Texto: Mateo Carrasco
¿Cómo iban a formar parte de estos eventos tan exclusivos y elitistas personas que, durante los años 50 y 60, estaban excluidos del voto o que ocupaban los últimos asientos en el autobús público? Ni qué decir tiene que era impensable para los modistos de la época elegir a una persona para lucir sus diseños cuyas clientas iban a relacionar directamente con el servicio del hogar.
Confesiones desde el cielo
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Atrás quedaron esos años en los que sacar a una modelo de raza negra en una portada generaba controversia o los genes africanos eran excluidos cruelmente de las campañas de las grandes firmas de lujo. Hace once años la modelo Naomi Campbell, ícono de una época en la que las grandes Top Models eran tratadas como auténticas privilegiadas, confesaba a un reconocido diario nacional la lucha que tuvo que liderar durante los años noventa, cuando se trasladó a Nueva York para desarrollar su carrera de modelo pero no conseguía pasar los castings debido al color de su piel y fueron sus amigas Linda Evangelista o Christy Turlington, las que la ayudaron a progresar enfrentándose a diseñadores que no querían contratarla. “Les decían, ‘si no coges a Naomi para tu desfile, yo tampoco quiero estar”, recuerda Campbell.
Durante décadas se estuvo denunciando la ausencia de modelos de piel morena en las pasarelas de los desfiles internacionales. Fue en el año 2009 cuando El Ministerio Público de Sao Paulo se vio obligado a imponer una cuota mínima de modelos negros en los desfiles de la Semana de la Moda Brasileña, ya que estos eran excluidos por sistema de los castings de los diseñadores.
La fiscal Deborah Affonso declaró en su momento a Folha de Sao Paulo que “el porcentaje de modelos negros en la Sao Paulo Fashion Week (alrededor del 3 por ciento) es bien menor que el de blancos” y explicaba que la intención del Ministerio Público era “llegar a un acuerdo de inclusión social”. La idea, según la fiscal, era llegar a un porcentaje mínimo de modelos negros que participara en los desfiles ya que “el fundamento histórico de las cuotas raciales es reparar las injusticias cometidas desde los tiempos de la esclavitud”, indicó.
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Los números no mentían
En 2015, un estudio publicado por de The Fashion Spot dio la voz de alarma, en el que se revelaba que el 77.6% de los modelos que aparecían en las semanas de la moda de Nueva York, Londres, París y Milán eran blancos. Analizando cada ciudad por separado la cifra superaba el 83% y sólo Nueva York mejoraba en los últimos años, pasando de un 20.9% de modelos no blancas en febrero de 2015 a un 31.9% en febrero de 2016.
La polémica estaba servida y las alertas se dispararon. La prensa especializada en el sector denunciaba que en un momento en el que la diversidad es uno de los problemas más importantes de la industria, este hecho suponía un paso atrás. La modelo Ashley B. Chew se hizo abanderada del movimiento “anti racista” lanzando una campaña que rezaba “Black Models Matters”, adaptando así el conocido lema del movimiento contra la violencia hacia la población afroamericana en Estados Unidos y lo colocó en un bolso. El diseñador de moda estadounidense Zac Posen se fotografió con el citado bolso, subió la foto a su cuenta de Instagram y en su desfile confirmó a más del 87% de modelos no blancas. El movimiento ya se había disparado y todo el mundo parecía apoyar la causa: Kayne West realizó su desfile únicamente con modelos negras y las firmas estadounidenses Chromat y Sophie Theallet también fueron partícipes de cambiar las estadísticas del estudio de The Fashion Spot.
La edición norteamericana de la revista Vogue, Suma Pontífice en industria de la moda y mandamás en todas las cuestiones que giran en torno al universo de las tendencias y el lujo, celebraba entonces la ligera minoría que había supuesto este cambio con respecto al 2015 en la inclusión de distintos tipos de razas. Esta cabecera ya había hecho su particular denuncia de la situación, publicando una edición especial en julio de 2008 en honor a la “belleza negra”. La edición resultó ser un éxito rotundo, agotando sus existencias en los quioscos, lo que obligó al grupo editorial a publicar una segunda edición del mismo número de 40.000 ejemplares más para reponer existencias en sus mercados británico y estadounidense.
El proyecto, ‘querido y pensado’ mano a mano con el reconocido fotógrafo Steven Meisel, arrancaba entonces con una portada a modo de desplegable con las imágenes de cuatro de las modelos negras del momento, la británica Jourdan Dunn, la etíope Liya Kebede, la estadounidense Sessilee Lopez y la ‘top’ negra por excelencia, Naomi Campbell, apodada ‘la diosa de ébano’.
En declaraciones al periódico gratuito The London Paper, Campbell, la primera modelo negra que apareció en la portada de Vogue en Francia y el Reino Unido, criticaba la falta de rostros de color en las revistas y los desfiles, lo que atribuye a que muchas veces la gente “no sabe apreciar la belleza negra”.
“En algunos casos, las modelos negras son arrinconadas por las principales agencias”, explicaba la modelo londinense en el año 2008. “La moda debe volver a la época en que diseñadores maravillosos como Yves Saint Laurent, Gianni Versace y Azzedine Alaia tenían una gran representación de mujeres bellas, blancas, negras, chinas o hispanas”, señalaba.
“La única razón por la que conseguí la portada del Vogue francés fue porque Yves Saint Laurent les llamó y les dijo que retiraría sus anuncios si no me ponían”, reveló en su momento Campbell.
El origen
Y es que la diversidad racial en el sector de la moda ha sido un tema controvertido que siempre ha suscitado debate. Pero, ¿por qué tanta discriminación a la raza negra? ¿de dónde viene esta norma no impuesta de que la belleza tiene más que ver con lo blanco que con lo negro? Sepa el lector que la influyente industria de la moda con sus venerados desfiles tuvieron origen gracias al diseñador británico Charles Frederick Worth (1825-1895) si bien tuvieron su primera época de esplendor, convirtiéndose ya en un evento social elitista durante los años 20. Los desfiles se celebraban entonces en los salones de los diseñadores, en los eventos deportivos o en los grandes almacenes.
Fue en París, ciudad que dictaminaba las tendencias de la época gracias a sus reconocidos modistos, donde destacó una joven diseñadora llamada Jeanne Paquin, pionera en rediseñar la silueta femenina y quién convirtió los desfiles en un auténtico espectáculo; así ella mostraba sus creaciones en teatros y pedía a sus modelos que pasearan con sus prendas por los lugares más concurridos como las carreras de caballos de Longchamp. Seguidamente, la modista Coco Chanel propuso a sus modelos una postura determinada para marcar un estilo propio. Esa postura se basaba en posar colocando las caderas hacia delante, los hombros caídos, un pie delante, una mano en el bolsillo y la otra gesticulando, como queriendo proyectar cierto aire de irreverencia. Jean Patou, un estilista y perfumero francés, fundador de la casa de alta costura que lleva su nombre, fue el primero en seleccionar las modelos a través de los castings dando lugar a la consolidación de la profesión de modelo.
En Nueva York, los grandes almacenes influenciados por la tendencia parisina ofrecían desfiles en cualquier lugar frecuentado por la clase pudiente, incluso en los restaurantes. Estos desfiles eran muy teatrales y poco a poco fueron ganando en cuanto a la puesta en escena se refiere. Los decorados cada vez eran más elaborados y cuidados, con la introducción de una agradable orquesta que tocaba música de fondo y un narrador. El propósito era que se convirtieran en una exclusiva experiencia dirigida exclusivamente a una selecta minoría adinerada. Sin embargo, La Segunda Guerra Mundial y la ocupación de Francia por los nazis cortaron de raíz todas estas manifestaciones reservadas únicamente para clientes acaudalados. ¿Qué sentido tenía estar gastándose dinero en exhibiciones de ropas lujosas cuando la mitad de Europa y gran parte de la población americana a duras penas podía tener un plato de comida al día?
Pero fue precisamente en Nueva York y gracias al impulso de Eleenor Lambert donde se fundó la Press Week en 1943 cuya finalidad consistía en promocionar el diseño de moda americano para promover la industria textil del país, un evento al que sólo podía asistir la prensa especializada. Hay que tener en cuenta que durante estos años, en los Estados Unidos, había múltiples pruebas de una segregación que no se aplicaba de manera oficial pero que existía y que sólo cambió – muy lentamente – gracias a la labor de Martin Luther King y otros activistas de los derechos sociales. Podemos encontrar entonces, en este punto de la historia, el origen de la discriminación racial en el sector de la moda. ¿Cómo iban a formar parte de estos eventos tan exclusivos y elitistas personas que, durante los años 50 y 60, estaban excluidos del voto o que ocupaban los últimos asientos en el autobús público? Ni qué decir tiene que era impensable para los modistos de la época elegir a una persona para lucir sus diseños cuyas clientas iban a relacionar directamente con el servicio del hogar. El lujo, la elegancia y la moda se habían vinculado inexorablemente a la raza blanca.
Este canon de belleza fue heredado por las décadas posteriores hasta que con el nacimiento de las grandes (únicas e irrepetibles, ya que pertenecen a esa parte de nuestra historia) Top Models, la denuncia social de la discriminación a la raza negra en el sector de la moda y el fuerte impacto de la difusión de los mensajes a través de las redes sociales ha establecido una nueva conciencia que castiga el racismo y lo penaliza en la pérdida de ventas.
El remedio
Ningún diseñador quiere estar en el centro de la polémica por no elegir estas modelos, y como la industria de la moda es de las pocas en las que primero se impone el criterio femenino y luego lo aplica el masculino – la mayoría de las tendencias masculinas, en lo que a estilos de belleza se refiere, han sido primero consolidadas en el mercado femenino- los diseñadores de hombre no han tardado en eliminar tabúes y contratar a los maniquíes negros para abrir y cerrar sus desfiles. Las agencias de modelos lo tienen claro: la tendencia negra está en alza y desde hace un par de temporadas los modelos negros son los que lideran el famoso ranking de la web Models.com en el que se recuentan el número de desfiles que realiza cada modelo. Y para pruebas, datos: el joven Babacar N’doye, de 18 años y con ascendencia africana se ha convertido en uno de los modelos más demandados en la última temporada. Con más de 19 desfiles confirmados durante la última Semana de la Moda Masculina, Babacar ha desfilado para firmas como Dior, Berluti o Fendi. Su colega Malick Bodian, procedente de Senegal, ha cerrado la temporada con un total de 18 desfiles confirmados. Su compatriota, el modelo Alpha Dia ha realizado 17 desfiles, y ocupa un lugar privilegiado dentro del ranking de la citada web entre los 50 mejores modelos del momento. Grace Musase, desde la República Democrática del Congo, fue confirmado para un total de 16 desfiles entre Europa y Nueva York, lo que ha hecho que el joven haya tenido que trasladarse a vivir a Londres, donde está representado por la agencia Elite. Y así hasta más de 50 modelos han sido los privilegiados en superar el complicado filtro de los castings en las semanas de la moda más internacionales, protagonizando así no sólo los desfiles de las firmas de lujo más reconocidas del mundo sino convirtiéndose también en los protagonistas de sus campañas mundiales.
Artículo publicado en el número impreso de Rísbel Magazine 13, Invierno 2020