Las comunidades incels han dejado de ser un fenómeno marginal de internet para convertirse en una realidad que preocupa a psicólogos, sociólogos y expertos en comunicación. ¿Qué hay detrás de esta etiqueta? ¿Por qué cada vez más hombres se sienten parte de este movimiento?
Hace unos años, nadie hablaba de ellos. Hoy, los «incels» están en el centro de muchas conversaciones sobre salud mental, masculinidades y violencia online. El término viene del inglés involuntary celibate (célibe involuntario) y lo utilizan principalmente hombres que dicen no poder mantener relaciones afectivas ni sexuales, a pesar de desearlo.
No se trata solo de timidez o falta de suerte en el amor. Detrás de este término se esconde una comunidad muy activa en internet, marcada por el resentimiento, el aislamiento emocional y, en muchos casos, un discurso profundamente misógino. No todos los incels odian a las mujeres, pero muchas de estas comunidades virtuales sí comparten una narrativa común: la culpa de su situación la tienen ellas. Y ese es el verdadero problema.
A medida que el fenómeno ha crecido, también lo ha hecho la preocupación por el impacto que estas ideas pueden tener tanto en quienes las consumen como en la sociedad en general. No es un asunto anecdótico ni exclusivo de la red. Estamos hablando de un movimiento que refleja una crisis mucho más profunda: la dificultad de algunos hombres para encajar en el mundo emocional de hoy.
Cómo surge el fenómeno incel
El fenómeno incel no nace de un día para otro. Tiene su origen en foros de internet y se alimenta del anonimato, la frustración y el eco constante de ideas compartidas entre usuarios que se sienten igual de solos, igual de perdidos.
Muchos de ellos han crecido con una idea del amor basada en estereotipos. Se les ha hecho creer que, si cumplían con ciertos requisitos —tener trabajo, cuidarse físicamente, ser atentos—, encontrar pareja sería automático. Cuando eso no ocurre, en vez de revisar sus expectativas o su forma de relacionarse, algunos caen en una espiral de victimismo, rabia y desconexión con la realidad.
«Muchos de los hombres que se identifican como incels presentan dificultades para establecer relaciones sociales y afectivas, a menudo por baja autoestima y problemas de ansiedad social, lo que los lleva a culpar a las mujeres de su situación»
Aleix Comas, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
Un 75 % de los hombres que se identifican como incels sufre depresión moderada o grave. No es solo una cuestión ideológica, sino también de salud mental. El 45 % también padece ansiedad severa, según datos publicados en Evolutionary Psychological Science. Es decir, no estamos hablando solo de personas con creencias extremas, sino de hombres que están pasándolo mal y no encuentran herramientas sanas para gestionar esa frustración.
Internet, el gran altavoz del resentimiento
Si hay algo que ha hecho posible la expansión de este movimiento, ha sido internet. Plataformas como Reddit, 4chan o foros específicos de la llamada «machosfera» funcionan como cámaras de eco. Allí, los usuarios comparten sus vivencias, se validan entre ellos y van radicalizando sus discursos sin oposición.
«Las redes sociales han sido clave para la expansión del imaginario incel. El hecho de poder expresarse con total impunidad y sin fronteras otorga una sensación de heroicidad que atrae la atención»
Anna Clua Infante, Profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación
En estos entornos, las ideas se deforman hasta convertirse en dogmas. Se construyen realidades paralelas donde la mujer es la enemiga y el feminismo, una amenaza directa. Cuanto más tiempo pasan en estos espacios, más difícil se vuelve salir. No hay contradicción, no hay matices, no hay diálogo. Solo rabia compartida.
Como explica la experta Anna Clua, el discurso incel no va solo. Se mezcla con ideas de antifeminismo y supremacismo masculino. Por eso, aunque estos foros parezcan marginales, lo que ocurre allí tiene consecuencias fuera. Las ideas viajan rápido. Y algunas, peligrosamente lejos.
Cuando la ideología incel se convierte en violencia
El caso más conocido es el de Alek Minassian, un hombre que en 2018 atropelló a varias personas en Toronto, dejando diez muertos. Minutos antes del ataque, había publicado mensajes en redes sociales con referencias claras al discurso incel. No es el único caso.
«Los discursos se van haciendo cada vez más extremos porque los usuarios se retroalimentan mutuamente, de modo que se crea una burbuja en la que cualquier opinión que desafíe esta visión del mundo es rechazada de inmediato»
Aleix Comas, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Según una encuesta del Ministerio de Interior del Reino Unido, uno de cada cuatro hombres incels justifica el uso de la violencia contra personas que consideran responsables de su sufrimiento. El dato es alarmante. Ya no hablamos solo de malestar emocional, sino de un riesgo real de radicalización.
Algunos países ya consideran a ciertos individuos incels como posibles amenazas terroristas. Y no es para menos. Cuando el odio se justifica como una respuesta válida al dolor, el resultado puede ser trágico.
¿Por qué tantos hombres se sienten así?
La clave está en la educación emocional, o más bien, en la falta de ella. A muchos hombres no se les ha enseñado a hablar de lo que sienten, ni a gestionar el rechazo, ni a entender sus emociones sin avergonzarse.
«La educación emocional es clave para que estos individuos aprendan a gestionar sus frustraciones de forma más sana y no caigan en dinámicas de odio y resentimiento»
Aleix Comas, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
El modelo clásico de masculinidad —fuerte, callado, dominante— sigue pesando demasiado. Cuando la vida no encaja con ese modelo, muchos se sienten perdidos. No saben cómo adaptarse a las nuevas reglas del juego emocional. No saben pedir ayuda. Y entonces, buscan explicaciones fuera.
«La baja autoestima, la ansiedad social y la falta de referentes afectivos hacen que muchos de estos hombres proyecten sus frustraciones sobre las mujeres», explica el psicólogo Aleix Comas. Así empieza la espiral.