Cómo superar un trauma: una mirada curiosa y amable para perdonar a nuestro pasado

cómo-superar-un-trauma

Imagen de la película «Invencible», sobre la vida de Louis Zamperini. Una película sobre cómo superar los traumas en la vida y basada en hechos reales.

Por Tomás Navarro

“Paz para vivir, piedad para olvidar y perdón para recordarlo todo sin dañar ni dañarnos y alcanzar, con más letras que armas, el noble y nada fácil oficio de ir tirando con libertad y justicia”

Manuel Azaña

Si hablamos de traumas hablamos de pasado y cuando hablamos de pasado hablamos de recuerdos. Recuerdos que condicionan cómo nos relacionamos, qué sentimos, qué pensamos, a quien amamos e incluso de qué trabajamos.

Que irónico ¿verdad? El pasado debería ser una influencia y no un determinante, pero lo cierto es que para muchas personas el pasado les persigue como una bestia oscura y despiadada que no le permite vivir plenamente su presente.

Así que vamos por partes. Los recuerdos siempre son diferentes de lo que ocurrió en realidad. Tómate un minuto para analizar esta frase. ¿Te das cuenta? Estás condicionando tu vida por algo que ni tan solo es real y es por eso que no me gusta nada trabajar con el pasado. ¿Qué vas a construir a partir de recuerdos vagos, distorsionados y mal archivados? ¿A dónde vas a llegar mirando para atrás? ¿Qué te va a pasar si vas conduciendo sin dejar de mirar el espejo retrovisor?

¡No puedes cambiar tu pasado! No pudiste elegir dónde naciste, ni tu familia, ni donde creciste, pero a veces, esas tardes lluviosas y frías de otoño, después de ese día duro de trabajo, de una decepción, de un desengaño o una traición, el pasado aprovecha para soltar todos sus demonios y fantasmas sobre tu presente haciéndote creer que eres responsable de algo que nunca pudiste controlar.

En esos momentos bajos donde la emoción secuestra la razón, te conviertes en un talentoso, sagaz y diestro maestro de la historia ficción reviviendo todo lo que pudo ser y jamás fue, castigándote por no saber lo que ahora sabes, lamentándote por lo todo lo que no hiciste y atribuyéndote adeudos que no eran tuyos.

Cuando se forma nuestra identidad somos tremendamente vulnerables. Nuestra identidad depende de la imagen que nos devuelven. Confundimos opiniones con hechos, creemos a pies juntillas las sentencias que dictan de nosotros, incapaces de filtrar el grano de los espantos y traumas de nuestro crítico como si nuestro padre, ese profesor de ciencias sociales o la tía María fueran catedráticos de personalidad de una prestigiosa universidad.

Ten cuidado con las sentencias que han dictado sobre ti. No las interiorices. Posiblemente no sean ciertas. Nos creemos lo que han dicho de nosotros, interiorizamos miedos ajenos, heredamos temores y creemos que valemos lo que nos han contado. En cualquier caso es mejor que te des la oportunidad de conocerte a ti mismo y de modificar tus conclusiones sobre cómo crees que eres. ¿Y cómo lo consigues? Pues con una mirada curiosa y amable.

Céntrate en el presente y en reconocerte de nuevo. Entiendo que necesites revisar el pasado y, si lo vas a hacer, te animo a que adoptes esa mirada amable que te he comentado para que te ayude a entenderlo, contextualizarlo y reinterpretarlo con la información que ahora ya tienes.

Olvida, archiva y perdona. No sigas cargando con algo que ya pasó, con esas ideas corsé que has escuchado hasta la saciedad y que has dado por buenas o con ese dolor que te apartó de una vida plena.

Perdona, sí, perdona. Rompe ese círculo tóxico, descarga tu zurrón, deja la rabia y el rencor en la cuneta. El odio te mantiene en un abrazo tóxico unido a tu enemigo. ¡Qué ironía! El sufrimiento no termina con el final del trauma, termina con el perdón de tu verdugo.

Perdonar no significa pasar página a ciegas. Perdonar es la acción que te va a permitir aprender de un hecho pasado con el objetivo de que no se repita dicha situación. Aprende y perdona.

El perdón es una acción íntima que no requiere de la aprobación de nadie, ni tan solo de que se lo comuniques a la otra parte. Para perdonar es necesario contextualizar lo ocurrido y eso únicamente lo conseguiremos con cierta perspectiva. Cuando perdonas te sientes mejor y puedes cerrar una etapa, quitarte un peso, soltar lastre y vaciar un cajón que podrás volver a llenar de buenos recuerdos y nuevas experiencias.

Sí, cierra un ciclo para poder abrir otro. Recuerda que no puedes hacer nada con el pasado pero sí con el presente como por ejemplo crear bonitas nostalgias futuras. ¿No te parece mucho más efectivo? En tu mano están tus recuerdos futuros.

Camina ligero mirando al frente, deja de mirar atrás. Adopta una mirada alta, centrada en un objetivo, persiguiendo una ilusión o focalizada en un proyecto… Una mirada que no tiene el más mínimo interés de hurgar en un desván lleno de fotos viejas, veladas y roídas.

Acepta lo vivido, diseño lo que vivirás, lo que recordarás, lo que sí que está en tu mano y no tardes en archivar esos recuerdos para dejar espacio para nuevas ilusiones. ¿Pero que pasa cuando los recuerdos se cuelan en tu mente sin pedir permiso?

Pues pasa que esos recuerdos te están diciendo que le estás dando más importancia a lo pasado que a lo que tienes que pasar. Utiliza el pasado como un trampolín, no como un sofá. Afortunadamente somos tan plásticos que nuestro ADN es capaz de cambiar hasta el mismo día de nuestra muerte y no me digas que si tu ADN puede cambiar tú no vas a ser capaz de dejar todos esos traumas y heridas, esos espectros y desvaríos en cualquier lugar siempre que no sea tu vida, tu presente y tus proyectos.

Recuerda, el pasado, pasado está. Ten cuidado no vayas a tomar tus decisiones, vivir tu vida o decidir a quien amas en función de tus recuerdos…

Piensa bonito para tener una vida bonita. Lo que has vivido te ha traído hasta aquí, pero ahora mismo, si así lo deseas, puedes decidir qué camino tomar, con la libertad de quien sabe que todo está por hacer, que lo vivido no es más que una experiencia y que la vida es demasiado corta como para no ser valiente.

Sí, valor, valor para dar un último vistazo a tu pasado, a tus traumas y a tu herencia educativa… Una última mirada, como la de quien mira ese pretérito que no volverá… Una mirada de despedida, amable, tierna y agradecida por lo vivido. Una mirada de despedida que, seguida de un parpadeo, tiene ganas de descubrir nuevos lares, nuevas ilusiones y nuevos propósitos. Deja el pasado en el pasado.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: