El restaurante Casa Mortero de Madrid recupera las recetas de la abuela con un enfoque actual, cocina sin prisas y una bodega de las que dan conversación.
Casa Mortero no es uno de esos restaurantes que juegan a sorprender con trampantojos, espumas o nombres largos. Aquí lo que hay es guiso, fuego lento, brasas, escabeches que saben a los de antes y una cocina que te hace sentir eso de «como en casa«, sin que suene a tópico.
Pedro Gallego, su chef y cabeza visible, lleva 18 años de cocina a las espaldas. Ha pasado por todas las fases del oficio: desde pelar patatas hasta dirigir cocinas y asesorar a otros. Aquí manda con conocimiento de causa y, sobre todo, con una idea clara: hacer cocina honesta, sin adornos ni discursos innecesarios. Su cocina, como él dice, es lo que ves. Y, para nuestra suerte, lo que ves es muy bueno.
En Casa Mortero se trabaja sobre recetas con historia. Se majan salsas, se guisan carnes, se encurten verduras y se rebañan cazuelas sin vergüenza. Y lo mejor es que no hace falta que nadie te lo diga: te lo pide el cuerpo en cuanto pruebas la primera cucharada.
Tentempiés para empezar (y para quedarse un rato más)
La carta está bien organizada y entra fácil: tentempiés, guisos, brasas y postres. Cuatro bloques, sin artificios, pero con ideas claras.
De arranque, una ensalada de pimientos a la brasa con bacalao «salao» que hace justicia a ese recetario popular que parece estar en vías de extinción.
Le sigue la presa ibérica semicurada con migas del pastor y queso viejo, que ya deja claro que aquí el producto importa, pero también la forma de tratarlo.
Y si te van las emociones fuertes, el steak tartar con jugo de pimientos asados te las sirve en bandeja.
Los escabeches, por cierto, merecen mención aparte: ostra con alegrías riojanas, atún rojo con cebolleta ahumada y tirabeques, y una pularda sobre cogollo a la brasa con nueces que pide cuchillo y pausa. Aquí el escabeche no es un guiño, es un capítulo bien trabajado de la carta.
Los guisos que se quedan contigo
Los guisos de Casa Mortero tienen algo de evocador. No están ahí para recordar el pasado, sino para continuar la conversación que dejaron empezada nuestras abuelas. Y en eso son muy buenos.
El rabo de vaca al vino oloroso es potente, meloso, con esa gelatina que pide pan para acompañar y alguien con quien compartirlo. El arroz de pato viene con espárragos trigueros, queso cremoso y piel crujiente. Nada sobra. Nada falta. Y las pochas con almejas y alcachofa frita podrían hacer que cualquiera creyera en la cocina de cuchara aunque haya renegado de ella durante años.
Aquí los guisos no son secundarios ni recuerdos: son protagonistas. Y se agradece que lo sean.
Las brasas mandan
Las brasas son otro de los ejes de Casa Mortero. Productos bien escogidos, madurados en su punto, con esa cocción justa que respeta sabores y aporta carácter.
La vaca vieja aparece en varias versiones: ribeye, lomo bajo, vacío… todas con chimichurri y con ese sabor que solo da la brasa bien hecha. El rodaballo y el pixin comparten escenario con el bacalao, que llega acompañado de pisto manchego y una salsa vizcaína que le da profundidad sin robarle protagonismo.
Hay pocas cosas tan difíciles como asar bien una pieza de carne o un pescado sin que se te vaya de punto. Aquí lo hacen como quien lleva toda la vida con las pinzas en la mano.
Postres y esa bodega que merece su rato
En los postres no se andan con florituras. Una buena tabla de quesos artesanos españoles y un flan de leche tostada al AOVE que roza lo goloso sin empalagar. Lo justo para cerrar la comida sin perder el hilo.
Pero ojo a la bodega, porque es otro de los pilares que hacen especial a Casa Mortero. Aquí no se han limitado a cumplir con las referencias de rigor. Lo que tienen es una carta pensada, extensa y curiosa. Desde champagnes como Jacquesson 747 Brut Nature o Piere Peters Grand Cru, hasta blancos sorprendentes de Hungría, Alemania, Italia o Jura.
Los tintos se pasean por media España y algo más. Desde un Corullón de Raúl Pérez hasta un Flor de Pingus, pasando por referencias madrileñas como GR-10 o joyitas de Tenerife, Alicante, Navarra y Toro.
Hay etiquetas para todos los niveles de conocimiento y precios para todos los bolsillos. Pero lo más importante: hay personalidad y ganas de provocar conversación en la mesa.
Aquí se viene a comer, no a posar
Casa Mortero tiene eso que cada vez cuesta más encontrar en el centro de Madrid: una cocina pensada para disfrutar, sin ruido ni pretensiones. Aquí se majan salsas, se guisan recuerdos y se rebañan platos como si estuvieras en casa.
Lo que han hecho Pedro Gallego y Carmen Pereda va más allá de abrir un restaurante. Han armado un proyecto donde todo tiene sentido, desde la reforma hasta el menú. No hay disfraces, solo una cocina bien hecha y una sala que acompaña sin agobiar.
Y sí, puedes mezclar, untar, repetir pan y pedir otro vino. Porque, al final, eso es lo que uno espera cuando le dicen: estás en tu casa.
Reservar mesa en Casa Mortero
- Dirección: C. de Zorrilla, 9, 28014, Madrid
- Horario: Lunes a sábado: 13:15 – 15:00 / 20:00 – 23:00
- Reservas: 910 59 55 70
- Web: casamortero.com