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¿Duermes mal? Las bacterias de tus intestinos podrían estar robándote el sueño

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Desfases en la composición de los microorganismos que viven en tus tripas, la llamada microbiota intestinal, serían los culpables de que no pegues ojo por las noches, afirma un nuevo estudio.

Casi la mitad de la población adulta y la cuarta parte de la población infantil tienen dificultades para iniciar o mantener el sueño, lo que significa que no gozan de un sueño de calidad, según la Sociedad Española de Neurología. Como indica el doctor Hernando Pérez Díaz, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de dicha sociedad, existen tres aspectos básicos que determinan si una persona se deja caer en brazos de Morfeo sin ninguna dificultad: la duración, la continuidad y la profundidad. En otras palabras: si el tiempo dedicado a dormir no es suficiente para que nos sintamos descansados al día siguiente, si ocurren interrupciones en los ciclos de sueño o si el sueño no es lo suficientemente profundo como para que sea considerado reparador.

Dormir poco y mal no es un asunto baladí, especialmente si tenemos en cuenta que cuatro millones de españoles padecen insomnio crónico, que se caracteriza por quejas en el inicio o en el mantenimiento del sueño, con síntomas asociados durante el día y cuando estas dificultades con el sueño suceden más de tres veces por semana y al menos durante tres meses.

Hay quien cae en el insomnio porque se deprime y quien se deprime porque no puede pegar ojo por las noches

Los patrones del sueño

La neurociencia aún no ha acertado a explicar por qué necesitamos planchar la oreja, pero lo que sí sabe es que resulta una actividad vital e ineludible y cuya duración viene determinada por diversos factores, desde culturales hasta genéticos: así, se distinguen patrones de sueño corto, para aquellos individuos que pueden funcionar adecuadamente con solo cinco horas de sueño, o largos, donde se incluyen a las personas, a priori sanas, que necesitan dormir más de nueve horas por la noche para sentirse frescas al día siguiente. Los primeros son los poco dormidores; los segundos, los grandes dormidores.

Problemas de no dormir bien

Cuando el sueño no es reparador, reconstituyente, comienza la pesadilla. A corto plazo, dormir mal produce, entre otras cosas, cansancio, fatiga, somnolencia, irritabilidad, mina la capacidad de atención, merma la memoria de trabajo y la creatividad, deprime la autoestima y el tono emocional, aumenta el riesgo de sufrir accidentes y desciende la libido. A la larga, desemboca en un mayor riesgo de padecer obesidad, hipertensión arterial, diabetes, problemas cardiovasculares (infarto, ictus), infecciones y, como se ha descubierto recientemente, alzhéimer. Y no hay que olvidar que un porcentaje muy elevado de los casos de insomnio crónico están asociados a la depresión: hay quien cae en el insomnio porque se deprime y quien se deprime porque no puede pegar ojo por las noches.

¿Por qué no puedo dormir?

¿Y cómo se llega a esta situación? Las razones son múltiples. Existen multitud de causas médicas, como determinadas alteraciones hormonales, metabólicas, cardiovasculares, reumatológicas o urológicas y todas aquellas situaciones que causan dolor (fibromialgia, fracturas óseas, cefaleas, etc.). Las condiciones ambientales que nos rodean a la hora de dormir, como pueden ser la temperatura de la habitación, el ruido o la luz, son capaces por sí solos de arruinarnos el descanso nocturno. También la comodidad de la cama, la ingesta de ciertos alimentos o bebidas o el uso de dispositivos electrónicos antes de acostarnos pueden interferir en nuestro sueño y provocar que nuestro descanso no sea de calidad.

El jet lag social y los hábitos alimentarios

Ahora, los científicos han añadido a la lista un nuevo enemigo de Morfeo: los patrones de sueño irregulares podrían estar asociados a la presencia de bacterias intestinales nocivas. En un estudio publicado en The European Journal of Nutrition, investigadores del King’s College de Londres y de la empresa de nutrición personalizada ZOE aseguran haber encontrado múltiples asociaciones entre el llamado jet lag social —el cambio en el reloj corporal interno que ocurre cuando se alteran los patrones de sueño entre los días laborables y los días libres— y la calidad de la dieta, los hábitos alimentarios, la inflamación y la composición de la microbiota intestinal.

Investigaciones anteriores ya habían demostrado que trabajar a turnos altera el reloj biológico corporal y puede aumentar el riesgo de subir de peso, de desarrollar problemas cardiacos, de sufrir diabetes y ciertos cánceres y de dormir mal. Sin embargo, se sabe muy poco sobre cómo nuestros ritmos biológicos pueden verse afectados por pequeñas incoherencias en los patrones de sueño debidas, por ejemplo, a despertarse temprano con la ayuda de un despertador en los días laborables y hacerlo de forma natural durante los días de descanso, especialmente en las personas que trabajan en horarios regulares.

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La composición de la comunidad de microorganismos que colonizan la red intestinal, la citada microbiota (en un individuo de 70 kilos, por ejemplo, esta se compone de más de 100 billones de microbios y pesa alrededor de 200 gramos), puede afectar a la salud de manera negativa, al producir toxinas, o positiva, al liberar metabolitos beneficiosos. Casi 130 géneros de bacterias sobreviven en la oscuridad de nuestras tripas, y algunas de ellas están detrás de la aparición de trastornos como la obesidad y la diabetes. Ahora bien, la diversidad de la microbiota o flora intestinal viene influenciada por los alimentos que consumimos, lo que significa que es ajustable, esto es, que se puede manipular. ¿Es esto realmente posible?

Nada de trastocar el punto medio del sueño

En una cohorte de 934 participantes del programa ZOE PREDICT, el estudio nutricional en curso más grande de su tipo, los investigadores recogieron y analizaron muestras de sangre, heces y microbiota intestinal y llevaron a cabo registros de glucosa en aquellas personas cuyo sueño era irregular en comparación con los individuos que acostumbran a dormir a pierna suelta. Si bien antes se habían realizado estudios sobre la conexión entre el desfase horario social y los factores de riesgo metabólicos en poblaciones con obesidad o diabetes, los voluntarios del ZOE PREDICT eran principalmente personas delgadas y saludables, y la mayoría dormía más de siete horas por noche a lo largo de la semana.

Los investigadores descubrieron que solo una diferencia de 90 minutos en el momento del punto medio del sueño, esto es, el punto medio entre la hora de dormir y la hora de despertarse (por ejemplo, si durante la semana duermes desde las 23:00 hasta las 7:00 del día siguiente, tu punto medio de sueño será a las 03:00), era tiempo suficiente para encontrar diferencias en la composición del microbioma intestinal. En este sentido, los autores del estudio asociaron el hecho de tener un desfase horario social con una menor calidad general de la dieta, una mayor ingesta de bebidas azucaradas y una menor ingesta de frutas y nueces, lo que puede influir directamente en la abundancia de bacterias específicas en la microbiota del intestino.

Tres de las seis especies de microbiota más abundantes en el grupo del jet lag social tienen asociaciones desfavorables con la salud. Estos microorganismos están vinculados con una dieta de mala calidad, indicadores de obesidad y salud cardiometabólica, y marcadores en la sangre relacionados con niveles más altos de inflamación y riesgo cardiovascular.

«Sabemos que las interrupciones importantes del sueño, como las causadas por el trabajo a turnos, pueden tener un profundo impacto en nuestra salud. Este es el primer estudio que muestra que incluso las pequeñas diferencias en los tiempos de sueño a lo largo de la semana parecen estar relacionadas con las diferencias en las especies de bacterias intestinales —señala la doctora Wendy Hall, una de las autoras del estudio y nutricionista de la School of Life Course & Population Sciences, en el citado King’s College londinense. Y añade—: Algunas de estas asociaciones estaban vinculadas a diferencias dietéticas, pero nuestros datos también indican que otros factores, aún desconocidos, pueden estar involucrados».

Por su parte, Kate Bermingham, también de la School of Life Course & Population y científica principal de nutrición de ZOE, señala lo siguiente: «El sueño es un pilar fundamental de la salud, y esta investigación es especialmente oportuna dado el creciente interés por desentrañar los vínculos de los ritmos circadianos y la microbiota intestinal. Incluso una diferencia de 90 minutos en el punto medio del sueño puede favorecer especies de la flora intestinal que tienen asociaciones desfavorables para la salud».

Investigaciones anteriores han encontrado que el desfase horario social está asociado con el aumento de peso, las enfermedades crónicas y la fatiga mental. Como recalca la doctora Sarah Berry del King’s College de Londres y científica en jefe de ZOE, «mantener unos patrones de sueño regulares, es decir, cuándo nos acostamos y cuándo nos levantamos cada día, es un comportamiento de estilo de vida fácilmente ajustable que todos podemos llevar a cabo y que puede repercutir a mejorar nuestra salud a través de la microbiota intestinal».

Artículo publicado por Enrique Coperías

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