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Venus, la clave para buscar vida en el universo

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Nuestro planeta y Venus tienen varias similitudes y diferencias interesantes. Ambos son planetas rocosos y se encuentran en el Sistema Solar interior, lo que significa que están más cerca del Sol que los gigantes gaseosos, como Júpiter y Saturno.

Venus, a diferencia de la Tierra es incapaz de albergar vida, una particularidad que puede ayudarnos, aunque pueda parecer paradójico, a buscar vida en el cosmos, afirma un nuevo estudio. Venus es el segundo planeta del Sistema Solar, ubicado entre Mercurio y la Tierra. Es conocido como la estrella del alba o la estrella vespertina, debido a su brillo visible al amanecer o al atardecer. A diferencia de la mayoría de los planetas, Venus gira sobre su eje en dirección opuesta a su órbita alrededor del Sol, un fenómeno conocido como rotación retrógrada. Esto significa que en Venus el Sol sale por el oeste y se pone por el este.

El planeta con el nombre de la diosa romana del amor es extremadamente caliente, con temperaturas superficiales lo suficientemente altas como para derretir el plomo. Allí el termómetro alcanza los 465 °C, lo que hace que Venus sea más caliente que Mercurio, a pesar de estar más lejos del Sol.

Venus es un infierno que impide que la vida prospere en él

Pero esta no es la única característica que hace que Venus sea lo más parecido al infierno: los volcanes que escupen lava, su atmósfera similar a una olla a presión que aplastaría instantáneamente a un ser humano y las nubes henchidas de ácido sulfúrico hacen muy difícil, por no decir imposible, que la vida pudiera prosperar en estas condiciones extremas.

Aun así, el inhabitable Venus ofrece lecciones vitales sobre el potencial de vida en otros planetas, sostiene un artículo que aparece publicado en la revista Nature Astronomy.

«A menudo asumimos que la Tierra es el modelo de habitabilidad, pero si consideramos este planeta de forma aislada, no sabemos dónde están los límites y las limitaciones —advierte Stephen Kane, astrofísico de Universidad de California en Riverside (EE. UU.) y principal autor del artículo. Y añade—: Venus nos da eso».

¿Qué es la habitabilidad de un planeta?

Recordemos que la habitabilidad de un planeta se refiere a la capacidad de un mundo, ya sea dentro o fuera del Sistema Solar, para sostener la vida tal como la conocemos en la Tierra. El concepto está intrínsecamente vinculado a la existencia de ciertas condiciones ambientales que son esenciales para la vida, tales como la presencia de agua líquida, una atmósfera adecuada, una temperatura apropiada y la disponibilidad de nutrientes.

Existen varios factores que influyen en la habitabilidad de un planeta. Entre ellos cabe destacar la distancia a su estrella. La zona habitable de un sistema estelar es la región en la que un planeta puede orbitar y mantener agua líquida en su superficie sin que esta se evapore completamente o se congele. Esta distancia varía dependiendo de la luminosidad de la estrella.

También hay que tener en cuenta, como se ha avanzado, su atmósfera, ya que una atmósfera adecuada protege al planeta de la radiación espacial y ayuda a mantener una temperatura estable mediante el llamado efecto invernadero. Además, la composición y densidad de la atmósfera son cruciales para determinar si un planeta es habitable.

Por otro lado, un planeta que alberga vida ha de contar con un campo magnético robusto, capaz de protegerlo de los vientos solares y la radiación cósmica. Estos podrían erosionar su atmósfera y dañar potencialmente las formas de vida que prosperan en la superficie del planeta.

Los exobiólogos —los científicos que buscan y estudian la vida en otras partes del universo— también ponen en la lista de condiciones la actividad geológica, ya que puede influir en la habitabilidad de un mundo al reciclar carbono y otros elementos esenciales, y contribuir a la estabilidad del clima y la renovación de los nutrientes del suelo.

Venus y la Tierra son planetas gemelos

Y no puede faltar la presencia de agua líquida, uno de los requisitos más críticos para la vida tal como la conocemos. En este sentido hay que decir que un planeta debe reunir las condiciones adecuadas de temperatura y presión para facilitar que el agua se mantenga en estado líquido.

Con estos mimbres, si miramos a Venus deduciremos en un abrir y cerrar de ojos que no es un buen candidato para la habitabilidad. Pero como apuntan Kane y sus colegas en la revista Nature Astronomy, Venus es un punto de anclaje desde el cual los científicos pueden comprender mejor las condiciones que excluyen la vida en exoplanetas que giran alrededor de su sol.

Los planetólogos consideran a Venus y la Tierra planetas gemelos. Los dos comparten algunas similitudes: tienen aproximadamente la misma masa y radio, poseen una similar composición superficial y cuentan con la presencia de una atmósfera densa capaz de albergar un complejo sistema meteorológico. Es más, dada la proximidad a Venus resulta natural preguntarse por qué la Tierra acabó siendo tan diferente.

Venus tiene un problema de insolación

«La divergencia en la evolución climática de Venus y la Tierra proporciona una base importante y accesible para comprender cómo evoluciona con el tiempo la habitabilidad de los grandes mundos rocosos —Venus y la Tierra lo son— y qué condiciones demarcan los límites de la habitabilidad», aseguran Kane y sus colegas en Nature Astronomy.

Dada la proximidad a Venus, es natural preguntarse por qué la Tierra resultó tan diferente. Muchos científicos suponen que el flujo de insolación, esto es, la cantidad de energía en forma de radiación que Venus recibe del Sol, provocó una situación de efecto de invernadero descontrolada que arruinó las posibilidades de vida en este planeta.

«Si consideramos que la energía solar que recibe la Tierra es del 100 %, Venus capta el 191 %. Mucha gente piensa que por eso Venus resultó diferente a nuestro planeta —comenta Kane en una nota de prensa lanzada por la UC Riverside—: ¡Pero espera un segundo! Venus no tiene una luna, que es lo que le da a la Tierra cosas como las mareas oceánicas, e influyó en la cantidad de agua terrestre».

Visitado por diferentes misiones espaciales

Sin duda alguna, Venus es un mundo enigmático a pesar de haber sido visitado por diferentes misiones espaciales. El programa Venera (1961-1984), de la Unión Soviética, fue pionero en la exploración de Venus, con una decena de sondas que proporcionaron imágenes directas y datos sobre las condiciones atmosféricas y geológicas del planeta.

Por parte de Estados Unidos, el programa Mariner (1962-1973) logró que varios de sus orbitadores y sondas pasaran por Venus para realizar estudios de la atmósfera y la superficie, así como para probar tecnologías de comunicación y navegación interplanetaria. Y la misión Magallanes (1989-1994) mapeó con detalle la superficie de Venus usando el radar para penetrar en su densa atmósfera.

En la década del 2000, la Agencia Espacial Europea (ESA) llevó a cabo su primera misión al planeta llamada Venus Express, que estudió la atmósfera y las características de la superficie venusiana desde su órbita. La sonda, que fue lanzada en noviembre de 2005, tenía entre sus objetivos prioritarios realizar una cartografía completa de las temperaturas en la superficie del planeta.

La Venus Express permitió estudiar el pasado de la atmósfera de Venus, que era más rica en agua, descubrir un vórtice dipolar en la región polar sur, hallar la presencia de relámpagos eléctricos en las nubes de ácido sulfúrico del planeta y detectar el grupo hidroxilo (OH) en la atmósfera de Venus.

Por su parte, la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) se embarcó en la exploración de Venus con su misión Akatsuki, que fue lanzada en 2010 y cuyo objetivo era estudiar la atmósfera del planeta. Después de superar problemas iniciales con su inserción en órbita, la misión ha estado operando con éxito hasta la actualidad y proporcionando valiosos datos sobre la dinámica atmosférica venusiana.

Venus encierra numerosos interrogantes, como cuál es el tamaño de su núcleo y cuál es la química de su atmósfera interior.

Futuras misiones en ciernes, como las gemelas VERITAS (Venus Emissivity, Radio Science, InSAR, Topography, and Spectroscopy) y DAVINCI de la NASA, la Venera-D de Rusia y la EnVision de la ESA prometen arrojar nueva luz sobre el segundo planeta del Sistema Solar. A fecha de hoy, los científicos no saben cuál es el tamaño de su núcleo; cómo llegó a fijar su velocidad de rotación actual, relativamente lenta; cómo cambió su campo magnético con el tiempo o cuál es la química de la atmósfera inferior.

«Venus no tiene un campo magnético detectable. Eso podría estar relacionado con el tamaño de su núcleo —dice Kane. Y continúa—: El tamaño del núcleo también nos da información sobre cómo se enfría un planeta. La Tierra tiene un manto que hace circular calor desde su núcleo. No sabemos qué está sucediendo dentro de Venus».

El interior de un planeta rocoso o telúrico —el Sistema Solar cuenta con cuatro: Mercurio, Venus, la Tierra y Marte— también influye en su atmósfera. Ese es el caso de la Tierra, donde la atmósfera es en gran medida el resultado de la desgasificación volcánica. Recordemos que esta es un proceso geológico mediante el cual los gases disueltos en el magma son liberados a la atmósfera —o al agua— durante la erupción de un volcán.

La misión DAVINCI de la NASA escudriñará la atmósfera de arriba abajo

Kane está implicado en las citadas futuras misiones gemelas de la NASA a Venus, programadas para ser lanzadas a finales de esta década. La misión DAVINCI sondeará la atmósfera ácida del planeta para medir los gases nobles y otros elementos químicos. «DAVINCI medirá la atmósfera de arriba abajo. Esto nos ayudará a construir nuevos modelos climáticos y a predecir este tipo de atmósferas en otros lugares, incluida la Tierra, a medida que sigamos aumentando la cantidad de CO2», explica Kane.

En lo que concierne a la sonda atmosférica VERITAS, dirigida por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, no aterrizará en la superficie venusiana, pero permitirá a los científicos crear reconstrucciones en 3D muy detalladas del paisaje, así como revelar si el planeta tiene placas tectónicas activas o volcanes.

«Actualmente, nuestros mapas del planeta están muy incompletos. Es muy diferente entender el grado de actividad de la superficie de Venus y cómo ha podido cambiar a lo largo del tiempo. Necesitamos ambos tipos de información», dice el experto.

En última instancia, el documento que firman Kane y sus colegas en Nature Astronomy aboga por lanzar misiones como estas a Venus por dos razones principales. Una es la posibilidad, con mejores datos, de utilizar Venus para asegurar que las inferencias sobre la vida en exoplanetas son correctas.

¿Está escrito el futuro de la Tierra en la superficie de Venus?

«La parte más aleccionadora de la búsqueda de vida en otros lugares del universo es que nunca vamos a tener datos in situ de un exoplaneta. No iremos allí, ni aterrizaremos, ni tomaremos medidas directas de ellos», explica Kane.

Si sospechamos que otro planeta alberga vida en la superficie, puede que nunca sepamos que estamos equivocados. «En este caso, estaríamos soñando con un planeta con vida que no la tiene. Solo vamos a acertar si entendemos bien los planetas del tamaño de la Tierra que podemos visitar, y Venus nos da esa oportunidad».

La otra razón para investigar Venus es que ofrece una vista previa de cómo podría ser el devenir de la Tierra. «Una de las principales razones para estudiar Venus se debe a nuestros deberes sagrados como cuidadores de este planeta, para preservar su futuro —comenta Kane. Y concluye—: Mi esperanza es que el estudio de los procesos que dieron lugar al Venus que conocemos hoy nos sirva de lección, especialmente si este devastado planeta vivió un pasado más moderado. Nos puede pasar a nosotros. Es cuestión de cómo y cuándo».

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