Conocido en la profesión como “el honesto”, Peter Limberg fue capaz de inmortalizar en sus fotografías en blanco y negro la esencia de algunas de las estrellas más célebres del mundo del cine y de la moda. Esta es la biografía del fotógrafo Peter Lindbergh, un nombre que ya es leyenda.
La biografía fotógrafo Peter Lindbergh comienza en noviembre de 1944, con el silbido de la metralla de fondo y las trincheras como escenario de la que había sido una de las mayores masacres mundiales, en la región ocupada por el nacismo de Wartheland (Polonia), nació Peter Lindbergh. En su casa no había nada de arte. Ningún libro. Ningún cuadro. Nada. Según reconoció el propio Peter a una televisión alemana años después, su base cultural fue un pequeño diccionario sobre la mesa del salón que tenía unas fotos diminutas de África en blanco y negro.
Peter pasó su infancia en Duisburgo y cuando iba con sus padres al centro de la ciudad y veía a los escaparatistas – que ya iban un paso más allá, vestidos con unos pantalones de tubo y unos elegantes delantales blancos- aquello fue para él lo más excitante que había visto hasta entonces.
Peter terminó muy rápido la escuela y a los 14 años ya había completado sus estudios. Cuando se puso a pensar qué hacer, su madre lo animó para que se dedicara al oficio de solador, ya que le daría una estabilidad económica. Sin embargo, Lindbergh quería ser escaparatista.
A los 18 años, Peter Lindbergh -que por aquel entonces aún se llamaba Peter Brodbeck- se fue al sur de Francia haciendo autostop para seguir las huellas de Vincent Vang Gogh, cuyo mundo visual le producía verdadera fascinación: “Preferí buscar activamente las inspiraciones de van Gogh, mi ídolo, en lugar de pintar los retratos y paisajes obligatorios que se enseñan en las escuelas de arte…”.
Inspirado por la obra del pintor holandés, se trasladó a Arles durante casi un año, y luego emprendió un viaje en autostop por España y el norte de África. Apenas tenía 80 marcos en el bolsillo, pero estaba seguro de que no quería regresar a Alemania.
Sin embargo, después de un tiempo malviviendo, tuvo que mudarse nuevamente a su ciudad natal, ya que el dinero comenzó a escasear. Estuvo caminando durante varios días, preguntando a los ganaderos de la zona si podía dormir en alguno de los establos en los que guardaban a los animales. En aquella época, Lindbergh ya imaginó su vida viajando por el mundo para siempre.
Sus amigos, preocupados por él, le ofrecieron trabajar junto al fotógrafo Hans Lux, que estaba buscando un asistente. “Hans era un auténtico fotógrafo publicitario, un tipo genial que me dio mucha libertad, a pesar de que yo no sabía mucho en aquella época. Con él aprendí que la fotografía s un medio fantástico para expresarse y para comunicar” declaraba Lindbergh en un reportaje sobre su trabajo en la televisión alemana. Ya en ese momento, consiguió ser reconocido en su país natal, donde se unió a la familia de la revista Stern junto con algunas de las leyendas de la fotografía como Helmut Newton, Guy Bourdin y Hans Feurer. En 1978 se trasladó a París para continuar su carrera como fotógrafo.
En sus comienzos, Peter desarrolló un estilo que tenía mucho que ver con el movimiento. Nunca había nada estático en sus imágenes, él bailaba con todos los objetos del entorno en su búsqueda permanente de ese segundo que abarca la eternidad.
Las películas mudas del expresionismo alemán fueron de gran influencia en su obra, especialmente la película Metrópoli, de Fritz Lang ya que las máquinas que aparecían trasladaban a Lindbergh a su infancia en Duisburgo.
Para Peter, París siempre conservó su atractivo y fue allí donde todo comenzó: después de que una periodista viera uno de sus trabajos, le propuso ir a Hamburgo para que trabajara para su publicación, ofreciéndole 14 páginas para publicar sus imágenes. Aquella serie llegó a las manos del director de arte de la revista Marie Claire, en París, quien se quedó fascinado por el talento de joven fotógrafo. En aquel momento, Peter vivía en un pequeño apartamento con moqueta junto a su primera esposa Astrid, a quien le preguntó “¿De verdad quieres quedarte a vivir en este agujero para siempre?” Su esposa respondió que no, y juntos hicieron las maletas y se fueron a vivir a París, donde Peter Brodbeck pasó a convertirse en Peter Lindbergh.
Peter introdujo una forma de nuevo realismo, redefiniendo los estándares de belleza con imágenes atemporales. Su enfoque humanista y su idealización de la mujer hicieron que se diferenciase de los demás fotógrafos. Cambió drásticamente los estándares de la fotografía de moda en un tiempo en el que el retoque de las imágenes era excesivo. Peter consideraba que hay algo más allá de la edad que hace a una persona interesante.
Como él mismo explicó: “Esta debería ser la responsabilidad de los fotógrafos de hoy en día para liberar a las mujeres, y finalmente a todos, del terror de la juventud y la perfección.” Su singular visión, hace que el fotógrafo las presente en su estado puro, “con total honestidad”, evitando todo estereotipo, ya que se valora un rostro sin apenas maquillaje, en una desnudez que realza la autenticidad y la belleza natural de sus modelos.
Lindbergh ofreció una nueva interpretación de las mujeres después de los años 80 sin prestar demasiada atención a la ropa, teniendo en cuenta que “si quitas la moda y el artificio, puedes ver a la persona real” decía el propio Lindbergh.
Lindbergh fue el primer fotógrafo en incluir una narración en sus editoriales de moda. Esta narración trajo una nueva visión del arte y la fotografía de moda. A lo largo de los años, creó imágenes que marcaron la historia de la fotografía, caracterizada por un enfoque minimalista del posmodernismo.
En 1988, Lindbergh se ganó la aclamación internacional al mostrar una nueva generación de modelos vestidas con camisas blancas que había descubierto recientemente y lanzó sus carreras. Un año más tarde, Linda Evangelista, Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington y Tatjana Patitz, jóvenes modelos de entonces, fueron fotografiadas juntas por primera vez por Peter para la legendaria portada de la Vogue británica de enero de 1990. Esta producción fotográfica supuso el comienzo del fenómeno de lo que se conocería como “la era de las supermodelos” bautizando así a Peter Lindbergh como “el padre de las súper modelos”.
Esta portada inspiró al cantante George Michael a elegir a esas modelos en el vídeo de su canción “Freedom ‘90”, y más o menos al mismo tiempo al diseñador de moda italiano Gianni Versace para su desfile de moda de otoño-invierno de 1991, en el que aparecían las nuevas supermodelos que habían aparecido dos años antes en las fotografías de Lindbergh.
Su trabajo es más conocido por sus retratos simples y reveladores, su fuerte influencia del temprano cine alemán y los entornos industriales de su infancia, la danza y los cabarets, pero también los paisajes y el espacio exterior. Lindbergh trabajó con las marcas y revistas de moda más prestigiosas desde finales de los años 70, incluyendo ediciones internacionales de Vogue, The New Yorker, Rolling Stone, Vanity Fair, Harper’s Bazaar US, Wall Street Journal Magazine, The Face, Visionaire, Interview y W. En 2016, Lindbergh recibió el encargo, por tercera vez, de crear la edición de 2017 del calendario Pirelli, siendo el primero en fotografiarlo más de dos veces en los cincuenta años de historia del emblemático calendario. Anteriormente fotografió las ediciones de 1996 y 2002.
El 3 de septiembre de 2019, a los 74 años de edad, Peter Lindbergh fallecía, como se pudo saber a través de un comunicado a través de su cuenta de Instagram: “ Con gran tristeza, anunciamos el fallecimiento de Peter Lindbergh el 3 de septiembre de 2019, a la edad de 74 años. Deja un gran vacío”, detalla el texto que acompaña una imagen en blanco y negro del fotógrafo alemán. “Le sobreviven su mujer Petra, su primera mujer Astrid, sus cuatro hijos Benjamin, Jérémy, Simon y Joseph, y siete nietos”, describe el texto que firma el post en la cuenta oficial de Instagram del fotógrafo.
Artículo publicado originalmente en el número 13 de Rísbel Magazine
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