Curiosidades sobre la curiosidad: 10 datos muy interesantes sobre esta cualidad

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La curiosidad es, sin duda alguna, una de las emociones más agradables y gratificantes.

¿Qué es tener curiosidad?

La curiosidad es una habilidad intrínseca de las personas, un estado emocional que, como ya dijo Aristóteles, nos impulsa a ver, a clasificar, a ubicar aquello que acontece a nuestro alrededor.

Se trata de una fuerza innata que nos lanza a interaccionar de forma constante con el entorno, un estado motivacional y fundamental que juega un papel crucial en la supervivencia y el desarrollo humano, ya que fomenta el aprendizaje y la adaptación a nuevos contextos o situaciones.

La curiosidad es el reflejo de una genuina sed de conocimiento y la fuerza que dirige la búsqueda activa de información novedosa en el ser humano. Este impulso impreso en nuestros genes no solo es el catalizador del aprendizaje y la motivación, sino que también constituye un nutriente esencial para la empatía y el fortalecimiento del pensamiento crítico.

Los curiosos son más empáticos

Es más, las personas curiosas tienen mejores interacciones sociales y expresan mejor la empatía. La curiosidad es clave para el crecimiento personal, el pensamiento crítico, la toma de decisiones eficaz y la felicidad, incluida la vida social e íntima, según podemos leer en un informe de Naciones Unidas.

Desde una perspectiva psicológica, la curiosidad es el deseo de cerrar brechas en el conocimiento. Cuando las personas se encuentran con algo que es nuevo o diferente, o cuando una expectativa no coincide con la realidad, se genera una sensación de incertidumbre o de falta de información que motiva la búsqueda de respuestas y explicaciones.

Cuando nos pica la curiosidad se activa el llamado circuito de recompensa del cerebro

Desde hace tiempo, los neurocientíficos saben que la curiosidad activa regiones cerebrales asociadas con la anticipación de una recompensa. Un estudio fundamental realizado por Matthias Gruber y sus colegas en 2014, que fue publicado en la revista Neuron, señalaba que cuando nos pica la curiosidad se activa el llamado circuito de recompensa del cerebro, la red de regiones cerebrales interconectadas que están involucradas en la motivación y el placer. En concreto, la actividad era particularmente mayor en el núcleo accumbens y el mesencéfalo.

Gruber también se topó con indicios que apuntaban a la importancia de estimular la curiosidad para crear experiencias de aprendizaje más eficaces. En efecto, en las pruebas de memoria inmediata y retardada de un día, los voluntarios que participaron en el estudio mostraron una mejor memoria para la información por la que sentían curiosidad y para el material incidental aprendido durante estados de alta curiosidad.

Pero nuestro anhelo por aprender lo que desconocemos no solo incrementa la actividad en el circuito de recompensa, sino que también mejora la adquisición de conocimientos. En 2009, un estudio publicado en Psychological Science por Min Jeong Kang, de la División de Humanidades y Ciencias Sociales, en el Instituto de Tecnología de California (EE. UU.), y otros investigadores demostraba que las personas aprenden y retienen mejor la información que les interesa personalmente.

El papel de la dopamina

La investigación de Jeong Kang sugiere que la curiosidad crea un estado mental que permite un mejor procesamiento y almacenamiento de la información. De hecho, la anticipación de aprender información nueva parece aumentar la liberación de dopamina. Este es un neurotransmisor que, entre otros cometidos, juega un papel importante en la cognición, la motivación, la recompensa, el humor, la atención y el aprendizaje.

La curiosidad también tiene un estrecho vínculo con el bienestar emocional. Ya en 2017, un estudio realizado por los psicólogos Todd Kashdan, de la Universidad George Mason, y Michael F. Steger, de la Universidad de Louisville, encontró que las personas curiosas experimentan niveles más bajos de ansiedad, más satisfacción con la vida y mayores niveles de protección emocional positiva.

Esta y otras investigaciones en esta línea sugieren que fomentar la curiosidad podría ser beneficioso en contextos educativos y terapéuticos.

Los animales también son curiosos

Desde una perspectiva biológica, la curiosidad puede considerarse como un mecanismo evolutivo diseñado para fomentar la exploración del entorno y facilitar el aprendizaje y la adaptación a nuevos contextos o cambios. La curiosidad no es un rasgo exclusivo del ser humano, sino que lo compartimos con el resto de los animales: les permite a estos explorar su entorno en busca de recursos, como comida, refugio y parejas potenciales.

Además, este comportamiento exploratorio aumenta las probabilidades de supervivencia, al permitir a los individuos adaptarse a cambios del entorno y aprovechar nuevas oportunidades. El escritor canadiense de origen argentino Alberto Manguel, autor del libro Una historia natural de la curiosidad (Alianza Editorial, 2015), no se equivoca al apuntar que la curiosidad ha sido el motor de la evolución.

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Recientes investigaciones sostienen que la curiosidad promueve la biodiversidad en la naturaleza. El comportamiento exploratorio es uno de los rasgos fundamentales de la personalidad de los animales, e influye, entre otras cosas, en la probabilidad de supervivencia, sostienen algunos expertos.

Por ejemplo, los individuos curiosos pueden aventurarse a explorar zonas alejadas de sus hábitats de confort, cosa que evitan hacer sus congéneres más precavidos. Al mismo tiempo, sin embargo, se exponen a un mayor riesgo de ser descubiertos y devorados por los depredadores.

La curiosidad fomenta la biodiversidad

Es una apuesta biológica protagonizada por la curiosidad que, según algunos investigadores, bien podría actuar como una máquina de formación de nuevas especies y, por tanto, de la biodiversidad.

Un nuevo estudio de investigación dirigido por el profesor Walter Salzburger, de la Universidad de Basilea, en Suiza, ha echado mano del ejemplo de los peces cíclidos del lago Tanganica, en Zambia, para investigar cómo la curiosidad abre las puertas a nuevas oportunidades evolutivas.

Recordemos que los cíclidos del lago Tanganica exhiben una extraordinaria diversidad en lo que se refiere a la forma, la dieta, el hábitat y la coloración. Esto les permite habitar varios nichos ecológicos y, por lo tanto, competir menos entre sí.

Setecientos peces grabados en vídeo

Durante un total de nueve meses, Carolin Sommer-Trembo, colega del profesor Walter Salzburger, registró el comportamiento exploratorio de 57 especies diferentes de cíclidos del citado lago zambiano. Para ello, esta zoóloga grabó en vídeo cómo se comportaban los aproximadamente 700 cíclidos capturados en sus aguas en un nuevo entorno consistente en enormes estanques experimentales. Tras acabar, los devolvió de nuevo a la naturaleza.

De regreso a Basilea, Sommer-Trembo utilizó estos vídeos para determinar qué áreas de desove experimental exploró cada pez en un período de quince minutos. «En general, observamos grandes diferencias en el comportamiento exploratorio entre las distintas especies de cíclidos, y estas disimilitudes también se confirmaron en condiciones de laboratorio», explica esta experta.

Los análisis detallados de los datos, que aparecen publicados en la revista Science, revelaron una fuerte correlación entre el comportamiento exploratorio y el hábitat —y la forma del cuerpo— de las respectivas especies de cíclidos. Por ejemplo, las especies que viven cerca de las costas, con forma de cuerpo voluminoso, son más curiosas que las especies alargadas que viven en aguas abiertas.

La huella de la curiosidad en el ADN

«Esto vuelve a centrar la atención en el comportamiento animal como fuerza motriz de procesos evolutivos clave», afirma Sommer-Trembo.

Con el fin de investigar la base genética de las diferentes conductas observadas en los cíclidos del Tanganica, el equipo de investigación se puso en contacto con Milan Malinsky, de la Universidad de Berna (Suiza), para desarrollar codo con codo un nuevo método de análisis de los genomas existentes que les permitiera comparar datos entre distintas especies.

Gracias a la nueva técnica, los investigadores identificaron una variante genética en el ADN de los cíclidos que mostraba una correlación casi perfecta con el comportamiento exploratorio, esto es, la búsqueda de nueva información o experiencias a través de la exploración activa de su entorno: las especies con una T en esta posición específica del ADN son curiosas, mientras que las especies con una C son menos exploradoras.

Un gen implicado en la esquizofrenia y el trastorno bipolar

Cuando los investigadores utilizaron las tijeras genéticas conocidas como CRISPR-Cas9 para inducir mutaciones selectivas en la región correspondiente del genoma, el comportamiento exploratorio de los peces cambió: ¡se volvieron más curiosos!

Además, el equipo utilizó la inteligencia artificial e información sobre la variante genética, la estructura corporal y el hábitat para predecir el comportamiento exploratorio de especies de cíclidos de las que se desconocía los pormenores de esta conducta.

La variante genética identificada por los investigadores se localiza en las inmediaciones del gen cacng5b, que muestra actividad en el cerebro. Se trata de la versión piscícola de un gen que también se encuentra en otros vertebrados. Por ejemplo, la variante humana está asociada a enfermedades psiquiátricas, como la esquizofrenia y los trastornos bipolares, que a su vez pueden estar correlacionados con trastornos de la personalidad.

«Nos interesa saber cómo los rasgos de personalidad pueden afectar a los mecanismos de biodiversidad en el reino animal —dice Sommer-Trembo. Y añade—: Pero, quién sabe, en última instancia, también podríamos aprender algo sobre los fundamentos de nuestra propia personalidad».