Tomás Baleztena, pintor de abismos

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El pintor Tomás Baleztena se hizo célebre por un retrato del rey Felipe VI. Ahora le interesan los ambientes abisales.

El arte nace del caos. Y en el estudio donde pinta Tomás Baleztena, en una calle sombría, tranquila y recoleta de Carabanchel, las cosas ocupan un lugar elegido al azar. Los cuadros no. El suelo es un barrizal de pintura, tubos de color desventrados, y libros que emergen del faldón de una butaca. Los cuadros no. Las obras tienen pinceladas meditadas hasta la obsesión. A Tomás Baleztena le interesan ahora los ambientes abisales. Siente que vivimos en un momento de incertidumbre, buscamos la luz desde el fondo de un mar oscuro. No se trata de una pintura trágica, sino más bien contemplativa. Le divierte iluminar un calamar, alumbrar un pez plateado, pero lo que le interesa es la luz, la búsqueda de la claridad. Tomás se hizo célebre por un retrato del rey Felipe VI. Es un cuadro de una enorme fuerza. Aquí también, dominan los claroscuros, el contraste extremo. Es el rey. El hombre en su circunstancia, el alma frente al mundo. Tomás forma parte de una estirpe, los Baleztena, con hidalguía de coraje.

-¿De dónde vienes?

Mi padre, navarro, vino a Madrid a estudiar arquitectura. Conoció a mi madre en Sanfermines. Mi madre, que era inglesa, había llegado a Madrid para trabajar  con con Nicolás Fuster, que luego sería mi padrino. Nací en la Clínica Angloamericana, que ya no existe.  Hice Bellas Artes. Estuve un año preparándome en una academia de arquitectura que tenía mi padre, pero luego tiré por Bellas Artes. Estuve un año en Inglaterra y luego en la Complutense. Empecé a exponer y no terminé la carrera. Fui seleccionado en el concurso de BP en 2002, y luego en el Penagos de dibujo.

-Sorprende en tu pintura la forma de ir a tu aire, ajeno a las corrientes o a las tendencias.

Siempre he ido a mi manera sin seguir las modas. Voy un poco por libre. Lo que me ha permitido transitar por ese camino, siempre a mi aire, es la confianza en mi mismo. Pinto lo que surge de mi mismo. Es cierto que en los retratos trabajo mucho de encargo, pero con mucha libertad.

-El más conocido es el retrato del rey

Me lo encargó el Círculo del Liceo de Barcelona para el aniversario del club. El cuatro se presentó en una gala a la que vinieron los reyes, y tuvo muy buena acogida. En algunos medios nacionalistas hablaron del cuadro. Aprovecharon para meterse con el rey, pero no hablaron mal del retrato.

-Publicidad para ti

Si, a mi toda publicidad me parece buena.  

-Es un retrato de una gran fuerza, El rey aparece sereno y firme, con una gran fortaleza interior, pero el ambiente es oscuro.

Es que el retrato tiene que ir de dentro hacia fuera. Tienes que captar la psicología de la persona. Si lo consigues, entonces el parecido físico entre la persona y el cuadro, emerge. Si no captas el alma, no vas a lograr esa presencia que se logra cuando en un retrato vibra el mismo espíritu que habita en el modelo.

-Dijeron que era sombrío

Es que se trata de un retrato en un momento puntual, y el momento de España entonces era muy confuso, muy cambiante, y muy difícil. El retrato del rey es el de una persona que se enfrenta a una hora decisiva, a una gran responsabilidad. La España que estamos viviendo es muy compleja. Y yo creo que se me da bien captar ese tipo de ambientes, de energías. Un cuadro debe siempre tener vida propia, debe tener alma y además transmitirla.

-¿Por eso ahora pintas abismos marinos?

Hay una frase de Nietzsche que me llevó a meditar sobre esos lugares: cuando miras el abismo el abismo te devuelve la mirada. Se trata de reflejar el momento que estamos viviendo. La base principal, el modelo que me interesa, es el de esos fondos donde la luz se va perdiendo en la oscuridad. Creo que nos estamos acercando, como humanidad, a una especie de abismo y he tomado esa referencia para analizar esa atmósfera, un poco abstracta. Busco transmitir esa sensación.

-¿Cómo trabajas?

Tengo siempre seis o siete cuadros en los que voy pintando. Trabajo por impulsos. Tengo días en los que me siento en ese sofá a pensar, y me paso horas meditando. Pero hay momentos en los que encuentro un punto de partida, y me lanzo a desarrollarlo.

-La pintura, por tanto, sale de tu interior.

Así es. Mis cuadros son psicológicos. Vienen de mi interior y necesitan siempre un punto de arranque, un origen. Ese impulso inicial es muchas veces la soledad, el silencio, la oscuridad. La imagen del náufrago, ese ser humano solo en medio de la noche para mi tiene una atracción profunda. Y creo que se puede aplicar y extrapolar a muchas situaciones distintas. No hay una explicación lógica de porqué hago las cosas.

-¿Qué provoca el nacimiento de un cuadro?

Sigo un instinto, y lo llevo hasta el final. Lo difícil es empezar una idea. Cuando comienzas se te van abriendo puertas. Lo más complicado es el momento de ponerte frente al lienzo en blanco. Ese es mi proceso. Y lo bueno es que esta serie no son cuadros realistas, sino que los tienes en la cabeza, eso te da mucha libertad creativa. Cuando tienes un modelo que lo copias, estás representando algo que ya existe. Pero cuando no lo tienes, todo lo que sale es mucho más libre.

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-Pero tienes que encontrar el camino

Muchas veces vas dando palos de ciego, pero cuando lo consigues es muy satisfactorio. Y cuando te cuesta es como arrancar una parte de ti. Pasado el tiempo lo miras, y ves y reconoces al yo que eras en aquel momento. Lo más importante es que la obra tenga espíritu, fuerza, alma. Que haya zonas que pueden estar mal pintadas pero tienen alma, y están hechas sin miedo. No tienes que intentar que todas las zonas del cuadro estén bien pintadas, sino dejarte llevar por la energía. Si eres bueno te saldrá y si no lo eres, no sale.

-Es cierto. Las pinceladas en tus obras son fuertes, a veces toscas, pero consigues captar la energía que hay en un beso, en un arrebato de pasión, o en la atmósfera de un bar nocturno

Al principio yo cogía la paleta y mezclaba los colores buscando un color específico. Ahora no. Ahora mezclo en el propio cuadro, o pinto con la brocha, o directamente con la mano. Cuando pinto el agua, quiero que sea el agua, no quiero pintar el agua. El agua, vista desde el fondo, es sucia, turbia. No se trata de pintar las cosas, sino de que sean esas cosas en tu cuadro. Cuando pintas te tienes que dejar llegar por la energía.

A Tomás le sale la estirpe de los Baleztena, y terminamos hablando de la casa familiar de Leiza, un caserón en el norte de Navarra por el que ha pasado buena parte de la historia y las leyendas del norte de España, un caserón que sería el escenario perfecto para leer novelas de Baroja como Zalacaín el aventurero.  

Entrevista realizada por el periodista Alfredo Urdaci para el número 21 de Rísbel Magazine.

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