Su sueño de ser futbolista se deshacía en pedazos y le oprimía el pecho a medida que se iba haciendo mayor. Recién aterrizado en España para comenzar el rodaje de la segunda temporada de El Internado, Las Cumbres, el actor que interpreta al implacable profesor de Educación Física nos concede unas horas para hablar de lo que le ha supuesto reescribir el guión de su vida.
Lucas Velasco era un chico de barrio que vivía a las afueras de Buenos Aires, en la ciudad de Morón, con su madre, su padre y su hermana pequeña. La escuela estaba a tan solo 5 minutos de la casa de Lucas, a la que iba todos los días caminando. Por la tarde, tras las clases, Lucas esperaba impaciente a que su mejor amigo del barrio fuera a buscarlo para ir a la calle, donde se juntaban con el resto de los niños y niñas para jugar al fútbol en plena vía, porque nunca pasaban coches.
Las calles de Morón estaban repletas de árboles y vegetación y todos sus habitantes se conocían. Después del fútbol, Lucas volvía a casa con su amigo y jugaba a la videoconsola Sega, mientras su madre les preparaba la merienda.
A las cinco de la tarde el padre de Lucas aparecía por la puerta de casa, cansado de trabajar, pero aún con las fuerzas suficientes como para pasar un buen rato hablando de fútbol con su hijo, porque si con algo soñaba Lucas cuando era un niño, era con ser futbolista, tal vez para remendar el sueño frustrado de su padre, quien en su juventud lo intentó, pero no pudo conseguirlo.
Durante toda su infancia, Lucas estuvo entrenando muy duro para ser futbolista. Entrenaba tres días en semana y le dedicaba incontables horas extras a la pelota con sus amigos en las calles de Morón. Lucas jugaba de delantero y si algo le hacía soportar esas intensas horas de entrenamiento con el balón era la ilusión de poder llegar después a casa para contarle a su padre cómo había ido con la pelota. Sin embargo, a medida que Lucas crecía, su pasión por el fútbol se fue apagando. Lucas era ya un adolescente de quince años y los entrenamientos se le empezaban a hacer cuesta arriba.
Un día, cuando Lucas llegó a casa de entrenar, se encontró a su hermana pequeña viendo en la televisión una serie llamada “El Patito Feo” y ahí fue cuando Lucas sintió ese golpe en el pecho pronosticador que te avisa de que has encontrado una nueva pasión: la interpretación. Cuando era un adolescente, Lucas no sabía actuar, ni cantar, ni bailar, pero había algo que si sabía: que no quería dedicarse al futbol, que lo que quería de verdad era ser actor.
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Ante el miedo de decepcionar a su padre, Lucas decidió confesarle su nueva vocación a su padrino y él fue quien lo apuntó a clases de interpretación y, lo que es más importante, el responsable de que Lucas consiguiera un papel en la segunda temporada de “El Patito Feo”. Tras armarse de valor, Lucas decidió hablar con su padre, le contó que el fútbol no le hacía feliz y que necesitaba su bendición para poder dedicarse en cuerpo y alma a la interpretación. Y así sucedió.
«La gloria de ser actor es que la gente me reconozca, que me paren por la calle y me feliciten por mi trabajo. La aprobación de la gente para mí es primordial«
Lucas Velasco
Descríbeme la gloria de la popularidad. ¿Qué es lo más bonito y lo más difícil de ser actor?
Una de las cosas que nunca deja de asombrarme es todo lo que ocurre alrededor de la vida del actor. La gloria de ser actor es que la gente me reconozca, que me paren por la calle y me feliciten por mi trabajo. La aprobación de la gente para mi es primordial. El cariño del público es una de las cosas que más respeto de mi trabajo. Recuerdo que cuando hice la segunda temporada de “El Patito Feo”, yo era un chaval de 15 años y en el colegio, a la hora del recreo, se hacía una cola larguísima de chicos que esperaban para que yo les firmara un autógrafo. Me pasaba todo el recreo sacándome fotos y firmando autógrafos en vez de irme a jugar con mis amigos. Y lo hacía feliz. Desde pequeño he disfrutado mucho recibiendo el cariño de la gente.
¿Qué consejo te dio tu padre cuando le dijiste que querías dejar el futbol y ser actor?
Me dijo que lo entendía. Él ya se había dado cuenta de que yo no era feliz jugando al futbol. Mis padres me apoyaron desde el primer momento, me pagaron la academia de interpretación y clases de baile para que tuviera una buena formación y pudiera conseguir mi sueño. Eso sí, fueron muy claros conmigo y me dijeron “si quieres pescado, vas a tener que mojarte el culo”.
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¿Te gusta convivir con tus personajes, o cuando se baja el telón los aparcas en el escenario?
Mis personajes me acompañan únicamente cuando tengo que trabajar. Cuando se apagan las luces, vuelvo a ser Lucas. Es muy importante saber separar. Es cierto que, cuando hago el trabajo de componer mis personajes, detecto aptitudes personales que pueden aportarle al personaje en cuestión. Pero cuando se termina la grabación y gritan ¡corten!, abandono al personaje y vuelvo a ser Lucas, porque si no lo hiciera así, podría llegar a afectarme mucho y me volvería loco.
Tienes más de medio millón de seguidores en las redes sociales. ¿Cómo es tu relación con Instagram?
Te voy a ser muy sincero: trato de darle la mayor atención posible y ser auténtico, quiero que me vean como realmente soy en las historias. ¡Si te dijera otra cosa te estaría mintiendo! Le doy mucha atención, es más, me gustaría darle más, pero me faltan herramientas. La verdad es que yo no soy creativo a la hora de hacer publicaciones, así que lo que hago es que me grabo stories para que la gente me vea tal y cómo soy.
¿Cómo ha sido el camino hasta el éxito? ¿Alguna vez has pensado en tirar la toalla?
No sé cómo es el camino hasta el éxito, pero te voy a contar como fue mi camino hasta España. El año 2019 fue, posiblemente, uno de los años más difíciles de toda mi vida. Dejé Argentina, a mi familia, a mis amigos, mi trabajo y el reconocimiento que me había dado mi profesión como actor. Lo dejé todo para venirme a España. Para poder trabajar en aquí, necesitaba conseguir la ciudadanía y los permisos de trabajo, así que primero tuve que mudarme a Italia, a un pueblecito llamado Crecchio, mientras gestionaban mis papeles. Me fui yo solo, durante seis meses, sin hablar italiano, sin trabajo y sin conocer a nadie. Fue una época muy dura, en la que me sentí muy solo. Pasé mucho miedo, como consecuencia de la incertidumbre por no saber si aunque me dieran la ciudadanía iba a ser capaz de encontrar trabajo como actor. Sufrí ataques de ansiedad y estuve a punto de tirar la toalla. Pensé en volver a Argentina, necesitaba estar con mi familia y el cariño de mis amigos. Pero, por otro lado, había una parte de mí que sentía que estaba muy cerca conseguir mi objetivo. No sé de donde saqué las fuerzas, pero seguí adelante. Nunca he dejado las cosas a medias. Si me propongo algo, lucho hasta conseguirlo. Nunca abandono.
¿Qué es lo que más te gusta de España?
La gente, sin duda, ¡saber que puedo salir a las tres de la mañana a la calle y que no me van a robar! Puede parecer una tontería, pero eso en Argentina no ocurre… Argentina y España son países muy similares, tenemos costumbres muy parecidas, pero la cultura española de socializar me enamoró: salir a tomar unas cañas, las tapas, conocer gente nueva…
¿Cómo fue desvestirse de Lucas y vestirse de Mario?
Mario y Lucas son personas totalmente diferentes. Al principio me costó mucho trabajo entender a Mario. Mi personaje en El internado: Las Cumbres, tiene un carácter muy complicado. Es homosexual, sin embargo, se aleja mucho del arquetipo de homosexual que acostumbramos a ver en la televisión. Es un tipo duro, muy serio ¡es un cabrón! Cuando me dieron el papel, quise conocer a fondo a mi personaje, así que construí una narración detrás de él que justificase ese comportamiento: le diseñé una historia en su infancia, una relación destruida con sus padres, una adolescencia de rebeldía e incomprensión… y así surgió el profesor de educación física de El internado.
¿Qué ha dejado Mario en Lucas?
Mario me ha enseñado a saber decir que no. En la vida es muy importante saber cuándo y cómo decir no. Hay una parte de la personalidad de Mario que me resultó tremendamente atractiva y cautivadora: Mario es muy exigente y muy seguro de sí mismo, tiene autoridad. A mí siempre me ha costado mucho trabajo saber decir que no, por miedo a no agradar o a decepcionar, así que aprender a decir que no sin remordimientos es uno de los grandes regalos que me ha hecho Mario.
Para terminar esta entrevista, me gustaría hacer un viaje contigo. Vamos a montarnos en esa máquina del tiempo que es la memoria, y vamos a viajar hasta Morón, ¿Qué le dirías al Lucas Velasco de hace 20 años si lo tuvieras delante?
Al Lucas de ocho años le diría que, a pesar de que vea el camino muy duro y muy difícil, tiene que seguir adelante, que tiene la fuerza suficiente para avanzar en su camino y que nunca se quede con cosas pendientes.
Producción y texto: Mateo Carrasco
Fotógrafo: Valero Rioja
Estilismo: Jesús Cicero
Peluquería: Alfredo Styler para I.C.O.N
Maquillaje: Joel Briand (Ns Management)
Asistentes de fotografía: Pedro Melo y Andrés Maizo
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