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El restaurante (entre campos de lavanda) en el que cenar el arroz de gamba roja más exquisito de Mallorca

campo de lavanda del hotel The Lodge en Mallorca campo de lavanda del hotel The Lodge en Mallorca

El mayor campo de lavandas de Baleares acoge las cenas al aire libre más impresionantes de Mallorca al ritmo de las brasas, con una propuesta honesta, de temporada y muy conectada al entorno.

Uno no sabe muy bien qué esperar cuando llega por primera vez a The Lodge Mallorca. Lo que sí queda claro es que hay sitios que te obligan a bajar el ritmo incluso antes de sentarte a la mesa. Y este, sin duda, es uno de ellos.

Hay lavanda por todas partes. Pero no la típica plantita colocada con buen gusto para decorar. Aquí hablamos de campos enteros en flor, hileras que se pierden en el horizonte, y un aroma que te acompaña desde el primer plato hasta el sueño más profundo. En ese paisaje, cuando empieza a caer la tarde y baja la luz, es cuando todo tiene sentido.

Mesa del hotel The Lodge Mallorca

Es entonces cuando dan comienzo las “Lavender Moonlight Evenings”, esas cenas al aire libre que ya se han convertido en uno de los planes más especiales de la isla. Suena música en directo, el aire huele a brasas y el fuego del restaurante Singular empieza a marcar el ritmo de la velada.

Entre el campo y la brasa hay algo…

Aquí no hay protocolo, ni prisas, ni menú degustación que te obligue a seguir una línea recta. Lo que hay es producto, técnica y una mirada muy cuidada a la tradición culinaria mallorquina, pero sin caer en la postal.

Para abrir boca, un gazpacho de sandía con trampó, alguna coca de cebolla con sobrasada de esas que te reconcilian con la vida y tomates de la huerta con burrata que saben a huerta, no a aliño. Así empiezan las cosas en Singular: enseñando las cartas con sencillez y sin esconder intenciones.

Luego empiezan a desfilar los platos de verdad. Y si el día acompaña —que suele—, todo sabe aún mejor. La brandada de bacalao con guisantes y salsa de camallot, por ejemplo, te devuelve a la cocina de siempre, pero con un giro justo que no molesta. Y la ensalada de raya con vinagreta de granadas tiene ese punto fresco que necesitas cuando estás comiendo al aire libre y sabes que aún te quedan varios platos por delante.

Brasas que cuentan historias

Lo de cocinar con fuego tiene mucho de ancestral, pero en Singular también tiene método. La leña de almendro y algarrobo no está ahí por romanticismo. Está porque aporta el sabor justo. Porque conecta con el paisaje. Porque tiene sentido.

Uno de los grandes aciertos de la carta es el calamar de potera en su tinta con piñones y Tap de Cortí, que, con apenas tres ingredientes bien tratados, consigue ponerte serio. O el suquet de rape con almejas de carril, acelgas y piñones, que no necesita presentación porque ya desde la primera cucharada te pide silencio.

Plato de gambas del restaurante Singular, en el hotel The Lodge Mallorca

En cuanto a los arroces, el de boletus, trufa negra de Inca y lomo bajo se ha ganado su lugar entre los platos más repetidos. Pero si tienes la oportunidad, lánzate de cabeza al arroz de gamba roja de Sóller con calamar de potera, porque es puro paisaje metido en un plato.

Carnes a la brasa del restaurante Singular, en el hotel The Lodge Mallorca

En el apartado de carnes, destacan las costillas de cordero lechal con ajitos fritos y pimientos del padrón y el picantón con salsa de limón confitado y aceitunas trencades, que tiene ese punto ácido que rompe con lo previsible. El lomo bajo de vaca Rubia Gallega Marela, por su parte, es una apuesta segura para los que vienen buscando fuego y proteína.

Cuando las verduras se tratan como deben

Pocas veces una parrillada de verduras tiene algo que decir. Aquí sí. Porque en Singular se nota que no las ponen para cumplir. Están por derecho propio. Y no solo eso, están bien hechas.

plato de verduras del restaurante Singular, en el hotel The Lodge Mallorca

Los puerros con velouté blanc y almendras salteadas podrían pasar por plato principal sin problemas. Lo mismo con las alcachofas con jamón ibérico cortado a cuchillo o los guisantes salteados con queso brossat. La huerta no es la nota de color. Es parte del discurso.

Y eso se agradece, sobre todo cuando comes en un entorno donde el campo no es una metáfora.

Final dulce y con intención

Los postres cierran el menú con la misma honestidad con la que empieza. El plátano a la brasa con helado de cacahuete es goloso sin pasarse. Y la lemon pie con ganache de chocolate y aceite de oliva virgen extra tiene ese toque inesperado que no buscas, pero celebras.

Pero si hay un postre que merece volver a pedir es el de las fresas del bosque a la llama con chantilly de pimienta rosa y merengue seco. Fresco, curioso, diferente. Y perfecto para cerrar una cena que no se parece a ninguna otra.

El vino, como la música, acompaña

Los vinos que acompañan la cena vienen en su mayoría de Finca Serena, con blancos y rosados bien integrados. También sirven el tinto La Locomotora, que marida estupendamente con cualquiera de los platos de brasa.

No es una carta de vinos larga, sino una carta exigente que está muy bien pensada. Como casi todo aquí. Lo justo, lo necesario. Lo que tiene que estar. Nada que robe protagonismo a lo que importa: el fuego, el producto, el lugar.

Y mientras suena la música y la lavanda sigue soltando perfume, uno se da cuenta de que no hay necesidad de levantarse. Ni de mirar el reloj. Ni de hacer fotos. Lo único que apetece es quedarse un rato más.

Reservar mesa en el restaurante Singular

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