Por qué es importante que diferenciemos (de una vez por todas) entre una «persona tóxica» y una «persona incompatible»

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Descubre por qué llamar ‘tóxica’ a una persona puede ser más peligroso de lo que piensas y cómo distinguir entre incompatibilidad y verdadera toxicidad en tus relaciones.

En la era de las relaciones interpersonales cada vez más complejas, nos encontramos con una creciente tendencia a etiquetar a ciertas personas como «tóxicas«. Este término se ha vuelto omnipresente en nuestras conversaciones y descripciones de relaciones, ya sean amistades, relaciones de pareja o incluso relaciones familiares.

Sin embargo, es importante reflexionar sobre el uso indiscriminado de esta etiqueta y reconocer la diferencia entre una persona tóxica y una persona simplemente incompatible con nosotros.

La autodefensa a través de la etiqueta

Frecuentemente, recurrimos a la etiqueta de «persona tóxica» como una forma de protegernos a nosotros mismos. Al atribuir este calificativo a alguien, justificamos nuestra decisión de distanciarnos o romper relaciones con esa persona. Es una manera de evitar responsabilizarnos por nuestra propia incapacidad para comprender o gestionar adecuadamente la relación. Al etiquetar a alguien como tóxico, nos eximimos de explorar nuestras propias debilidades y limitaciones en el ámbito de las relaciones interpersonales.

¿Qué es una persona tóxica?

La noción de una «persona tóxica» se ha popularizado como una forma de describir a aquellos individuos que tienen un impacto negativo en nuestra vida, que nos agotan emocionalmente o que nos hacen daño de alguna manera. El término nos brinda una manera rápida y sencilla de categorizar a alguien que percibimos como perjudicial para nuestro bienestar. Sin embargo, es importante recordar que esta etiqueta es subjetiva y puede estar influenciada por nuestras propias experiencias, creencias y perspectivas.

Según la psicóloga Ani Pavía, una persona con conductas tóxicas es una persona cuyos comportamientos generan un gran malestar o daño a las personas que les rodean, ya sea de manera intencionada o no. Pavía afirma que prefiere no utilizar el término persona tóxica ya que, de esta manera, estamos etiquetando y evaluando a una persona como mala, cuando realmente ciertas conductas no definen al completo a una persona.

Cómo identificar a una persona tóxica

La forma más eficaz para identificar a estas personas es observando el malestar emocional que nos genera. Ani dice que debemos prestar atención en si el malestar aparece desde el momento en el que sabemos que vamos a ver a esa persona. Si el saber que vamos a ver a esa persona nos produce tensión, estrés o rechazo y nos impide estar cómodos o relajados en su presencia, estamos ante una persona con conductas tóxicas.

Debes prestar atención cuando estés conviviendo con esta persona o cerca de ella. Ani afirma que se producen intentos de manipulación, humillaciones, te critica constantemente, hace comentarios hirientes para tu autoestima, minimiza y anula tus emociones y te responsabiliza al completo de sus comportamientos o de sus estados de ánimo.

Además, también existen otras señales para identificar a una persona con conductas tóxicas:

  • Son envidiosos. Sienten envidia hacia los demás y eso es lo que les hace sentir con el derecho de criticar al otro.
  • Buscan siempre ser el centro de atención. Todas las conversaciones giran en torno a ellos, y cuando hablan de los demás, casi nunca es nada bueno. Son personas egocéntricas, y solo acuden a los demás cuando necesitan desahogo, pero rara vez se prestan como apoyo para el otro.
  • No puedes confiar en ellos. Aunque especifiques que por favor no cuenten tu secreto, lo harán. Un error lo puede cometer cualquiera, pero hablamos de una actitud que se repite en el tiempo. Si alguien desvela tus intimidades o tus secretos sin tu permiso, está claro que no es una persona que debas de tener a tu alrededor.
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¿Podemos confundir a una persona incompatible con nosotros con una persona tóxica?

La psicóloga Ani Pavía afirma que es posible muy habitual confundir a una persona que sencillamente es incompatible con nosotros con una persona tóxica, ya que, instintivamente tendemos a etiquetar rápidamente a las personas y no hacemos el «duro trabajo interno» de empatizar para detectar qué es lo que nos diferencia del otro punto de vista o forma de ser. Además, actualmente tenemos muy poca tolerancia a ciertos comportamientos. Aun así, no está todo perdido. Trabajando nuestra regulación emocional y haciendo un análisis más profundo sobre nuestras creencias hacia los demás aprenderemos a elegir de forma correcta las personas que nos rodean.

Cómo diferenciar una persona con conductas tóxicas de una persona incompatible

Es fundamental distinguir entre una persona tóxica y una persona que simplemente incompatible con nosotros. Una persona tóxica, por definición, ejerce un efecto nocivo y perjudicial sobre nosotros de manera sistemática y constante. Pueden ser manipuladoras, abusivas o mostrar patrones de comportamiento negativos de manera recurrente.

En cambio, una persona incompatible simplemente tiene diferencias significativas en términos de valores, intereses o perspectivas, lo que dificulta establecer una relación armoniosa. Sin embargo, la incompatibilidad no implica necesariamente un comportamiento tóxico por parte de la otra persona.

La psicóloga Ani Pavía nos cuenta que «un ejercicio que ayuda a diferenciar a una persona con conductas tóxicas es observando si el malestar que te genera es únicamente a ti o si ese malestar o rechazo también lo sienten los demás en su presencia».

Para identificar a una persona incompatible es tan sencillo como identificar que esa persona difiere en creencias, ideas o preferencias con nosotros, pero siempre respeta nuestro punto de vista, sin criticarnos y sin hacernos sentir humillados o rechazados.

Diferencias entre «toxicidad consciente» y «toxicidad inconsciente»

La interacción humana está llena de complejidades y, a veces, nos encontramos con personas cuyos comportamientos y actitudes pueden resultar tóxicos. Sin embargo, es crucial comprender que existen diferencias significativas entre aquellos que son tóxicos de manera inconsciente y aquellos que disfrutan siendo tóxicos deliberadamente. Reconocer esta distinción es fundamental para nuestro bienestar emocional y el desarrollo personal.

La toxicidad inconsciente

Algunas personas pueden exhibir comportamientos tóxicos sin ser conscientes de ello. Estas actitudes dañinas pueden ser resultado de una falta de educación en valores, criterio y experiencias vitales que les permitan entender las implicaciones de sus acciones. Estas personas pueden carecer de habilidades emocionales o tener dificultades para manejar sus propias frustraciones, lo que las lleva a actuar de manera perjudicial para los demás.

Sin embargo, es importante reconocer que esta toxicidad no es intencional, y estas personas tienen la capacidad de corregir su conducta si son conscientes de su impacto negativo y están dispuestas a poner voluntad en mejorar y corregir sus defectos.

La toxicidad por disfrute malicioso

Por otro lado, existen individuos que encuentran placer en su toxicidad y disfrutan comportándose de manera perjudicial para los demás. Estas personas pueden imponer sus opiniones, actuar de manera egoísta y ser resistente a cualquier tipo de cambio o mejora personal. Esta forma de toxicidad surge de actitudes maliciosas y la voluntad de controlar y manipular a los demás para satisfacer sus propios deseos y necesidades. Estas personas pueden ser soberbias y carecer de empatía hacia los demás, ya que su objetivo principal es su propio beneficio, incluso a expensas de la felicidad y el bienestar de los demás.

La importancia de alejarse a tiempo

Es esencial reconocer la diferencia entre una persona tóxica inconsciente y una persona tóxica que disfruta de su toxicidad. Aquellos que son tóxicos inconscientemente pueden tener la capacidad de cambiar y mejorar si se les brinda la oportunidad y el apoyo adecuado. Sin embargo, lidiar con personas que disfrutan de su toxicidad y se niegan a cambiar puede ser extremadamente dañino para nuestro propio desarrollo personal y bienestar emocional.

Alejarse de personas maliciosamente tóxicas es crucial para nuestro crecimiento y salud mental. Mantener relaciones con individuos que disfrutan de su toxicidad puede llevar a un ciclo continuo de abuso emocional y manipulación. Al poner distancia entre nosotros y estas personas, nos protegemos de su influencia negativa y abrimos espacio para relaciones más saludables y constructivas.

Lidiar con personas con comportamientos tóxicos

Para alejarnos de una persona con conductas tóxicas debemos de poner límites. Ocurre muchas veces que existen personas que tienen comportamientos tóxicos sin darse cuenta, por lo que podemos tratar de hablar con ellas para que intenten cambiar aquello que está mal. También puede ocurrir que esa persona se enfade porque queramos poner límites. Esta es tu señal para alejarte definitivamente de ella y rodearte de personas que te aporten energía positiva.

Afrontar que no somos compatibles con nuestra pareja

Está claro que lo primero que debemos hacer es tener una conversación con nuestra pareja. Hay ciertos aspectos que podemos tratar de solucionar mitad de una conversación, pero es cierto que hay otros que no. Por ello, lo mejor es acudir a terapia y tratar de encontrar una solución si esos aspectos son potencialmente solucionables.

Si aquello en lo que no coincidís es demasiado determinante para construir una relación de pareja y tener un proyecto en común, igual deberíais continuar vuestros caminos por separado. Pero todo se puede intentar y, con ayuda de un profesional, se puede llegar a una solución.

El peligro de las etiquetas

Sin embargo, debemos tener cuidado con etiquetar a una persona como tóxica sin una evaluación exhaustiva de la situación. El impacto de ser catalogado como «persona tóxica» puede ser profundo y duradero para aquellos a quienes se les aplica la etiqueta. Esta caracterización puede afectar su autoestima, relaciones futuras y posibilidades de crecimiento personal. Además, existe el riesgo de que usemos esta etiqueta como una forma de evadir el trabajo necesario para abordar los desafíos y conflictos inherentes a las relaciones humanas.

Artículo escrito por Laura Martínez

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