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¿Por qué suceden los atracones de comida?

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Un nuevo estudio, que señala que el apetito desenfrenado está asociado con circuitos cerebrales similares a los implicados en el consumo de drogas y otros hábitos adictivos, podría conducir a nuevas formas de tratar los trastornos alimentarios

Los científicos han descubierto el cableado neurológico que estaría detrás del trastorno por atracón, un desorden grave de la conducta alimentaria en el que los afectados suelen consumir cantidades exageradas de alimentos y se sienten incapaces de parar de comer.

En un artículo publicado en la revista Science Translational Medicine, los autores del estudio, neurocientíficos de las universidades estadounidenses de Stanford y Pensilvania, afirman que las vías cerebrales del trastorno por atracón son las mismas que aquellas por las que discurren condiciones psiquiátricas como la drogadicción y el trastorno obsesivo-compulsivo.

El trabajo podría conducir a nuevas formas de comprender y tratar los trastornos alimentarios, según afirma en la revista Science la psicóloga clínica Rebecca Boswell, de la Universidad de Princeton (EE. UU.). De hecho, Boswell asegura que algunos de los fármacos y terapias que tratan de revertir los hábitos nocivos en otros trastornos compulsivos podrían funcionar para la también conocida como ingesta compulsiva.

Cada 62 minutos al menos una persona muere como resultado de un trastorno de la alimentación

En las sociedades avanzadas, los trastornos alimentarios constituyen un grave problema de salud mental. Enfermedades como la anorexia, la bulimia, los trastornos por atracón y evitación de la ingesta de comida son cada vez más frecuentes, especialmente durante y después de la pandemia por covid-19, y nadie es inmune a ellas: pueden afectar a personas de todos los ámbitos de la vida, sin importar su edad, sexo o etnia.

Alrededor de 400.000 personas padecen en España algún trastorno de la conducta alimentaria; de ellas, 300.000 son chicos y chicas de entre doce y veinticuatro años. «Se habla mucho de los trastornos alimentarios como un problema relacionado sobre todo con la adolescencia y las chicas. Pero la realidad es que los profesionales de la salud mental vemos cada vez más casos que empiezan antes de la pubertad y que también involucran a chicos», advierte en SOM Salud 360 la doctora Sonia Sarró, psiquiatra especializada en trastornos de la conducta alimentaria, del Área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona. Y vivir con un trastorno alimentario puede hasta quintuplicar, como sucede con la anorexia, el riesgo de fallecer de forma prematura, según un estudio realizado por investigadores de la Loughborough University, en el Reino Unido.

Cada 62 minutos al menos una persona muere como resultado de un trastorno de la alimentación, podemos leer en el informe de 2020 Economic Costs Of Eating Disorders, elaborado por la Strategic Training Initiative for the Prevention of Eating Disorders de la Universidad de Harvard.

‘Binge eating’, el desorden alimentario más común entre los hombres

Aproximadamente una de cada 80 mujeres y uno de cada 250 hombres comen en exceso en Estados Unidos, a la par que padecen otras patologías psiquiátricas, como son la depresión, la ansiedad, los trastornos de personalidad y el abuso de drogas. Los afectados por el trastorno por atracón —el desorden alimentario más común en los hombres—, allí conocido como binge eating, devoran cantidades ingentes de comida de una sentada, aunque se sientan saciados y les cause molestias estomacales seguir engullendo como si no existiera un mañana; muchas veces lo hacen al abrigo de la soledad, a escondidas, y no encuentran la manera de ponerle freno a su apetito. En cada episodio, la persona afectada ingiere una cantidad de comida muy superior a la que la mayoría de la población comería en el mismo tiempo. Esto es así porque no responde a una sensación de hambre, sino a situaciones de ansiedad, malestar e inestabilidad emocional.

A diferencia de la bulimia nerviosa, otra forma de ingesta compulsiva, los afectados por binge eating no hacen nada para compensar la ingesta brutal de calorías: ni se inducen el vómito, ni toman laxantes, ni realizan un ejercicio intenso. Uno y otro trastorno generalmente se manifiesta en la edad adulta temprana, entre los veintitrés y veinticinco años, pero los neurocientíficos no saben con exactitud cuáles son los desarreglos en el encéfalo que desatan un hambre pantagruélico y desbocado. Algunos expertos sostienen que los atracones de comida podrían corresponderse con un comportamiento habitual extremo, una acción automática y repetitiva que continúa independientemente de si se logra el resultado deseado, como ocurre con la drogodependencia y otros comportamientos compulsivos. Así, los pacientes con trastorno por atracón no comen para saciar el apetito; su acción está impulsada por factores externos o emociones, como sentirse tristes, ansiosos o frustrados por las dificultades en las relaciones interpersonales, por sus problemas para afrontar el estrés…

Un vínculo neuronal entre los atracones y los TOC

Pero ¿qué ocurre en la cabeza de los pacientes afectados por una ingesta abusiva? Para averiguarlo, los científicos de la Universidad de Stanford reclutaron a un grupo de mujeres diagnosticadas con bulimia o con binge eating, y examinaron su actividad cerebral con la ayuda de la resonancia magnética funcional (fMRI), una técnica de imagen médica avanzada que permite ver en acción a nuestra masa pensante, gracias a que mide los cambios en el flujo sanguíneo que ocurren con la actividad neuronal. De este modo, los investigadores pudieron detectar unas conexiones más fuertes entre dos regiones del cerebro: el putamen sensoriomotor, involucrado en la formación de hábitos; y la corteza motora, que participa en la toma de decisiones con respecto a los movimientos corporales. «Encontramos que la conectividad multivariante del putamen sensoriomotor estaba alterada en las mujeres con trastorno por atracón y bulimia nerviosa, y que el grado de alteración se correlacionaba con la gravedad del trastorno alimentario», afirma Allan Wang, uno de los autores del estudio.

Por otro lado, la fMRI reveló que las conexiones entre el putamen sensoriomotor y la corteza cingulada anterior, que, entre otras cosas, desempeña un papel importante en la regulación de las emociones y en el aprendizaje de hábitos, eran más débiles en las mujeres bulímicas y con trastorno por atracón. Y no es casualidad que patrones neurológicos similares aparezcan en pacientes con adicción a las drogas y con trastornos obsesivos-compulsivos (TOC), como el acaparamiento y el lavado obsesivo de manos.

Ahora bien, aquí no quedó la cosa. Las sorpresas continuaron cuando sometieron a las mujeres a otra técnica de imagen médica, la tomografía por emisión de positrones, que muestra cómo están funcionando los órganos y tejidos con ayuda de una sustancia radiactiva llamada marcador. Comprobaron que las personas con trastornos alimentarios, cuantos menos receptores poseían en su cerebro para la dopamina, un neurotransmisor que juega un papel fundamental en la recompensa y el aprendizaje de hábitos, más probabilidades tenían de sufrir atracones. Esto sugiere que los tratamientos farmacológicos que se dirigen a la dopamina en el putamen sensoriomotor podrían ayudar a combatir estos tipos de desórdenes alimentarios, dice Boswell en Science. De hecho, la lisdexanfetamina, un estimulante del sistema nervioso central que se receta para combatir el tratamiento del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, también se usa en el trastorno por atracón. Funciona aumentando los niveles de dopamina en todo el cerebro, pero su uso tiene un efecto secundario indeseable: la adicción. Es por ello por lo que los neurólogos están buscando alternativas farmacológicas más amables que la lisdexanfetamina.

Faltan estudios en hombres

Dado que el estudio únicamente se realizó en mujeres, los científicos deberán repetir el trabajo en hombres, advierte Boswell. «Los hombres han sido excluidos de la investigación sobre los trastornos alimentarios durante décadas —explica Stuart Murray, profesor de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de Della Martin, en la Facultad de Medicina Keck de la Universidad de Carolina del Sur (EE. UU.). Y añade—: La exclusión se ha perpetuado por la creencia de que era poco común que los hombres tuvieran trastornos alimentarios. Como resultado de la exclusión de niños y hombres, hemos desarrollado tratamientos solo a partir del estudio de mujeres, que luego aplicamos a niños y hombres y esperamos que funcionen con la misma eficacia».

Murray, autor de la primera comparación conocida entre los cerebros de niños y niñas con trastorno por atracón, ha encontrado diferencias significativas en la estructura cerebral entre un sexo y otro. En los resultados de su investigación, que fue publicada a finales de 2022 en Medicina Psicológica, puede leerse que las niñas con trastorno por atracón tienen una densidad elevada de materia gris en varias partes del cerebro que se sabe que están conectadas con el control de los impulsos y los atracones. Sin embargo, esto no sucede en los niños. «Dicha elevada densidad de materia gris en las niñas con trastorno por atracón sugiere que un proceso de maduración cerebral crucial, la llamada poda sináptica, puede estar alterado o retrasado de manera única en estas niñas —advierte Murray—. Las diferencias en la estructura cerebral entre niños y niñas con trastornos por atracón apuntan a que cualquier tratamiento dirigido al cerebro debe probarse tanto en hombres como en mujeres. De lo contrario, estaríamos apuntando a partes del cerebro en los hombres que no son necesariamente anormales».

Artículo publicado por Enrique Coperías

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