El restaurante La Salita, con una estrella Michelin y tres soles Repsol, propone un menú lleno de matices donde la gamba, la anguila y los cítricos valencianos son protagonistas.
Hay cocinas que no se conforman con agradar: quieren contar una historia. La del restaurante La Salita, en el corazón del barrio de Ruzafa en Valencia, lleva casi dos décadas haciéndolo. Con una estrella Michelin, tres soles Repsol y cinco menús distintos —cada uno con su enfoque y precio—, el proyecto de Begoña Rodrigo es un reflejo de su evolución como cocinera. Esta crítica se centra en el “Menú La Salita”, un recorrido de 190,70 € por persona donde se despliega su universo culinario más completo. Un menú que no solo habla del territorio, sino también de la libertad con la que lo interpreta.
El arranque: snacks, mar y chacinas que no lo son
El primer acto empieza antes de sentarse a la mesa, en una de las zonas más bonitas del restaurante: el jardín. Allí, se sirve el dobladillo de tonyina, una pieza delicada que introduce el juego entre tradición y descaro. Siguen las navajas con rabanizas y chufa, una combinación inesperada donde el toque dulce de la chufa equilibra la mineralidad del molusco.
Hay también una terrina de conejo suave, sabrosa, casi melosa, y una ensaladilla de ostra que lo cambia todo: fresca, con textura y con una acidez muy bien medida. El maki crujiente de coliflor, calamar y beurre blanc es uno de esos bocados que juegan con el contraste: crujiente por fuera, suave por dentro, con un punto graso que no empalaga.
El buñuelo de bacalao, servido en este primer bloque, es casi un guiño castizo que pone los pies en la tierra antes de pasar a las elaboraciones más complejas.
Pan, “La Tiara” y primeros matices vegetales
Cuando uno llega al comedor, le espera el pan —que aquí es protagonista— con una mantequilla de hierbas y un aceite de oliva que merecen mención especial. Pero el primer plato que realmente marca el pistoletazo de salida es “La Tiara”, un pase vegetal que juega con formas y texturas, con tallos de calabacín, un mojo verde y una espuma de setas escabechadas que añade profundidad sin saturar.
Sigue el sardajo de almendras frescas con pescado azul, que no solo refresca el paladar sino que refuerza la línea mediterránea del menú. Aquí no hay artificios: los sabores están bien equilibrados, todo tiene un porqué y una continuidad clara.
Mariscos, guisos y secuencias brillantes
El pase de bogavante con suquet, naranja y anisados merece una pausa. El marisco se sirve con mimo, con esa mezcla de potencia y dulzor cítrico que lo convierte en un plato memorable. Luego llega “La anguila”, que no es un plato, sino tres. Primero, con piñones y caviar, donde el ahumado y la salinidad hacen un dúo perfecto. Después, un blanquet que suaviza el perfil anterior. Y por último, una berlina que remata el bloque con un toque dulce-salado inesperado.
La cebolla en texturas es otro plato de transición donde vuelve a aparecer la acidez como hilo conductor, y prepara el terreno para la codorniz de maíz con trigo guisado y fondo escabechado: uno de los platos más intensos y redondos del menú. Aquí, la chef muestra su habilidad para tratar fondos, granos y proteínas sin perder ligereza.
Final dulce o salado: tú decides
En el momento del cierre, el comensal puede optar por una selección de quesos artesanos o añadir un postre por 8 € extra. El plato dulce del menú, “Naranja”, resume bien el enfoque de la casa: cítrico, fresco, con higos salteados en vino dulce Tintoralba y burbujas de “Hoya de la Iglesia”, un espumoso valenciano que redondea la propuesta sin empalagar.
Coherencia, riesgo y producto local
El menú está pensado como un viaje con principio y fin. Los bloques de platos no son casuales: primero se limpia el paladar, luego se intensifican sabores, se juega con el mar y se remata con el monte. La gamba roja de Dénia y la anguila demuestran que aquí se trata al producto con respeto, pero también con ganas de romper normas. Todo está bien medido: las acideces, los fondos, los dulces, los crujientes. La continuidad entre platos funciona.
Lo más destacable es cómo Begoña Rodrigo consigue dar protagonismo a lo vegetal sin renunciar al sabor. El uso de vinagres, cítricos y fermentados aporta brillo a la propuesta, sin restar contundencia.
Una cocina que ha crecido sin perder el alma
En 2025, La Salita cumple 20 años. Dos décadas en las que ha pasado de ser un restaurante de barrio a convertirse en una referencia nacional sin dejar de lado su esencia: cocinar desde el territorio, con libertad y con una mirada propia. El “Menú La Salita” no es solo una propuesta gastronómica: es un resumen de ese viaje.
Reservar mesa en el restaurante La Salita de Valencia
- Dirección: C/ Pere III El Gran, 11B, 46005 Valencia.
- Teléfono de reservas: 609330760
- Horario: DE LUNES A SÁBADO, Comidas: 13:30h a 14:45h. Cenas: 20:00h a 21:30h.
