Entrevista al actor Antonio Pagudo: «Tenemos que recuperar el cine como espacio sagrado, de reflexión y darle la importancia que se merece. Si no, todos estamos perdiendo como sociedad»

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Antonio Pagudo, famoso por su personaje de Javier Maroto en La que se avecina, estrena el próximo 1 de julio la divertida comedia Mamá no enRedes. Una película que le ha permitido regresar a su infancia y reencontrarse con ese niño de campo que una vez fue

Cansado, pero con una enorme sonrisa. Así llega Antonio Pagudo (Baza, Granada, 2 de febrero de 1977) al estudio. A pesar de la larga sesión de fotos en la que lleva varias horas trabajando, todavía conserva energía suficiente para dedicarme un poquito de su tiempo y hablar sobre su última película, Mamá no enredes, en la que interpreta a un personaje naturista. Apenas llevamos unos minutos de conversación y ya se puede apreciar ese brillo en los ojos que aparece cada vez que habla de su oficio y que demuestra que podría pasar horas así, interpretando, posando para las cámaras, porque es lo que le apasiona.

Todo el mundo le conoce como Maroto, su famoso personaje de La que se avecina que forma ya parte de nuestro imaginario colectivo y que, a lo largo de quince años, se ha ganado un espacio importante en el corazón del público. Un personaje que todos conocemos por su sensibilidad y que ha permitido a Antonio crecer como actor y como persona. La comedia ha formado parte de él desde el principio y a lo largo de su carrera nos ha hecho reír con Maroto, pero también con otros personajes en teatro y en el cine.

Ahora, más de diez años después de que se pusiera frente a las cámaras por primera vez, estrena su última comedia, Mamá no enRedes. Una película que le ha permitido volver, de alguna manera, a su infancia. A esos inicios donde todavía era un niño pequeño en un pueblo de menos de 20.000 habitantes que disfrutaba recogiendo los huevos de las gallinas o comiendo tomates directamente de la mata como si fueran manzanas.

Y es que Ernesto, su personaje en la película, parece escrito solo para él. Ecológico y naturista, decidió que su vida no le gustaba y tuvo el valor para cambiarla. Un personaje que se encuentra en armonía con la naturaleza y del que todos podemos sacar un pedacito de reflexión para aplicar en nuestro día a día.

El 1 de julio se estrena Mamá no enRedes, la última película que has protagonizado. Cuéntanos, ¿qué nos vamos a encontrar en las salas de cine?

Mamá no enRedes es una historia muy actual, la historia de una madre separada que tiene dos hijos adolescentes y que se inicia en el mundo de las aplicaciones para ligar, donde encuentra a tres tipos de personalidades y edades diferentes. Ahí empieza el dilema de si tiene que elegir o no, mientras sus hijos le intentan quitar la idea de la cabeza. Es una comedia muy bonita, con mucho corazón.

Es cierto lo que comentas de que es una comedia actual, ya que hace una reflexión sobre las relaciones abiertas y las nuevas formas de amar del siglo XXI. ¿Crees que es importante tratar este tipo de temas en el cine?

Creo que es importante reflejar lo que está pasando en la sociedad. A mí lo que más me gusta es que tenemos este tipo de ideas preconcebidas de que estas aplicaciones lo que te llevan es a relaciones únicamente físicas y la película plantea otro punto de vista. La protagonista encuentra en los diferentes hombres que va conociendo a lo largo de la historia motivaciones y estímulos diferentes, que la llenan como persona.

Esta es tu última película, pero llevas ya casi veinte años de carrera. ¿Recuerdas cómo fueron tus inicios?

Yo me vine a estudiar Arte Dramático en el 97 con el teatro como único objetivo. No pensaba que pudiera ser actor. Es esto de que empiezas a trabajar desde muy jovencito y ves que se te da bien, pero no te lo planteas como una profesión. Pero la verdad que me fue muy bien. Empecé a trabajar en Yllana, una compañía que se basaba en los gestos, en el movimiento, que hacía humor sin palabras. Y luego la televisión apareció en medio y tuve la suerte de entrar en una de las series más potentes del panorama nacional.

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¿Tenías un plan B en el caso de que el mundo de la actuación no fuese bien?

Sí que tenía la sensación de que podía hacer otras cosas. Actuar no era lo único que sabía hacer y eso me daba tranquilidad. Por ejemplo, se me daba bien también la imagen y el sonido, el montaje. Me hubiera quedado en algo relacionado con este mundo, pero quizá detrás de las cámaras.

¿Quiénes fueron tus referentes? ¿Algún actor en el que te sintieses inspirado?

Yo me acuerdo que veía muchísima comedia de los 90, cosas muy locas como Aterriza como puedas, Amanece que no es poco…, ese tipo de comedias me volvían loco. La verdad que la comedia siempre me ha llamado de forma especial, igual porque es algo que me permitió mantenerme cerca de la actuación.

La comedia tiene que ser uno de los géneros más complicados. ¿Qué crees que hay que tener para hacer reír a la gente?

Hay que conseguir llegar a la verdad. La comedia exige un poquito de verdad, una conexión para que la gente se sienta identificada. He conocido a muchos cómicos a lo largo de mi carrera y todos coincidimos en eso. La comedia no deja de ser la tragedia de otra persona, y eso provoca risa.

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Así que a nuestro subconsciente le gusta reírse de las desgracias ajenas…

Ríe. Eso parece, sí. Al final es afrontar las cosas desde dentro. Si el personaje está en una situación en la que le sobrepasa lo que hay a su alrededor, que de verdad eso entre dentro de ti y que se transmita a través de tu cuerpo, de tus ojos, de tu expresión de actor. Mi método de trabajo siempre ha sido más desde el cuerpo. No inicio los personajes desde lo que creo que le está pasando y me voy a su drama, sino que el drama aparece alrededor de las cosas que suceden. En una secuencia en la que el personaje lo está pasando mal por una ruptura, eso se tiene que ver en sus gestos. Por ejemplo, si está preparando un café se le cae la taza, el plato… Eso es lo que me da la verdad para conectar con el personaje.

Claro, porque en la comedia influye mucho la forma en la que lo transmitas. Una misma frase puede resultar muy dramática o provocar risa, todo depende de cómo se comunique…

Exacto. Y si juegas en esa línea todavía mucho mejor. Si la diferencia entre que sea un dramón o una supercomedia depende de si tiras un pelín más o un pelín menos hacia uno de los lados es que estás yendo por el buen camino.

¿Qué crees que es más difícil, hacer drama o comedia?

Bueno, todo el mundo dice que la comedia. En el drama una vez que las cosas están sucediendo puedes entrar y comunicarlo, enseguida se ve la intriga. Pegas un grito o haces algo fuera de lo que estaba previsto y se genera una tensión. En la comedia hacer eso y que resulte gracioso es un plus más.

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En este sentido imagino que en comedia el feedback del público también será importante. Quizá no tanto en cine o en series, pero sí en el teatro.

Totalmente. Al final, en el drama el público experimenta para dentro, pero la comedia saca todas las emociones hacia fuera. En teatro es más sencillo ver si lo estás consiguiendo porque hay una respuesta inmediata, nadie te puede engañar. Nadie puede salir de una obra donde no se ha reído y decirte que era divertidísimo, porque tú sabes que no es verdad, lo has visto. Sin embargo, sí que puedes estar viendo un dramón y que aparentemente no esté pasando nada en el patio de butacas, y entonces termina y todo el mundo se pone en pie emocionadísimo y te sorprende. Dices, hostia (con perdón), ¿esto de dónde sale? Ríe.

¿Alguna vez te has enfrentado a esa situación? ¿A estar en el teatro y que algo que debería hacer risa no lo provoca?

Nosotros siempre jugamos con lo que estamos viendo que sucede en el patio de butacas como punto de partida y a partir de ahí hacemos variaciones. Tus herramientas como actor te hacen captar esa situación y poder aprovecharla y eso es lo mejor. No bloquearse cuando algo no sucede como esperabas, sino darle la vuelta para improvisar y hacer algo diferente. En funciones que llevamos muchos años representando, donde el papel que interpretamos ya está dentro de nosotros, que haya cosas que te hagan variar es un regalo que te ofrece tu profesión.

¿Un ejemplo podría ser Perfectos desconocidos?

Sí, en Perfectos desconocidos, que era una obra muy coral, era maravilloso modificar continuamente las sensaciones que había en las butacas. Si en un momento el personaje iba por un camino que era más amable, de repente generar algo más hostil provocaba una energía que alteraba lo que estaba sucediendo y le daba otro color, y eso es muy bonito. Hace que cada día la función sea diferente y que el público siempre esté viendo algo vivo, que no sea algo mecánico.

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Se dice también que la comedia está muy denostada, porque los grandes premios, como los Goya, rara vez la valoran. ¿A qué crees que se debe esto?

Se lo piensa. Esto es difícil. No sé. Realmente no lo sé. Me choca mucho que todo el mundo reconozca la comedia como algo que tiene muchísimo valor y esto no se refleje luego en los grandes premios o festivales. Pero creo que tenemos algo más valioso, que es el premio del público. Cruzarme por la calle con alguien que de repente me hable de mi personaje no tiene precio. Ayer estaba con Luna Fulgencio y su madre me dijo que había un niño que estaba en un proceso de cáncer, y que gracias a que él veía una de mis series se mantenía con fuerza, siempre contento. Eso es maravilloso, poder ayudar a los demás con lo que a ti te gusta es el mejor premio que puedes tener.

Antes decías que tuviste la suerte de entrar en una de las series más potentes del panorama nacional, y esta serie es nada más y nada menos que La que se avecina. ¿Cómo es interpretar a un personaje durante tanto tiempo? ¿No resulta cansino?

No, para nada. Porque al fin y al cabo es evolucionar con el personaje también. Por ejemplo, en la serie el personaje empezó a ser padre y en ese momento yo también, y le podía aportar cosas que yo sentía y él me devolvía cosas que no iba a vivir nunca. Es muy placentero. Pero eso sí, siempre dejando claro que una cosa es el personaje y otra soy yo, y esto hay veces que no se entiende. Es como tu yo trabajando, que es completamente diferente a tu yo de diversión o en casa.

¿Qué es lo que más te ha aportado Javier, tu personaje en La que se avecina?

A mí lo que siempre me ha gustado mucho de Maroto es su relación con las mujeres, que ha ido evolucionando con la sociedad. En este sentido me gusta pensar en él como un adelantado a su tiempo y me gusta mucho que esto de huevón, que ha sido siempre su característica principal y que debería haber sido algo negativo, él le da la vuelta y lo convierte en un superpoder. Tiene la capacidad de templar sus nervios, de estar en un segundo plano y muy lejos de esto del macho alfa que despreciamos hoy en día y que no lleva a ningún sitio.

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¿Y hay algún tipo de personaje o de género que no hayas interpretado y que te gustaría probar?

Pues he tonteado con el terror… Creo que es algo que tengo que conseguir, encontrarme ahí. Me gusta mucho cuando trabajo por primera vez con un director ver lo que quiere conseguir, por dónde me guía. Si tiro siempre de lo que yo tengo voy a crear todo el tiempo de la misma forma, pero si alguien te indica otra mirada puedes adentrarte en caminos que igual no te habías planteado. Y ese momento es lo que más me gusta porque me hace mejor actor, en el sentido de que amplío mi paleta de colores. Me gusta poder transformarme y cambiar, y para eso es importante verte a través de otros ojos.

Imagino que la pandemia no habrá ayudado mucho en este sentido.

Fue terrible para mí tener que hacer los castings en casa. Necesito el plató, ir modificando en función de lo que pasa ahí. En ese sentido soy muy sensible, me abro mucho a lo que está sucediendo y a la energía que se genera en rodaje, y gracias a eso voy sacando cosas diferentes. Si no, me quedo simplemente en el texto y queda más artificial. Al final, interpretar es como una masa madre (Ríe). Necesita un poquito más de tiempo, más de cariño. Me gusta más esa línea.

Además de Maroto, a lo largo de tu carrera has interpretado a muchos personajes, ¿cuál dirías que es el que más te ha llenado a nivel personal?

Yo creo que este, Maroto. Tener la suerte de poder interpretar un personaje durante tanto tiempo no es nada habitual. Después de 15 años y 156 capítulos puedes tocar muchas cosas, entrar en muchos recovecos del personaje. Te hace poder experimentar otros caminos, así que me quedo con los personajes, tanto en series como en teatro, que me han permitido acompañarlos durante más tiempo. Pero a los que tienen poco tiempo también les coges mucho cariño. A mí siempre me pasa que me apetecería que se desarrollaran más, por ejemplo como en Mamá no enRedes. ¡Quiero la segunda parte! Ríe.

Traje cruzado de GANT

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Como has dicho antes, la película va de una mujer, madre de dos adolescentes, que se acaba de divorciar y decide hacerse una cuenta en una aplicación de citas. ¿Tú alguna vez has tenido alguna cita por internet?

No… (Apenado). No, ojalá. En mi época no existían estas cosas y luego ya empecé a salir con mi mujer. Pero siempre me llama mucho la atención. En Mamá no enRedes, por ejemplo, muchos del equipo se abrieron Tinder y empezaron a trabajar con él a modo de documentación. Recuerdo a Daniela Fejerman, la directora, tomando notas y diciendo es que esto es oro puro, qué pena no haberlo tenido antes para incorporarlo mejor.

¿Cómo es tu relación con las redes?

Me gustan…, pero no me las tomo muy en serio, ni para lo bueno ni para lo malo. Las cosas que me entran por las redes siempre suelen ser buenas, pero a veces encuentras algún hater, y es importante no tomárselo muy a pecho. En las redes todos somos un avatar especial, una persona distinta a como somos en la vida real.

Ernesto, tu personaje en la película, es muy naturista, vive en el campo en una granja ecosostenible, donde ni siquiera llega el wifi. ¿Tú crees que podrías aguantar una semana en su granja sin móvil?

Sí, totalmente. A él lo que le pasa es algo muy chulo. Tiene muchas capas. El personaje trabajaba en la banca y se da cuenta de que está haciendo daño a otras personas. Entonces decide romper con todo, irse al campo y encontrar la paz. Eso nos gustaba mucho, plantear la idea de que si no te gusta tu vida puedes cambiarla, hacer cosas que se recuerden, dejar algo en el paso por esta vida que te guste. Madre mía, qué profundo (Ríe).

Chaqueta de Emidio Tucci

¿Qué te gusta más, el campo o la ciudad?

El campo siempre va a tener para mí algo especial. Yo soy de un pueblo de 20.000 habitantes, me he criado en conexión con la naturaleza y siempre he tenido animales cerca. De niño he recolectado aceitunas, almendras…

Así que sí que tienes muchas cosas en común con tu personaje…

Sí, sí. Había cosas donde me podía enganchar que eran fuertes y que valoraba. Hay gente que se sorprende cuando coge un huevo recién puesto por la gallina y dice “es que está lleno de caca”. Y es como, claro, es que la gallina lo acaba de poner. El sabor de esa comida natural es muy potente, no tiene nada que ver a comprar los productos en el supermercado. Yo recuerdo estar con mis amigos jugando al fútbol y para merendar nos acercábamos a la huerta y cogíamos tomates, lechugas y directamente nos los comíamos. Hasta la mata tiene olor. Eso lo echo mucho de menos, por ejemplo, el olor a la mata del tomate. En este sentido, rodar en el campo ha sido un privilegio. De hecho, los huevos que se ven de las gallinas son huevos de verdad, que ponían ellas.

¿Ah, sí?

Sí, además pasó algo curioso. Te vas a reír. Trabajamos con una burra y mira que yo ya te he dicho que me he criado en el campo y todo esto. Pues no sé qué me pasó que de repente me dio una alergia al pelo de la burra que no me había pasado nunca. Fue tremendo. Al día siguiente teníamos que volver a rodar por allí por la casa rural y menos mal que uno de los actores tenía antiestamínicos. Yo pensaba, pero si soy de campo, ¿cómo es posible? Pues sí, resulta que soy alérgico al pelo de las burras. Pero al margen de eso, las secuencias han quedado muy chulas y tengo muchas ganas de que las veáis, y que lo veáis en el cine, que eso también es importante. De hecho, me gustaría reivindicar algo.

Adelante.

Que la gente vuelva al cine, por favor. Tenemos que recuperar el cine como espacio sagrado. Seguro que no se te ocurriría ir a ver arte fuera de un museo, ¿a que no? Pues con el cine lo mismo, hay que conseguir elevarlo ahí, darle la importancia que se merece. Como sociedad vamos a perder mucho si no recuperamos el espacio del cine como un sitio donde bloqueamos lo que hay a nuestro alrededor y nos centramos en esa oscuridad para poder apreciar la película. Al final, es dedicarle un tiempo en tu vida y eso le da un valor. En casa hay muchas distracciones y el cine merece un respeto. Si le quitamos eso, perdemos todos.


Texto: Marina Marroquín

Fotógrafa: Martha Alvarez Bernal

Video: Nicolas-Sibertin-Blanc

Estilista: Paulina Torre Bores

Peluquería: Diego Vitaller Guallar Retoque: Alfredo Reybra


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