Estas son algunas curiosidades de los premios Oscar en sus más de 90 años de historia: desde fallos en el veredicto hasta el robo de una película.
Hoy se celebra la edición número 96 de los premios Oscar y ya se percibe en Internet la emoción previa a la ceremonia. Casi cien años de películas, de galas, de estatuillas que brillan con luz propia. Y es que, a pesar de su avanzada edad, estos galardones se conservan casi tan bien, o mejor, que el primer día. Aún hoy siguen siendo los más prestigiosos del mundo del cine, se retransmiten en un centenar de países y mantienen al mundo entero expectante hasta su desenlace.
Con tanto glamour y tanta preparación cuesta creer que algo así sea posible, pero lo cierto es que casi cien años dan para mucho y a lo largo de su historia los Óscar han sido protagonistas de numerosas anécdotas, algunas curiosas, otras reivindicativas, y la mayoría muy divertidas.
Si quieres conocer más sobre los premios que causan sensación en todo el mundo y estar al día para esta nueva edición, aquí te dejamos un buen puñado de curiosidades sobre los premios Oscar que, seguro, saciarán tu curiosidad.
El Tío Óscar
Todos conocemos la famosa estatuilla que representa los premios Óscar. Ese hombre de oro de 34 centímetros que espera de pie sobre un rollo de película y que se parece mucho a la figura de un caballero armado. Pero los hombres que lo crearon no eran caballeros, ni siquiera estadounidenses. Fue el irlandés Cedric Gibbons, escenógrafo de la Metro Goldwyn Mayer quien creó el diseño, y el actor mexicano Emilio Fernández quien le dio cuerpo y vida, ofreciéndose a posar desnudo para culminar su creación.
Su nombre, sin embargo, sí es 100% norteamericano. Cuenta la leyenda que en 1931 Margaret Herrick, que por entonces era secretaria ejecutiva de la Academia, afirmó al ver la estatuilla por primera vez que se parecía mucho a su tío Óscar. La comparación debió hacer mucha gracia, porque apenas unos años después, el periodista Sydney Sklosky decidió nombrarlo de esta forma en su columna y a partir de entonces la historia estaba escrita: la estatuilla pasó a ser oficialmente bautizada como Óscar.
Durante una cena en su casa, el jefe de los estudios M-G-M, Louis B. Mayer, y sus invitados hablaron de crear un grupo organizado en beneficio de la industria cinematográfica. Una semana más tarde, 36 invitados de todas las ramas creativas de la industria cinematográfica cenaron en el Hotel Ambassador de Los Ángeles para escuchar la propuesta de fundar la Academia Internacional de Artes y Ciencias Cinematográficas. Pronto se presentaron los estatutos y se eligió a los miembros de la junta directiva, con Douglas Fairbanks como presidente.
Una ceremonia muy silenciosa
Hoy en día estamos acostumbrados a una gala llena de color, de música, de películas con grandes efectos especiales, pero en la primera ceremonia que se celebró no había nada de eso. Muy al contrario. Para empezar, todas las películas nominadas eran mudas. Corría el año 1929, solo hacía dos años que se había estrenado la primera cinta sonora y la mayoría de las producciones todavía no habían incorporado el habla en sus películas. Además, carecía del suspense al que estamos acostumbrados. Los ganadores ya se sabían de antemano y la gala era una mera entrega formal del premio, donde nadie se iba a sorprender con los resultados.
La primera ceremonia de los Premios de la Academia fue un banquete celebrado el 16 de mayo en el Blossom Room del Hotel Roosevelt con 270 asistentes. Los ganadores se anunciaron tres meses antes; al año siguiente, la Academia mantuvo los resultados en secreto, pero dio una lista anticipada a los periódicos para que la publicaran a las 11 de la noche. Esto continuó hasta 1940, cuando Los Angeles Times publicó los ganadores en su edición de la noche, a disposición de los invitados que llegaban. Esto dio lugar al sistema de sobres cerrados que se utiliza hoy en día. En el segundo año, el entusiasmo por los premios era tal que una emisora de radio de Los Ángeles produjo una transmisión en directo.
Los favoritos de la Academia
A lo largo de sus casi cien años de historia son muchas las películas, muchos los actores y actrices, muchos los directores que han pasado por la gala de los premios Óscar, algunos con mejor fortuna que otros. Y es que son pocos los que han conseguido repetir en varias ocasiones, alzándose con más de una estatuilla y entrando en el pódium de los más premiados de la historia. En las películas, esta distinción la tienen Ben-Hur, Titánic y El señor de los anillos: el retorno del rey, con 11 premios cada una. Y el personaje más premiado de la historia ha sido Walt Disney, con la aplastante suma de 22 premios en su bolsillo. Por su parte, la actriz más reconocida fue Katherine Hepburn, con un total de 4 estatuillas y el actor más nominado ha sido Jack Nicholson, que optó en 12 ocasiones a llevarse el premio, de los cuales ganó 3 veces.
A la izquierda, el actor Charlon Heston, que dio vida a Ben Hur en la película homónima de 1959. A la derecha, el director de cine James Cameron después de recibir 11 premios Oscar por Titanic.
El error más viral
Tierra trágame. O, más bien, escenario, trágame, es lo que debieron pensar Warren Beatty y Faye Dunaway cuando en 2017 otorgaron por error el premio a la Mejor Película a La La Land: la ciudad de las estrellas cuando, en realidad, la cinta Moonlight, de Barry Jenkins, era la verdadera ganadora. Al parecer hubo una confusión con los sobres y los dos veteranos actores recibieron el que no era. Para cuando se dieron cuenta del error, los productores de La La Land ya estaban en pleno discurso de agradecimiento y hubo que cortarles para corregir el fallo. Todo un tierra trágame en toda regla.
Un robo de película
Año 2000. 55 estatuillas de los premios Óscar desaparecen en un muelle de carga de un suburbio de Los Ángeles. Faltaban menos de tres semanas para que diese comienzo la ceremonia y la Academia entró en pánico. No tenían forma de reemplazarlas en un período tan corto de tiempo, así que ofrecieron una recompensa de 50.000 $ a quien pudiese aportar noticias sobre su paradero.
El policía encargado del caso, Marc Zavala, investigó a todos los trabajadores del puerto que se encargaban de introducir la mercancía en los camiones y que podían ser sospechosos del robo. Al cabo de poco tiempo detuvo a los dos hombres culpables, pero por mucho que registró sus propiedades, las estatuillas no aparecían. El día de la ceremonia estaba ya a la vuelta de la esquina cuando recibió una llamada. Willie Fulgear, un chatarrero de 61 años que se dedicaba a vender basura, había encontrado 52 de los 55 trofeos en un basurero de Koreatown. Al parecer, los ladrones, al darse cuenta de que las estatuillas en realidad no valían tanto como pensaban, habían decidido arrojarlas a la basura. Quien sí que obtuvo mucho más de lo esperado fue el propio Fulgear, que no solo se llevó la recompensa de la Academia, sino que fue invitado, junto a su hijo, a asistir a la gala.
Tiempo después, una de las tres estatuillas que faltaban apareció en Florida, en la casa de un capo de la droga. Las otras dos continúan en paradero desconocido. Sin duda, todo un caso de película.
Spielberg y la subasta de los Óscar
Aunque muchos a lo largo de la historia lo han intentado, las estatuillas de los premios Óscar no se puede vender. La Academia obliga a los premiados a firmar una cláusula para evitar que los herederos de los premiados puedan hacer un uso económico del trofeo. Sin embargo, a pesar de todo ello, muchos se subastan de forma ilegal. Es lo que sucedió con los Óscar de Clark Gable y Bette Davis. Menuda sorpresa cuando, en la puja por los trofeos, se reveló que el mejor postor era Steven Spielberg, que los compró por la friolera de un millón de dólares. No es que fuese un fan loco de Gable y Davis (que quizá también), es que quería recuperarlos para devolvérselos a la Academia. Todo un acto de generosidad.
El inconfundible Frank Sinatra
En la ceremonia de 1963 Frank Sinatra era una de las grandes apuestas de la Academia para amenizar una gala que, debido a su larga duración, suele hacerse algo pesada. El cantante tenía que actuar durante el descanso, pero poco antes de que tuviera que salir al escenario se ausentó un momento para ir al servicio. Cuál fue su sorpresa cuando, al intentar regresar, el guardia de seguridad le impidió el paso. Al parecer, le confundió con un caradura que quería entrar en la gala sin invitación, y ni siquiera cuando el apurado Sinatra le dijo quién era le dejó pasar, afirmando que le daba igual de quién se tratase, no podía dejar entrar a nadie. El reglamento hay que cumplirlo ante todo. Tuvo que venir uno de los empleados del recinto a poner orden para que Sinatra, al fin, pudiese cantar.
Un desnudo muy espontáneo
La ceremonia de 1974 será difícil de olvidar para los asistentes. Cuando el escritor y actor británico David Niven, uno de los cuatro encargados de presentar ese año la gala, estaba a punto de dar paso a Elizabeth Taylor, un espontáneo, desnudo como su madre le trajo al mundo, se coló en el escenario. Se trataba de Robert Opel, un famoso fotógrafo y periodista de la época, que quiso aprovechar la enorme difusión de la gala para reivindicar los derechos de los homosexuales. Niven supo salir airoso del aprieto al afirmar, entre risas, que es fascinante pensar que la única carcajada que ese hombre sacó en su vida fue al enseñar sus pequeñeces.
Prohibida la entrada en EE.UU.
A lo largo de los años son varios los actores y directores los que, por diversos motivos, han rechazado acudir a recoger el Óscar, a pesar de haberlo ganado. Pero el caso del cineasta Roman Polanski destaca por su singularidad. Desde 1977, el director no ha vuelto a asistir a ninguna gala de los premios Óscar, pero no porque no quiera, sino porque tiene prohibido poner un pie en EE.UU. La razón es que ese año fue acusado de abusar sexualmente a una menor, y desde entonces ha vivido en Francia y Polonia para evitar su extradición. Así las cosas, no pudo ir a recoger en 2002 el Óscar a la Mejor Dirección, que ganó por El pianista. El caso nunca ha terminado de resolverse.
El vestido más caro, por los suelos
En la gala de 2013, la actriz Jennifer Lawrence batió el récord de llevar el vestido más caro de la historia de los Óscar, un traje de Dior valorado en nada más y nada menos que 4 millones de dólares. Pero además, esa misma noche obtuvo el premio a la Mejor Actriz por El lado bueno de las cosas y fue ahí cuando empezaron los problemas. Al ir a recogerlo al escenario tropezó con el dobladillo y cayó al suelo en todo su esplendor. Menos mal que el vestido no se rompió, pero sin duda fue una de las curiosidades de los premios Oscar más comentadas de esa edición.
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