Científicos descubren que usamos los emojis no solo para mostrar nuestros sentimientos, sino también para ocultarlos
La bandera de Ucrania, el corazón en llamas, la cara conteniéndose las lágrimas o el rostro sonriente con ojos con forma de corazón, una gitana bailando alegremente, una mano con el pulgar hacia arriba… Los emojis, esos variopintos dibujitos que añadimos en los correos electrónicos, en WhatsApp, en Twitter, en TikTok y otras redes sociales, nos permiten interpretar mejor y enriquecer las conversaciones escritas. Es más, desde que Scott Fahlman, científico informático de la Universidad Carnegie Mellon (EE. UU.), tuviera la idea de combinar caracteres en el teclado del ordenador para crear uno de estos símbolos y representar una cara sonriente, los emojis, así como los emoticonos y bitmojis, han sabido ir más allá de las emociones faciales para representar ideas y conceptos. Por ellos mismos, los emojis transmiten mensajes y apuntalan el dicho de que una imagen vale más que mil palabras.
Como señala Eulàlia Hernández, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta de Catalunya (Barcelona), «son herramientas para atraer la atención, mantener la conversación de manera más o menos lúdica y aportar un componente emocional al mensaje». Al igual que sucede en una conversación cara a cara, donde nos fijamos en detalles como el movimiento corporal, los gestos faciales y el tono de la voz, en una conversación digital los emojis contribuyen de una manera eficiente, rápida e intuitiva a captar las emociones que hay detrás de las palabras. En efecto, esta es la finalidad de los más de 10.000 millones de dibujitos (hay casi 4.000 opciones diferentes) que incluimos cada día en nuestros mensajes. Estos simbolitos no solo muestran nuestros sentimientos; también sirven para disimularlos y ocultarlos. Al menos esto es lo que acaba de descubrir un equipo de científicos de la Universidad de Tokio (Japón) en un estudio publicado en Frontiers in Psychology.
Los científicos invitaron a 1.289 voluntarios que usan emojis habitualmente a que respondieran a los mensajes online que recibían e informaran acerca de los emojis que habían elegido para expresar sus sentimientos. Descubrieron, por un lado, que la mayoría de ellos usaba más emojis entre los amigos más cercanos y, por el otro, que la utilización de emojis positivos para manifestar sentimientos positivos se correlacionaba con el bienestar personal (los estudios afirman que la mayoría de los emoticonos que se usan son positivos). Además, se toparon con que los emojis positivos también podían emplearse para enmascarar los sentimientos negativos.
A decir verdad, esto es algo consustancial al ser humano. ¿Alguna vez has recibido un regalo que no te guste o no deseas y aun así has dicho «gracias»? Esta elección de ocultar una emoción negativa es una regla de visualización, una de las muchas que definen las respuestas socialmente apropiadas a las emociones. No hay que olvidar que las también llamadas reglas de exhibición son normas no escritas de un grupo social o cultura que establecen cómo uno debe expresarse, y que los individuos aprenden desde que nacen a través de las interacciones y socializaciones con otras personas.
Aunque dichas reglas promueven la armonía interpersonal, también pueden tener consecuencias negativas para aquellos que eligen cambiar la forma en que expresan sus emociones. En este sentido, internet ha zarandeado nuestras normas de visualización, y al ir aumentando casi de forma exponencial la interacción social online, los científicos se interesan cada vez más en saber cómo empleamos los emojis para reflejar nuestras emociones en diferentes contextos. Pero ¿existen patrones de visualización que se apliquen a los emojis? Y de ser así, ¿cómo afectan al bienestar de las personas?
«A medida que la socialización online se ha hecho cada vez más frecuente, las personas se han acostumbrado a embellecer sus expresiones y examinar la idoneidad de su comunicación —dice Moyu Liu, autora del estudio. Y añade—: Sin embargo, me he dado cuenta de que esto puede llevarnos a perder el contacto con nuestras emociones auténticas». ¿Es esto verdad?
Para investigar el uso que damos a los emojis para mostrar o esconder sentimientos, Liu reclutó a usuarios del teclado emoji más descargado en Japón, el Simeji. Investigaciones anteriores habían establecido que las personas usan los dibujitos electrónicos como equivalentes funcionales de las expresiones faciales. De hecho, nuestros encéfalos ya responden a ellos como si se trataran de rostros reales: por ejemplo, según un estudio publicado en 2014 en la revista Social Neuroscience, la popular carita sonriente con una lágrima desencadena la misma respuesta de reconocimiento facial en las regiones occipital y temporal del cerebro que tiene lugar cuando contemplamos el rostro real de otras personas. Pero son pocos los estudios que inciden en las relaciones entre las emociones expresadas y experimentadas. Precisamente, es aquí, según Liu, cuando las reglas de visualización pueden resultar problemáticas: si la disonancia entre las emociones que una persona experimenta y las emociones que es capaz de expresar resulta ser demasiado grande, el agotamiento emocional puede estar a la vuelta de la esquina. Y esto es así aunque los miembros de diferentes culturas lo experimenten de manera distinta.
En palabras de Liu, las reglas de visualización inciden más en los sentimientos negativos, que por lo general nos resultan más incómodos e inadecuados de verbalizar. Asimismo suele ser más aceptable que se expresen emociones hacia alguien cercano que a un extraño, y puede ser más permisible que un género en particular manifieste emociones concretas. También puede considerarse más admisible exteriorizar emociones negativas en sociedades más individualistas.
Liu, experta en gestión de las emociones y los comportamientos emocionales en el ciberespacio, ha descubierto que la mayor parte de los voluntarios que participaron en la investigación optan por expresar más emociones con emojis en contextos privados o con amigos muy próximos, y a ser reservados con las personas de mayor estatus social. Por otro lado, las manifestaciones de emociones intensas, como las de felicidad o de enfado, van acompañadas de emojis a juego con ellas, salvo en los casos en que los remitentes sienten la necesidad de enmascarar sus auténticos sentimientos: por ejemplo, lanzar un emoji de una cara sonriente para ocultar enojo u otra emoción negativa. Por último, los voluntarios echaron mano de emojis negativos solo cuando los sentimientos dañinos eran profundos.
«Dado que la socialización online es cada vez más frecuente, es importante valorar si esta nos está alejando más de nuestras verdaderas emociones —comenta Liu, que se plantea lo siguiente—: ¿Necesitamos un refugio para expresar las emociones genuinas? ¿Es posible liberarse de las imposturas y compartir nuestro verdadero ser en entornos en línea?». La experta asegura que se necesitan más estudios para responder a estas cuestiones tan importantes para nuestra salud psicológica en la era de los emojis, artífices del nuevo lenguaje extraverbal virtual. Un lenguaje que dice mucho de nuestra personalidad, de nosotros mismos.
«Las personas hacen juicios acerca de nosotros basándose en cómo usamos los emojis», observa la psicóloga Linda Kaye, que, junto con sus colegas de la Universidad Edge Hill (Reino Unido), ha descubierto que quienes utilizan emojis positivos son percibidos como abiertos y extrovertidos.
Artículo publicado por Enrique Coperías
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