasa corporal: dolencias cardiovasculares (hipertensión, cardiopatías, infarto, ictus), diabetes de tipo 2, enfermedades pulmonares crónicas (asma, EPOC, apnea), problemas óseos y articulares, hígado graso, problemas de salud mental (un 70 % de los obesos tiene síntomas de ansiedad, y un 66 %, depresión)… Y cáncer.  

Según la incidencia actual de sobrepeso y obesidad juvenil en Estados Unidos, dentro de treinta años más de uno de cada dos casos de cáncer de estómago y esófago podría estar relacionado con un IMC alto en los últimos años de la adolescencia.

Mayor mortalidad con mayor IMC

Los investigadores suecos también han estudido las tasas de mortalidad después del diagnóstico de cáncer en el grupo de jóvenes llamados a hacer la mili. De los 1.489.115 hombres estudiados que se alistaron entre 1968 y 2005, a 84.621 se les diagnosticó algún tipo de cáncer durante el período de seguimiento. Los análisis mostraron que los varones con un IMC alto tenían entre dos y tres veces más probabilidades de morir dentro de los cinco años posteriores al diagnóstico de melanoma, linfoma de Hodgkin y cánceres de tiroides, vejiga y próstata; y entre 1,4 y dos veces más probabilidades de fallecer por tumores de cabeza y cuello, recto y riñones.

«El exceso de peso a una edad temprana parece aumentar el riesgo de desarrollar cáncer, y observamos vínculos entre el peso no saludable y esta enfermedad en casi todos los órganos», advierte Onerup. Pero ¿por qué los michelines pueden hacernos enfermar de cáncer?

La conexión entre cáncer y michelines

El sobrepeso y la obesidad pueden provocar cambios en el cuerpo que incluyen inflamación a largo plazo y niveles mayores de lo normal de insulina, del factor de crecimiento insulínico y de las hormonas sexuales, según informan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estadounidenses. Desde hace casi una década se sabe que las personas obesas a menudo sufren un aumento de los niveles sanguíneos de insulina y del llamado factor de crecimiento similar a la insulina-1 (IGF-1), una hormona segregada en múltiples tejidos por efecto de la hormona de crecimiento.

La concentración anormal de insulina en sangre o hiperinsulinemia se debe a la resistencia del organismo a esta hormona vital, lo que dificulta que las células absorban la glucosa de la sangre con facilidad. Este bloqueo aparece antes de que surjan los primeros síntomas de la diabetes de tipo 2, otro conocido factor de riesgo de cáncer. Los científicos sostienen que los niveles anormales de insulina y de IGF-1 podrían favorecer la aparición de tumores malignos, como los de colon, riñón y próstata.

Con el cuerpo inflamado y oxidado

Por otro lado, la obesidad suele venir de la mano de afecciones inflamatorias crónicas, como son los cálculos biliares y la esteatosis hepática no alcohólica, que a veces causan estrés oxidativo: la acumulación en el cuerpo de los dañinos radicales libres inducen daños en el ADN que pueden hacer que las células sanas pierdan el control y se transformen en cancerosas.

Por su parte, las células grasas o adipocitos liberan unas hormonas con propiedades reguladoras llamadas adipocitocinas que estimulan o frenan la multiplicación celular. Los médicos saben que estos factores derivados del tejido graso están implicado en numerosas dolencias, caso de la cardiopatía isquémica, la resistencia a la insulina, la obesidad, la dislipidemia y diabetes mellitus.

También saben, por ejemplo, que la mayor o menor presencia de una de ellas, la leptina, depende de la cantidad de grasa corporal que se acumula en el organismo. En las personas con exceso de kilos, la leptina está disparada, lo que promueve una proliferación descontrolada de las células. Otra adipocitocina, la adiponectina, escasea en los individuos con un IMC alto. Algunos estudios indican que esta sustancia podría proteger al organismo de la formación de tumores. «Los hábitos de vida se establecen pronto, y suelen permanecer estables durante toda la vida», comenta Onerup. Para este investigador, sus estudios no deben interpretarse como que basta con hacer ejercicio o guardar la línea cuando se es joven. «Creemos que también es de gran importancia más adelante en la vida», concluye.

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