Los griegos entendían la sexualidad de una forma más parecida a la que tenemos actualmente del sexo que la que tuvieron nuestros padres y abuelos. La libertad era incuestionable y el pudor inexistente.
Como elemento creador de vida, la sexualidad es algo crucial en todas las culturas. Ensalzado, denostado o mitificado, el sexo cuenta con toda clase de representaciones a lo largo de las eras y sus diferentes culturas. Y de entre todos estos períodos históricos, la concepción de la sexualidad en la antigua Grecia es una de las más interesantes.
Los elementos sexuales contaban con un lugar muy destacado en la cultura y mitología griega. Los relatos míticos están llenos de apasionadas conquistas amorosas, personajes enloquecidos por el deseo y criaturas consideradas como símbolos de las relaciones sexuales. El mejor ejemplo es la figura de Zeus, rey de los dioses, protagonista de incontables relatos sobre seducción.
Esta representación mitológica constituye una alegoría de la visión general acerca de la sexualidad y los roles de género presentes en la antigua Grecia. Los hombres asumían el papel activo y dominante, mientras que las mujeres eran definidas por su capacidad para traer nueva vida al mundo. No obstante, las mujeres también contaban con sus espacios exclusivos, y en polis como Esparta podían alcanzar un rol más similar al masculino, aunque nunca al mismo nivel.
En general, si bien el sexo era un concepto muy presente en esta cultura, no se puede hablar de una catalogación exacta de las conductas sexuales. Conceptos como la orientación y sus diferentes clases no existían en aquel momento, aunque esto no significa que no hubiera diversos tipos de relaciones. El principal exponente eran las de carácter pederasta entre adultos y adolescentes.
También es destacada la representación del sexo en las leyendas y relatos, que muchas veces era empleada como aviso. Las imágenes más extremas servían para indicar a los griegos cuáles eran las actitudes de las que debían apartarse.
Representaciones de la sexualidad exacerbada
En los relatos mitológicos se describe detalladamente a dos grupos de seres que aluden a esta gran importancia del sexo en la cultura griega. Uno de ellos son los sátiros, criaturas humanoides con patas y cuernos de cabra entregados completamente al frenesí sexual. Eran representados en excitación continua, acosando a mujeres humanas o a otras entidades sobrenaturales femeninas.
Adictos no solo al sexo, sino al alcohol y las fiestas, eran una compilación de los peores vicios del hombre, con una conducta contraria a la del ciudadano modelo. Lo más parecido a una contraparte femenina eran las ménades, mujeres seguidoras de Dionisos inducidas al frenesí por el dios. Participaban en sus rituales hallándose completamente enloquecidas.
Sin embargo, también existían representaciones menos obscenas que celebraban la sexualidad y el atractivo femeninos. Las imágenes minoicas de mujeres, halladas en Creta, muestran un ideal de belleza caracterizado por una cintura de avispa y pechos y caderas generosos. Estas representaciones son las primeras evidencias que se conservan sobre la visión de la sexualidad para los antiguos griegos.
La sexualidad femenina y el matrimonio en la Grecia Clásica
Al contrario que las manifestaciones sexuales masculinas, la sexualidad de las mujeres ese consideraba un asunto deshonroso. En la mayoría de polis griegas, las mujeres se recluían en casa, dedicándose a labores del hogar y a la crianza de los hijos. Los matrimonios eran concertados, y se consideraban el paso de la mujer a la edad adulta.
No obstante, en Esparta las féminas quedaban a cargo de la casa cuando sus maridos se hallaban guerreando. Asimismo, recibían instrucción intelectual y física, al considerarse que eso las ayudaría a traer hijos vigorosos al mundo.
Las historias de amor no solían aplicarse a los matrimonios, en los que la atracción era, como mucho, un factor favorable. No obstante, y pese a esta visión materialista y pragmática de las relaciones heterosexuales, los griegos también creían en el concepto del alma gemela. Existen, además, notables representaciones del amor de un hombre hacia su pareja, como la historia de Aquiles y Briseida en la Ilíada.
La homosexualidad en la antigua Grecia
Uno de los rasgos más característicos de la visión de la sexualidad para los griegos era su aceptación de las interacciones entre personas del mismo sexo. No obstante, si bien no se le condenaba por la sociedad, sí era importante que este tipo de relaciones se llevaran a cabo de la manera que ellos entendía como «correcta». En la antigua Grecia existían una serie de supuestos para que las relaciones homosexuales fueran plenamente aceptadas.
Al hablar de la homosexualidad en Grecia, es inevitable pensar en las relaciones que se establecían entre adultos y jóvenes, denominados “erastés” y “erómenos” respectivamente. Esta clase de arreglos tienen su origen en rituales celebrados por los cretenses, en los que aristócratas secuestraban a muchachos con el consentimiento de su familia. Durante una temporada, sobrevivían juntos en la naturaleza y mantenían relaciones sexuales.
En el caso de disfrutar con la práctica, el joven pasaba a vivir con su amante y mentor. No obstante, si este último mostraba alguna conducta reprobable, se le denunciaba. Por su parte, en cada una de las polis griegas existía un sistema diferente, y la relación entre erastés y erómeno podía ser muy diferente.
Por ejemplo, en Atenas, debido a la gran importancia de los protocolos sociales, se trataba de una práctica reservada a las élites. En Esparta, como un rito de paso para los jóvenes y parte de la educación masculina, contando con un carácter obligatorio. Los adultos ejercían como mentores para los jóvenes, quienes proporcionaban compañía y placer sexual.
En cualquier caso, se concedía una gran importancia a la capacidad de consentimiento del erómeno. Tenía que ser una relación de mutuo acuerdo, y se marginaba a los depredadores por el grueso de la sociedad. Por otra parte, la edad en la mayoría de las relaciones en la antigua Grecia no era muy grande, pudiendo constar de un joven de 16 años y otro veinteañero.
El caso de Safo de Lesbos
Si las relaciones pederastas son el principal ejemplo de conducta homosexual masculina en Grecia, Safo es el símbolo por excelencia de la homosexualidad femenina. La célebre poetisa estableció una comunidad de mujeres en la isla de Lesbos, en la que aprendían a escribir poesía y realizar otras labores artísticas.
Los escritos de Safo parecen indicar que mantuvo relaciones con algunas de sus discípulas, a quienes dedicaba parte de su obra amorosa. Aunque no ha podido confirmarse con certeza, su nombre ha quedado vinculado para siempre al amor entre mujeres.
Asimismo, en Esparta existían casos de damas nobles que contaban con una amante femenina más joven, de manera análoga a las relaciones entre hombres. Sin embargo, no existe suficientes pruebas para determinar que se tratase de una práctica extendida.
Otras prácticas: travestismo y masturbación
A diferencia de las relaciones homosexuales, las actitudes afeminadas o utilizar ropa femenina no se percibía bien en los hombres. Sin embargo, pueden encontrarse diversas representaciones positivas en distintos relatos míticos, involucrando a figuras como Aquiles e incluso Heracles, símbolos de virilidad.
El primero vivió como mujer durante su juventud, debido al plan de su madre por protegerle de su destino. Por su parte, Heracles tuvo que vestir ropa y joyas femeninas en su época de servidumbre a la reina Onfalia. Finalmente, la masturbación no contaba con una reputación especialmente negativa, incluso se podía realizar en público. Si bien se consideraba más propia de esclavos y otras gentes inferiores, llevarla a cabo en la calle no era muy distinto de comer en público. Asimismo, se concebía como una sustitución sana del sexo convencional y una forma de canalizar impulsos más destructivos.
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