Modo oscuro Modo claro

El restaurante en el que sirven la chuleta madurada (125 €) más jugosa y contundente de la Madrid

Salon comedor del restaurante las Brasas de Castellana de Madrid Salon comedor del restaurante las Brasas de Castellana de Madrid

El restaurante Las Brasas de Castellana, en el hotel Rosewood Villa Magna, apuesta por una parrilla de alto nivel donde manda el fuego y el producto habla por sí solo.

Aunque pueda sonar a exageración, lo cierto es que cuesta encontrar mesa en Las Brasas de Castellana un viernes por la noche sin haber reservado con antelación. Y no estamos hablando de una dirección de moda pasajera, ni de un restaurante con mucho humo (nunca mejor dicho) y pocas nueces. Estamos hablando de una de esas brasseries con fundamento, donde el fuego no es un reclamo estético, sino la columna vertebral de toda una propuesta pensada para disfrutar.

El restaurante, que ocupa una de las zonas más agradables del hotel Rosewood Villa Magna –con ventanales que dan a los jardines y una terraza que, en primavera, se convierte en tesoro escondido–, lleva tiempo posicionándose como el plan perfecto para quienes buscan cenar bien, con producto de temporada, sin artificios ni giros innecesarios.

Jardín del restaurante Las Brasas de Castellana en el hotel Villa Magna de Madrid

Aquí todo gira alrededor de las brasas, sí, pero no de forma aburrida o predecible. Y parte de la culpa la tiene su cocina vista: un escenario que se disfruta incluso antes de que llegue el primer plato. Ver cómo se mueve el equipo, cómo se manejan los cortes y cómo chisporrotean las piezas en la parrilla hace que el apetito empiece a trabajar desde el minuto uno.

Tapear como se debe, y no de cualquier manera

Si eres de los que disfruta de empezar la cena con algo para picar y romper el hielo, aquí hay opciones que van mucho más allá de las clásicas raciones.

La ensaladilla de buey de mar merece abrir el festín: fresca, cremosa, bien equilibrada y con un sabor a mar que no suele encontrarse tan fácilmente. Y el pulpo a la parrilla, servido con una emulsión de ajada, espinaca y patata mini, se entiende en cuanto lo pruebas. No necesita explicación, solo un buen trozo de pan para acompañar.

Hay tapeo, sí, pero elevado a otro nivel… Nada que sobre ni que parezca metido con calzador por cumplir (como ya viene siendo habitual en tantos otros restaurantes de Madrid…).

Los crudos que hacen que te olvides de lo que venías a pedir

Aquí va una confesión: veníamos por la carne, pero lo que pedimos de la sección de crudos nos dejó completamente descolocados (en el buen sentido).

Primero el tartar de tarantelo de atún rojo, una apuesta segura en carta que llega bien aliñado, sin distracciones, cortado como toca y con un sabor que engancha. Pero el que de verdad se roba la escena es el carpaccio de wagyu, que llega sobre una emulsión de trufa y yema ecológica, con nueces, champiñón laminado y chalota. No sabríamos decir si es la carne o la mezcla lo que lo hace tan redondo, pero el resultado está muy por encima de lo habitual.

Aquí la carne va en serio

Si la cocina vista no te había convencido ya, espera a que empiecen a desfilar los platos fuertes. La sección «a la parrilla» no es una etiqueta más de la carta: es una propuesta «indecente».

Tienes cortes como el entrecot (desde 220 gramos, 52 €), que cumple con nota, pero si puedes y vas acompañado, lánzate a por el T-bone de vaca gallega (1.000 g) o la chuleta premium madurada Las Brasas (1.200 g). Carnes de las que no necesitan salsas ni fuegos artificiales, solo buen punto, buena maduración y un respeto absoluto al producto.

Y si lo tuyo va más por lo clásico, el solomillo Wellington (con su puré de patata y salsa Perigord) está perfectamente ejecutado, con hojaldre bien dorado, carne al punto justo y ese equilibrio que solo se consigue cuando hay alguien en cocina que sabe lo que hace.

El pescado también sabe jugar

Aunque el protagonismo se lo lleva la carne, aquí no se descuidan los pescados. Puedes preguntar por el pescado de lonja del día (55 €/kg), pero si quieres ir sobre seguro, pide el rodaballo asado, que viene con una reducción vegetal, puerro a la brasa y ajo negro. Jugoso, bien montado y con ese sabor que solo da el fuego bien controlado.

La bodega: bien seleccionada y sin tonterías

Una carta de vinos cuidada, con referencias bien elegidas tanto para clásicos como para quienes quieran salir del sota-caballo-rey.

Entre los espumosos, dos que nunca fallan: Louis Roederer Collection y el Louis Roederer Vintage Rosé, para empezar con chispa o terminar por todo lo alto.

En blancos, opciones interesantes como el Ossian (Verdejo), el Casal Novo (Godello) o el Jean León 3055 (Chardonnay). Y en tintos, desde el Mauro (Tempranillo) o el Marqués de Murrieta (Rioja), hasta apuestas menos obvias como A Ras de Suelo (Méntrida) o La Maldición (Vinos de Madrid).

Hay nivel, hay variedad y, sobre todo, hay ganas de acertar con el maridaje sin ponerte en apuros.

Un plan redondo en pleno centro de Madrid

Cenar en Las Brasas de Castellana es como volver a las bases sin renunciar a lo bueno. El producto está bien tratado, el ambiente es elegante sin ser impostado, y la propuesta cumple en todos los frentes: brasas, técnica, sabor y una sala que acompaña sin sobreactuar.

Es uno de esos sitios a los que puedes ir con tranquilidad, sabiendo que lo que vas a encontrar es cocina de verdad, hecha con mimo, con sentido y con un punto de sofisticación que nunca resulta excesivo. Y eso, en pleno centro de Madrid, ya es decir mucho.

Así que si buscas un buen restaurante para cenar en la capital, con brasas de verdad y sin postureos, ya sabes a dónde apuntar. Aquí el fuego no es decoración: es compromiso.

Reservar mesa en Las brasas de Castellana

Mantente al día de las últimas noticias
Al Suscribirte, aceptas nuestra Política de privacidad y nuestros Términos de uso
Publicación anterior
Próximas películas de Robert Pattinson

Robert Pattinson tiene algo entre manos (y no hablamos solo de The Batman 2)

Publicación siguiente
Las mejores zapatillas para vestir de hombre primavera 2025

Las mejores zapatillas para vestir si quieres dejar los zapatos guardados (pero seguir yendo impecable)

Publicidad