Con la nobleza escrita en su mirada y la bondad sellada en su corazón, Pepe Barroso nos presenta Those About to die, su nueva serie junto a Anthony Hopkins. Nos damos cita con el actor y modelo español para traerte de cerca lo mejor de este gran hombre. Ave, Pepe, alea iacta est.
El actor Pepe Barroso (Madrid, 1997) es el protagonista de estas líneas, donde viste looks que esta temporada cualquier hombre debería hacer suyos. Y digo cualquiera porque él representa, por así decirlo, al hombre al que todos quisiéramos parecernos, por dentro y por fuera. Al final entenderán por qué. Ya saben, no solo de imagen vive el hombre. He aquí uno de esos que tiene mundo interior y exterior. Incluso ese tercer mundo que es le septième art que representa el cine. Esa vida que es la de la pantalla donde todo, o casi todo, es posible.
Pepe acaba de estrenar en Amazon Prime Video una serie ambientada en Roma, Those About to Die (Los que van a morir), que además ha sido grabada en la ciudad del Coliseo, en los icónicos estudios de Cinecittà que tantos clásicos italianos ha dado al mundo. Y es precisamente Roma uno de los temas que más siguen fascinando al mundo y sobre el que más libros se publican cada año.
En la serie, da vida a uno de los hermanos Corsi, concretamente a Fonsoa, que tiene mucho de Pepe Barroso, y si la ven, lo sabrán enseguida. No haremos spoiler de este estreno que está llenando las horas de pantalla y fantasía de muchos, pero convendría verlo para ver a Pepe en acción, en diálogo fraternal hasta el límite, y metido de lleno en una de las épocas más prolíficas de la historia.
Pepe, que empezó su carrera delante de los focos cuando era un adolescente, es ahora un actor hecho y derecho que, tras probar suerte en el fútbol, se pasó a la interpretación. Lo hizo un poco engañado, pero conducido por quien lo conocía bien. En efecto, no fue una mala decisión. La cámara no le era ajena, ya que con ocho años posó ante el fotógrafo americano Bruce Weber, y luego siguió sumando hitos como MasterChef (no se le da nada mal la cocina), la serie Alta Mar (Netflix) o la película Gran Turismo junto a Orlando Bloom.
Hay algo en las estrellas que llama a las estrellas. Y a las pruebas me remito cuando digo que Pepe tiene madera (y brillo) de estrella, pero es ante todo un nuevo hombre. Algo así como la verdad del ser en un tiempo donde todo se está diluyendo tanto que acaba por no ser. No ocurre en él porque los valores lo han hecho ser fuerte como una roca y vocacional como la vida misma. Es un hombre de mundo y de familia. De mirada serena y pasión racional.
Su trayectoria como actor lo ha llevado a compartir esta superproducción recién estrenada con el mítico intérprete Anthony Hopkins. Ahí es nada, ante una Roma brillantemente recreada gracias a una tecnología de Inteligencia Artificial que ha hecho posible esta Roma de otro tiempo en la Roma de nuestro tiempo. Allí vivió varios meses, lejos de su familia y casi de esta era de turistas por doquier, porque los largos rodajes le dejaban únicamente la noche para pasear. Una noche romana que es silenciosa, muy similar a aquella de La Dolce Vita, vacía, casi de otro tiempo. Iluminada y reservada como su carácter para esos momentos donde el hombre está ante sí mismo. O ante un libro, otra de las pasiones de Pepe desde que, de pequeño, empezase a leer con El sanador de caballos, de Gonzalo Giner.
Precisamente este libro, su favorito después de una chiquillada de aeropuerto (esto es otra historia), es el que regala a muchos amigos para aficionarse a la lectura. Pura recomendación de quien ama la novela histórica y también sigue a Posteguillo. Los caballos no le son ajenos, y gracias a su afición a ellos, pudo capear mejor el temporal de las escenas de furia en ese circo que emociona pero que también desgarra. Puro espectáculo y pura delicadeza del hombre ante el animal.
Habla inglés y también practica boxeo y equitación, ingredientes que para este personaje le han venido a medida. También jugó al fútbol, una de sus pasiones, hasta que tuvo que dejarlo para empezar una vida que de alguna manera también es una competición. Entre paralelismos de una época y de otra, podría decirse del circo romano que vino a ser el Instagram de aquella época, el lugar donde se lucían los “likes” y la fuerza propia.
Las escenas de caballos fueron de las más bonitas, pero también de las más costosas, pues la fuerza para aguantar a varios de esos animales que tan bien se entienden con el hombre a veces tenía que ser divina. Y en efecto, lo fue. Por eso Pepe podría ser algo así como el nuevo hombre del hombre. El mismo que sabe desconectar la tecnología para luego conectarse al mundo que lo rodea. En unos tiempos donde la intermitencia artificial ha sustituido a aquella de verbo y coma, ahora encontramos a un hombre que también tiene un gen emprendedor. Desde su productora, pretende poner en práctica una de las cosas que más le gusta: la libertad. Ahí es donde se crece.
“Amo la libertad, porque en el riesgo está la parte gratificante”, me dice mientras hablamos de cine, de películas de siempre y de ahora, de historias por contar y de papeles por representar.
En el cine encuentra la libertad. Ante la cámara, la vida misma que se pone para ser. “Quiero hacer cosas que puedan permanecer en el tiempo, para luego poder disfrutarlas con familiares y amigos más adelante”, sentencia cuando habla de esta profesión de profesiones que llena sus horas y sus días. Lo tiene tan claro que sus frases suenan a sentencia justa. A evangelio de la vida misma, bandera de la coherencia y del ser.
“La verdadera libertad no tiene etiquetas”
Pepe Barroso Silva
“La verdadera libertad no tiene etiquetas” sigue diciendo este hombre que es algo así como una especie de deidad moderna, entre la estética cuidada de sus looks de Emidio Tucci con gafas de Mó y la nostalgia de los buenos modales. Es como si hubiera pasado por un estudio de ingeniería estética antes de nacer. Pero de la buena, la de dentro que luego se proyecta hacia fuera. Un misterio encantador, que lo mismo se pasea por la alfombra roja que anda libre en moto por la ciudad persiguiendo sus sueños. Y ojo, que los va consiguiendo. Por eso este es uno de esos personajes a tener en cuenta, a seguir de cerca, y por qué no, a conocer también a través de sus palabras, que se reflejan en hechos, y viceversa.
Lo curioso es que Pepe no se toma a sí mismo demasiado en serio. Tiene esa capacidad de reírse de la vida, de la fama y de los clichés que lo rodean, como si supiera que ser el chico perfecto es una broma cósmica que él está dispuesto a seguir.
Mientras otros tratan de vender una versión idealizada de sí mismos, Pepe parece aceptar su buena suerte con auténtica humildad y con una sonrisa, la misma que también desfila por estas fotos como quien sabe que la vida es demasiado corta para no disfrutar de un buen rato frente al mar, con una copa de vino en la mano y buena compañía.
Después de esta carrera por Roma, uno se da cuenta de que hay Pepe para rato. Y que sus ojos azules no le temen a la muerte, fundamental para vivir. Ave, César, los que van a vivir te saludan.
Fotógrafo: Guillermo de la Torre.
Estilismo: Berta Fdez.-Abascal.
Texto: Alberto Espinosa.
Producción: Mateo Carrasco.
Asistente de estilismo: Andrea Estirado.
Maquillaje: Kilpatrick Rodríguez.
Peluquería: Conchi (Salón Por Fin) para I.C.O.N. Products.
