Conocida como la Paciente de Nueva York, esta lleva ya dos años y medio sin rastro en su cuerpo del virus VIH, causante del llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida o sida. En 2017, la paciente, que, además de VIH, padecía leucemia, recibió un trasplante de células madre resistentes al citado agente viral para intentar paliar el cáncer sanguíneo que amenazaba su vida. La novedad de la terapia radicaba en que las células madre usadas en el tratamiento procedían de sangre de cordón umbilical en lugar de provenir de donantes adultos compatibles con la paciente. No hay que olvidar que las células madre o stem cells, que se producen en la médula ósea, son la materia prima del organismo, células que nacen sin oficio ni beneficio y que tienen el don de convertirse en cualquiera de los casi doscientos tipos celulares diferentes que encontramos en nuestro organismo, incluidas las células sanguíneas.
Los resultados preliminares del avance terapéutico fueron presentados en marzo de 2022 en la 29 Jornadas de Retrovirus e Infecciones Oportunistas, pero las conclusiones definitivas de la investigación acaban de ser publicadas esta semana en la revista Cell, donde podemos leer que la mujer está limpia de virus VIH.
Durante una conferencia de prensa telemática, la investigadora principal del trabajo Yvonne Bryson, pediatra experta en infecciones pediátricas de la Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.), ha asegurado que la Paciente de Nueva York se encuentra, a fecha de hoy, clínicamente sana, libre de leucemia y de VIH. «El virus no se detecta en los análisis sanguíneos muy sensibles que le hemos practicado», ha dicho Bryson, aunque se muestra cauta: tras treinta meses sin rastro del virus ni medicación antirretroviral, lo denominan «una posible cura más que una cura definitiva, básicamente a la espera de un periodo de seguimiento más largo».
Por otro lado, Bryson ha indicado que, si bien el trasplante de células madre de cordón umbilical no es aplicable a todas las personas con VIH, los resultados son una buena noticia que abren la puerta al desarrollo de una futura terapia que logre erradicar al escurridizo virus de órganos y tejidos.
El VIH, que continúa siendo uno de los mayores problemas para la salud pública mundial, se ha cobrado 40,1 millones de vidas desde que se detectaron los primeros casos en 1981 y se calcula que a finales de 2021 había 38,4 millones de personas que vivían con el virus, según la OMS.
La infección por el virus del sida, que ataca el sistema inmunitario y debilita las defensas contra muchas infecciones y determinados tipos de cáncer que las personas con un sistema inmunitario más fuerte pueden combatir más fácilmente, es, en este momento, incurable.
No hay vacunas preventivas ni medicamentos que acaben con el VIH de forma definitiva; los retrovirales, ingeridos de por vida, rebajan al mínimo la carga viral, pero no consiguen exterminarlos del todo, ya que el virus posee una extraordinaria capacidad para zafarse del sistema inmune y evitar ser destruido.
En efecto, el virus se esconde en un tipo de células inmunes, llamadas macrófagos, donde puede permanecer hibernando durante décadas. Si se abandona la medicación, despierta y vuelve a multiplicarse. En este sentido hay que decir que, una minoría de las personas infectadas por el VIH, que no supera el 0,5 %, son capaces de controlar la replicación del virus sin necesidad de terapia. Son los llamados controladores de élite, cuyo sistema de defensa mantiene al agente viral en fase latente de forma espontánea, sin antivirales.
En cualquier caso, el VIH ha pasado de ser una enfermedad mortal a crónica, algo impensable hace solo treinta años. Pero ¿es posible su erradicación? Las investigaciones en torno al sida avanzan a pasos agigantados, y todo apunta a un futuro prometedor en el campo de los fármacos antirretrovirales, las vacunas terapéuticas y los medicamentos preventivos. Y también están los trasplantes de células madre, que han servido para curar a cuatro personas con VIH.
Antes de nada, hay que decir que se trata de casos excepcionales, resultado, como ha explicado Bryson, de una intervención biomédica imposible de trasladar a la población general con VIH, debido a su agresividad y complejidad. Para empezar, los cuatro pacientes, como hemos avanzado, arrastraban una leucemia y la única opción terapéutica era someterse a un trasplante de células madre.
En 2007, el estadounidense Timothy Brown, el Paciente de Berlín, se erigió en la primera persona con VIH que se sometió con éxito a esta terapia celular para combatir la anemia mieloide aguda que sufría.
En 2020, otra persona con VIH, el chef Adam Castillejo, el Paciente de Londres, recibió un trasplante de células madre contra su linfoma de Hodgkin; treinta meses después, sus médicos informaron de que el virus permanecía indetectable en la sangre de Castillejo veintinueve meses después de la interrupción del tratamiento con antirretrovirales. Y en febrero de 2023, el equipo dirigido por el virólogo Björn-Erik Jensen, del Hospital Universitario de Düsseldorf (Alemania), comunicó en la revista Nature que el Paciente de Düsseldorf, con leucemia mieloide aguda y positivo al VIH en 2008, se había mantenido libre del virus desde que suspendió el tratamiento antiviral en 2018.
En los tres casos, la terapia consistió en vaciar la médula ósea del paciente, donde se encuentran las células madre que sintetizan las células sanguíneas, para eliminar el proceso oncológico y rellenarla con células madre extraídas de un donante adulto compatible. Esto reduce el riesgo de que el sistema inmunitario del receptor ataque el material biológico procedente del donante. Pero no sirve cualquier donante afín: las células madre para la transfusión han de tener en su ADN dos copias de una mutación natural del gen CCR5. Dicha variante, conocida como delta 32, evita que el virus del sida entre e infecte células sanas.
Dado que el perfil biológico de los tejidos se hereda, el origen étnico de una persona influye en su capacidad para encontrar un donante compatible. Tener dos copias de la mutación CCR5Δ32/Δ32 es raro, pues aparece en menos del 1 % de las personas procedentes del norte de Europa; la variante es aún más infrecuente en otras poblaciones. Sin duda alguna, esta particularidad limita la posibilidad de usar células madre hematopoyéticas con la mutación beneficiosa en pacientes de diferentes razas o etnias.
«La epidemia de VIH es racialmente diversa, y es extremadamente raro que las personas afroamericanas y mestizas encuentren un donante adulto no emparentado suficientemente compatible», ha declarado Bryson. Este fue el caso de la Paciente de Nueva York, una mujer descendiente de padres de diferentes etnias. Este particular alejaba la posibilidad de encontrar un donante adulto compatible. Fue entonces cuando Bryson y su colega Deborah Persaud, de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins (EE. UU.), pensaron en recurrir a los bancos de sangre de cordón umbilical, donde se registran y almacenan congeladas células madre hematopoyéticas provenientes de la sangre del cordón umbilical de los recién nacidos.
«El hecho de contar con un banco facilita la búsqueda de trasplantes compatibles. Ha abierto realmente la puerta para ayudar a más pacientes», ha declarado Jingmei Hsu, del Hospital Presbiteriano de Nueva York en la revista New Scientist.
Las células madre con la mutación CCR5Δ32/Δ32 que podían salvar la vida de la Paciente de Nueva York se encontraban en el banco de sangre de cordón umbilical de StemCyte, en California. Tras su preparación, las células milagrosas fueron inyectadas junto con una muestra de células madre procedentes de un familiar compatible, aunque carente de la mutación beneficiosa. Esto se hizo así para que estas últimas ayudaran, a modo de ángeles guardianes, a que las primeras se multiplicasen de forma más rápida y eficaz.
El implante resultó ser un éxito. Como explican los autores del estudio en la revista Cell, treinta y siete meses después de recibir la inyección de células madre portadoras de la variante CCR5Δ32/Δ32, la Paciente de Nueva York dejó el tratamiento antirretroviral. Y dos años y medio más tarde, en su cuerpo no queda rastro del virus. «Con el tiempo que lleva, es algo bastante sólido. Yo lo pondría como un caso de curación», ha asegurado en El País Javier Martínez-Picado, investigador de IrsiCaixa y colíder del consorcio internacional IciStem.
Hay pues motivos para la esperanza. En este sentido, varios equipos de investigación internacionales están probando el potencial médico de las células madre extraídas del propio cuerpo del paciente, pero modificadas genéticamente para pegar en ellas la mutación CCR5Δ32/Δ32 y de este modo acorralar al virus VIH.
Artículo publicado por Enrique Coperías
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