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Un nuevo estudio demuestra los enormes beneficios que la naturaleza produce en nuestra salud mental

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Un nuevo estudio revela los beneficios reales que la naturaleza produce en nuestra salud mental.

Pasar tiempo en la naturaleza, incluso solo diez minutos al día, puede ser beneficioso a corto plazo para combatir la depresión, el estrés y una larga lista de problemas mentales, según revela un nuevo estudio.  

Los médicos, y en especial los psiquiatras, no suelen recetar a sus pacientes que disfruten de la naturaleza, pero tal vez deberían empezar a hacerlo de manera rutinaria si atendemos a los resultados de un nuevo estudio publicado en la revista Ecopsychology.

Se trata de un metaanálisis en el que un equipo de científicos de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, ha examinado tres décadas de investigaciones publicadas en revistas especializadas sobre los efectos sociales, mentales y físicos de la exposición a los espacios verdes, como bosques, parques urbanos, montañas y cultivos; y a los espacios azules, caso de ríos, lagos o mares.

Numerosos trabajos han demostrado que pasar tiempo en contacto con la naturaleza reduce el estrés, mejora el pensamiento, fortalece la capacidad cognitiva, mejora la calidad del sueño y despabila el estado de ánimo.

Sin ir más lejos, en el informe Green and Blue Spaces and Mental Health, publicado por la OMS en 2023, podemos leer que los entornos naturales, incluidos los urbanos tienen un impacto, tanto directo como indirecto, en la salud y el bienestar físico y mental de las personas sanas y con problemas psicológicos y psiquiátricos.

¿Cómo influye la naturaleza en la salud mental?

Entre los beneficios de la naturaleza para la salud mental están, por un lado, la disminución de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que reduce la sensación de agobio y ansiedad; y por otro, aumentar la concentración de serotonina y endorfinas en el cerebro, que son neurotransmisores asociados con la felicidad y el bienestar.

En 2015, Gregory Bratman, del Environment and Well-Being Lab, en la Universidad de Washington (EE. UU.) y sus colegas encontraron que caminar en la naturaleza, en comparación con caminar en un entorno urbano, reduce significativamente la rumia, esto es, los pensamientos negativos repetitivos. Esto está asociado con una menor actividad en una región del cerebro relacionada con la salud mental negativa, el córtex prefrontal subgenual.

En otro estudio, MaryCarol Rossiter Hunter y sus colegas de la Universidad de Míchigan (EE. UU.) invitaron a un grupo de treinta y seis urbanitas a que durante un periodo de ocho semanas vivieran, al menos tres veces por semana, una experiencia en la que se sintieran estar en contacto en la naturaleza. En lo que duró el estudio, Rossiter les midió los valores de cortisol en la saliva, un biomarcador del estrés.

Los baños de bosque fortalecen el sistema inmune y previene los infartos

Las conclusiones del experimento, que aparecieron publicadas en la revista Frontiers in Psychology, en 2019, no dejan lugar a la duda: los niveles de cortisol bajaron en todos los participantes después de pasear por los parques y otras zonas verdes de la ciudad. Estamos ante unos resultados que están en consonancia con otro trabajo realizado unos años antes por Bin Jiang y su equipo de la Universidad de Hong Kong, en el que relacionaban la existencia de una generosa masa arbórea de los entornos urbanos con unos niveles de cortisol más bajos en la saliva.

Idéntica reducción del cortisol se aprecia en los llamados baños de bosque. Estos son una tradición terapéutica que cobró fuerza en Japón a finales del siglo XX y que allí se conoce como shinrin-yoku, cuyo significado literal es absorber la atmósfera del bosque.

Algunos estudios apuntan que pasear rodeados de árboles, mientras se presta atención a estímulos multisensoriales, aplaca las emociones negativas, mitiga la ansiedad y el estrés, estabiliza la tensión arterial y reduce la incidencia de infartos. También fortalece el sistema inmunológico, al aumentar la actividad de un tipo de células defensivas conocidas como natural killers.

La naturaleza desempeña un papel importante en la salud humana

Un metaanálisis llevado a cabo por Michele Antonelli, de la Universidad de Parma (Italia), concluye que los niveles de cortisol en la saliva de las personas que pasean en un bosque, siguiendo las recomendaciones del shinrin-yoku, son más bajos que los de los individuos de control, que no participan en la actividad.

«Sabemos que la naturaleza desempeña un papel importante en la salud humana, pero los profesionales de la salud conductual y de la atención sanitaria no suelen pensar en ella como intervención terapéutica», dice Joanna Bettmann, profesora de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Utah y autora principal del estudio en Ecopsychology.

Como avanza Bettmann en una nota de prensa de la universidad, el propósito de la investigación no es otro que proporcionar a psicoterapeutas y psiquiatras unas orientaciones basadas en la evidencia científica sobre cómo incorporar en las consultas los beneficios de la naturaleza para la salud mental.

A examen 45 estudios con un total de 1.492 participantes adultos afectados por diferentes enfermedades mentales

Para ello, Bettmann y su equipo de investigación multidisciplinar decidieron embarcarse en un metaanálisis, una técnica estadística que se utiliza en ciencia para combinar y analizar los resultados de múltiples estudios independientes sobre un mismo tema o pregunta de investigación. El objetivo principal de un metaanálisis está en obtener una estimación más precisa y generalizada del efecto estudiado, que pueda ser más confiable que los resultados de estudios individuales.

De los 14.168 estudios, publicados entre 1990 y 2020, que cumplían los criterios de búsqueda iniciales, seleccionaron los 45 mejores, que incluían un total de 1.492 participantes adultos con una enfermedad mental diagnosticada. Algunas de las experiencias examinadas incluían intervenciones terapéuticas estructuradas, mientras que otras consistían únicamente en vivencias en la naturaleza.

La cantidad de tiempo que los participantes invirtieron en disfrutar de la naturaleza varió de un estudio a otro; algunos de ellos pasaron tan solo diez minutos en un parque urbano, mientras que otros dedicaron varios días a vivir experiencias inmersivas en la naturaleza.

Beneficios de la naturaleza en la salud mental a corto plazo

Algunos de los trabajos seleccionados utilizaron diferentes intervalos de exposición a los entornos verdes y azules, desde periodos de tiempo cortos hasta de varias veces a la semana o al mes. Otros utilizaron periodos más largos de exposición continua e inmersiva en la naturaleza.

En cualquier caso, las diferentes duraciones y pautas de exposición al mundo natural arrojaron resultados positivos en los integrantes de los ensayos con enfermedades mentales, eso sí, se trataba de beneficios solo a corto plazo.

«Cabe destacar que, al evaluar los datos de todos los estudios incluidos en los análisis, la exposición a la naturaleza mostró un efecto positivo significativo en la sintomatología de la enfermedad mental de los adultos, incluidos el afecto, la ansiedad, la cognición, la depresión, el estado de ánimo y la calidad de vida», podemos leer en el artículo.

10 minutos en contacto con entornos verdes y azules

En palabras de Bettmann y su equipo, pasar diez minutos en la naturaleza urbana resultan mucho menos intimidantes, costosos y largos para las personas que no tienen el tiempo, los recursos, el interés, el apoyo comunitario o el equipo necesarios para aventurarse en la naturaleza durante días o semanas.

El análisis también deja entrever que los espacios acuáticos al aire libre, como es el caso de ríos, lagos y playas, así como las actividades de acampada, horticultura y jardinería, registraban el mayor efecto positivo en la salud mental. La naturaleza urbana, las montañas y los bosques también ofrecían efectos nada desdeñables en los niveles de estrés, ansiedad y melancolía.

«Todos estos diferentes tipos de espacios al aire libre arrojaron resultados positivos, lo que subraya la importancia de preservar los espacios verdes en nuestros entornos naturales y ambientes construidos», explica Bettmann.

Los humanos tenemos una afinidad innata y emocional hacia la naturaleza y sus formas de vida

Además, el metaanálisis de la Universidad de Utah, parece congruente con la llamada teoría de la biofilia, propuesta por el biólogo Edward O. Wilson en la década de 1980. Esta teoría plantea que los seres humanos poseen una afinidad innata y emocional hacia la naturaleza y las formas de vida.

Según Wilson, los seres humanos evolucionaron en entornos naturales y, por lo tanto, desarrollaron una conexión emocional con el entorno natural. Esta conexión ha sido crucial para la supervivencia, al ayudarnos a identificar plantas comestibles, fuentes de agua y refugios seguros.

Es por ello por lo que la interacción con la naturaleza y otros seres vivos tiene efectos positivos en nuestra salud mental y emocional. Estar en contacto con la naturaleza puede reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y aumentar la sensación de bienestar, apuntaba Wilson hace más de cuarenta años.

Por qué es importante conectar con la naturaleza

Wilson argumenta que, en el contexto moderno de la vida urbana y la disminución de la interacción directa con la naturaleza, mantener y fomentar este vínculo resulta crucial para nuestro bienestar global. Por lo tanto, la teoría de la biofilia tiene implicaciones tanto en términos de diseño urbano y arquitectura —por ejemplo, incorporar elementos naturales como parques, jardines, techos verdes y paredes vivas en las ciudades puede mejorar la calidad de vida de los residentes— como en la promoción de la conservación y la preservación ambiental.

La teoría de la biofilia no solo nos invita a reconectar con la naturaleza, sino que también destaca la necesidad de proteger y conservar los entornos naturales para las generaciones futuras. Y subraya la importancia de mantener y fomentar nuestra conexión con la naturaleza para mejorar nuestra salud y bienestar, así como prevenir y tratar los trastornos de la mente, desde el estrés crónico hasta la demencia.

Parafraseando al ambientalista estadounidense Edward Abbey, «la naturaleza no es un lujo, sino una necesidad del espíritu humano, tan vital como el agua o el buen pan».

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