Cómo fortalecer nuestra relación de pareja en un mundo de superficialidad y conexiones efímeras.
Durante el pasado año se produjeron 90.582 casos de nulidad, separación y divorcio, cifra que evidencia un cambio significativo en la dinámica de las relaciones de pareja en la actualidad. La creciente fragilidad en estos vínculos parece ser el resultado de una combinación de factores sociales y culturales que han llevado a la formación de parejas más efímeras y superficiales. Este fenómeno se ha acentuado en los últimos años, alimentado en parte por las redes sociales y apps de citas, que han transformado la forma en que nos relacionamos y nos comunicamos.
Las relaciones de pareja hoy en día enfrentan un constante bombardeo de distracciones, idealizaciones y comparaciones que generan un ambiente propicio para la superficialidad. Muchos individuos caen en la trampa de medir el éxito de su relación en función de la percepción que los demás tienen de ella, y no en función del aprecio y la satisfacción que brindan a su pareja. Además, las expectativas y los criterios de selección a la hora de buscar pareja pueden ser irrealistas, llevándonos a la frustración y a la búsqueda constante de algo mejor.
El origen de este problema es multifacético, pero la solución recae en el fortalecimiento de nuestras habilidades emocionales y comunicativas. Para lograr relaciones de pareja más profundas y duraderas, es necesario reflexionar sobre nuestras necesidades, valores y prioridades, y cultivar la empatía, el compromiso y la paciencia en nuestras interacciones con los demás. En lugar de buscar la perfección en una relación, debemos esforzarnos por comprender y aceptar las imperfecciones propias y las de nuestra pareja, trabajando juntos para construir una conexión sólida basada en el amor, el respeto y el apoyo mutuo.
¿Cómo eran las relaciones de pareja antes?
La mentalidad del siglo XXI en cuanto a las relaciones dista mucho de la que se tenía en el pasado. Hace no mucho tiempo, el objetivo de tener una relación era formar una familia: casarse, comprarse una casa y tener hijos. Casi que no existía hueco para nada más, sobre todo, para las mujeres. Antes se buscaba tener hijos para asegurarse el cuidado de los padres en el futuro, para mantener la economía del hogar.
Hasta hace muy poco, la mujer era quien se quedaba en casa cuidando de los hijos, y el hombre era quien llevaba y generaba la economía del hogar. Las aspiraciones de la mujer se resumían en la familia y el hogar, y las del hombre en conseguir un buen trabajo para mantener a la familia. Socialmente el hombre poseía un poco de más libertad que la mujer, pero, a fin de cuentas, los objetivos en la relación eran los mismos.
La revolución sexual
¿Es la revolución sexual la causante de establecer nuevos esquemas en nuestras relaciones? Puede que sí.
La revolución sexual ha permitido y aceptado todo tipo de relaciones sexuales, incluyendo las prematrimoniales, muy mal vistas en la sociedad del momento debido a la importancia de la religión. Gracias a la revolución sexual, se han reconocido y normalizado las diferentes orientaciones sexuales, especialmente la homosexualidad.
Todo esto ha sido posible cuando empezó a cuestionarse el papel tradicional de la mujer y del hombre, además del matrimonio como concepto existencial. Ya no hace falta casarse para poder tener hijos, y se han aceptado comportamientos sociales como mantener relaciones sexuales o vivir en pareja antes de contraer matrimonio.
Este nuevo planteamiento sobre el matrimonio también ha abierto la puerta a que parejas del mismo sexo puedan oficializar su relación, y que parejas que viven juntas y tienen hijos no estén casados.
Ese cuestionamiento hacia al matrimonio y, por tanto, hacia la familia, ha permitido y aceptado la existencia de diferentes tipos de familia: homoparentales y monoparentales. Son tipos de familia alejadas de la noción tradicional, pero cada vez han sido y son más aceptadas en la sociedad.
Esta liberación sexual ha permitido que las relaciones de pareja puedan tener más objetivos y ambiciones que simplemente formar una familia. Principalmente y gracias a la incorporación de la mujer al mundo laboral, su papel ha ido cobrando importancia a lo largo de los años. Han empezado a tener cabida ambiciones profesionales, sociales y económicas en la vida de la mujer, lo que ha abierto el abanico de posibilidades de vida para cada individuo. Es decir, se ha generalizado y aceptado que la mayor ambición de una mujer pueda ser conseguir un buen puesto de trabajo y no solo formar una familia, o ni siquiera querer tener hijos.
Otro punto importante de esta revolución sexual está teniendo mucho más desarrollo en la actualidad, ya que han aparecido nuevos tipos de relaciones: relaciones abiertas, el poliamor… Cada vez las estamos viendo más y parece que poco a poco están ganando cierta aceptación social. Este tipo de relaciones eran impensables en el siglo pasado.
La clásica idea del amor romántico
La idea del amor romántico, esa que filtra en nuestro subconsciente la idea de cómo tenemos que sentir y actuar cuando estamos en una relación, viene de cultura popular desde que el mundo es mundo. Más reciente a nuestra época, las películas, de las canciones e incluso las novelas han extendido y versionado esta idea de amor romántico, de cómo deben ser las parejas o incluso hasta las familias. Esto ha influido enormemente en la forma que tenemos de vivir las relaciones, aunque gracias a la idea, cada vez más extendida gracias a la psicología, de las relaciones sanas, estamos luchando contra ello.
Nos han hecho pensar que debemos de querer estar con una sola persona el resto de nuestra vida, y que con quien salimos en el momento tenemos que verlo como el hombre/mujer de nuestra vida, con quien vamos a crear un proyecto en común. Que todo lo que sintamos por esa persona sea intenso, como si fuésemos, precisamente, los protagonistas de una película de amor. Pero por eso son películas: porque son historias creadas, idealizadas, que nos hacen escapar de la realidad de la vida. Lo cierto es que en las relaciones en el mundo real sí que tienen una primera fase ‘de película’, que se conoce como la fase de ‘luna de miel’, donde todo es como si fuésemos los protagonistas de una película de Netflix. Pero, cuando pasa el tiempo, no se parece mucho a una película. Y es ahí cuando empezamos a preocuparnos por si ya no queremos estar con nuestra pareja y debemos cortar la relación.
Por esa idea del amor romántico, de la media naranja, las rupturas de celebridades consiguen conmocionar a tantísimas personas a través de las redes sociales. Así pasó con el famoso ‘shippeo’ Brangelina, cuando Brad Pitt y Angelina Jolie dieron por finalizada su relación. Lo mismo ocurrió en nuestro país cuando se anunció la ruptura de Chenoa y David Bisbal. Hace casi dos años ya ocurrió con la famosa pareja formada por los cantantes Shawn Mendes y Camila Cabello. Y en nuestro país, además de la sonadísima ruptura entre Shakira y Piqué, ocurrió con la pareja formada por el actor Miguel Bernardeau y la ex triunfita Aitana, ruptura que ocupó la portada de varias revistas del corazón de toda España. Conmocionó a un montón de fans que consideraban a esta pareja una aspiración. Ahora, a ambos se les relaciona con otras personas. En la actualidad, las celebridades muestran una gran facilidad a la hora de estar en una nueva relación. Y eso es cosa de ahora.
Las nuevas generaciones están rompiendo con los esquemas de la media naranja y el primer amor para toda la vida. Esto ha permitido que sea aceptado socialmente que se hayan tenido varias parejas (incluidas parejas sexuales) a lo largo de su vida, sobre todo, en cuanto a las mujeres, quienes han tenido que cargar con más lastras sociales en cuanto a estar con varios hombres diferentes durante su vida.
Cómo conseguir una relación sana en la actualidad
En los tiempos que corren, como ya hemos visto y comentado, existen variedad de posibilidades a la hora de mantener una relación con alguien. Todas las ambiciones y proyectos de vida tienen cabida en la relación. Pero lo que va a hacer que una relación funcione, va a ser, principalmente, basar la relación en la confianza y el respeto por el otro. Parece una cosa obvia y sencilla vista con ojos del siglo XXI, pero hace unos años esto no era tan obvio, incluso ahora hay parejas que ni siquiera lo tienen en cuenta. Si existe una carencia de ambas, la relación está condenada al fracaso.
Pero otro punto importante que hay que tener en cuenta es que se comunique desde un primer momento qué objetivos y que aspiraciones se tienen en cuanto a la relación. Debemos de estar en el mismo punto o querer cosas similares a las de la persona con la que estamos en ese momento. Una diferencia muy notoria entre objetivos personales llevará la relación a un final doloroso (mayor que lo que supone en sí una ruptura).
Es decir, si uno de los dos, por ejemplo, quiere abrir la relación o mantener una relación abierta y la otra persona no, no deben convencerse el uno al otro o soportar la situación. Solo crearemos un sufrimiento. Por eso, es importante comunicar desde un primer momento nuestro enfoque hacia la relación con la otra persona y escuchar lo que la otra persona tiene que decir. Puede que no seáis compatibles y no pasa nada por eso. Como dice el dicho: “siempre hay un roto para un descosido”.
Artículo publicado por Laura Martínez
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