Victor Cucart es el ojo que retrata a las cantantes, a las artistas, a periodistas, empresarios y celebridades. En Nueva York, en la Costa Azul, en Miami, en Madrid o en México. Nuestro primer encuentro fue hace más de una década, en su estudio de la calle de Atocha, donde se respiraba una cordialidad familiar muy mediterránea, donde administraba una luz solar llena de belleza. La casa estaba plena de retratos, de amigas, de amigos. Uno entra en el estudio de Víctor Cucart y sale con la energía de un optimismo feliz. Antonia dell’Atte le llama cada vez que necesita una foto. Eso dice. Uno sospecha que los amigos recurrimos a Víctor Cucart cada vez que nos queremos reconciliar con lo mejor de la vida.
Me gustaría que me contara su infancia, antes de ser estrella de la canción y después…
Mi vida no ha sido una vida al uso. Ya desde pequeño, con 7 años, tocaba la guitarra y el piano, iba a clases de solfeo, pintura y dibujo. Lo que no quería era aburrirme, no quería que mi vida fuera la monotonía. Ahora, con 58 años, sigo teniendo las mismas inquietudes. Formamos un grupo musical, Alba, y a los pocos años de estar actuando por la zona donde vivíamos, por casualidad, en la playa de Gandía, un productor nos escuchó cantar y al año ya éramos Los chicos de la Bahía. La casa de discos CBS se interesó por los 4 hermanos Cucart y como en las películas, nuestra vida cambió completamente.
¿Cómo era la familia en la que vino al mundo?
Mi familia es fabulosa. Cuando eran jóvenes, mis padres ya actuaban y cantaban en los grupos de teatro que existían en sus pueblos. Además, mi padre escribía poesía, dirigía obras de teatro y hacía unas fotos impresionantes. Era todo un artista y un gran apoyo. Tuvimos un exitazo tremendo con el tema Camino del sur. Y, aunque ha pasado mucho tiempo, todavía mucha gente se acuerda porque era muy pegadizo.
¿Recuerda su primera fotografía?
Recuerdo que mi padre me regaló la cámara de fotos de cuando él estuvo en la mili. No tenía ni fotómetro. Empecé a hacer fotos a mis hermanas, primas y, además, también revelaba los carretes en mi casa, porque mi padre tenía laboratorio. Yo quería ser arquitecto y un profesor me dijo algo que me cambió la vida ‘Vete a Madrid a estudiar fotografía porque todas las imágenes que veo tuyas me parecen muy especiales y puedes terminar siendo uno de los mejores fotógrafos de este país’
¿Y la última?
La última fotografía que he hecho ha sido para la revista ¡Hola! a Ana Obregón y un catálogo de ropa de niños. Lo que más me gusta de mi profesión es que jamás repites ni la técnica ni la manera de dirigir en cada trabajo, ¡es tan diferente! Tienes que tener la imaginación siempre activa y saber adaptarte al personaje y a la situación del lugar donde vayas a hacer la sesión de fotos.
¿Tiene un método para sacar lo mejor de sus modelos?
Siempre he dicho que ser fotógrafo es la mitad psicología y la mitad técnica. Siempre me ha gustado el contacto con las personas, así que para mí este trabajo es lo que más me puede gustar del mundo. Me inspiro constantemente viendo una película o leyendo un libro. Soy súper observador y disfruto en el detalle de cada foto que hago. A veces puedo resultar un poco pesado, pero el resultado es tan natural que jamás dirías que hay tanto trabajo detrás. Mis obsesiones son los cuellos y las manos. Necesito que la persona, sobre todo la mujer, siempre esté muy estilizada y la base es del ballet.
¿El ballet?
Me lo dijo mi hermana Ana, que es bailarina. Soy un perfeccionista. No lo puedo remediar. Jamás he copiado a nadie desde que comencé porque lo más importante en esta profesión es tener tu estilo único. Peter Lindbergh y Herb Ritts marcaron mucho mi manera de hacer fotos cuando trabajo con las modelos y famosos. No sabría cómo explicarte el método que uso, creo que el truco es ser el mejor psicólogo posible.
¿Qué hace para dar confianza a sus clientes?
Piensa que fotografío a políticos, cantantes, gente de la alta sociedad, actores… y jamás puedes tener la misma ‘actitud’. Depende de la personalidad de que tenga delante, debo ser más duro o más flexible. Yo creo que soy simpático, pero a la hora de hacer fotos me meto en otro mundo.
Sus fotografías tienen la luz del Mediterráneo, esa luz que vio su primera infancia, ¿vuelve siempre a esa luz?
Es verdad que me encanta la luz del Mediterráneo. Mis fotos siempre tienen un color muy intenso e intento que éste envuelva a la persona de mucha luz, para que esté espectacular. Eso creo que lo he vivido desde que comencé a hacer fotos en la playa de Gandía.
Pasar una tarde con Víctor Cucart es una inyección de entusiasmo y de energía positiva, ¿dónde tiene usted el pozo de la felicidad?
Soy una persona muy positiva y alegre. ¡Siempre veo el vaso medio lleno! (risas). Es así desde que soy pequeño y creo que todos tenemos que llevar ese niño interior que nunca nos deje, porque cuando ocurren cosas en el trabajo y en la vida con las que no estás de acuerdo, tenemos que ser positivos y tirar adelante.
Tiene a Armani como una referencia, ¿Qué ha aprendido del diseñador?
Trabajé con el señor Armani gracias a mi querida amiga Antonia Dell’Atte, que me lo consiguió para la revista ¡Hola! Hicimos un shooting en su casa de Milán que jamás olvidaré, sobre todo por su gran humildad, sencillez y personalidad. Es extraordinario y lo admiro tanto… Fue un día que aprendí muchas cosas al verle posar, como se movía delante de mi objetivo y la gran naturalidad y el estilo. Sus colocaciones eran exactas y muy precisas… ahí comprendí porqué era Giorgio Armani.
¿Qué encontró en Nueva York?
Me di cuenta que era muy complicado vivir en Manhattan, aunque había sido la ilusión de mi vida. Viví seis meses, pero decidí volver a España porque no me adaptaba. Era muy difícil, la gente era muy individualista. A pesar de eso, sigue siendo la ciudad que más me gusta.
El fotógrafo Víctor Cucart fotografiado por el periodista Alfredo Urdaci
¿Y qué le da México para volver tan a menudo?
¡CDMX es una ciudad que me apasiona! Además, su gente es increíble, educados, cercanos…no sé, me identifico mucho con ellos y a la hora de trabajar todo lo que hago les encanta ¡qué más puedo pedir!
¿Qué le ha dado la fotografía?
Ser fotógrafo me ha dado la posibilidad de dedicarme a mi gran pasión: la fotografía. Cada segundo lo disfruto y soy tan feliz… Me dejo llevar, mi imaginación diariamente impregna cada sesión de fotos. Esto es por lo que he luchado tanto, tener libertad a la hora de componer y dirigir es algo impagable.
¿Por qué los ejecutivos españoles cuidan tan poco su imagen?
¡Tienes toda la razón! En España, durante mucho tiempo, los ejecutivos no cuidaban su imagen, pero ahora eso ha cambiado, porque estoy trabajando con muchos y veo que las fotos que suben a las redes, o las que usan en sus páginas web, tienen una importancia vital, desde más sport a súper elegantes. La imagen personal se ha vuelto un imprescindible.
Entrevista realizada por Alfredo Urdaci
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