Texto: Armando Cerra
La historia comenzó en 1906, cuando un diseñador de Berlín llamado August Eberstein desarrolló una gama de plumas estilográficas de uso sencillo. Al poco tiempo, su empresa fue adquirida por tres hombres que bautizarían la empresa de estilográficas con el nombre de Montblanc, convirtiéndola en una marca mundialmente conocida
Se eligió el nombre de Montblanc para vincular las estilográficas de la compañía a la cima más alta de los Alpes y que quedara claro que se trataba de una auténtica obra cumbre de la escritura. Era 1909, y aun hubo que esperar cuatro años para que apareciera el logotipo inconfundible de la marca. La estrella blanca de seis puntas que culmina la caperuza de todas sus plumas apareció en 1913. Desde entonces tanto el nombre como ese logo que simula la montaña nevada visita desde las alturas son símbolos del lujo.
No obstante, su origen todavía es más antiguo. Fue en 1906 cuando se reunieron en Hamburgo los personajes claves en esta historia de éxito. Fueron el banquero Alfred Nehemias, el ingeniero August Eberstein y el comerciante de papelería Claus-Johannes. Juntos fundaron la empresa Simplo Filler Pen Company cuyo único objetivo era crear estilográficas de calidad. ¡Y bien que lo consiguieron!
El mundo de la escritura a mano había vivido importantes aportes técnicos hasta entonces. Ya parecían superados los problemas de manchones y fluidez de tinta que daban las originales plumas de ave. Poco a poco marcas como Waterman, Parker o Pelikan habían hecho progresos tecnológicos en cuanto a la recarga o calidad de la escritura. De todo ello se aprovecharon las primeras plumas Rouge et Noir que los emprendedores alemanes sacaron al mercado en 1908. Un producto que además de funcional quería ser bello y caro, para lo cual idearon un plumín de oro de 14 kilates.
Montblanc Meisterstück La Vuelta al Mundo en 80 Días
Animados por el éxito sacaron un segundo modelo, y este segundo tipo de plumas ya lo bautizaron como Montblanc, aunque ignoraban que aquello iba a pasar a la historia. El éxito fue incontestable y el crecimiento de la empresa inesperado, más aún teniendo en cuenta que iba a llegar la Primera Guerra Mundial.
El caso plasma la potencia que tiene el naming y un buen logo. Pero el ejemplo de Montblanc nos sirve para descubrir otra vía de desarrollo de las grandes empresas. En 1919 abrieron una tienda en Hamburgo para vender de forma exclusiva su producto. Algo que contó con el favor del mercado y más tarde llegarían otros establecimientos en diversas ciudades germanas, lo cual acabaría traspasando fronteras en los años siguientes.
Tal crecimiento se multiplicó tras un hito clave en la historia de la marca. La creación en 1924 de la Montblanc Meistertück, la cual sigue considerándose la mejor estilográfica de siempre. Se ha avanzado en materiales y en ornamentación, pero aún así, la Meistertück actual es conceptualmente idéntica al modelo aparecido hace casi un siglo.
A partir de aquí el nombre de Montblanc ha hecho correr ríos de tinta, ¡literalmente! Han fabricado la pluma más cara en varias ocasiones. Unas veces de oro, otras con diamantes, cualquier metal o piedra preciosa puede integrarse en sus elegantes diseños. Cada año no dejan de renovar el estilo y la calidad artística de sus estilográficas. En la época de pelearse con los diminutos teclados de los smartphones, estas plumas se veneran y poseen una presencia tan poderosa como distinguida.
Desde hace décadas Montblanc ha querido estar presente en otros muchos sectores de la exclusividad. Objetos de piel, joyas o los relojes que fabrica desde finales del pasado siglo. Sin embargo, sus plumas estilográficas rebosantes de arte y tecnología siguen cautivando. Son el buque insignia de la marca. Pueden parecer herramientas trasnochadas, de otra época, de otro momento histórico, un delirio de artesanía y glamur. Pero en cambio son el objeto más codiciado para lograr que estampar firma se convierta en un acto lujoso.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR:
