¿Comer demasiada proteína es malo para la salud?

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Asegurarnos de comer la cantidad necesaria de proteínas que necesita el organismo para funcionar correctamente resulta esencial. Ahora bien, un exceso de proteínas puede ser negativo para la salud. Un nuevo estudio afirma que puede obstruir peligrosamente las arterias.

Las proteínas, macromoléculas formadas por cadenas de aminoácidos, son básicas para la vida. La ingesta adecuada de proteínas es fundamental para mantener una buena salud por múltiples razones. Para empezar, las proteínas son los bloques de construcción de las células, de los tejidos, desde el muscular y nervioso hasta el epitelial, y de los órganos del cuerpo. Ayudan a reparar y mantener la maquinaria corporal, lo cual es especialmente importante después de hacer ejercicio o de sufrir una lesión.

Las proteínas son necesarias para sintetizar enzimas y hormonas que regulan muchos procesos en el cuerpo, como el metabolismo, la reproducción y el crecimiento. Muchas de ellas desempeñan un papel crucial en el sistema inmunológico: forman anticuerpos que ayudan al sistema inmunológico a proteger el cuerpo contra las infecciones y enfermedades.

Algunas proteínas actúan como camioneros que mueven sustancias a través de la sangre

También juegan un papel destacado en el transporte de nutrientes: algunas proteínas actúan como «camioneros» que mueven sustancias a través de la sangre y dentro de las células. Esto incluye el transporte de oxígeno por parte de la hemoglobina, de vitaminas y de minerales.

Por otro lado, hay proteínas que colaboran en el mantenimiento del equilibrio de los fluidos corporales, asegurando así que los órganos y tejidos tengan la cantidad adecuada de líquido, y que funciones biológicas como la presión arterial y el equilibrio electrolítico estén bajo control.

Y no nos olvidemos de mencionar a las proteínas estructurales, caso del colágeno y la queratina, que proporcionan rigidez y estructura a los huesos, la piel y el cabello; suministran el sostén necesario de la piel y ligamentos; y se erigen en actores de primera en los tendones y nervios.

Las proteínas pueden ayudar a controlar el apetito y contribuir a mantener un peso saludable

Por último, las proteínas también son esenciales para la contracción muscular, lo que permite el movimiento; y aunque no es su función principal, pueden descomponerse en aminoácidos y usarse como una fuente de energía en situaciones donde otros nutrientes, como los carbohidratos y las grasas, no están disponibles.

En este sentido, las proteínas son más saciantes que los carbohidratos y las grasas, lo que puede ayudar a controlar el apetito y contribuir a mantener un peso saludable.

Ahora bien, los nutrólogos insisten en que es importante consumir una cantidad adecuada de proteínas en la dieta para mantener la salud y el bienestar general. Un déficit proteínico conlleva serios problemas de desnutrición, pero excederse en su consumo también tiene consecuencias negativas para el cuerpo.

Los efectos negativos de consumir demasiada proteína: desde daños renales hasta cáncer

En efecto, el consumo de demasiada proteína, en especial la de origen animal y en concreto las carnes rojas, puede aumentar la carga de trabajo en los riñones, incitar a la pérdida de calcio en los huesos, lo que puede aumentar el riesgo de sufrir osteoporosis y fracturas óseas; o causar malestar estomacal, estreñimiento y otros problemas digestivos.

Un menú rico en proteínas también puede hacer que aparezca el fantasma de padecer enfermedades crónicas como la diabetes de tipo 2, ciertos tipos de cáncer y diversas dolencias cardiacas. Es el caso de las enfermedades cardiovasculares, como el infarto de miocardio, el tromboembolismo o taponamiento pulmonar, la insuficiencia cardiaca y la muerte súbita.

En este sentido, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, han descubierto un mecanismo molecular por el cual el exceso de proteínas en la dieta podría aumentar el riesgo de sufrir aterosclerosis. Esta es una afección frecuente que aparece cuando una sustancia pegajosa, llamada placa, se acumula en el interior de las arterias, lo que causa su endurecimiento y envejecimiento, según la doctora Elisa Velasco Valdazo, vocal de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

La ateroesclerosis o endurecimiento de las arterias se asocia con el abuso de menús ricos en proteínas

La aterosclerosis está detrás de afecciones tales como el infarto agudo de miocardio, los accidentes cerebrovasculares o ictus y la enfermedad aneurismática. De hecho, se considera que causa la mitad de la mortalidad global en Estados Unidos y Europa occidental, en contraste con el cáncer, que solo se responsabiliza del 23 % de los fallecimientos.

Los autores del nuevo estudio, cuyos resultados aparecen publicados en la revista Nature Metabolism, combinaron pequeños ensayos en humanos con experimentos realizados en ratones y células cultivadas en una placa de Petri. Así han podido demostrar que un consumo mayor del 22 % de las calorías de la dieta a partir de proteínas puede desatar la hiperactivación de las células inmunitarias que intervienen en la formación de la citada placa aterosclerótica.

Pero hay más. Los científicos han comprobado que un aminoácido llamado leucina podría desempeñar un papel desproporcionado en el impulso de las vías patológicas vinculadas a la aterosclerosis.

Los españoles nos pasamos con la ingesta de proteínas

«Nuestro estudio demuestra que aumentar la ingesta de proteínas para mejorar la salud metabólica no es la panacea, pues podríamos estar dañando seriamente a nuestras arterias —afirma el doctor Babak Razani, autor principal y coautor del estudio y profesor de Cardiología en la Universidad de Pittsburgh. Y añade—: Nuestra esperanza es que esta investigación inicie una conversación entre expertos sobre formas de modificar las dietas de manera precisa que puedan influir en la función corporal a nivel molecular y amortiguar los riesgos de enfermedad».

La ingesta media de proteínas de la población española está muy por encima de los límites superiores recomendados, que están fijados en el 15 % de la energía total, según el profesor Gregorio Varela-Moreiras, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Además, la carne y sus derivados son el grupo de alimentos con mayor contribución a la ingesta de proteínas. Por su parte, las verduras, hortalizas y legumbres suponen solo el 7 % de la ingesta diaria de proteínas, una cantidad que es especialmente baja en niños y adolescentes.

Esta tendencia se debe probablemente a la idea popular de que las proteínas en la dieta son esenciales para llevar una vida sana, afirma Razani. Pero él y otros grupos han demostrado que la dependencia excesiva de las proteínas puede no ser tan buena para la salud a largo plazo.

Los barrenderos celulares entran en juego

Tras su investigación de 2020, en la que el laboratorio de Razani demostró por primera vez que el exceso de proteínas alimentarias aumenta el riesgo de aterosclerosis en ratones, su siguiente estudio, en colaboración con la doctora Bettina Mittendorfer, experta en metabolismo de la Universidad de Missouri (EE. UU.), profundizó en el posible mecanismo y su relevancia para el cuerpo humano.

«En nuestros estudios mecanísticos [estos se realizan generalmente en células en cultivo] hemos demostrado que los aminoácidos, que en realidad son los componentes básicos de la proteína, pueden desencadenar enfermedades a través de mecanismos de señalización específicos y, a continuación, alterar también el metabolismo de estas células», explica Mittendorfer.

Mittendorfer pone como ejemplo a los macrófagos, unas pequeñas células inmunitarias de los vasos sanguíneos del organismo que hacen las veces de barrenderos celulares y que pueden desencadenar por sí mismas el desarrollo de la aterosclerosis.

Consumir más del 22 % de las calorías diarias de la dieta a través de proteínas puede afectar negativamente a los macrófagos

A partir de experimentos iniciales en sujetos humanos sanos, para determinar la cronología de la activación de las células inmunitarias tras la ingesta de comidas ricas en proteínas, Mittendorfer y su equipo simularon condiciones similares en ratones y en macrófagos humanos, que, dicho sea de paso, han demostrado ser especialmente sensibles a los aminoácidos derivados de las proteínas.

Los resultados del trabajo son esclarecedores: consumir más del 22 % de las calorías diarias de la dieta a través de proteínas puede afectar negativamente a los macrófagos encargados de eliminar los restos celulares. Pero ¿cómo? Conduciendo a la aparición de un cementerio celular en el interior de las paredes de los vasos sanguíneos y, con el paso del tiempo, a un empeoramiento cada vez mayor de las placas ateroscleróticas.

La leucina, un aminoácido abundante en la carne, podría contribuir al envejecimiento de los vasos sanguíneos

Curiosamente, el análisis de los aminoácidos circulantes mostró que la leucina —un aminoácido esencial con alta presencia en alimentos de origen animal, como la carne de vacuno, los huevos y la leche— es la principal responsable de la activación anormal de los macrófagos. Y, por ende, de un mayor riesgo de que las arterias aceleren su proceso de endurecimiento y envejecimiento.

Para Mittendorfer, esta asociación entre la leucina y la aterosclerosis sugiere una posible vía para seguir investigando sobre la modificación personalizada de la dieta, lo que los expertos conocen como nutrición de precisión.

Ahora bien, a pesar de los resultados del estudio, Razani se muestra prudente al señalar que aún quedan muchas preguntas por responder. Una de ellas es qué ocurre cuando una persona consume entre el 15 % de calorías diarias procedentes de proteínas recomendado por los médicos y el límite de 22% de calorías diarias procedentes de proteínas que establecen algunos estudios.

Otra duda que le asalta a Razani es si existe un punto óptimo para maximizar los beneficios de las proteínas —como el aumento de masa muscular— y evitar al mismo tiempo poner en marcha una cascada molecular de acontecimientos perjudiciales que desemboquen en enfermedades cardiovasculares.

Los nuevos hallazgos son especialmente relevantes en el ámbito hospitalario, donde los nutricionistas suelen recomendar alimentos ricos en proteínas a los pacientes más enfermos para preservar la masa muscular y la fuerza.

«Quizá aumentar a ciegas la carga proteica sea un error —afirma Razani. Y continúa—: En su lugar, es importante considerar la dieta en su conjunto y sugerir comidas equilibradas que no agraven inadvertidamente las afecciones cardiovasculares, sobre todo en personas con riesgo de padecer cardiopatías y trastornos vasculares».

Dar prioridad a las proteínas vegetales frente a las de origen animal

Razani también señala que estos hallazgos sugieren que las diferencias en los niveles de leucina entre las dietas enriquecidas en proteínas vegetales y animales podrían explicar las diferencias en su efecto sobre la salud cardiovascular y metabólica. «El potencial de este tipo de investigación mecanicista para informar futuras directrices dietéticas es bastante emocionante», confiesa el investigador.

De momento, los especialistas recomiendan consumir proteínas en cantidades adecuadas, dando prioridad a fuentes de alta calidad —como el pescado, el pollo y los vegetales, en lugar de carnes rojas o procesadas— y evitando el exceso, especialmente en forma de suplementos sin supervisión médica. Si bien las proteínas son popularmente vistas como aliadas dietéticas, especialmente entre fisicoculturistas y atletas, su consumo excesivo puede no ser necesario para la población general.