¿Por qué a veces perdemos el interés justo cuando alguien nos muestra cariño? ¿Por qué sentimos una atracción casi obsesiva por quien no parece fijarse en nosotros? Son preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez y que el psicólogo granadino A. Carlos González acaba de abordar en uno de sus vídeos más comentados en redes sociales.
Con un lenguaje directo, sin rodeos y cargado de sentido común, González se atreve a explicar una de las paradojas emocionales más frustrantes del amor desde la psicología más profunda. Y lo hace como suele hacerlo: sin teorías vacías, sin frases de autoayuda enlatadas, y con ejemplos que cualquiera puede reconocer en su propia historia sentimental.
Más allá de su enorme popularidad en TikTok e Instagram, A. Carlos González es autor de los libros La involución del S.XXI y Cenizas de prosperidad, Más allá del desarrollo personal, una obra que plantea una reflexión crítica sobre cómo entendemos el crecimiento emocional en la sociedad actual. En este nuevo vídeo, el psicólogo se sumerge en un fenómeno que afecta a muchas personas sin que lo perciban: el rechazo a quien nos quiere y el deseo hacia quien nos ignora.
Cuando alguien te gusta… hasta que te hace caso
El psicólogo A. Carlos González lo plantea con claridad en uno de sus vídeos más compartidos: muchas veces, perdemos el interés en cuanto alguien nos demuestra que le gustamos. Y lo contrario también sucede: sentimos una atracción casi inexplicable por quienes nos ignoran o no terminan de demostrarnos lo que sienten.
Este fenómeno, según González, tiene una explicación mucho más profunda de lo que parece. No es un simple capricho, ni una cuestión de gustos. Es, en muchos casos, una consecuencia directa de cómo nos valoramos a nosotros mismos.
La teoría de la autoestima baja
González cita al psicoterapeuta Nathaniel Branden, considerado uno de los mayores expertos en autoestima, para explicar la raíz del problema. La lógica es tan cruda como reveladora: si no te valoras, te cuesta aceptar que alguien que sí te gusta se interese por ti.
“Si yo siento que no valgo, cuando alguien que me gusta se enamora de mí, interpreto que debe de tener muy mal gusto. Y dejo de desearle”.
El psicólogo recurre incluso al humor negro de Groucho Marx para ilustrarlo: “Nunca querría entrar a un club que admitiera a alguien como yo”. Es decir, si un club me acepta, automáticamente dejo de considerarlo valioso. Lo mismo sucede en muchas relaciones.
Cómo se distorsiona la percepción del valor
A nivel inconsciente, muchas personas que se sienten poco valiosas buscan a alguien que sí perciben como “de alto valor”. Se esfuerzan en conquistarle, se ilusionan, lo idealizan. Pero cuando esa persona empieza a corresponder, algo se rompe.
En palabras de González, el razonamiento inconsciente es este:
“Si esa persona se muere por mí, y yo siento que no valgo, entonces esa persona tampoco debe valer tanto”.
Por eso se pierde el interés de forma repentina. Y al mismo tiempo, se idealiza a quien no muestra interés real. A alguien que no se deja conquistar fácilmente se le atribuye, equivocadamente, un valor mucho más alto.
La atracción por lo difícil
A todo esto hay que sumarle un fenómeno que ya ha explicado anteriormente desde la neurociencia: el cerebro tiende a valorar mucho más aquello que todavía no tiene. Lo que parece difícil. Lo que cuesta. Lo que se escapa.
“Nuestro cerebro tiende a darle mucho más valor a aquello que aún no hemos logrado alcanzar, más que a lo que ya tenemos”.
Esta forma de funcionar, unida a una autoestima dañada, crea un patrón emocional peligroso: rechazo hacia quienes nos tratan bien, obsesión por quienes nos tratan mal.
La trampa emocional de la baja autoestima
González es muy directo con esta idea: no hay dependencia emocional sin una autoestima dañada. No hay obsesión por personas que nos desprecian si existe un amor propio bien asentado.
“Es imposible que exista dependencia emocional si tienes una buena autoestima. Totalmente imposible”.
Por eso, insiste en que si alguien rechaza a personas que le valoran y, en cambio, se queda enganchado a relaciones desequilibradas, lo más probable es que no haya trabajado su autoestima.
¿Qué ocurre si no lo corriges?
Este patrón, si no se identifica ni se corrige, puede llevar a una vida amorosa llena de frustración. Una vida en la que se dejan escapar relaciones sanas y equilibradas, por perseguir vínculos que sólo generan ansiedad, desgaste o tristeza.
El psicólogo lo resume con un lenguaje directo y sin rodeos:
“Siempre estarás rechazando a los buenos hombres o a las buenas mujeres… para sufrir por los capullos y por las capullas”.
El vídeo de A. Carlos González es incómodo. Pero pone sobre la mesa una de las verdades que más cuesta aceptar: muchas veces, el problema no está en la otra persona, sino en cómo te relacionas contigo mismo.