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La teoría que explica la extinción de la vida en la Tierra cada veintiséis millones de años

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La teoría de una estrella compañera al Sol aún no descubierta en el sistema solar, conocida como Némesis podría explicar la extinción masivas de la vida en la Tierra.

La vida en el planeta Tierra se extingue cada veintiséis millones de años y, a día de hoy, aún no sabemos muy bien por qué, pero hay una muy buena hipótesis que podría explicar este fenómeno: una estrella hermana del Sol que siembra la destrucción.

Es un hecho constatado que cada veintiséis millones de años un meteorito acaba con la vida en nuestro planeta. Pero lo que más llama la atención de este dato es la periodicidad de este evento.

Esta intrigante regularidad en los eventos de extinción masiva se descubierió en 1984 por los paleontólogos David Raup y Jack Sepkoski. Analizando los registros fósiles, Raup y Sepkoski encontraron patrones de extinción que se repetían aproximadamente cada 26 millones de años, sugiriendo que algún fenómeno cíclico podría ser el responsable.

Hipótesis de Némesis

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La hipótesis más fascinante y debatida que se ha propuesto para explicar esta periodicidad es la existencia de una estrella compañera del Sol, a la que han denominado Némesis. Según esta teoría, Némesis es una estrella enana roja o marrón que orbita al Sol a una distancia considerable, y su influencia gravitacional perturba periódicamente la Nube de Oort, una vasta reserva de cometas en los límites del sistema solar.

Cada vez que Némesis pasa cerca de la Nube de Oort, su gravedad podría desviar un gran número de cometas hacia el sistema solar interior, aumentando significativamente la probabilidad de que alguno de estos cometas colisione con la Tierra. Estas colisiones podrían ser suficientemente poderosas como para causar eventos de extinción masiva, como se cree que ocurrió con el meteorito que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años.

La idea de Némesis ha sido recibida con escepticismo y curiosidad a partes iguales en la comunidad científica. A pesar de los esfuerzos por detectar esta estrella compañera mediante observaciones astronómicas, hasta la fecha no se ha encontrado evidencia directa de su existencia. Sin embargo, la hipótesis sigue siendo objeto de investigación, y nuevas técnicas y observatorios más avanzados podrían algún día confirmar o refutar su existencia.

Hipótesis de los brazos galácticos

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Además de la hipótesis de Némesis, otra teoría que explica la periodicidad de las extinciones masivas es la hipótesis de los brazos galácticos. Según esta teoría, el sistema solar, en su viaje alrededor de la Vía Láctea, pasa cada cierto tiempo por regiones del espacio conocidas como brazos espirales galácticos. Estos brazos no son simplemente áreas de mayor densidad estelar, sino que también contienen grandes cantidades de gas y polvo interestelar, así como cúmulos de asteroides y cometas.

Se cree que cuando el sistema solar atraviesa uno de estos brazos galácticos, las interacciones gravitacionales aumentan considerablemente. La gravedad combinada de las estrellas, el gas y el polvo podría desestabilizar las órbitas de los asteroides en la Nube de Oort, enviándolos hacia el sistema solar interior. Este “efecto carambola” cósmico incrementaría la probabilidad de que asteroides y cometas colisionen con la Tierra, desencadenando eventos de extinción masiva.

Los brazos espirales galácticos también son regiones de formación estelar activa. Esta intensa actividad puede generar supernovas, que a su vez emiten enormes cantidades de radiación. Se ha planteado la hipótesis de que las supernovas cercanas podrían afectar la atmósfera terrestre, dañando la capa de ozono y aumentando la radiación ultravioleta que llega a la superficie del planeta, lo que podría contribuir a las extinciones masivas.

La idea de que las extinciones periódicas podrían estar relacionadas con el viaje del sistema solar a través de la Vía Láctea fue propuesta inicialmente por los físicos Michael Rampino y Richard Stothers en la década de 1980. Desde entonces, ha sido objeto de numerosos estudios y simulaciones por parte de astrónomos y astrofísicos, que buscan comprender mejor la dinámica del sistema solar dentro de nuestra galaxia.

La hipótesis del sistema doble de estrellas

La hipótesis de que el sistema solar en realidad es un sistema doble de estrellas y que aún no hemos descubierto a la hermana gemela del Sol cobra cada vez más fuerza. Esta segunda estrella sería una enana marrón. Por eso no podemos verla. Y cada veintiséis millones de años completaría una órbita agitando a los asteroides del Sistema Solar. Hay un dato más muy revelador: el 85% de los sistemas estelares del sistema solar son dobles o triples.

En este contexto, la hipótesis de Némesis no solo se basa en la idea de una estrella compañera desconocida, sino que también se apoya en la observación de que la mayoría de los sistemas estelares en nuestra galaxia son sistemas binarios o múltiples. Esto sugiere que la existencia de una estrella compañera para el Sol no es una idea descabellada, sino más bien una extensión lógica de lo que sabemos sobre la formación estelar.

Una enana marrón, al ser una estrella fallida que no ha acumulado suficiente masa para iniciar la fusión nuclear, sería extremadamente difícil de detectar. Estas estrellas emiten muy poca luz, principalmente en el espectro infrarrojo, lo que las hace prácticamente invisibles para los telescopios ópticos tradicionales. Sin embargo, su influencia gravitacional podría ser la clave para su detección indirecta.

Si Némesis realmente existe y tiene una órbita altamente elíptica alrededor del Sol, su paso periódico por la Nube de Oort podría desestabilizar los cometas y asteroides, enviándolos hacia el sistema solar interior. Este mecanismo proporcionaría una explicación coherente para la periodicidad de las extinciones masivas observadas en los registros fósiles.

Investigación y desafíos en la detección de Némesis

Detectar una enana marrón en una órbita tan extensa es un enorme desafío. Los astrónomos han utilizado diversas técnicas, como la búsqueda de efectos gravitacionales en las órbitas de los planetas exteriores y la observación directa en el espectro infrarrojo, pero hasta ahora no han encontrado pruebas concluyentes de la existencia de Némesis.

No obstante, la búsqueda continúa con instrumentos cada vez más sensibles y avanzados. Misiones espaciales como el telescopio espacial Gaia, que está mapeando con precisión las posiciones y movimientos de mil millones de estrellas en la Vía Láctea, podrían arrojar luz sobre esta enigmática compañera solar. Además, los futuros telescopios infrarrojos, como el James Webb Space Telescope, podrían ser capaces de detectar la débil firma térmica de una enana marrón distante.

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