Una coach emocional y un sexólogo nos ayudan a entender por qué muchas mujeres pierden el deseo sexual en relaciones largas y cómo afrontarlo sin caer en el reproche ni la culpa.
Primero fue el cansancio. Luego el estrés, los niños, las preocupaciones, las rutinas. Y, casi sin saber cómo, os habéis convertido en compañeros de piso que comparten cama, pero no piel. Cada noche, lo mismo: tú con tu móvil, ella con su libro. Un beso de buenas noches, y cada uno para su lado. Sin contacto, sin intención, sin deseo.
La situación te angustia. Te preguntas qué está pasando. ¿Sientes que tu pareja no te ama lo suficiente? ¿Ya no me desea? ¿Se ha enamorado de otro? ¿Esto es el principio del fin?
Antes de caer en el bucle del reproche o la paranoia, la coach emocional Virginia Cosme propone hacer un alto.
“Es fácil culparse o culpar al otro, pero el deseo sexual no desaparece porque sí. A veces responde a dinámicas de pareja, otras al contexto vital o incluso al propio ciclo hormonal”.
Virginia Cosme
Lo que el deseo dice (y lo que no)
Según el Dr. Gabriel Genise, Psicólogo y Sexólogo Clínico, “el deseo sexual no es una constante; fluctúa y se ve afectado por múltiples factores, desde el estado emocional hasta el estrés crónico o la forma en la que se gestiona la intimidad cotidiana”.
Genise se basa en estudios publicados en el Journal of Sex Research y Archives of Sexual Behavior que respaldan esta visión: existe una relación directa entre la calidad de las relaciones sexuales y la satisfacción conyugal, tanto en hombres como en mujeres. Pero la diferencia está en cómo afecta el rechazo.
“En los hombres, la negativa sexual suele vivirse como una amenaza directa a su autoestima”, explica el especialista. “Surgen pensamientos del tipo ‘ya no soy atractivo’, ‘no le excito’, ‘me está evitando’, lo que puede desembocar en un sentimiento profundo de inseguridad”.
Cuando el deseo desaparece sin decir adiós
¿En qué momento pasasteis de buscaros con deseo a evitaros sin decirlo? ¿Cuándo empezó a ser aburrida tu relación de pareja? Quizás fue tras el nacimiento de un hijo, el regreso a casa después de una jornada laboral agotadora, o simplemente un día más en el que os fuisteis a dormir espalda con espalda. Hasta que dejaste de contar los días.
Y ahora estás ahí, en silencio, preguntándote qué ha cambiado. Te atacan los pensamientos intrusivos: “Seguro que está con otro”, “ya no me desea”, “nos estamos apagando”. Pero antes de encender todas las alarmas, conviene hacer zoom. Según la coach emocional Virginia Cosme, “el deseo sexual no se esfuma de un día para otro. Es un síntoma, no una causa. Y muchas veces, detrás de esa desconexión hay cansancio, estrés o una dinámica de pareja que se ha vuelto insostenible sin darnos cuenta”.
La falta de sexo no siempre tiene que ver con infidelidad o desamor. Tiene que ver con lo que pasa fuera de la cama: con los ritmos que arrastramos, con la mente sobrecargada, con una feminidad que a veces se disuelve tras la maternidad o se difumina bajo las exigencias del día a día.
El Dr. Gabriel Genise, Psicólogo y Sexólogo Clínico, lo explica con claridad: “La frecuencia y la calidad de las relaciones sexuales están relacionadas con la satisfacción emocional de ambos. Pero para muchos hombres, el rechazo sexual no solo es una negativa. Es un espejo que devuelve inseguridad, dudas y miedo a no ser suficientes”.
Las razones que no ves… pero que lo explican todo
Hablar de sexo sigue siendo complicado. Pero hablar de su ausencia lo es aún más. Especialmente cuando una de las dos partes empieza a sentir que ya no es deseada. Aquí te dejamos algunas de las razones más comunes —y menos admitidas— por las que muchas mujeres se alejan del sexo. No para justificarlo. Para comprenderlo.
“El deseo no se apaga porque sí. Si el cuerpo te está diciendo algo, es porque hay una razón.”
— Virginia Cosme, coach emocional
1. La presión constante lo convierte en obligación
A veces, no hay mayor apagón que sentirse forzada a encenderse. Cuando una mujer percibe que el sexo se ha convertido en una exigencia tácita, algo que “toca” hacer para que el otro esté bien, empieza a desconectarse. No se trata solo de que no le apetezca. Es que siente que está fallando si no responde a esa expectativa.
Un ejemplo clásico: ella llega agotada de un día de trabajo, niños, responsabilidades… y tú inicias el acercamiento. Pero ya no lo interpreta como un gesto de intimidad, sino como una presión añadida. Y empieza a evitarlo. Sin rencor, pero con distancia. Porque cuando el sexo deja de ser un deseo mutuo y se convierte en una tarea, la intimidad se resiente.
2. No ha perdido el deseo por ti, lo ha perdido en general
Hay etapas en las que el deseo no desaparece por una crisis de pareja, sino por una crisis personal. Cambios hormonales, fatiga mental, ansiedad o el uso de anticonceptivos pueden desajustar la líbido sin que haya una razón clara.
Ella puede seguir queriéndote, admirándote, cuidándote… y aun así no tener ganas de acostarse contigo ni con nadie. Porque el deseo, a diferencia del amor, no es constante ni está garantizado. Y cuando su energía está puesta en sobrevivir al día a día, lo último que quiere es sentirse obligada a rendir en la cama también.
3. Ya no siente que el sexo sea una forma de conexión
Para muchas mujeres, el sexo no es solo físico. Es emocional. Es sentirse vista, valorada, escuchada. Cuando ese vínculo se pierde fuera del dormitorio, es difícil mantenerlo dentro. Si durante el día se siente ignorada, poco apreciada o distante emocionalmente, es probable que su deseo también se apague.
Ejemplo real: si lleváis semanas sin hablar de nada que no sea logística familiar o trabajo, si no hay caricias espontáneas, si todo está medido y programado… ¿cómo se va a encender el erotismo? El cuerpo reacciona a lo que la emoción permite.
4. No se gusta a sí misma (y por eso no quiere que la veas)
Cuando una mujer atraviesa un momento de baja autoestima, su reflejo en el espejo se convierte en una barrera. Puede que tú la sigas viendo igual de atractiva, pero si ella no lo siente, no podrá disfrutar del sexo con libertad.
No se trata solo del físico. A veces es un posparto que ha dejado huella. O una etapa en la que ha engordado, ha perdido tono, o simplemente ya no reconoce su cuerpo. La inseguridad se convierte en escudo. Y el deseo, en una zona prohibida. Lo último que quiere es que la desnudez se convierta en juicio.
5. La rutina ha devorado la novedad
No discutís. No os lleváis mal. Pero tampoco os tocáis. Y eso, aunque no duela, también erosiona. La rutina tiene una forma sigilosa de instalarse en la cama: vais a los mismos sitios, cenáis en el mismo sofá, tenéis las mismas conversaciones. Y, cuando hay sexo, es una coreografía que ambos podríais anticipar con los ojos cerrados.
El deseo necesita juego, sorpresa, y algo de misterio. Si ya no hay nada nuevo que explorar —ni en el cuerpo ni en la conversación—, es difícil que surja la chispa. No porque no haya amor, sino porque falta lo inesperado.
Qué hacer si no me siento deseado
No hay fórmulas mágicas. Pero sí hay caminos. Y casi todos empiezan por lo mismo: bajarle el volumen a la exigencia y volver a mirarse sin reproches. Si el sexo se ha convertido en un tema tabú, en un motivo de discusión o en un recuerdo lejano, tal vez es hora de empezar por lo más simple: recuperar el vínculo. Sin prisa. Sin guión. Con curiosidad.
1. Explora el contacto sin presión
El deseo no aparece porque lo exijas. Aparece cuando el cuerpo se siente seguro, relajado, disponible. En lugar de obsesionarte con “volver a tener sexo”, puedes empezar por algo más básico: abrazarla. Sin doble intención.
Dale un masaje, acaríciala mientras habláis, acércate solo para besarla sin esperar nada después. Cuando hay espacio para el tacto sin expectativas, es más fácil que el cuerpo —y el vínculo— vuelvan a responder.
2. Recupera la curiosidad por ella
Con los años dejamos de preguntar. Damos por hecho que ya lo sabemos todo del otro. Pero el deseo se alimenta de novedad, incluso dentro de lo conocido. Volver a conocerla puede ser más erótico de lo que crees.
Pregúntale qué le gusta ahora, qué cosas le excitan, qué parte de su cuerpo le gustaría explorar más. No desde la estrategia, sino desde el deseo real de redescubrirla. Las respuestas pueden sorprenderte. Y excitarte.
3. Cread un espacio sin pantallas ni distracciones
La mayoría de las parejas hoy hablan más por WhatsApp que en persona. Aunque vivan juntas. Aunque duerman en la misma cama.
Un buen comienzo puede ser reservar un rato del día sin móviles, sin series, sin estímulos ajenos. Solo vosotros dos, sin interferencias. La intimidad también se construye en el silencio compartido, en las miradas sostenidas, en esas conversaciones que no se tienen mientras uno responde correos y el otro mira TikToks.
4. Hablad de fantasías sin miedo ni expectativas
Compartir una fantasía no significa que tenga que cumplirse. Pero sí puede abrir un canal de complicidad. Puedes empezar con algo sencillo: “Siempre he tenido curiosidad por esto…” o “Hay algo que nunca te he contado…”
No se trata de convencer al otro. Se trata de dejarse ver. De abrir una parte de uno mismo que estaba escondida. Muchas veces, solo ese gesto basta para que la intimidad vuelva a encenderse.
5. Romped el guion habitual
Hay parejas que, con los años, repiten un patrón sexual tan predecible que hasta el cuerpo se anticipa. Y eso mata el deseo. No hace falta probar posturas acrobáticas ni comprar juguetes si no os apetece. A veces, basta con cambiar el momento, el lugar o el enfoque.
En vez de esperar a que llegue la noche —cuando ya estáis agotados—, probad a encontrar otros momentos del día. Sed espontáneos. Volved a los besos largos. A los juegos sin final. A ese sexo que no busca ser perfecto, sino divertido.
“El camino hacia una vida sexual plena no pasa solo por la cama. Pasa por el respeto, la escucha y el deseo de volver a mirarse como al principio. Cuando el sexo no es un deber, sino una elección compartida, el cuerpo responde sin que se lo pidamos.”
Dr. Gabriel Genise, Psicólogo y Sexólogo Clínico