Algunos estudios apuntan que el consumo moderado de bebidas alcohólicas, como el vino y la cerveza, por parte de personas sanas puede ser un tónico para la salud. Pero una nueva revisión científica pone en entredicho esta asociación y critica la calidad de algunos trabajos que recomiendan el consumo moderado de alcohol para proteger el corazón y alargar la vida.
A fecha de hoy, ningún experto duda de los efectos contraproducentes que rodean al consumo abusivo de bebidas alcohólicas, que contienen etanol, una sustancia psicoactiva y tóxica que puede causar dependencia. Cada año mueren en el mundo más de 2,6 millones de personas por el consumo de esta sustancia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De ellas, dos millones son hombres y el resto, mujeres.
Se estima que 400 millones de personas, es decir, el 7 % de la población mundial de quince años o más, vive con trastornos vinculados al consumo de alcohol. De esta cifra, 209 millones de individuos —el 3,7 % de la población mundial adulta— sufren alcoholismo. Por otro lado, la ciencia médica ha constatado que el consumo de alcohol se encuentra entre las causas de más de doscientas enfermedades, traumatismos y otros trastornos de la salud.
Sin ir más lejos, el consumo de alcohol está asociado al riesgo de que aparezcan enfermedades como los cuadros hepáticos, las dolencias cardiacas —el bebercio provoca alrededor de 474 000 muertes debidas a enfermedades cardiovasculares— y distintos tipos de cáncer. No hay que olvidar que el alcohol es un carcinógeno constatado por la ciencia y que su ingesta abusiva aumenta el riesgo de sufrir cánceres como el de mamá, hígado, cabeza y cuello, esófago y colorrectal.
Trastornos de salud mental desencadenados por el alcohol
Tras el alcohol se esconden numerosas caídas, ahogamientos, quemaduras, agresiones sexuales, accidentes de tráfico, violencia de pareja y suicidios.
El alcoholismo también desata y exacerba los trastornos de salud mental y del comportamiento, como la depresión, la ansiedad y los trastornos por consumo de bebidas alcohólicas. Y es el culpable de caídas, ahogamientos, quemaduras, agresiones sexuales, accidentes de tráfico, violencia de pareja y suicidios.
Como apunta la OMS, «a largo plazo, unos niveles nocivos y peligrosos de consumo de alcohol pueden provocar problemas sociales, como problemas familiares, en el trabajo, financieros y la pérdida del empleo».
Por estas y otras razones de peso, la OMS recomienda no beber una gota de alcohol: «ninguna forma de consumo de alcohol está exenta de riesgos. Incluso un nivel bajo de consumo de alcohol conlleva riesgos y puede causar daños». Es en este punto donde surge la polémica entre quienes, basándose en las conclusiones de algunos estudios, apuestan por un consumo moderado de bebidas alcohólicas, y quienes consideran el alcohol un veneno para la salud.
Vino tinto, antioxidantes y efectos antiinflamatorios
Los primeros sostienen que, consumido con moderación, el alcohol, especialmente el vino tinto y la cerveza, aumenta los niveles sanguíneos de colesterol HDL, el llamado colesterol bueno, lo cual es beneficioso para la salud cardiovascular. También el vino tinto contiene antioxidantes, como los polifenoles y el resveratrol, que pueden tener efectos antiinflamatorios y beneficiosos para el sistema cardiovascular.
Por último, algunos estudios epidemiológicos han encontrado que el consumo moderado de alcohol estaría asociado con un menor riesgo de sufrir enfermedad coronaria y mortalidad por eventos cardíacos en comparación con los no bebedores o los bebedores excesivos.
En resumen, mientras que el consumo moderado de alcohol tiene supuestamente algunos beneficios, los peligros asociados con el consumo excesivo superan con creces estas supuestas ganancias para la salud.
Beber con moderación no alarga la vida
Ahora, una nueva investigación, en concreto, una revisión científica publicada en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs, concluye que beber con moderación no alarga la vida.
A lo largo de los años, no pocos estudios han sugerido que los bebedores moderados disfrutan de una vida más dilatada, con un menor riesgo de padecer enfermedades cardiacas y otros males crónicos, que los abstemios. De ahí la creencia generalizada de que el alcohol, ingerido con mesura, puede ser un tonificante para la salud. Sin embargo, no todos los estudios han pintado un panorama tan halagüeño, y el nuevo análisis arroja luz sobre el porqué de esta disconformidad.
En pocas palabras, los estudios que relacionan el consumo moderado de alcohol con los beneficios para la salud adolecen de defectos de diseño fundamentales, según el doctor Tim Stockwell, investigador principal del informe que trabaja en el Instituto Canadiense de Investigación sobre el Consumo de Sustancias de la Universidad de Victoria.
Fallos y sesgos en los estudios que apoyan el consumo de alcohol moderado
Para el doctor Stockwell, la principal objeción a dichos trabajos está en que están centrados por lo general en adultos mayores y no han tenido en cuenta los hábitos de consumo de alcohol a lo largo de la vida. Así pues, se comparó a los bebedores moderados con los grupos de abstemios y bebedores ocasionales, que incluían a algunos adultos mayores que habían dejado de beber o habían reducido su consumo porque habían desarrollado diversos problemas de salud.
«En comparación, las personas que seguían bebiendo parecían mucho más sanas —afirma el doctor Stockwell. Y añade—: Así las cosas, las apariencias engañan».
Para llevar a cabo el análisis, el doctor Stockwell y sus colegas selecionaron 107 estudios publicados en revistas especializadas que hacían un seguimiento de las personas a lo largo del tiempo y analizaban la relación entre los hábitos de consumo de alcohol y la longevidad.
Pues bien, cuando los investigadores combinaron todos los datos, parecía que los bebedores ligeros o moderados, es decir, los que consumían entre una copa a la semana y dos al día, tenían un riesgo un 14 % menor de morir durante el periodo de estudio en comparación con los abstemios.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando los investigadores profundizaron en los estudios. Había un puñado de ellos de mayor calidad que incluían a personas relativamente jóvenes al principio —menores de 55 años, de media— y que se aseguraban de que los bebedores antiguos y ocasionales no fueran considerados como abstemios. En esos trabajos, el consumo moderado de alcohol no estaba relacionado con una vida más larga.
Aún perdura el efecto de la paradoja francesa
En cambio, fueron los estudios de menor calidad, aquellos que incluían participantes de más edad, sin distinción entre exbebedores y abstemios de toda la vida, los que sí relacionaron el consumo moderado de alcohol con una mayor longevidad.
«Si nos fijamos en los estudios más débiles es donde afloran los beneficios para la salud», advierte el doctor Stockwell.
La idea de que el consumo moderado de alcohol conduce a una vida más larga y saludable se remonta a décadas atrás. Como ejemplo, el doctor Stockwell cita la paradoja francesa: la idea, popularizada en la década de 1990, de que el vino tinto ayuda a explicar por qué los franceses disfrutan de tasas relativamente bajas de enfermedades cardiacas, a pesar de seguir una dieta rica en grasas.
Esta visión del alcohol como un elixir de vida parece estar aún muy arraigada en el imaginario público, según Stockwell.
No existe un nivel de consumo seguro de alcohol
En realidad, el consumo moderado de alcohol no alarga la vida de las personas y, de hecho, conlleva algunos peligros potenciales para la salud, como un mayor riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer. Por eso, la OMS ha establecido que no existe un nivel de consumo de alcohol exento de riesgos. Sencillamente, no existe un nivel de consumo seguro, afirma el doctor Stockwell.
Así es. Por ejemplo, un artículo publicado en 2023 en la revista Hypertensión, advertía de que el consumo habitual de bebidas alcohólicas puede elevar la presión arterial incluso en adultos que no son hipertensos.
Un análisis de los datos de siete estudios en los que participaron más de 19.000 adultos de Estados Unidos, Corea y Japón halló una clara relación entre el aumento de la presión arterial sistólica —la más alta— y el número de bebidas alcohólicas consumidas al día. Cada bebida alcohólica adicional puede aumentar la presión arterial a lo largo de los años, señalaban en el artículo los autores del trabajo.
Un fiel aliado de la hipertensión
«No encontramos efectos beneficiosos en las personas adultas que bebían un nivel bajo de alcohol en comparación con las que no probaban esta sustancia —dice el autor principal del estudio, Marco Vinceti, profesor de Epidemiología y Salud pública en la Facultad de Medicina de la Universidad de Módena y la Universidad Reggio Emilia, en Italia—. Nos sorprendió un poco ver que consumir un nivel ya bajo de alcohol también estaba relacionado con cambios al alza de la presión arterial a lo largo del tiempo en comparación con la abstinencia, aunque mucho menos, eso sí, que el aumento de presión arterial observado en los bebedores empedernidos».
Hay que decir que el alcohol no es ciertamente el único factor que provoca el aumento de la presión arterial. «Sin embargo, nuestros hallazgos confirman que contribuye de manera significativa. Se recomienda limitar el consumo de alcohol, y evitarlo es aún mejor», aconseja Vinceti.
Aunque ninguno de los participantes tenía hipertensión cuando se inscribió en los estudios, las mediciones de su presión arterial al principio sí influyeron en los resultados sobre el consumo de bebidas alcohólicas.
Los efectos del etanol en el corazón
«Descubrimos que los participantes con valores iniciales de presión arterial más elevados mostraban una relación más estrecha entre el consumo de alcohol y los cambios de presión arterial a lo largo del tiempo», comenta el doctor Paul K. Whelton, del Departamento de Epidemiología de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans.
En palabras de Whelton, «esto sugiere que las personas con una tendencia al aumento de la presión arterial, aunque todavía no alta, pueden ser las que más se beneficien de un consumo de alcohol bajo o nulo».
Para concluir, dos nuevas investigaciones sobre el impacto del alcohol en el corazón, presentadas en las Sesiones Científicas de Ciencias Cardiovasculares Básicas 2024 de la Asociación Norteamericana del Corazón, que se ha celebrado en Chicago, no son para nada buenas noticias para los amantes de empinar el codo.
Efectos del consumo de alcohol en roedores
El 70 % de los ratones borrachines desarrolló fibrilación auricular.
Los dos trabajos se han practicado en roedores: uno de ellos, en ratas; y el otro, en ratones. En este último, los científicos sometieron a los ratones a un patrón de consumo de alcohol equivalente al llamado binge drinking, esto es, el consumo de cinco bebidas en dos horas para los hombres y cuatro bebidas en dos horas para las mujeres.
El resultado del experimento es demoledor: el 70 % de los ratones borrachines desarrolló fibrilación auricular, un ritmo cardíaco irregular y, a menudo, muy rápido que puede desembocar en un ictus o un infarto. La buena noticia es que los ratones que recibieron un agente protector cardíaco en fase de investigación llamado Alda-1 no fueron víctimas de esta arritmia.
«La abstinencia alcohólica puede prevenir la mayoría de los riesgos de sufrir fibrilación auricular asociados al consumo de alcohol. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos de educación a nivel nacional, el consumo excesivo de alcohol entre todos los grupos de edad sigue aumentando —dice Saugat Khanal, autor principal del estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio. Y añade—: Nuestros hallazgos sugieren que el desarrollo de nuevos medicamentos, incluidos el Alda-1 y otros inhibidores específicos de la JNK2 (proteína del estrés que aumenta en el corazón tras consumir alcohol), puede ser una estrategia eficaz contra la fibrilación auricular en personas con arritmias auriculares inducidas por el alcohol».
El efecto del alcohol en mujeres menopáusicas
Por su parte, en el estudio en el que se usaron ratas, estas eran incapaces de producir estrógeno para simular la menopausia humana y estudiar los efectos del alcohol en las mujeres menopáusicas.
Hay que recordar que durante la menopausia, los ovarios de una mujer dejan de liberar óvulos y su cuerpo produce una cantidad menor de las hormonas femeninas, eso es, estrógenos y progesterona. Los primeros ayudan a mantener los vasos sanguíneos abiertos y flexibles, y generalmente se cree que protegen a las mujeres de las enfermedades cardíacas.
Estos niveles más altos de estrógeno pueden provocar menos ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares en las mujeres premenopáusicas que en los hombres de la misma edad. Sin embargo, la exposición al alcohol empeora la función cardiovascular más en ellas que en ellos, apuntan los investigadores.
Ratas con menopausia y alcohólicas
Además, en estudios previos con animales, se ha confirmado que el consumo de alcohol empeora en mayor grado la función cardiaca en aquellos animales con los niveles más altos de estrógenos.
Los autores del estudio exploraron si varios valores de la función cardiaca y las proteínas que la regulan diferían con la exposición regular al alcohol en ratas hembra que recibieron hormonas para reponer su suministro de estrógenos y las que no.
En el ensayo, de ocho semanas de duración, participaron ratas a las que se extirparon los ovarios para simular la menopausia —cuando los ovarios prácticamente no producen estrógenos—. Los investigadores compararon las ratas menopáusicas que recibieron una exposición regular al alcohol (suministrado como etanol al 5 % en una dieta líquida) con las que recibieron alcohol y un tratamiento con estrógenos.
Cambios fisiológicos en roedores menopáusicos por consumo de alcohol
En este último grupo, los roedores experimentaron cambios positivos, como un menor aumento de peso y masa grasa, y negativos: una mayor presión arterial y frecuencia cardiaca y una merma en la capacidad del corazón para bombear sangre rica en oxígeno al resto del cuerpo. Esta es una situación que, si no se corrige, puede degenerar en insuficiencia cardiaca.
Estas ratas menopáusicas también presentaban alteraciones en las proteínas del reloj circadiano, que se sabe que regulan la función cardiaca y otros procesos corporales, y que aumentan tanto el estrés oxidativo, que puede desencadenar la acumulación de placa en las arterias, como la ferroptosis de las células del corazón. Esta es un tipo de muerte celular que es consecuencia de un exceso de hierro.
«Fue sorprendente ver el impacto significativo que tuvieron los estrógenos en la disfunción cardiaca inducida por el alcohol, a pesar de sus conocidos efectos cardioprotectores —dice el doctor Syed Anees Ahmed, autor principal del estudio e investigador de la Facultad de Medicina Brody, en la Universidad de Carolina del Este en Greenville. Y concluye—: Las mujeres premenopáusicas y menopáusicas que siguen una terapia hormonal sustitutiva deben tener cuidado con el consumo de alcohol, ya que puede ser un factor de disfunción cardiaca».