Entrevista a Martiño Rivas: putas y un puñado de besos

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«Nunca me he ido de putas. Soy una persona muy romántica y, de hecho, lo soy más todavía si eso significa que me importa cada cosa que hago»

Son las once en punto de la mañana y Martiño Rivas ha llegado con puntualidad británica a su cita conmigo. La verdad que no es muy alto, aunque sí, quizás, un poco fornido. Sin embargo, cuando Martiño cruza el umbral de la puerta del Hotel donde hemos quedado para charlar y hacer unas cuantas fotos, su presencia se hace notar en la sala, pese a que su aspecto me recuerde a las descripciones que me han dado algunos compañeros de profesión: «Llegará vestido como si hubiese pasado la noche en el parque» o «su presencia es tan ordinaria que cuesta trabajo creer que haya interpretado papeles tan extraordinarios». Y lo más curioso de todo es que más de una de las personas que se han dado la vuelta para mirarle al entrar, seguro que no asocian a este tímido personaje con el que ha llamado la atención de los grandes versados del cine.

Lo cierto es que Martiño parece venir de bailarse un Rock n Roll con la vida. Sus pantalones de camuflaje y su gorro de lana en la cabeza sí que me llevan a las primeras descripciones que me dieron mis colegas. Sin embargo, su casco de motorista en la mano y sus botas de militar le aportan ese toque tan cool propio exclusivamente de las estrellas del cine.

Agradezco enormemente su puntualidad. «La puntualidad ha sido la principal enseñanza que me he llevado de mi etapa en Londres, ¡es una pena que haya tenido que gastarme tanto dinero en un máster de interpretación para aprender algo tan simple como eso! Llegar puntual tiene muchas más connotaciones aparte del simple hecho en sí: implica profesionalidad, respeto, educación… resulta algo aparentemente simple, o que no debería de ser tan trascendental y sin embargo hay una cantidad de matices cuando llegas a la hora a la que has acordado. Matices en el hecho de cómo nos relacionamos con nuestro trabajo y con la gente que nos rodea».

Mientras subimos en el ascensor camino de la suit que nos han asignado como base de operaciones, hago un repaso mental de la carrera profesional de este joven (Romeo y Julieta, El Don de Alba, El Internado, 3 Bodas de Más, Los Girasoles Ciegos… otras tantas y ahora Por un Puñado de Besos) entonces me pregunto ¿Dónde encuentra Martiño Rivas esa fuerza que, casi sin querer consigue infundir relevancia a todas las palabras que salen de su boca? ¿Es una mera cuestión de entonación? ¿De resonancia quizás? ¿Será más bien fruto de los deseos de un narrador omnisciente que aún no conocemos? ¿Dónde ha dejado aquel característico acento galleguiño con el que lo conocimos hace no tantos años? La respuesta no tarda en llegar «Por suerte o por desgracia trabajo en una profesión que es como… ¡Como una profesión de putas!– me suelta entre carcajadas- David Mamet, uno de mis dramaturgos por excelencia, tiene un libro de ensayos cuyo título es precisamente ese, << Una Profesión de Putas>> De alguna manera, el trabajo de las putas consiste en recrear una experiencia. A veces, te hacen llegar a pensar, aunque sea solo por un momento, que existe algún tipo de involucración emocional en lo que están haciendo… porque nosotros, por naturaleza, tendemos a eso. Para mí es imposible concebir el sexo como algo exclusivamente físico. Me cuesta trabajo creer que alguien pueda convertir un polvo en una clase de aerobic. Conozco personas que dicen que son capaces de practicar sexo sin besar a la chica o al chico con el que están… Para mi, existe una vinculación personal y afectiva. Precisamente el trabajo de una puta o de la gente que trabaja en el negocio del sexo, es hacerte creer que verdaderamente eso no se reduce a una transacción comercial…»

Perdona Martiño… ¿Alguna vez te has ido de putas? – como os podéis imaginar, la carcajada se hizo presente en apenas una décima de segundo «¡Jamás! Yo gracias a Dios nunca he tenido que pasar por esa transacción. Soy una persona muy romántica y, de hecho, lo soy más todavía si eso significa que me importa cada cosa que hago». Hablar con Martiño Rivas de amor puede ser un tema fácil, pero prefiero no entrar ahí. Soy consciente de que tiene a gran parte de las mujeres del país locas por él, pero algo me hace subrayar en mi libreta que Martiño ha venido a hacer una entrevista para hablar de su próxima película, Por un Puñado de Besos, que se estrenará el próximo 16 de mayo:

RISBEL. ¿Mucho lío estos días?
Martiño. Ahora empieza una etapa más dentro del proceso de preparación de una película. Es una fase curiosa porque me obliga a reflexionar y a recapitular sobre el trabajo que hice durante una fase que en principio daba por cerrada y que ya había olvidado. Es una ventana que vuelve a abrirse…


R. ¿Cuáles han sido esas reflexiones?
M. Sobre todo, las reflexiones que hago son a nivel personal, en la manera en como he enfocado cada secuencia y el personaje en su conjunto. Cuando empiezas a trabajar en algo, siempre tienes un boceto de cómo te gustaría que se viese al personaje y cuál te gustaría que fuese su actitud o el tipo de energía que trasmita al espectador. A pesar de todo, muchas veces no hay una concordancia entre lo que tú estabas pensando y lo que el director quería transmitir. Son reflexiones profundas que hacen que me traslade a otra esencia de mi mismo.

R. Llegaste a Madrid hace ya 8 años ¿Cómo se adapta un chico de Galicia al LifeStyle de la capital?
M. Muy bien, Madrid es una ciudad muy acogedora. Sin embargo, no sé si compartirás esta impresión conmigo, pero o ha cambiado mi forma de verla y de relacionarme con ella, o creo que Madrid se ha apagado un poco…

R. ¿Qué echas de menos de Madrid? ¿Por qué crees que se ha apagado?
M. Antes, al llegar todo era nuevo para mí y quizás esa efervescencia me llevaba a salir más o a estar más en contacto con la calle, pasear, hacer cosas, ir de tiendas. Ahora estoy trabajando mucho y tengo menos tiempo libre para darme una vuelta. Sí que recuerdo que al principio, cuando salía, los bares del barrio de Malasaña cerraban a las cuatro de la mañana y la última vez que salí por allí, a las dos ya estaban cerrando. ¡Siempre que quiero salir por la noche en esta ciudad no sé a dónde ir!

R. Tu segunda película como personaje principal, tras Tres Bodas de Más, ¿Cómo ha sido el tránsito de esa primera película a esta segunda?
M. Son películas completamente distintas, al igual que las experiencias. Son dos géneros diferentes y aunque pudieras encuadrarlas en un mismo género, lo más determinante es el equipo humano. Un rodaje es como un campamento de verano: un periodo corto de cinco o seis semanas en las que te pones en contacto constante con las emociones. Personas a las que no conocías, de repente comparten contigo las 24 horas del día… son épocas dónde todo es muy intenso.

R. La trama de la película gira en torno a dos jóvenes seropositivos que, de alguna manera, ocultan su enfermedad, ¿crees realmente que la visibilidad de las personas con VIH/sida es un elemento fundamental para conseguir la normalización de la enfermedad?
M. ¡Por supuesto! Definitivamente sí. Ese es parte del mensaje de la película. El romper prejuicios. Ha sido una enfermedad que ha estado durante muchos años estigmatizada, había falta de conocimiento y sobre todo, mucho miedo. Creo que esta peli puede contribuir de algún modo a normalizar la situación de la gente que padece esta enfermedad y que de alguna manera les ayude a desarrollar una vida prácticamente normal.

R. ¿Cuáles son los principales consejos que te gustaría que los jóvenes y no tan jóvenes, toda la población de riesgo en general, tuvieran en cuenta para prevenir esta infección?
M. En realidad no me gustaría ejercer de padre espiritual de nadie. Las medidas preventivas las conocemos todos. Mantener relaciones sexuales con desconocidos sin mantener ningún tipo de precaución, a mí, personalmente, no me parece ninguna buena idea. Eso es básico. Hay que utilizar siempre el preservativo. Pero ya no solo por el sida, sino por otras muchas infecciones. Soy una persona bastante aprensiva en ese sentido.

R. En la película, Sol comienza a contarnos cuáles son sus «bocados de vida» … ¿Cuáles son los bocados de vida de Martiño Rivas?
M. Me gusta mucho el cine y el teatro. Esas son dos de mis fuentes de energía. Es algo que me resulta muy estimulante. Tanto el cine como el teatro son dos de las manifestaciones artísticas que más me provocan. También disfruto enormemente con mis amigos, mi familia ¡o incluso la gente con la que me encuentro por la vida y que es ingeniosa, lo agradezco muchísimo! La gente con sentido del humor me provoca verdadera admiración.

R. ¿Es Martiño Rivas ingenioso?
M. Bueno… procuro serlo, pero creo que cocino más las cosas a fuego lento. Me encantaría tener ese pronto tan espontáneo …

R. Sin embargo, la improvisación es un plus en tu profesión…
M. Sí, siempre hay cierto margen de improvisación cuando estás trabajando en una escena, pero siempre respetando códigos.

R. ¿Cómo se fraguó tu personaje?
M. Tiene un conflicto ético y moral importante. Mi personaje entra en contradicción porque al principio se encuentra en la dicotomía de tener que elegir entre su trabajo o su ética moral. Luego ya la ecuación se amplía y los variantes que entran en juego son mucho mayores y de mucho mayor peso. Esa dualidad fue una doble línea de las líneas de pensamiento que más me preocupaban y tenía la responsabilidad de que el dilema de mi personaje fuera capaz de ser percibido por el espectador.

R. ¿Crees que es importante marcarse metas en tu trabajo? ¿O por el contrario eres de los que vives el día a día, sin proyectar tu futuro?
M. Me importa mucho el futuro, pero tampoco quiero estar más pendiente del futuro que del presente. Trabajo en una profesión inestable, así que todas las previsiones que puedas hacer suelen ser bastante gratuitas. Solo hay cierto porcentaje de certeza que puedas abrazar. A mí lo que me dificulta a la hora de plantearme mi futuro es: Bueno yo sé que ahora estoy trabajando en este proyecto, pero dentro de 6 semanas se termina y no sé que va a suceder después.

R. Entonces, ¿cómo te ves o como te gustaría verte con 40 años?
M. Me encantaría seguir trabajando como actor, porque creo que no podría disfrutar haciendo otra cosa. Y si hay suerte, mi principal objetivo es conseguir respeto hacia uno mismo y estar orgulloso de lo que he conseguido o del compromiso que he alcanzado con mi trabajo y por supuesto, conseguir el respeto de la profesión. Me gustaría sentirme pleno por haber abarcado en su totalidad estos deseos.

R. ¿Qué buenas lecciones te ha dado hasta ahora tu trabajo?
M. ¡Que nunca me debo de dejar la cartera en el camerino durante la representación! Esto puede resultar muy desmitificador para esta profesión, a la cual se le suelen atribuir tantas cosas buenas, sensoriales y extrasensoriales y en realidad es un oficio como cualquiera, otro que se aprende con los años y con la experiencia. ¡Lo importante es que mientras estés actuando no te roben la pasta que te ha pagado el empresario por actuar!

R. Marlon Brando admite que se ha pasado parte de su vida tratando de destruir la belleza que tenía en su juventud. ¿Alguna vez has temido que ser guapo pueda llegar a ser un lastre?
M. A veces si estás pensando en salir guapo, no estás respirando como el personaje. Yo procuro limpiarme todo aquel pensamiento que se pueda interponer entre el personaje y yo. Estudio mi personaje, hago estudio de mesa. Tiene que haber cierto sentido de comunión con el papel que estoy interpretando. Es un parámetro clave para que exista ese nivel de mimetización con el personaje. Si estás respirando como el personaje, estás pensando como el personaje y si estás pensando como el personaje eres el personaje. Si tu única preocupación es salir guapo, va mal el asunto… Yo no soy modelo, no me interesa salir guapo, me interesa ayudar al director a transmitir al espectador la historia que se quiere contar.

R. No pareces un chico que busque el foco, sin embargo es evidente que la suerte está contigo… ¿Cómo lidias con la fama y el fenómeno fan que genera tu trabajo?
M. ¡No tengo ni puta idea! Al principio pensaba en eso, ahora no hay nada de premeditación, no hay una hoja de ruta. Nunca me he llegado a sentir incómodo. La gente siempre ha sido muy educada conmigo y nunca he tenido ningún problema con nadie.

R. ¿Por qué crees que hay más afición en los jóvenes por el cine internacional/americano, que por el cine español?
M. Hay varios factores: la publicidad de la industria americana es mucho más potente, ellos son los dueños del negocio y se pueden permitir invertir cantidades ingentes en promocionar sus películas. También cuentan con muchísimo más dinero para hacerlas, lo cual visualmente las suele hacer mucho más atractivas y, obviamente, el envoltorio seduce más a la vista.
Por otro lado creo que el doblaje ha hecho mucho daño en este país, porque los americanos se han preocupado por proteger su lengua. Aquí en España la hemos vendido… Es como ir a un concierto de Madonna y escuchar a otra persona cantando sus letras en español…

R. ¿A qué le teme Martiño Rivas?
M. Creo que tengo muchos miedos. Soy una persona insegura y por eso mismo me he hecho actor. La gente tiene una imagen de los actores como gente extravagante, extrovertida, sin ningún tipo de tapujos. Pero es curioso que la mayoría de los actores que conozco son personas muy tímidas y creo que se permiten la licencia de liberarse o utilizar la actuación como un acto de liberación, porque es una fantasía en la que sabes cuál es el comienzo, el desarrollo y el final. Los límites están establecidos. Te sientes protegido. Creo que precisamente por eso es una válvula de escape para tanta gente insegura e introvertida.

R. Y por último… ¿En qué cree Martiño Rivas?
M. (Tras unos segundos de espera…) ¡¡¡Creo en mucha mierda tío!!! Creo en la familia, creo en el teatro como un espejo en el que retratar a la sociedad y no quiero ponerme profundo, pero cada vez creo más en intentar ser feliz y buscar la felicidad sin hacerle daño a nadie. Aunque sea una reflexión muy básica y muy primaria, a veces no la tenemos demasiado en cuenta, ¡te lo digo yo, que soy una persona a la que a veces le cuesta sonreír!


Entrevista publicada por Mateo Carrasco en el número 2 de Rísbel Magazine primavera/verano 2014


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