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La música, antídoto contra el dolor

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Nuestra música favorita, especialmente las canciones melancólicas, que relatan experiencias agridulces y emotivas, puede ayudarnos a aliviar el dolor físico.

Desde tiempos prehistóricos, los seres humanos sabemos que la música y sus elementos, como los sonidos, los ritmos, las melodías vocal e instrumental así como las armonías, tiene efectos tangibles en el organismo, generalmente positivos. Nada activa más profundamente nuestro cerebro que la música, afirman los neurólogos: estimula numerosas áreas del encéfalo y desata la liberación de hormonas y neurotransmisores que afectan al estado de ánimo, a la memoria, a las emociones, al espíritu y a los movimientos corporales.

«La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo», dijo con acierto Platón, quien estaba convencido del carácter divino de la música y de la capacidad de esta para dar placer y apaciguar el ánimo. O, como aseguró el músico estadounidense River Phoenix, un oasis en la cabeza, un refugio de las penalidades y contratiempos de la vida.

No cabe duda de que la música, tanto hacerla e interpretarla como escucharla, tiene efectos poderosos sobre la mente. Es algo que saben bien los terapeutas musicales, que echan mano de nuestras respuestas y conexiones con la música para mejorar el bienestar de los pacientes, desde ayudarlos a mejorar la confianza en sí mismos y estimular la capacidad de concentración y atención, hasta combatir el insomnio, mejorar la memoria, reducir los niveles de estrés y ansiedad y aliviar el dolor. 

Una de cada cinco personas en el mundo padece dolor crónico

El dolor afecta a la mayoría de la población en algún momento a la largo de la vida. Según las últimas estadísticas difundidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas en el mundo padece dolor crónico, de moderado a grave, y un tercio de los afectados es incapaz de mantener un modo de vida independiente.

Incluso con una terapia adecuada, un elevado número de personas con dolor crónico experimenta consecuencias negativas que afectan a su salud, a su autopercepción, a sus relaciones interpersonales y a su vida en general. Algunos estudios apuntan que el 20 % de estos pacientes no se beneficia de los analgésicos ni de otras terapias antidolor.

En este contexto, la audición de música se ha propuesto progresivamente como una alternativa complementaria al tratamiento médico, debido a sus efectos positivos sobre el dolor y los síntomas de ansiedad y depresión que lo acompañan, y por su fácil acceso. En la actualidad, equipos de investigación alrededor del mundo tratan de comprender los efectos analgésicos de una pieza musical, desde una canción hasta una sinfonía, y su base neurobiológica, y de cómo valorar y modelar el efecto placebo en el diseño de los trabajos de campo.

Una canción antes de entrar en quirófano

No obstante, varios estudios han confirmado que escuchar música aplaca los dolores agudos y crónicos, de ahí el nombre de analgesia inducida por la música. Por ejemplo, la musicoterapia puede mejorar las molestias lumbares, y la anestesióloga Fatnma Kavak Akelma, de la Universidad de Ciencias de la Salud Diskapi Yildirim Beyazit, en Ankara (Turquía), demostró en 2020 que escuchar nuestra música favorita antes de entrar en quirófano tiene efectos positivos sobre la ansiedad y el dolor posoperatorio del paciente.

Un estudio más reciente realizado en ratones y publicado el año pasado en la revista Science por Wenjie Zho y sus colegas de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China, ha mostrado que el sonido y la música pueden inducir analgesia a través de un circuito neurológico que involucra a la corteza auditiva y ciertas regiones del tálamo, estructura que interviene en la regulación de la actividad de los sentidos. Sin embargo, parece haber otros neuromecanismos desconocidos que hacen que las notas musicales adormezcan la sensación de dolor.

Una nueva investigación llevada a cabo por científicos de Canadá arroja nueva luz sobre el misterio, en concreto, sobre qué aspectos de escuchar música pueden conducir a una disminución de la sensación de dolor. Han descubierto que la percepción de la intensidad del dolor y el malestar de los participantes del ensayo se reducía cuando sonaba su música favorita, en comparación con la música relajante preseleccionada, que se utiliza habitualmente en entornos clínicos.

Además, los investigadores han observado que la música agridulce, como las canciones Tears in Heaven, de Eric Clapton y I Know It’s Over, de The Smiths, a diferencia de otros estilos musicales con una gran carga emocional, también reducía el malestar provocado por el propio dolor.

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¿Qué tipo de música ayuda a amortiguar la percepción del dolor?

Antes de nada, hay que insistir en que la ciencia ha demostrado que la música puede ser una forma alternativa a los fármacos para aminorar la percepción del dolor en los pacientes. Esta disminución de la sensibilidad al dolor, también conocida como hipoalgesia, puede ocurrir cuando los estímulos dolorosos se interrumpen entre su punto de entrada al encéfalo y el lugar donde la mente consciente los reconoce como dolor. Es precisamente en este punto donde los investigadores de Canadá han puesto su objetivo, y han explorado qué tipo de música ayuda a amortiguar la percepción del dolor.

«En nuestro estudio, hemos demostrado que la música favorita, elegida por los participantes del estudio, tiene un efecto mucho mayor en la reducción del dolor térmico agudo que la música relajante desconocida —dice Darius Valevicius, neurocientífico de la Universidad de Montreal y uno de los autores del trabajo, que ha sido publicado en Frontiers in Pain Research. Y añade—: También descubrimos que las respuestas emocionales desempeñan un papel muy importante a la hora de predecir si la música tendrá o no efecto sobre el dolor».

Para destapar el tipo de música más efectiva contra el dolor, Valevicius y sus colegas decidieron reclutar a unos voluntarios para hacerles sufrir, eso sí, solo lo necesario para encontrar respuestas. Así, los participantes recibieron estímulos térmicos moderadamente dolorosos en la parte interna del antebrazo, una sensación similar a la que sentimos cuando nos toca la piel una taza de té caliente. Estos estímulos nociceptivos —léase, dañinos— estuvieron acompañados de extractos musicales, que duraban aproximadamente siete minutos.

En comparación con los cortes musicales de control o el silencio, los participantes que escucharon su música favorita vieron cómo se reducía de manera notable la intensidad del dolor y el malestar causados por el calor. Los cortes relajantes desconocidos no tuvieron el mismo efecto. «Además, utilizamos música revuelta, que imita a la música en todos los sentidos excepto en su estructura significativa, por lo que pudimos concluir que quizá no sea solo la distracción o la presencia de un estímulo sonoro lo que causa la hipoalgesia», explica Valevicius.

Los investigadores también se toparon con un hecho tan curioso como relevante. Querían saber si las distintas canciones o temas musicales favoritos de los voluntarios calmaban el dolor por igual, es decir, si una composición alegre, energizante o feliz tenía el mismo efecto analgésico que una relajante, conmovedora o agridulce. Y descubrieron que diferentes temas emocionales diferían en su capacidad para reducir el dolor.

Mejor hacer sonar un tema agridulce

«Encontramos que los informes de experiencias emocionales conmovedoras o agridulces parecen dar como resultado calificaciones más bajas de malestar por el dolor, lo que fue impulsado por un disfrute más intenso de corte sonoro y más escalofríos musicales», comenta Valevicius. Aunque todavía no se comprende del todo qué son los escalofríos musicales, estos parecen indicar que existe un proceso neurofisiológico capaz de bloquear de manera eficaz las señales de dolor. En algunas personas, los escalofríos pueden manifestarse como una sensación de hormigueo, de escalofríos o de piel de gallina.

Los investigadores están contentos con el resultado del estudio, aunque reconocen que es un primer paso en un largo camino. Aún tienen muchas preguntas en el tintero, como si escuchar música relajante durante más tiempo podría tener efectos más fuertes que los cortes más breves que escucharon los participantes en este estudio. O si escuchar nuestra música favorita también es efectiva con otros estímulos de dolor no térmicos, como la estimulación mecánica o el dolor crónico.

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