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Todo lo que necesitas saber sobre la demencia: cómo empieza, cómo prevenirla y cómo tratarla

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Casi la mitad de los casos de demencia podrían prevenirse o retrasarse.

La demencia avanza imparable como un caballo desbocado. A fecha de hoy, más de 55 millones de personas sufren demencia a nivel mundial, y cada año se suman casi diez millones de casos nuevos a los ya diagnosticados, según alerta la Organización Mundial de la Salud.

Y los pronósticos no son nada halagüeños: las autoridades sanitarias estiman que para el año 2050 se triplicará el número de personas que vivirán con algún tipo de demencia, en torno a 153 millones.

La demencia es un término general que se utiliza para describir una serie de síntomas asociados con una caída en la memoria, el pensamiento y las habilidades sociales que interfieren en la vida diaria de una persona. En sí misma, no es una enfermedad específica, sino el resultado de diversos trastornos y lesiones que afectan al cerebro.

Hasta el 70% de las demencias tienen que ver con el alzhéimer

La enfermedad de Alzheimer, que se caracteriza por una pérdida progresiva de las funciones cognitivas, es la forma más común de demencia, y puede representar entre un 60% y un 70% de los casos.

A ella se suman la demencia vascular, causada por una serie de pequeños accidentes cerebrovasculares que afectan el flujo sanguíneo del cerebro; la demencia con cuerpos de Lewy, que se caracteriza por depósitos anormales de proteínas en partes del cerebro que controlan la memoria, el pensamiento y el movimiento; y la demencia frontotemporal, desatada por un grupo de trastornos que gradualmente dañan los lóbulos frontales y temporales del cerebro, responsables de la personalidad y el comportamiento.

Aunque cada tipo de demencia tiene su propia evolución, todas ellas comparten una pequeña lista de señales de alerta que avisan de que el proceso neurogenerativo está en marcha. La pérdida de memoria a corto plazo, por ejemplo, es uno de los signos más prematuros y comunes. Las personas pueden olvidar eventos recientes, repetir preguntas o conversaciones, y olvidar citas o compromisos.

Cómo empieza la demencia

El diagnóstico precoz de la demencia es importante porque abre la puerta a intervenciones que podrían ralentizar la progresión de la enfermedad.

También empieza ser patente la dificultad para completar tareas diarias que solían hacer fácilmente, como cocinar, manejar dinero o recordar cómo llegar a lugares conocidos. Algunas personas sufren problemas de lenguaje que evidencian la presencia de una demencia: pueden mostrar dificultades para encontrar las palabras correctas, seguir o participar en conversaciones, o incluso comprender palabras.

Para llevar a cabo el diagnóstico precoz, el neurólogo además pregunta al paciente —o al familiar— si ha sufrido problemas de desorientación en el tiempo y el espacio, si ha mermado la capacidad para tomar decisiones razonables o juiciosas; si ha experimentado cambios de humor y personalidad; o si ha perdido el interés en actividades y pasatiempos con los que solía disfrutar.

El diagnóstico precoz de la demencia es importante porque abre la puerta a intervenciones que podrían ralentizar la progresión de la enfermedad, mejorar la calidad de vida y proporcionar a las personas y sus familias más tiempo para planificar el futuro espinoso que les espera a ellas y, cómo no, al afectado por la demencia.

Los métodos de diagnóstico tradicionales, como las pruebas de memoria y las técnicas de neuroimagen, caso de la resonancia magnética (RM) y la tomografía por emisión de positrones (PET), para sacar a la luz la atrofia del encéfalo, con frecuencia detectan la enfermedad solo después de que se haya producido un daño neuronal significativo. Estos métodos no son lo suficientemente sensibles como para descubrir los primeros cambios en la función cerebral que preceden a los síntomas clínicos.

Cómo prevenir la demencia

Un modelo de aprendizaje automático predice la demencia con una precisión de más del 80% hasta nueve años antes del diagnóstico clínico.

La detección cuanto antes de la demencia es una carrera contrarreloj para la neurociencia. En un estudio pionero publicado en Nature Mental Health, investigadores de la Universidad Queen Mary de Londres han desarrollado un nuevo método para predecir la demencia con una precisión de más del 80% hasta nueve años antes del diagnóstico clínico.

Este método, que supera las pruebas de memoria tradicionales y las mediciones de la contracción del cerebro, se basa en la detección de cambios en la red de modo predeterminado (DMN) del cerebro mediante imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) y el entrenamiento de un modelo de aprendizaje automático, según cuenta Charles R. Marshall y sus colegas de la Universidad Queen Mary de Londres en la revista Nature Mental Health.

Recordemos que la DMN es un conjunto de áreas del cerebro que muestran una mayor actividad cuando no estamos enfocados en el mundo exterior y nuestras sesera está en reposo consciente, como durante el ensueño despierto, la divagación mental o la reflexión sobre el pasado o el futuro.

Depósitos y ovillos de proteínas que aceleran el deterioro de las capacidades cognitivas

La red de modo predeterminado es interesante porque se activa en momentos de reflexión interna o cuando no estamos realizando tareas que requieren atención hacia el exterior.

En palabras de Marshall, «predecir quién va a desarrollar demencia en el futuro será vital para desarrollar tratamientos que puedan prevenir la pérdida irreversible de células cerebrales que causa sus terribles síntomas». Y añade: «Aunque estamos mejorando en la detección de las proteínas en el cerebro que pueden causar la enfermedad de Alzheimer, muchas personas viven durante décadas con estas proteínas en el cerebro sin desarrollar síntomas de demencia».

No hay que olvidar que existe un grupo de entes proteicos implicados en el desaguisado cerebral que conduce a la demencia. Se sabe que en el cerebro de los pacientes con alzhéimer ocurre una acumulación de placas de beta-amiloide y la aparición de una proteína llamada tau, que forma letales ovillos neurofibrilares dentro de las células nerviosas.

Algunos medicamentos, como los anticuerpos monoclonales aducanumab y lecanemab, están concebidos para atacar a las placas de beta amiloide que aparecen en la sustancia gris del cerebro de los pacientes con alzhéimer, lo que permite disminuir la velocidad a la que progresa la enfermedad.

Las proteínas que corretean por la sangre también podrían actuar a modo de pitonisas capaces de anticiparse a los síntomas de la demencia. Así, en el estudio más grande de su tipo, un equipo de científicos de la Universidad de Fudan (China) y de la Universidad de Warwick (Reino Unido), han descubierto que un análisis de sangre que detecta proteínas específicas podría predecir la demencia hasta quince años antes de que una persona reciba un diagnóstico oficial.

Cómo se diagnostica la demencia

Once proteínas en la sangre delatan a la demencia

Como cuenta los investigadores en la revista Nature Aging, han encontrado once proteínas —biomarcadores, en este caso— que tienen una notable precisión del 90% a la hora de predecir la aparición de una demencia en el futuro. En concreto, cuatro de ellas — GFAP, NEFL, GDF15 y LTBP2— están muy asociadas con la demencia causada por todas las causas, por el alzhéimer y la demencia.

Los neurólogos advierten de que el incremento de los casos de demencia es uno de los efectos colaterales que vienen de la mano del aumento de la esperanza de vida. Las personas viven más tiempo que antes en todo el mundo.

En 2023 la esperanza de vida en España subió hasta llegar a los 84 años Hoy la mayor parte de la población tiene una esperanza de vida superior a los sesenta años. Durante el 2023 la esperanza de vida en España subió hasta llegar a los 84 años: 86,7 años, para las mujeres y 81,2, para los hombres.

Para 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá sesenta años o más

Pero no somos los únicos, ya que todos los países del mundo están experimentando un incremento tanto de la cantidad como de la proporción de personas mayores en la población, según la OMS. Esta organización calcula que para 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá sesenta años o más.

En solo siete años, el grupo de población en esta horquilla de edad habrá subido de mil millones en 2020 a 1.400 millones. Y para 2050, esta cifra alcanzará los 2.100 millones. Pero aquí no queda la cosa: se prevé que el número de octogenarios, nonagenarios y centenarios se triplique entre 2020 y 2050, hasta alcanzar los 426 millones.

Aunque la edad es el factor de riesgo más patente de la demencia, esta no es una consecuencia inevitable del envejecimiento biológico. De hecho, no constituye una parte normal del envejecimiento.

Basta con pensar que la demencia no afecta exclusivamente a las personas mayores; por ejemplo, los casos de inicio temprano, esto es, cuando los síntomas aparecen antes de los 65 años, representan hasta un 9% de los casos.

El papel de mutaciones en los genes

Mutaciones en ciertos genes causan problemas de memoria y cognitivos. Tras la edad, la genética ocupa el segundo lugar en la predisposición a desarrollar ciertos tipos de demencia.

Por ejemplo, las personas que heredan una copia del gen APOE-e4 tienen un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer, y el riesgo es aún mayor si se heredan dos copias. Y mutaciones en los genes MAPT (proteína tau) y GRN (progranulina) están asociadas con formas hereditarias de demencia frontotemporal.

Poco o nada podemos hacer contra el paso de los años y las taras en el ADN, pero la buena noticia es que sí hay variables asociadas a la demencia que sí se pueden modificar. En efecto, la Comisión Lancet en demencias, formada por veintisiete líderes mundiales expertos en este problema, acaba de publicar en la revista del mismo nombre un informe que sugiere que casi la mitad de las demencias se podrían sortear o, al menos, retrasar tomando las medidas preventivas adecuadas.

La explicación de los hallazgos que se vierten en el informe podría reducirse a una combinación de unos sencillos consejos que se cimentan en el fomento del desarrollo físico y la salud del encéfalo, la prevención de daños cerebrales y la potenciación y el mantenimiento de la estimulación neuronal, que de por sí ayuda a la buena salud y el buen funcionamiento de nuestra sesera. «Las investigaciones han demostrado que mantener un estilo de vida físicamente activo, llevar una dieta saludable, participar en actividades sociales y evitar comportamientos que comprometan la salud, como fumar y consumir alcohol en exceso, pueden reducir el riesgo de demencia», nos aconsejan desde la Organización Panamericana de la Salud.

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