Un nuevo estudio desafía los mitos sobre el peso y la felicidad. A pesar de la creciente obesidad en las sociedades modernas, investigadores descubren que ganar kilos no afecta negativamente a nuestra satisfacción con la vida. ¿Es posible ser feliz sin mirar la báscula?
En las sociedades occidentales, el sobrepeso y la obesidad representan problemas de salud pública cada vez más comunes. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), más del 60% de la población española padece obesidad o se encuentra en riesgo de padecerla, una tendencia que sigue en aumento.
Esta realidad está vinculada a numerosos problemas de salud, como son las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y determinados tipos de cáncer, y una merma en la calidad de vida, pero ¿qué pasa con la felicidad? ¿Cargar con kilos de más afecta negativamente a nuestra satisfacción con la vida? Es más, ¿Ganar peso nos vuelve infelices?
Un estudio reciente publicado en el International Journal of Applied Positive Psychology aborda estas cuestiones, y ofrece respuestas sorprendentes que desafían muchas de nuestras percepciones e ideas preconcebidas sobre el efecto de la obesidad y el sobrepeso en la satisfacción vital.
El impacto de los kilos en el bienestar
El autor del trabajo es el sociólogo Felix Bittmann, del Leibniz Institute for Educational Trajectories, en Alemania, y para abordar la investigación echó mano de datos del Panel Nacional Educativo Alemán (NEPS) recopilados durante una década. Este panel incluye a 8.815 participantes, y recoge sus índices de masa corporal (IMC), su grado de felicidad y otros factores relacionados con ella, como la edad, el estado de salud y el empleo.
Con estos mimbres, Bittmann analizó cómo los cambios en el peso corporal afectan a la felicidad, y si el aumento de peso tiene un impacto negativo en el bienestar subjetivo, una medida clave de la felicidad personal.
En una primera fase del estudio, Bittmann encontró una correlación negativa entre el IMC —una fórmula que relaciona el peso y la altura de una persona para clasificar si tiene un peso saludable, sobrepeso o bajo peso— y la felicidad. En promedio, las personas con mayor peso reportaron niveles más bajos de satisfacción con la vida.
¿Afecta el sobrepeso a la psique?
Sin embargo, al profundizar y analizar estos datos con modelos avanzados que controlan factores como la salud o el empleo, el sociólogo se topó con que esta relación no es tan directa como parece. De hecho, no hay evidencia de que el aumento de peso haga a las personas menos dichosas. Al contrario, en algunos casos encontró pequeños efectos positivos, aunque estos fueron mínimos y no generalizables.
«Sorprendentemente, no se han encontrado evidencias de que la obesidad tenga un efecto negativo directo sobre la satisfacción con la vida —señala Bittmann—. Esto es positivo, ya que parece indicar que el problema no afecta directamente a la psique».
Por qué tantas personas tienen kilos de más
Sin embargo, como señala este sociólogo, los efectos indirectos persisten, ya que las personas con sobrepeso se enfrentan a una salud más deteriorada y una esperanza de vida más corta.
«En este contexto, el estudio destaca por mostrar por qué tantas personas tienen sobrepeso: no lo perciben como una carga psicológica, lo que reduce su motivación para perder peso».
Felix Bittmann, sociólogo del Leibniz Institute for Educational Trajectories, Alemania.
Para llegar a estas conclusiones, el investigador usó lo que se conoce como modelos de regresión de efectos fijos, que permiten analizar cómo los cambios en una persona a lo largo del tiempo influyen en variables como la felicidad, sin tener en cuenta la genética y la personalidad.
También aplicó modelos de panel cruzado con interceptos aleatorios, que le permiten explorar cómo las desviaciones del peso promedio de una persona afectaban a su dicha en diferentes momentos de su vida.
Ambas técnicas mostraron resultados consistentes: ganar peso no merma la felicidad.
Los michelines, causa de estigmas y discriminación
Con el fin de afinar los resultados, Bittmann también controló variables clave, como el estado de salud, la edad y los cambios en la situación laboral o familiar de los participantes. Por ejemplo, consideró cómo una enfermedad grave o el desempleo podían afectar tanto al peso como a la felicidad, y evitó atribuir a los kilos de más un efecto que en realidad tiene otra causa.
En una sociedad que suele asociar los michelines con una salud deficiente, con una falta de autocontrol y con estándares de belleza negativos, que generan estigmas y discriminación, cabe esperar que una subida de peso sea motivo de infelicidad o, al menos, de un bache en el grado de felicidad.
La realidad no es tan evidente como podría parecernos a simple vista, pues el estudio revela una realidad más compleja. Aunque las personas con mayor peso pueden enfrentarse a problemas de salud y prejuicios sociales, estos no parecen traducirse directamente en una menor satisfacción con la vida. Entonces, ¿qué explica esta aparente desconexión?
El movimiento de la positividad corporal
Una de las hipótesis que baraja Bittmann es que los efectos del peso sobre la felicidad están mediados principalmente por la salud. Es decir, el impacto negativo del sobrepeso podría mitigarse si una persona sigue percibiéndose como saludable.
Otra posibilidad es que, en algunos casos, el placer asociado con hábitos que contribuyen al aumento de peso, como comer alimentos calóricos, pueda compensar los posibles efectos perniciosos.
Además, las percepciones sociales están cambiando, con movimientos, como la positividad corporal, que promueven la aceptación y respeto hacia todos los cuerpos, sin importar su tamaño, forma o peso, y desafían los estándares de belleza tradicionales.
Este cambio cultural podría reducir el impacto negativo del peso sobre la autoestima y, en consecuencia, sobre la felicidad.
La preocupación por el peso gana peso con la edad
«Cabe la posibilidad de que el sobrepeso tenga un impacto negativo en la satisfacción, pero entonces quizá solo durante un breve periodo de tiempo, hasta que la gente se haya acostumbrado al peso— ha declarado Bittmann—. Para medir estos efectos pequeños y a corto plazo, habría que encuestar a la gente mucho más a menudo, lo cual es costoso».
En su análisis, el sociólogo alemán también ha descubierto que la relación entre el peso y la dicha varía según la edad. Las personas más jóvenes tienden a reportar mayores niveles de felicidad, independientemente de su peso, mientras que en las personas mayores, la preocupación por los kilos de más aumenta con el paso de los años.
No obstante, al controlar estas variables, Bittmann vio que el aumento del índice de masa corporal en sí mismo no tiene un impacto negativo significativo en la satisfacción vital, lo que desafía la creencia de que ganar peso reduce la calidad de vida subjetiva.
Sentimientos de vergüenza, ansiedad y depresión
Por otro lado, los estándares culturales influyen en cómo el peso es percibido. En sociedades donde se asocia la delgadez con el éxito o la belleza, el sobrepeso y la obesidad pueden tener un mayor impacto emocional, que suele incluir sentimientos de vergüenza, ansiedad y depresión.
Sin embargo, en contextos donde el sobrepeso no está tan estigmatizado o incluso se percibe como un signo de estatus, los efectos pueden ser bien distintos, según Bittmann.
Para este sociólogo, uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que no existen incentivos psicológicos lo suficientemente potentes para perder los kilos ganados si el aumento de peso no afecta negativamente a la felicidad.
La obesidad, una epidemia de nuestro siglo
Esto podría explicar, al menos en parte, por qué las tasas de sobrepeso y obesidad siguen aumentando a pesar de los esfuerzos en salud pública, hasta niveles que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tacha de epidemia. Actualmente, se calcula que más de 988 millones de adultos viven con obesidad, y las proyecciones indican que esta cifra podría duplicarse para el año 2030.
Si las personas no perciben el sobrepeso como un problema significativo para su bienestar emocional, pueden estar menos motivadas a cambiar los hábitos de vida que alimentan a los michelines: una dieta alta en calorías, grasas y azúcares; el consumo excesivo de alimentos procesados; la falta de actividad física regular; el sedentarismo prolongado, como pasar mucho tiempo frente a pantallas; patrones de sueño inadecuados…
En palabras de Bittmann, «los resultados de la investigación refuerzan la idea de que el bienestar subjetivo está influido por una compleja interacción de factores, que incluye la salud, las percepciones sociales y las experiencias individuales. Y concluye—: Si ganar peso no afecta directamente a la felicidad, podría ser uno de los factores que explican por qué tantas personas no ven una razón emocional para adelgazar».