Libertad, made in USA, calidad, una larga historia y originalidad. Descubre la historia de Harley-Davison que enamoró a Rocky y a Terminator
Fue en 1903 cuando dos veinteañeros se juntaron en un garaje de Milwaukee para construir su propia motocicleta. Esos dos amigos eran William S. Harley y Arthur Davidson. Tras mucho trabajo montaron un peculiar vehículo. Su potencia apenas superaba los 3 CV, así que tenían que echar pie a tierra cuando el terreno se empinaba y el carburador lo diseñaron a partir de una lata de tomate. Prácticamente era una bici con motor, pero sobre todo era la primera Harley-Davidson.
En cuanto dieron sus primeros paseos por la capital de Wisconsin, comprobaron que la gente se giraba a su paso. Pronto amigos y conocidos les encargaron motos iguales. Pero no se conformaron en replicarlas, cada una que hacían era mejor, experimentando en pocos años un increíble salto de calidad y cantidad. Baste un dato: en 1907 entregaron 150 motos. Y eso que para entonces todavía no habían usados los míticos motores V-Twin, con los dos cilindros en ángulo de 45 grados.
Esa maravilla técnica la incorporaron en 1909, y desde entonces los V-Twin forman parte de la estética H-D. Pero sobre todo generan ese bramido inconfundible de sus motores, su sonido redondo y rotundo que hoy sigue haciendo que nos giremos al escucharlo.
Curiosamente, en la actualidad las Harley no se demandan para las competiciones de velocidad, en cambio en sus inicios, alcanzaron gran fama por sus constantes victorias en las carreras campestres que se hacían en granjas de todos los Estados Unidos y cuyo premio consistía en la entrega de un cerdo (hog) al vencedor. Aquellos triunfos incrementaron de modo exponencial su fama, de hecho en solo 10 años de existencia, ya tenía una producción de más de 15.000 motos anuales.
Ese crecimiento incontestable parecía que se frenaría en seco con la Primera Guerra Mundial. Pero ocurrió lo contario. El ejército norteamericano motorizó a sus tropas con estas motocicletas, algo que volvió a ocurrir en la Segunda Guerra Mundial.
Esas décadas fueron los años dorados de la marca. Y sin embargo, pese a su exitosa progresión, Harley-Davidson todavía no era una marca especial. Aún no eran las Harley-Davidson que veneran (u odian) los moteros. Eso iba a llegar tras unos años de crisis y asomarse al abismo de la desaparición.
Llegó el desprestigio cuando se las relacionó con bandas de delincuentes. Y por otro lado, se produjo un cambio de gustos entre los compradores al preferir motos más veloces, y ahí las factorías japonesas no tenían competidor. Las Harley-Davidson no corrían tanto y además eran más caras.
Fueron tiempos duros. Cambios de dueños, despidos, pérdida de calidad y de ventas. Pero entonces se dio un giro a la situación. Nuevos accionistas, entre los que se incluían descendientes de los fundadores, optaron por reflotar la marca. Pero no para fabricar un producto que compitiera con Honda o Kawasaki. Ellos querían volver a la esencia, hacer una moto americana, una invitación a pilotar y disfrutar de la experiencia.
Tenían una historia que aprovechar y un bagaje impagable. Por ejemplo hay pocos vehículos tan hollywoodienses. El icono de Marlon Brando con su chupa de cuero en la peli Salvaje o la foto de Elvis sobre una Harley son una publicidad excepcional. Mientras que muchos ex soldados seguían relacionando la marca con su pasado militar. Era un 100% producto americano, lo cual se convertía en otro punto a favor, y ligar lo americano con la idea de libertad no tardó en llegar. ¡Hasta el Capitán América tiene una!
Ahí estaban los cimientos de la marca. Libertad, made in USA, calidad, una larga historia y originalidad. Algo que todo el mundo desee poseer. Así que el segundo paso fue crear la comunidad Harley Owners Group. El HOG, un guiño a los premios que ganaron los primeros pilotos de la marca, nació como un selecto club, una exclusiva tribu de los que disfrutan de un producto soberbio y una pasión que los une.
Ese grupo fundado en los 80, al mismo tiempo que en la pantalla conducían Harleys tanto Rocky como Terminator, hoy en día sigue existiendo. Sus miembros se reparten por todo el planeta. Más de un millón de propietarios con el sentimiento de pertenencia a un distinguido club. Personas que consumen sin cesar el amplio catálogo de merchandising de la marca. Y sobre todo, pilotos que presumen de lo que guardan en su garaje, que para ellos no es una simple moto. ¡No! Es una Harley. Es una sensación. Es una forma de vida. Porque esta marca ya no es sinónimo de motos, sino de vehículos que proporcionan libertad.
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