Cómo ser un experto en vino en cuatro sencillos pasos

Si se te queda la cara en blanco cuando el camarero te ofrece la carta de vinos y tiendes a tragar más que escupir en la degustación del vino, no te preocupes, este artículo está hecho para ti.

Los vinos nos cuentan un pasado más o menos reciente, el de los tiempos en que se plantaron sus viñas y el de la estación de sus uvas. Pero también pueden apuntarnos algo sobre el futuro, sus posibilidades, sus salidas comerciales. Y sabiendo que no existe el vino, sino infinidad de vinos.

No existe el vino, sino infinidad de vinos. Los vinos pueden ser alimento, fuente de ebriedad, instrumento de convivialidad tanto como de jerarquía, objeto de comercio y de regalo, sujeto de estímulo para la racionalidad, motivo de pecado e, incluso vector de sostenibilidad. Todo eso y más, a menudo con varias de esas características a la vez.

El vino no es, ni nunca ha sido, alimento de primera necesidad. El vino es evocación, escape, sueño, sociedad, prestigio, orgullo, amistad, pensamiento, imagen, idea y muchas más cosas, pero no es esencial para nosotros. La Iglesia católica es probablemente la que da una definición más precisa del vino, como alimento espiritual. Es por eso que el vino se hace bajo principios muy diferentes a los de los alimentos de verdad. Para el pan y la carne se busca el máximo rendimiento y el mínimo esfuerzo (que a veces es un esfuerzo enorme). Para el vino se busca la distinción, a veces con un desprecio olímpico por el ingente sacrificio que se necesita para conseguirla.

Si bien es cierto que el universo del vino ha estado tradicionalmente recubierto de un halo de elitismo y ciencia minoritaria, cada vez son más los sumillers, bodegueros y enólogos que trabajan para acercar la enología al público en general. Sin embargo, aunque el vino cada vez gana más adeptos, aún surgen muchas dudas a la hora de elegir un buen vino que acompañe a la velada y la convierta en perfecta. A continuación dejamos algunos consejos para parecer un experto en vinos en solo 3 pasos.

Apréndete la terminología

La forma más fácil de empezar sin meter la pata es empleando la terminología correcta. Son muchos los términos, pero con conocer los básicos es suficiente para empezar a ser un buen catador.

Copa muerta: se dice que una copa está muerta cuando ha sido mal lavada o se han empleado detergentes químicos para su limpieza. Esto cambia el sabor del vino.

Cepa: hace referencia a la uva de la cual se consiguió el vino. Algunas de las cepas más conocidas: Carménère, Chardonnay, Carbernet Sauvignon o Cabernet Franc.

Añada: Es el año en el que se cosecha un vino. Están determinada por las condiciones climatológicas concretas del año en la zona vitivinícola donde se elaboró el vino. La calificación de la añada ofrece una información referencial de la calidad del vino.

Bouquet: son los aromas que posee el vino gracias a su proceso de añejamiento. Pueden apreciarse notas en nariz florales, madera, cuero, frutos rojos, hierbas, especias, estre otros.

Astringencia: por lo general, está presente en los vinos tintos por la presencia de taninos. Se presenta con matices en boca amargos y secos. A mayor astringencia, mayor calidad del vino.

«Un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador».

FEDERICO FELLINI

Remueve la copa

La oxigenación del vino es el paso estrella de la puesta en escena y un acto imprescindible para que se liberen los aromas que posteriormente vamos a oler. Este detalle es clave para distinguir a un conocedor o un novato en materia de vinos. La copa de vino debe tomarse por el tallo de la misma y no abrazar con la mano la copa. Para ello, colocaremos la copa sobre la mesa y agarraremos la base con el canto de los dedos índice y medio y haremos un breve paseo circular sobre la mesa.

La nariz, tu gran aliada

Todos los aromas que uno se pueda imaginar estarán presentes en una copa de vino y por eso, un buen catador introducirá la nariz en la copa para poder percibir todos los olores que emergen de ella. De aquí, usarás algunos adjetivos indispensables que ayudarán a verbalizar lo que la nariz siente: afrutado, mineral, lácteo, dulce, madera, picante o salado. Hay que tener en cuenta que los enólogos y catadores llevan años de práctica y son capaces de recordar infinidad de olores (hasta 10.000 puede almacenar en la memoria el ser humano). La única manera de ser un experto catador es a través de la práctica.

Ahora sí, saborea

Este es el momento en el que los aromas se transforman en sabores y es aquí cuando debemos encontrar la acidez en la lengua. De esta manera, debemos distinguir entre los secos, semisecos, semidulces y dulces. Para ello, tenemos que remover bien el vino por todo el paladar, y tomar aire mientras catamos, pues es lo que nos hablará sobre el retrogusto, nos aportará sabores mezclados con aromas.

Una vez hemos salido del paso siguiendo los puntos mencionados anteriormente, tenemos que fijarnos en qué platos podrían acompañar al vino que hemos elegido, y en el caso de que nos encontramos en una cena, si el maridaje está siendo acertado. Así pues, debemos tener en cuenta  que los vinos con estructura van bien, por poner un ejemplo, con quesos, mientras que los más frescos y cítricos funcionan con ensaladas o escabechados.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR