Desde su nacimiento a finales del siglo XIX, el Barbour se ha convertido en una prenda imprescindible en estilos que visten desde los amantes del campo, hasta los motoristas, las estrellas de rock, James Bond o la Familia Real Británica
Lentamente, pero con seguridad y constancia, el suelo del parque del Retiro se acolcha con hojas marrones y amarillas, adentrándose en los meses más oscuros del año, en los que la lluvia, el viento y un whisky frente al fuego se convierten en el plan perfecto para una tarde de domingo. Melancólico y bucólico, el otoño es la estación preferida de la moda para el hombre: las botas, las blazers de tweed, los abrigos largos y lo más importante, el Barbour.
No hay una prenda más característica de esta época del año que el Barbour: sus colores en tintes otoñales, su tejido de algodón encerado, el cuello de pana, su corte amplio y poco definido y sus bolsillos exteriores y voluminosos para guardar cosas han convertido a esta gabardina campestre en un imprescindible para los meses de frío.
Al abrir el armario en el que ha pasado los últimos meses, nos encontramos con una neblina peculiar del algodón encerado que ha quedado atrapado en el tejido. Suele estar rígido cuando te lo vuelves a poner por primera vez tras unos meses guardado en el armario y su peso se nota en la espalda. El siguiente paso es uno de los más placenteros: volver a encerar el Barbour. La empresa familiar comenzó su trayectoria fabricando prendas impermeables para cazadores y pescadores. Su lema fue toda una declaración de intenciones: “El Barbour no se lava, se encera”. Este ritual es parte de lo que hace que una chaqueta Barbour sea tan personal y especial. Es lo que le da a la chaqueta ese tacto y olor tan característico; es lo que permite que el desgaste destaque y personalice la chaqueta, lo que hace que no haya 2 chaquetas Barbour exactamente iguales.
Podríamos comparar la chaqueta Barbour con el Land Rover Defender, otro icono importante. Cuando miramos y admiramos un artículo, en la mayoría de los casos la nota de «belleza» se mide en la escala de estado; la mayoría de las prendas se valoran más en nuestra escala si están en un estado «magnífico, sin manchas e impecable».
Sin embargo, hay artículos con los que ocurre todo lo contrario: a menudo deberían estar con la mayor pátina o desgaste posible. Cuando la pintura se desprende en forma de cáscara y aparece el óxido en un Land Rover Defender el atractivo se potencia. Con el Barbour, las decoloraciones, las arrugas y los surcos de desgaste que aparecen con el tiempo en su lona se consideran casi una obligación, aportándole un sentido distintivo de estilo, robusto y refinado.,
Barbour nació en South Shields, un pueblo costero de Inglaterra, en 1894, en cuando John Barbour abrió una tienda con el nombre de Barbour&Sons en el número 5 de Market Place. En aquel lugar la familia fabricaba abrigos encerados que repelían el agua para los pescadores, la gente del campo, los navegantes y cazadores. La familia, padre e hijos siguieron centrados en sus impermeables y en 1934 Duncan Barbour, un motero de la época, lanzó su primera línea dirigida motociclistas. En 1940 la firma dio un paso más y empezó a comercializar sus prendas fuera de estos sectores.
Fue en 1974 cuando El Duque de Edimburgo, usuario diario de la prenda, concedió el honor a Barbour de ser el proveedor oficial de la Casa Real Británica, y desde entonces la Familia Real y la firma de abrigos han estado unidos tal y como se pudo ver en la cuarta temporada de «The Crown», en la que Guillermo, la reina Isabel y la Princesa de Gales lucen un Barbour en diferente en cada capítulo.
La prenda que aparece en los capítulos dedicados a las vacaciones de la familia de la reina Isabel II en Balmoral -donde se puede ver a los ‘royals’ vistiendo diferentes artículos de la firma para ir a montar a caballo, cazar o pasear por las montañas- se convirtió rápidamente en el producto más buscado, según los datos de Lyst, la plataforma global de búsqueda de moda.
Parece que cada vez que la popularidad de Barbour podría estar en declive, una nueva generación la encuentra y se enamora de su artesanía. Un festival de música de Glastonbury en 2007, especialmente empapado de barro, hizo que artistas de la talla de Lily Allen y Arctic Monkeys se pusieran las queridas chaquetas de cera durante sus actuaciones, y ayudó a que Barbour llegara a un grupo demográfico más joven. Carlson también cree en la capacidad de maleabilidad de la marca. La reciente colaboración de Rowing Blazer con la marca generó un colorway dividido que hace referencia a los dos queridos colores (azul marino y verde oscuro) por los que Barbour es conocido. «Se trata de divertirse con los clásicos, mostrando que son, o pueden ser, cualquier cosa menos estirados».
Desde una perspectiva puramente masculina, la marca volvería a ser puesta en primer plano por otro icono británico: James Bond. En la película Skyfall de 2012, el Bond de Daniel Craig se aventura a la casa de su infancia antes del enfrentamiento final con el villano de la película. Allí, Bond vuelve a sus raíces campestres, echando mano de un abrigo de tiro Barbour mientras se enfrenta a los intrusos dentro y fuera de su casa, al estilo de Solo en casa. La diseñadora de vestuario de Skyfall, Jany Temime, declaró el pasado otoño que su objetivo era crear un Bond que «se pudiera imitar de verdad». Y lo consiguió: una rápida búsqueda en Google ofrece todo lo que necesitas saber para comprar la chaqueta exacta que Craig lleva en la película.
«Siempre nos hemos mantenido fieles a nuestra herencia y a los principios fundacionales de mi tatarabuelo de atención al detalle, durabilidad y adecuación al propósito«, dice Helen Barbour cuando se le pregunta por la longevidad y el éxito de la marca. Es algo que se ve fácilmente en la última colección de Barbour, Icons Re-engineered, que presenta actualizaciones de algunas de sus prendas más conocidas. «Ofrecer prendas de alta calidad que sean funcionales, auténticas y prácticas, pero que sigan siendo relevantes para nuestros clientes de hoy».
Una marca heredada siempre evocará un cierto sentimiento de una época y un lugar. Pero 125 años después de su fundación, Barbour sigue inspirando a las nuevas generaciones con productos que se mantienen fieles a sus raíces del siglo XIX. Está claro que para muchos, Barbour es uno de los mejores legados de la moda: una prenda inmortal que nunca falla, un legado de sofisticación y calidad, una tradición artesanal, un producto verdaderamente generacional que ha resistido, y seguirá haciéndolo, a la prueba del tiempo.
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