Con las vides en su esplendor en otoño, o recién terminada la vendimia antes de que bajen las temperaturas, estas escapadas son el plan perfecto para descubrir los mejores hoteles enoturismo, sumergirse de lleno en barricas y viñedos icónicos y otros más lejanos y desconocidos de nuestra geografía y más allá.
Alt Penedés, España
A tan solo 60 kilómetros de Barcelona por una carretera que atraviesa bellísimos paisajes, el valle de L’Avellà es un paraje por descubrir. Se encuentra en la región vitivinícola de L’Alt Penedès y es el diminuto municipio de L’Avellá el que le da nombre. Atrás quedan las grandes bodegas de la zona para dar paso a proyectos más boutique como el de MontRubí.
Entre viñas y bosques, entre bucólicos senderos como el que lleva a los restos de la ermita románica de Sant Andreu de L’Avellá, se alza el primero de nuestra lista de los mejores hoteles de enoturismo. Se trata de una bodega con un recién galardonado hotelito de cinco estrellas solo para adultos: Casa Gran 1771. La desconexión aquí es total y el disfrute de la gastronomía, pleno.
Una masía originaria del siglo XIV alberga diez coquetas y cálidas habitaciones con vistas al entorno y un chalet decimonónico, edificación principal del complejo, que guarda un restaurante, un bar de vinos y exteriores de ensueño, piscina incluida. A un lado, la cava de la propiedad, pionera en la recuperación de variedades autóctonas y en el cultivo ecológico. Sus vinos de altura, fruto de sus 40 hectáreas de uva, tienen en el monovarietal de sumoll su etiqueta más especial. Su tinto Gaintus fue el primero del mundo en este sentido y todo un desafío que se descorcha y paladea con todos los sentidos aquí.
Catas, degustaciones culinarias con fantásticos maridajes y hasta visitas en helicóptero a puntos cercanos como el monasterio de Montserrat están en su catálogo para exprimir un romántico fin de semana.
Alentejo, Portugal
Fantásticas playas, interminables llanuras y auténtica gastronomía. Esta región entre el Tajo y el Algarve portugués tiene tanto que ofrecer… Su escasez de población hace que las playas salvajes de Comporta y la península de Troia sean una parada imprescindible y un destino muy chic en los últimos años. Para imprescindible, no obstante, descubrir los vinos de la zona, ya en el interior, entre viñedos perdidos en parques naturales. Sus blancos y tintos están entre los más destacados de Portugal y, para explorarlos, no hay destino como el Relais & Châteaux Herdade da Malhadinha Nova.
450 hectáreas acogen esta finca familiar que se integra perfectamente en el entorno y que es uno de los secretos mejor guardados de nuestros vecinos. En el interior de sus diferentes edificaciones y casitas, todas antiguas construcciones de campo y trabajo restauradas exquisitamente, las obras de inspiración rural alentejana concebidas por artesanos coexisten con objetos de diseño contemporáneo.
Panorámicas terrazas y piscinas contribuyen a un rústico minimalismo, con el sello del arquitecto Manuel Aires Mateus, en el que uno querría quedarse a vivir. Pasear a lomos de sus caballos lusitanos el viñedo propio del que salen sus caldos, disfrutando después de un picnic al aire libre, es obligatorio. También lo es una cena en su restaurante con todos los productos que de allí brotan, no solo uva. Granja y huerto surten sus suculentas cocinas en torno a la viña que, históricamente, todo lo conecta. No regreses sin una cita en su M Wellness Spa.
Alto Douro, Portugal
No dejamos Portugal, conducimos hasta el norte para descubrirte otro de los mejores hoteles enoturismo, a esta tierra dedicada al vino desde la época cisterciense, orden impulsora de los afamados Portos. Allí, la Quinta de Ventozelo presume de ser la mayor, con 400 hectáreas de las que la mitad están dedicadas a la viña que forma ese paisaje en escalera Patrimonio de la Humanidad.
Tras la pandemia, la finca, un balcón privilegiado y natural sobre el río con unas imponentes vistas desde casi cualquier espacio, ofrece al visitante algo menos de una treintena de habitaciones con encantador diseño. No rompen la paz circundante; se inspiran en los edificios ya existentes desde los tiempos de la aristocrática Casa do Poço, propietaria durante más de 500 años, con un aire moderno que aporta Gran Cruz, empresa que lo posee hoy día.
El arquitecto Carlos Santelmo y la interiorista Cristina Caiano han conseguido así, con el blanco, la madera, la piedra y el sencillo y cálido confort como único objetivo, crear esa sensación de hogar, más que de hotel, que se goza con chimenea, un libro y una copa de vino. Es más que suficiente, pero la bodega propone otro sinfín de actividades enoturísticas, desde paseos en jeep por los viñedos a catas de sus excelentes vinos, pasando por visitar su propio museo o navegar en barco el río y almuerzos en su orilla. Después de un baño en su piscina infinita, una cena a base de arraigadas recetas, elegantemente servidas en su cantina entre antigüedades y vajillas de Bordallo Pinheiro, es el colofón perfecto.
Valle de Guadalupe, México
Sorprendentemente, aunque fueron los misioneros españoles los que llevaron el vino a Baja California, muchos de los viñedos del semidesértico y fotogénico Valle de Guadalupe fueron cultivados por rusos molokanes, un grupo pacifista que se exilió en México a principios del siglo XX huyendo de la represión del zarismo. De esta curiosa historia y de su evolución se puede aprender en una de las bodegas más destacadas allí, El Cielo, que aúna como pocas el estilo del ‘viejo mundo’ al que insufla ‘terroir’ mexicano y corte moderno en líneas que van desde los jóvenes Astros a los clásicos Astrónomos, sus etiquetas.
Una visita guiada por su treintena de hectáreas de cultivo los convierten en un imprescindible en nuestra selección de mejores hoteles enoturismo. Tienes que quedarte a dormir en sus suites y exclusivas villas de postal con perspectivas inolvidables de un marco, asimismo, para el recuerdo.
El valle de Guadalupe se queda grabado, de la misma forma, en el paladar. Varios de los conceptos gastronómicos más destacados del país se pueden reservar aquí. Uno es Fauna, encumbrado por David Castro Hussong y Maribel Aldaco Silva por su cocina autóctona en constante transformación.
Comerse el entorno, pasado por manos maestras, es posible en este restaurante enclavado en la vinícola de diseño Bruma, que también cuenta con villas y casas de revista. También lo es en Deckman’s en el Mogor, donde apurar el plato de codorniz con puré de calabaza y mantequilla tatemada de Drew Deckman en el idílico escenario natural de esta parte del mundo.
Toscana, Italia
Continuamos con nuestra selección de los mejores hoteles de enoturismo bajo el sol de la Toscana, como la novela de Frances Mayes. Aquí el tiempo parece correr más lento con un vino en la mano o devorando un plato de pasta casera. Tan cerca de la civilización -a un paso de Florencia- y a la vez tan lejos, es una cinematográfica escapada a través de fincas y pueblos con un encanto milenario. Artimino es una de estas paradas.
Entre las suaves colinas de la zona de Carmignano se encuentra esta localidad junto a una antigua finca que fue propiedad de la familia Medici, responsable de Villa La Ferdinanda que sigue en pie, imponente. Alzada a instancias del Gran Duque Fernando I de Medici, se trata de la obra maestra arquitectónica de Bernardo Buontalenti y solo visitarla y admirar los frescos de Cresti y Poccetti, como hicieron antaño Da Vinci o Galileo Galilei, ya es motivo para acercarse.
Junto a la mansión se encuentra el hotel Tenuta di Artimino, miembro del sello Meliá Collection. Sus 30 habitaciones, de hecho, ocupan lo que antiguamente fueron las casas del servicio y hoy lo han convertido en uno de los mejores hoteles enoturismo. Hoy se presentan sobrias y elegantes, el descanso perfecto tras una jornada de campo descubriendo el resto de tesoros de la propiedad con multitud de actividades, desde catas de vino a degustaciones de aceite (cuentan con olivar propio). 70 hectáreas de viñedos rodean el hotel, con vides de sangiovese y cabernet sauvignon que, se dice, fueron traídas por la propia Catalina de Médici. Estos son vinos de una Toscana apartada, auténtica, donde la vida se sigue rigiendo por los ciclos de la naturaleza.
Champagne, Francia
Para terminar nuestra selección de los mejores hoteles de enoturismo hay que visitar los llamados Campos Elíseos de la región de Champagne de la mano de la mayor y más emblemática ‘maison’ de la zona. Esta parada es algo que cualquier aficionado a las burbujas debe permitirse al menos una vez en la vida. Conocer de primera mano el mágico método de elaboración y conservación de sus prestigiosas etiquetas a través de decenas de kilómetros de galerías subterráneas es un lujo que se ofrece con varios tipos de recorridos y catas, desde 25 euros por persona.
Además de la bodega, el alrededor es de una belleza sobrecogedora. Lo es en cuanto a lo natural, gracias a esos verdes campos cuajados de viñas; y lo es en lo arquitectónico y cultural. No en vano, la Avenue de Champagne de Épernay y todo el conjunto de viñedos, casas y bodegas hasta Reims es Patrimonio de la Humanidad. Para alojarse, con suerte y solo por invitación, el dieciochesco Châteaux de Saran, propiedad de la marca, consigue hacer sentir al huésped miembro del celuloide. Este castillo, lamentablemente, es una maravilla al alcance de muy pocos. La lista de nombres ilustres que lo han habitado viaja desde Napoléon Bonaparte a una interminable lista de celebridades de hoy día, amigas de Moët, pero en las inmediaciones se encuentran alojamientos con encanto a raudales. Uno de ellos es el Relais & Châteaux Hostellerie La Briqueterie, una imponente casona de cuarenta habitaciones con un restaurante gastronómico, comandado por Benjamin Andreux, que es otro enclave de lujo y bienestar digno de reserva.
Artículo escrito por Andrés Galisteo
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