Hablamos con un psicólogo experto en matrimonio y crisis de pareja para saber cómo afrontar ese momento en el que tu mujer te dice «quiero el divorcio» pero tú aún crees en el nosotros.
Cuando tu mujer te dice que quiere divorciarse, el mundo se te puede venir abajo. Tú no lo has visto venir, la quieres y te cuesta entender cómo habéis llegado a este punto. Es normal que te sientas frustrado, confundido y que los pilares sobre los que habías construido tu proyecto de vida empiecen a tambalearse. El experto en crisis en las relaciones de pareja José Ponferrada, del gabinete Psicólogo Adultos, señala que como punto de partida que «aceptar una decisión que no compartes es difícil, pero necesario para no quedar atrapado en el resentimiento».
La idea de perder a tu pareja despierta una mezcla de emociones difíciles de gestionar: miedo, culpa, rabia, frustración, tristeza… Empiezas a hacerte preguntas ¿se puede hacer algo para evitar el divorcio? ¿Está completamente decidida o es una reacción a una etapa difícil? ¿Qué errores deberías evitar y cómo podrías actuar con madurez, respeto y claridad para entender lo que está pasando? Si estás pasando por este momento, aquí encontrarás respuestas útiles y, sobre todo, posibles caminos para (al menos) intentar revertir esta situación.
¿Por qué se quiere divorciar mi mujer?
Cuando tu mujer te plantea esto, amigo, ya vas tarde. Lo más probable es que ella haya tomado la decisión hace tiempo, tras un proceso interno largo y silencioso que le haga sentir que ya no puede más y que las cosas tienen que cambiar.
«Muchas mujeres llegan a este punto después de sentirse emocionalmente solas durante mucho tiempo. Aunque sigan cumpliendo con el día a día, por dentro ya se han ido desvinculando. Es importante no reaccionar con pánico ni con promesas vacías, sino escuchar con atención. La pregunta no es solo ¿qué hago para evitarlo?, sino ¿cómo hemos llegado hasta aquí? y ¿qué me está diciendo esta crisis sobre mí y sobre nosotros? Solo así se puede responder con madurez y claridad».
En la mayor parte de los casos no hay una única causa. Se trata más bien de un cúmulo de situaciones de decepción que llevan al desgaste de la relación. No se trata de pérdida de amor, si no de falta de conexión; ella se ha dejado de sentir escuchada, vista o tenida en cuenta y poco a poco ha ido despertando el resentimiento. Además, hay etapas de la vida en las que las mujeres se encuentran sobrepasadas, la carga mental de la maternidad, la gestión del hogar y sus obligaciones laborales eclipsan su lugar como mujer y dejan poco espacio a la pareja.
«El resentimiento acumulado, la rutina sin intimidad o la sensación de que todo depende de ellas, contribuyen al desgaste. Lo más doloroso no es discutir, sino convivir sin afecto ni mirada. Cuando se pierde la esperanza de que algo pueda cambiar, es cuando aparece el deseo de separarse».
Y cuando ella pone esto sobre la mesa, tú te desesperas y vienen los errores. El más frecuente es reaccionar desde el miedo. Súplicas, promesas vacías o intentar retenerla desde la culpa solo harán que se aleje más. Otro error es hacer como si nada. Esto es menos frecuente porque es mucho peor. Si ella te expone sus sentimientos y tú reaccionas restándole importancia, esperando que se le pase, no hay oportunidad de mejora. El tercer error, también frecuente pero clave para dinamitar la relación es el de cambiar radicalmente durante unos días para luego, cuando las aguas estén calmadas, volver a lo anterior. No hagas estas cosas, pero sobre todo, no la intentes retener con regalos cuando te diga que está todo mal, solo lo empeorarás.
«El problema de fondo es que muchos hombres no han aprendido a gestionar emocionalmente estos momentos: quieren arreglar el problema como si fuera algo técnico. Pero una crisis de pareja no se resuelve solo con hechos, sino con comprensión emocional. No se trata de hacer mucho ruido, sino de mostrar cambios verdaderos y sostenidos».
¿Cómo puedo salvar mi matrimonio?
Te voy a decir algo que puede sorprenderte: hay que hablar. La comunicación es vuestra mejor amiga. Escucharse con atención y observarse son elementos clave cuando se quiere salvar una relación.
«Es importante leer si ya se ha desconectado emocionalmente: cuando hay distancia, indiferencia o desprecio, suele ser más difícil. No se trata de insistir ni de rogar, sino de mostrar un cambio profundo y real. La pregunta no es ¿cómo la recupero?, sino ¿qué versión de mí mismo necesito construir, esté o no ella?»
A veces el matrimonio puede salvarse, pero no desde el miedo, sino desde una transformación verdadera. Si lo que estás haciendo ahora la está empujando a querer divorciarse, te toca cambiar algunas cosas si quieres recuperarla. En el caso de que así sea podéis probar con terapia de pareja, ya que os puede ayudar a entender lo que está pasando, lo que está fallando y a hacerlo desde el respeto. Ponferrada destaca que «si ambos están dispuestos a mirar hacia dentro, la terapia puede ser un espacio muy valioso. Pero no es una herramienta para convencer al otro ni una garantía de reconciliación».
En general, cuando se llega a una situación como esta, acudir a ayuda profesional será útil para concienciarte de que esa relación ha terminado y para aprender a no repetir dinámicas dolorosas en futuras relaciones. No hay que acudir como un último recurso desesperado, sino con una intención de sanar.
«Luchar por una relación no es rogar ni manipular. Es estar presente, asumir la propia parte de responsabilidad y mostrar con hechos (no con discursos) que uno está dispuesto a cambiar. Lo más importante es cuidar la dignidad de ambos».
En ocasiones ella necesitará espacio, respétalo sin desaparecer. No aproveches su confusión para presionarla, comunicaros con claridad, hazle saber que estás aquí, que quieres recuperar lo que teníais, que quieres estar bien, pero no a cualquier precio. Aquí hay que hacer un ejercicio interior y sostener el dolor sin convertirlo en exigencia. Siempre desde el respeto.
Si no hay nada que hacer, ¿cómo se afronta el divorcio?
Es difícil aceptar una decisión que no compartes, pero tienes que hacerlo para no caer en el resentimiento. Pasarás por una etapa de duelo, por haber llegado al final de la relación, por no poder continuar con el proyecto compartido y porque habrá una parte de ti que desaparezca con ese matrimonio que no ha funcionado.
«Es importante no quedarse en el papel de víctima ni escapar hacia distracciones vacías. Soltar con dignidad no es resignarse, es cuidarte desde un nuevo lugar. Lo que hoy es una pérdida, puede convertirse en el inicio de una versión más consciente y fuerte de ti mismo».