La humanidad ha desafiado a la muerte desde tiempos remotos, pero ¿y si el envejecimiento dejara de ser un destino inevitable? Los avances en biomedicina y tecnología podrían convertir la longevidad extrema en una realidad más cercana de lo que imaginamos.
El camino histórico hacia la longevidad
Desde tiempos remotos el ser humano ha tratado, con menor o mayor éxito, de zafarse de la parca, siempre dispuesta a cortar el hilo de la vida. La longevidad humana ha aumentado significativamente a lo largo de la historia, debido a avances en la medicina, la nutrición, la higiene, la tecnología y las condiciones de vida.
En la prehistoria, hace unos 200.000 años, la esperanza de vida de un ser humano era de 20 a 30 años; la de un mesopotámico o un egipcio oscilaba entre 25 y 35 años; la de un romano y un griego que habían sobrevivido a la infancia se situaba en un máximo de 35 años; y en el medievo, gracias a las mejoras en la alimentación y el comercio, se llegó a los 40 años.
Habría que esperar a la Revolución Industrial, época en la que la higiene era notablemente mejorable, para que la esperanza de vida rozara los 50 años, y no fue hasta el siglo XX cuando, con el descubrimiento de los antibióticos, las vacunas o la reducción de la mortalidad infantil, la longevidad se disparó hasta los 75 años, en el mundo desarrollado.
La esperanza de vida actual y las predicciones científicas
Hoy, la esperanza de vida de un español se sitúa en 83,77 años: 81,11 años para los hombres y 86,34 años para las mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2023. Y las proyecciones son optimistas. Algunos científicos, como David Sinclair, biólogo australiano experto en envejecimiento y epigenética, y Raymond Kurzweil, antiguo ingeniero de Google y experto en inteligencia artificial, predicen que podríamos alcanzar los 120 e incluso los 150 años mediante tratamientos médicos de vanguardia como la reprogramación celular y las terapias con células madre.
De hecho, Kurzweil propone que los avances en biomedicina están en la rampa de lanzamiento para sobrepasar un punto de inflexión en el que envejecer pasará a mejor vida. Es lo que este futurólogo estadounidense y otros expertos en envejecimiento denominan velocidad de escape de la longevidad. Este concepto hace referencia al momento en el que los avances médicos y tecnológicos prolongarán la esperanza de vida más rápido de lo que una persona envejece. Es decir, por cada año que pasa, la ciencia conseguirá extender la vida humana más de un año, lo que podría alargar la existencia de forma indefinida.
Kurzweil predice que esto podría suceder entre los años 2030 y 2045, momento en el que los avances en biotecnología y nanotecnología permitirán detener el envejecimiento de manera efectiva. Viviremos más años y sin la losa de los achaques de la edad. O dicho de otra manera, alargar al máximo las bondades de la juventud y retrasar al máximo los estropicios de la vejez.
¿Ficción o realidad? La promesa de vivir más de 100 años
Pero ¿es este un pronóstico que se ajusta a la realidad o, por el contrario, estamos ante una entelequia?
Si nos ceñimos a los principios de la velocidad de escape de la longevidad, estamos en el camino correcto. Kurzweil sostiene que la aceleración del progreso médicopermite que cada año la medicina gane terreno en el tratamiento y la prevención de enfermedades relacionadas con el envejecimiento. Por otro lado, la reparación y reversión del envejecimiento se vuelve posible con terapias como la reprogramación celular, la edición genética y la regeneración de órganos, que buscan ralentizar o incluso revertir el envejecimiento.
Por su parte, la inteligencia artificial (IA) y la nanotecnología también juegan un papel fundamental en la batalla a los años, ya que el uso de IA en la medicina personalizada y los nanorrobots en la administración de fármacos y la reparación del cuerpo a nivel celular podrán eliminar enfermedades y mejorar la salud en general. Finalmente, la intervención temprana en el envejecimiento se está desarrollando a través de tratamientos como la senolítica, que elimina del organismo las células envejecidas y dañadas, también llamadas senescentes; y el uso de fármacos anti age, como la metformina (un medicamento antidiabético), la rapamicina (un inmunosupresor común) y el dasatinib (una molécula aprobada contra el cáncer de sangre), que ya están en fase de investigación.
Por qué es tan difícil frenar el envejecimiento
Ahora bien, uno de los mayores desafíos en el estudio de la vejez —y la lucha contra ella— radica en que el envejecimiento no es un proceso único, sino un conjunto complejo de enfermedades, afecciones, alteraciones biológicas y fallos del sistema corporal que, de manera progresiva, reducen tanto la esperanza como la calidad de vida. De ahí que muchos expertos en gerontología duden de los pronósticos de Kurzweil, al menos de los plazos que propone.
La ciencia moderna sabe que el envejecimiento es un fenómeno complejo impulsado por cambios moleculares y celulares que se van acumulando a lo largo del tiempo. Con los años, el funcionamiento de las diferentes piezas que componen el organismo se va deteriorando de forma progresiva, impulsado por diversos factores genéticos, epigenéticos —cambios en la expresión de los genes que no alteran la secuencia de ADN, sino que son influenciados por el ambiente, el estilo de vida y otros factores— y ambientales.
Los 12 procesos clave del envejecimiento
La biomedicina actual los sintetiza en nueve sellos o hallmarks, una lista de procesos biológicos, muchos de ellos interconectados, que delatan que nuestro cuerpo está envejeciendo. Entre ellos figuran los daños acumulativos en el ADN (inestabilidad genómica); el acortamiento de los telómeros —las regiones finales de los cromosomas que protegen el ADN— en cada división celular; las alteraciones epigenéticas y la pérdida de información epigenética; el amontonamiento de proteínas mal plegadas, que pueden degenerar en agregados tóxicos en enfermedades como el párkinson y el alzhéimer; la desregulación de las vías de detección de nutrientes; problemas con las mitocondrias, las centrales energéticas de las células; la acumulación de células ancianas que ya no se dividen; el agotamiento de las células madre y los fallos en la comunicación entre células.
Investigaciones recientes han sumado tres sellos más a la lista de los enemigos de la lozanía: la inflamación crónica de baja intensidad, que genera un devastador estrés oxidativo; una merma en la autofagia, un proceso celular de reciclaje en el que la célula degrada y reutiliza sus propios componentes para eliminar desechos y mantenerse saludable; y los desequilibrios en la comunidad de microorganismos del cuerpo o microbioma. Así es, estudios en humanos ponen en evidencia unas correlaciones como poco intrigantes: las personas centenarias y supercentenarias tienden a tener un microbioma exclusivo, distinto al de los adultos y los ancianos, y rico en ciertas bacterias beneficiosas (Bifidobacterium, Akkermansia, Christensenellaceae) que propician un entorno antiinflamatorio y metabólico saludables.
¿Es posible revertir el envejecimiento celular?
Hoy, toda la investigación anti age persigue cómo intervenir en esta amalgama de hallmarks para ralentizar e incluso revertir los procesos celulares que aceleran el envejecimiento. En este sentido, existe un amplio consenso de que la vejez no es un destino inexorable, sino un proceso biológico con actores identificables sobre los que se puede intervenir.
Una de las estrategias más estudiadas es la restricción calórica, sin caer en la malnutrición causada por una dieta insuficiente. Numerosos estudios en animales de laboratorio apuntan a que la reducción de la ingesta calórica diaria extiende de manera sorprendente su tiempo de vida y mejora su salud. Por ejemplo, en roedores, la restricción calórica llega a aumentar la vida máxima entre un 30 % y un 50 %. En monos, actúa como mano de santo, ya que reduce la incidencia de enfermedades asociadas a la edad, como la diabetes de tipo 2, el cáncer y las lesiones cardiovasculares.
¿Y cuál es su efecto en humanos? La cosa no está del todo clara. Se sabe que una restricción calórica moderada y sostenida durante uno o dos años mejora muchos marcadores de envejecimiento saludables, como los de la inflamación y el estrés oxidativo. Pero su impacto en la longevidad es incierto. Los científicos creen que modula ciertas vías metabólicas: disminuye, por ejemplo, la actividad del factor de crecimiento insulina/IGF-1 y de la proteína mTOR, para imponer un programa de ahorro energético y reparación celular; y activa rutas de mantenimiento, como la autofagia, las sirtuinas y el sensor de energía celular AMPK que fomentan la resistencia al estrés y la limpieza de los componentes celulares dañados.
Fármacos y dietas que imitan los efectos del ayuno
De hecho, algunas intervenciones nutricionales y farmacológicas buscan imitar los beneficios de la restricción calórica mediante la manipulación de algunas de estas vías metabólicas. Por ejemplo, la metformina activa el AMKP, que de forma natural se pone en marcha durante el ejercicio o el ayuno; y la rapamicina inhibe el mTOR, cuya activación excesiva en el organismo está relacionada con el envejecimiento y enfermedades como el cáncer.
Medicina regenerativa y reprogramación celular
Otras áreas activas de investigación tienen que ver con la medicina regenerativa, que busca reparar o reemplazar los tejidos dañados por la edad con la ayuda del implante de células madre, y la reprogramación celular, parcial y controlada, para rejuvenecer las células sin borrar su función original y sin causar cáncer, uno de sus peligros. Estudios recientes han cosechado resultados asombrosos en animales de laboratorio mediante pulsos breves de reprogramación: los científicos han conseguido restaurar marcadores moleculares de juventud en tejidos añosos e incluso mejorar el funcionamiento de órganos como los riñones y los ojos en ratones viejetes.
Terapias génicas para reparar el paso del tiempo
Por último, las emergentes terapias génicas abren nuevas formas de abordar los problemas asociados al paso de los años. Su objetivo es incorporar o modificar genes dentro del cuerpo para contrarrestar el envejecimiento. Uno de los enfoques está en añadir copias de genes cuya actividad declina con la edad o potenciar genes protectores de la juventud. Uno de los más estudiados es el TERT, que dirige la síntesis de la telomerasa, la enzima que repara los telómeros.
Sin ir más lejos, un estudio de 2024 en Aging mostró que una terapia génica con telomerasa en ratones extendió su vida media en un 24 % cuando se aplicó en la edad madura. Los roedores así tratados no solo vivieron más, sino que mejoraron su salud metabólica, coordinación motora y densidad ósea, sin aumentar el riesgo de cáncer. Esto sugiere que restaurar la telomerasa de forma controlada podría contrarrestar el envejecimiento celular.
Si el futuro de la longevidad cumple sus promesas, tal vez algún día dejemos de contar los años como un recordatorio de lo que perdemos, y empecemos a verlos como una oportunidad de lo que aún podemos ganar.
Mejores pastillas Anti Age
Estos son algunos de los fármacos que se están estudiando como posibles retardantes del envejecimiento o que pueden prevenir enfermedades asociadas a la edad:
Metformina:
Podría retrasar el envejecimiento al activar la vía AMPK, similar a la restricción calórica.
Rapamicina y análogos:
los inhibidores de mTOR han demostrado prolongar la vida en modelos animales y mejorar la función cognitiva y motora. En humanos, algunos estudios muestran que dosis bajas pueden reforzar la inmunidad sin efectos adversos graves. También se investiga en perros para evaluar su potencial antienvejecimiento.
NAD⁺ y activadores de sirtuinas:
El NAD⁺,una coenzima clave en el metabolismo celular, disminuye con la edad, lo que afecta a la función mitocondrial y la energía celular. Suplementos como el NR y el NMN han demostrado aumentar los niveles de NAD⁺ y mejorar funciones metabólicas en modelos animales, pero la evidencia en humanos aún es preliminar. Ensayos en curso buscan confirmar si pueden ralentizar el envejecimiento y mejorar la salud en personas mayores.
Senolíticos:
Estos fármacos experimentales que eliminan células senescentes han extendido la vida saludable en modelos animales y se están probando en humanos.
Un ensayo en pacientes con fibrosis pulmonar idiopática mostró mejoras en la capacidad física con un perfil de seguridad aceptable. Actualmente, se investigan en afecciones como osteoartritis y demencia, con la esperanza de que su uso periódico pueda frenar el envejecimiento.
Antioxidantes dirigidos a mitocondrias:
El compuesto elamipretide, por ejemplo, busca mejorar la función mitocondrial en corazones envejecidos.