El ejercicio protege el corazón de las personas estresadas

como-influye-el-ejercicio-fisico-al-estres

Una nueva investigación descubre que la actividad física reduce la actividad cerebral relacionada con el estrés, lo que a su vez disminuye el riesgo de sufrir problemas de corazón y complicaciones fatales en los vasos sanguíneos.

Los resultados del estudio, que ha sido llevado a cabo por científicos del Hospital General de Massachusetts (EE. UU.), también ayudan a explicar por qué los participantes en el ensayo que sufrían depresión —una afección relacionada con el estrés— cosecharon los mayores beneficios cardiosaludables de la actividad física.

No cabe duda de que vivimos en una sociedad estresada. Un estudio reciente del Grupo AXA, que abarcó a dieciséis países, revela que el 62 % de los españoles se siente bastante estresado, la cifra más alta en los últimos años.

Vivimos en una sociedad en la que se impone la rapidez, la impaciencia y la ambición

Como señala la bióloga Sandra Torradesa en un artículo publicado en la revista Offarm, «vivimos en una sociedad en la que se impone la rapidez, la impaciencia y la ambición, y en la que todo tiene que estar disponible al momento. Por ejemplo, la gente se sorprende si no respondes al móvil o se enerva cuando no aparece rápidamente una página en internet. Siempre queremos más y nunca es suficiente».

No solo esto; la presión llega desde distintos frentes, como una lluvia fina que permea el cuerpo y la mente. Las altas exigencias laborales, la implacable competitividad, la inseguridad, los problemas financieros, las en ocasiones inalcanzables expectativas personales y profesionales o la constante conectividad, la falta de tiempo para el autocuidado y exposición a través de la tecnología hacen que el organismo en su conjunto se resista, se subleve y se cobre su precio.

En efecto, cuando se desbordan las capacidades personales para afrontar las circunstancias adversas, se desata una catarata de acontecimientos que derivan en trastornos orgánicos y psicológicos producto del estrés, de la ansiedad, del agotamiento emocional, del insomnio y, en situaciones límite, del síndrome de agotamiento profesional o burn out.

El estrés es necesario para la supervivencia y la gestión de los problemas

Antes de nada, hay que decir que el estrés, por sí mismo, no es malo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como «el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción». En términos globales, estamos ante un sistema de alerta biológico necesario para la supervivencia y la gestión de los problemas que se nos presentan en el día a día.

«Todas las personas tenemos un cierto grado de estrés, ya que se trata de una respuesta natural a las amenazas y a otros estímulos. Es la forma en que reaccionamos al estrés lo que marca el modo en que afecta a nuestro bienestar», asegura Torradesa. Dentro de esta definición estaría lo que los psicólogos denominan estrés agudo. Es la forma más común de estrés y suele ser de corta duración.

El estrés agudo puede estar causado por eventos específicos, como discutir con alguien, gestionar una pequeña colisión de tráfico, realizar una presentación importante, enfrentarse a un examen y perder un contrato importante.

En el estrés agudo, los síntomas son pasajeros, ya que acaban cuando finaliza la situación estresante

El estrés agudo se manifiesta con síntomas que suelen desaparecer rápidamente una vez que la situación estresante ha terminado: aumento del ritmo cardíaco, palpitaciones, sudoración, tensión muscular, migrañas y manos y pies fríos. También puede venir acompañado de irritabilidad, ansiedad, dolor de espalda y problemas estomacales e intestinales, como acidez, estreñimiento y flatulencias.

Por fortuna, dado que el estrés agudo es pasajero, su impacto en la salud apenas es apreciable. Puede, de hecho, ser beneficioso en algunas situaciones, al mejorar la capacidad de respuesta y rendimiento en tareas específicas.

En el otro extremo se halla el estrés crónico, que persiste durante un período prolongado, que pueden ser meses y años, las veinticuatro horas del día. Es el resultado de situaciones estresantes que no se resuelven de forma rápida, donde la persona que lo padece nunca ve una salida a una situación deprimente.

Las mechas que encienden el estrés crónico

El estrés crónico puede originarse por problemas perseverantes, como son los ahogos familiares continuos, los conflictos laborales prolongados, las penurias económicas persistentes o las condiciones de vida desafiantes.

En este caso, los síntomas son más permanentes e incluyen fatiga, irritabilidad, dificultades para dormir, ansiedad, depresión y problemas de concentración. Y el impacto del estrés crónico en la salud puede ser demoledor: hipertensión, enfermedades cardíacas, diabetes, cáncer y trastornos mentales, como la depresión y la ansiedad. También mata a través de la violencia y el suicidio.

El corazón es uno de los grandes damnificados de la vida estresante. Tanto el estrés agudo como el crónico pueden aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca, pero solo el estrés crónico puede conducir a una inflamación crónica del organismo, lo cual es un factor de riesgo para la aparición de enfermedades cardíacas.

El estrés obliga al corazón a trabajar más intensamente

El estrés es considerado por los cardiólogos como el detonante de numerosas enfermedades cardiovasculares en individuos susceptibles de padecerlas. Es el caso de la isquemia cerebral o ictus y sobre todo la que afecta al miocardio, caso de la angina de pecho y el infarto. También se asocia a hipertensión arterial y a arritmias malignas. A su vez, potencia el resto de los factores de riesgo cardiovascular.

«El estrés obliga al corazón a trabajar más intensamente. Las arterias coronarias, que nutren al músculo cardíaco, requieren mayor aporte energético. Además, la sangre se espesa y los vasos sanguíneos se vuelven menos reactivos o elásticos; se acumulan así sustancias nocivas en su pared, de forma que la sangre circula con mayor dificultad», explica el doctor Cesáreo Fernández Alonso, médico especialista en Geriatría del Servicio de Urgencias del Hospital Clínico San Carlos (Madrid).

Por su parte, la fibrinolisis, que es el mecanismo defensivo que destruye los trombos, pierde efectividad. «Por tanto, nuestro sistema cardiovascular se hace vulnerable ante cualquier obstrucción y trombosis aguda o crónica de la placa aterosclerótica —explica el doctor Fernández Alonso. Y añade—: «Igualmente, el exceso de respuesta simpática se asocia con trastornos en la conducción eléctrica del corazón y con una mayor vulnerabilidad a arritmias ventriculares y, por ende, a la muerte súbita».

La actividad física aleja el fantasma de sufrir una enfermedad cardiovascular

Tratar el estrés crónico puede ser desafiante, principalmente porque suele estar enraizado en situaciones o problemas complejos y de larga duración que no tienen soluciones rápidas o sencillas. Sin embargo, con estrategias adecuadas y un enfoque proactivo, es posible manejar y reducir sus efectos.

En este sentido, una nueva investigación indica que la actividad física aleja el fantasma de sufrir una enfermedad cardiovascular al reducir la señalización cerebral relacionada con el estrés.

En el estudio, dirigido por investigadores del Hospital General de Massachusetts (MGH), miembro fundador del sistema sanitario Mass General Brigham, y publicado en la revista Journal of the American College of Cardiology, las personas con trastornos relacionados con el estrés, como la depresión, fueron las que más beneficios cardiovasculares obtuvieron de la actividad física.

Para evaluar los mecanismos subyacentes a los beneficios psicológicos y cardiovasculares de la actividad física, el doctor Ahmed Tawakol, investigador y cardiólogo del Centro de Investigación de Imágenes Cardiovasculares del Hospital General de Massachusetts, y sus colegas analizaron los historiales médicos y otro tipo de información complementaria de 50.359 participantes del Biobanco Brigham del Hospital General de Massachusetts. Estos completaron una encuesta sobre actividad física.

El ejercicio rutinario reduce hasta un 23% el riesgo de dañar al corazón

De todos ellos, Tawakol seleccionó un subconjunto de 774 participantes a los que sometió a pruebas de imagen cerebral y mediciones de la actividad cerebral relacionada con el estrés.

Tras unos diez años de seguimiento, el 12,9 % de los participantes desarrolló una enfermedad cardiovascular. Los participantes que cumplían las recomendaciones de realizar actividad física de forma rutinaria tenían un riesgo un 23 % menor de desarrollar enfermedades relacionadas con el corazón y los vasos sanguíneos frente a aquellos que hicieron oídos sordos al consejo de hacer ejercicio.

Los individuos con mayores niveles de actividad física también tendían a tener una menor actividad cerebral relacionada con el estrés. En particular, la reducción de la actividad cerebral asociada al estrés se debió a un aumento de la actividad en el córtex prefrontal.

Zonas del cerebro sensibles a las hormonas liberadas por el estrés, como el cortisol

Esta es una parte del cerebro que interviene en la denominada función ejecutiva, es decir, en la toma de decisiones y el control de los impulsos, y que se sabe que frena los centros cerebrales del estrés. Aparte del córtex prefrontal, los neurólogos saben que otras regiones encefálicas también juegan un papel importante en la respuesta al estrés agudo, caso de la amígdala, el hipocampo y el hipotálamo. Todas ellas son muy sensibles a las hormonas liberadas por el estrés, como el cortisol. 

En palabras de Tawakol, la reducción de la señalización cerebral relacionada con el estrés explicaba en parte el beneficio cardiovascular de la actividad física. Esto está en consonancia con otro estudio realizado en 2022 por la doctora Hadil Zureigat, del mismo hospital, que decía que la actividad física regular casi duplicaba el beneficio cardiovascular en personas con depresión o ansiedad, en comparación con personas sin estos diagnósticos.

«El efecto de la actividad física sobre la respuesta cerebral al estrés puede ser especialmente relevante en quienes padecen afecciones psiquiátricas relacionadas con el estrés —dice Zureigat. Y continúa—: Esto no quiere decir que el ejercicio solo sea eficaz en quienes padecen depresión o ansiedad, pero descubrimos que estos pacientes parecen obtener un mayor beneficio cardiovascular de la actividad física.

Funciona mejor en personas con depresión

Como extensión de su hallazgo, Tawako y sus colegas descubrieron que el beneficio cardiovascular del ejercicio era sustancialmente mayor entre los voluntarios que se esperaba que manifestaran una mayor actividad cerebral relacionada con el estrés, así como en aquellos con un cuadro depresivo preexistente.

«La actividad física fue aproximadamente el doble de eficaz a la hora de reducir el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular entre quienes sufrían depresión —comenta Tawako. Y añade—: Los efectos sobre la actividad cerebral relacionada con el estrés podrían explicar esta novedosa observación».

En palabras de este experto, se necesitan estudios prospectivos para identificar posibles mediadores y demostrar la causalidad. «Mientras tanto, los médicos podrían transmitir a los pacientes que la actividad física puede tener importantes efectos cerebrales. Esto podría aportar mayores beneficios cardiovasculares entre los individuos con síndromes relacionados con el estrés, como la depresión», concluye Tawako.