Exploramos los peligros de una práctica cada vez más habitual entre la comunidad gay, donde el sexo en grupo durante días y el consumo de drogas está teniendo consecuencias devastadoras
Sólo en Madrid, más del 31% de personas han presentado adicción y problemas de salud directamente relacionados con la práctica del ‘chemsex’. Grindr, la conocida app de encuentros y citas entre hombres (y exclusiva para hombres) tiene en nuestro país más de tres millones de descargas y entre los perfiles de sus usuarios, es habitual encontrarse con especificaciones sobre preferencias sexuales como “sesión” (sexo en grupo) “tema” (drogas) o “fiesta” (ambas a la vez).
Si bien es cierto que el número de pacientes curados por VIH empieza a dar esperanzas a la erradicación del SIDA, otras enfermedades de transmisión sexual comienzan a surgir debido a la falta de precaución en las prácticas sexuales. Ahora podemos encontrar ‘sex shops’ menos escondidas, donde poder comprar juguetes sexuales para probar cosas nuevas. El problema de ‘probar’ es que el límite es infinito. Eso puede desencadenar en prácticas peligrosas para nuestra salud física y mental. Las citas en las consultas de los psiquiatras empiezan ya a tratar los casos más severos de los trastornos mentales desencadenados por el público homosexual como consecuencia del consumo abusivo drogas recreativas y prácticas sexuales.
El ‘chemsex’, también conocido como sexodopaje, es una practica sexual que se remonta a la década de los años 80 y que durante el comienzo de la década de los 2000 volvió a resurgir como consecuencia de la aparición de los smartphones y las apps de citas. Ahora, el chemsex está teniendo su auge con todas sus consecuencias llenando las consultas de los médicos, los psicólogos y psiquiatras. Hoy te contamos toda la información sobre esta práctica y los riesgos de realizarla.
¿Qué es el ‘chemsex’?
El ‘chemsex’ es el uso de sustancias psicoactivas para mantener relaciones sexuales. Recibe su nombre de las palabras del idioma inglés ‘chemical’ (químico) y ‘sex’ (sexo). Se realiza con el objetivo de que las relaciones sexuales duren más tiempo, intensificando el placer y estimulando los sentidos, por lo que se practica sexo durante varias horas o incluso días, con varias personas distintas. Planes que duran “de jueves a domingo” cada fin de semana, donde el riesgo es la principal fuente de excitación y cuyos participantes terminan con la salud mental destrozada.
Las drogas principales más consumidas en esta práctica son: metanfetamina, mefedrona y GHB. Se toman de forma compulsiva, unas seis dosis durante nueve horas (en un intervalo de 30 minutos o 2 horas entre cada dosis), y cada dosis varía desde los 25 mg a los 9 g. Estas dosis descomunales presentan, en aquellos que las consumen, un gran aumento de la concentración, una euforia intensa y un elevado deseo sexual.
También existe el slam, la versión “dura”, en la que los participantes se inyectan productos sintéticos por vía intravenosa. Las apps y las webs de citas sexuales han dado un impulso a estas prácticas sexuales. Tanto es así que la profesión médica y las asociaciones están dando la voz de alarma, preocupadas por el aumento de los riesgos de dependencia de los productos y la transmisión del VIH y la hepatitis C.
Un poco de historia
No es una práctica nueva. Sus inicios se sitúan en torno a la década de los noventa, pero tuvo un auge muy importante a principios de los 2000, debido a la estigmatización del sexo, sobre todo, entre personas homosexuales. Existían bares, clubes o eventos de socialización homosexual, donde hombres podían conocer a otros hombres con intereses sociales o simplemente sexuales. Pero, debido, entre otros factores, a la aparición de las aplicaciones de citas (como Grindr) que permitieron los encuentros sociales, sexuales, etc. privados, la existencia de este tipo de lugares se redujo enormemente.
Por ello, el chemsex surgió como alternativa a estos lugares de encuentro. Debido a la homofobia tan interiorizada que existía en la sociedad, debían de huir de los ‘lugares públicos’. Por eso, el chemsex era la forma en la que podían tener relaciones evitando la naturaleza hostil que caracterizaba al espacio público.
La droga más utilizada era el éxtasis, siendo poco a poco sustituida por las tres de las que hablábamos al principio.
Drogas consumidas
Como ya hemos comentado, las drogas principales más consumidas son la cocaína, la mefedrona, metanfetamina y GHB. Pero el Popper también es una de las más comunes. Cada una produce unos efectos diferentes en el organismo, todos compatibles con un aumento del deseo sexual y la capacidad de mantener relaciones sexuales durante horas.
- La mefedrona produce efectos psicoactivos muy parecidos a los que producen las anfetaminas. Esta droga incrementa la sociabilidad, favorece la desinhibición, intensifica los sentidos y favorece la excitación sexual.
- La metanfetamina se utiliza para incrementar la confianza y el deseo sexual, hola además de aumentar la duración y la intensidad, potenciando así la desinhibición.
- El GHB se utiliza debido a su efecto desinhibidor y analgésico, ya que es un depresor del Sistema Nervioso Central. Esto permite realizar prácticas sexuales agresivas, como el fisting o ‘el muelle’.
- El Popper. Es un líquido inodoro e incoloro presentado en un bote de cristal pequeño con el objetivo de ser inhalado. Es estimulante y produce un efecto vasodilatador. Además, aumenta el deseo sexual e intensifica el sentimiento de euforia.
¿Qué sienten las personas que practican chemsex?
Según el Servicio PAD, un servicio que ofrece la Comunidad de Madrid que analiza y orienta los problemas de adicción en la región, informa de que las personas que llevan a cabo esta práctica presentan una serie de síntomas y deseos.
En primer lugar, los pacientes llevan a cabo esta práctica sexual debido aquí intensifica el placer, estimula los sentidos y, principalmente, permite largas sesiones sexuales. Aseguran que sienten un gran aumento del deseo sexual, que les permite una mayor concentración y sienten una euforia intensa.
Después de consumir mefedrona, la mayoría de los pacientes describen que sienten fuertes deseos de repetir rápidamente su consumo o de aumentar la dosis de esta droga. En muchos casos, esto ha desembocado en la práctica del ‘slamsex’, que es el consumo de drogas por vía intravenosa con el mismo objetivo.
Perfil de las personas que practican chemsex
El perfil de la persona que practica chemsex se aleja mucho del que, probablemente, tengas en tu cabeza. Se aleja bastante del perfil de persona que acude a terapia por una adicción.
Al ser un perfil, debemos generalizar. Por supuesto, existen excepciones. Según la Clínica Galatea de Barcelona, el perfil de una persona que practica ‘chemsex’ es una persona que no tiene antecedentes de problemas por adicción, ya que el consumo actual suele tener relación únicamente con la práctica de relaciones sexuales. En general, son personas con un entorno socio familiar y un estatus económico estables.
Aun así, la práctica de esta alternativa de encuentro sexual puede tener relación con abusos en la infancia o la adolescencia, o algún otro trauma personal que impida a la persona disfrutar o sentir placer durante las relaciones sexuales si no está bajo los efectos de sustancias psicoactivas.
Riesgos asociados al chemsex
- Enfermedades o infecciones de transmisión sexual (ETS, ITS). La segunda característica principal del ‘chemsex’ es mantener relaciones sexuales con diversas personas. El efecto de desinhibición, invulnerabilidad o la sensación de euforia que producen las drogas le restan importancia a medidas que protegen nuestra salud, como puede ser, por ejemplo, el uso del preservativo. La poca percepción del riesgo que produce el consumo de estas sustancias psicoactivas da lugar a practicar sexo sin protección, a consumir las drogas de forma compartida (utilizando, por ejemplo, los mismos utensilios), realizar prácticas sexuales de riesgo o tener sexo grupo sin medidas de prevención. Esto puede provocar enfermedades venéreas, como el VIH, pero también puede provocar otras infecciones o enfermedades como la sífilis o la gonorrea. En nuestro país, tres de cada diez pacientes atendidos por VIH practican o han practicado ‘chemsex’, según el Ministerio de Sanidad.
- Vida sexual. La práctica del chemsex puede producir una pérdida de interés por practicar sexo sin utilizar drogas. Además, fomenta el abuso sexual y las violaciones, ya que las drogas afectan directamente a la voluntad de la persona y al deseo de querer tener sexo. Una persona bajo los efectos de las drogas no está en sus plenas facultades para decidir si quiere tener sexo o no.
Como estas sustancias provocan desinhibición y sensación de euforia, pueden desembocar en prácticas sexuales no consentidas, provocando situaciones incómodas, angustia, dolor o, incluso, la aparición de ciertos traumas.
- Adicción. Al principio es simplemente ‘por probar’. Luego se convierte en un consumo ocasional. Si el consumo ocasional se mantiene en el tiempo, provoca una incapacidad de disfrutar del sexo sin estar bajo los efectos de estas sustancias. Además, se genera abstinencia al no tomarlas.
Como cualquier otra adicción, provoca un deterioro en diferentes ámbitos vitales, como puede ser en el trabajo o en el entorno social. Esto se traduce en problemas económicos, en perder el empleo, en tener un rendimiento reducido tanto en el trabajo como en los estudios, en renunciar a realizar otras maneras de ocio o, incluso, problemas legales. En este punto, se considera un trastorno.
Artículo publicado por Laura Martínez
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