Cualquiera que haya intentado deshacerse de unos kilos de más conoce la frustración: el peso baja al principio, para volver a subir en cuestión de semanas: el efecto yoyó ha hecho acto de presencia. Los científicos acaban de identificar al verdadero culpable: la epigenética.
Un estudio en la revista Nature revela que el tejido adiposo —el lugar donde el cuerpo almacena los lípidos— conserva una suerte de memoria de la obesidad mediante un fenómeno conocido como cambios epigenéticos. Estos cambios estarían detrás del efecto yoyó de las dietas, generalmente etiquetados como milagrosos, para perder peso.
También conocido como efecto rebote, el efecto yoyó es un problema muy conocido en el ámbito de la dietética y la nutrición. Y también muy sencillo de explicar: consiste en un adelgazamiento rápido e importante con una posterior vuelta imprevista y brusca al peso de partida. Esto es así en el mejor de los casos, ya que casi siempre el retorno concluye con algunos kilos de más.
Como se ha avanzado, el efecto yoyó es consecuencia de enfrascarse en una dieta milagro. Estos regímenes, que corren de boca en boca como la pólvora, se distinguen por ser extremadamente bajos en calorías, desequilibrados en nutrientes y centrados por lo general en un solo alimento —por ejemplo, las dietas de la piña, de la alcachofa y de la col— o en un nutriente específico, caso de las dietas hiperproteicas.
Dietas sin el aval de la ciencia
Prometen resultados rápidos, fáciles y efectivos, pero en realidad, están lejos de ser una solución saludable y, lo más importante, no están avaladas por la evidencia científica.
Las razones por las que se vuelva a la casilla de salida de salida son múltiples: el cansancio físico que provoca la dieta espartana en sí misma, el sentimiento de esclavitud que empuja a tirar la toalla y darse un homenaje por el infructuoso sacrificio; el autoengaño de creer que se ha logrado cambiar el metabolismo y ya se puede volver a comer como antes….
También hay una explicación antropológica del efecto yoyó, que atribuyen el aumento de peso tras una dieta restrictiva a un mecanismo de supervivencia evolutivo. Este resorte, heredado de cuando éramos cazadores-recolectores, favorecía a los individuos que almacenaban más grasa, lo que les permitía sobrevivir durante épocas de escasez de alimentos.
El cerebro juega al yoyó
Y matemáticos y psicólogos de las universidades de Exeter y Bristol, en Inglaterra, proponen que quien juega al efecto yoyó es nuestra sesera. Las dietas restrictivas repetidas pueden llevar a ganar más peso al abandonarlas porque hay un efecto psicológico que induce a comer más sin control, debido a que el encéfalo interpreta la señal de dieta como hambruna, y provoca que se coma en exceso y con ansiedad al darla por finiquitada.
Ahora bien, los científicos acaban de descubrir que detrás de estas y otras razones existe una mayor: la epigenética.
La epigenética es la parte de la genética que no se basa en la secuencia de los componentes genéticos que integran la molécula de ADN —los nucleótidos—, sino en pequeños marcadores químicos característicos de estos componentes.
Los marcadores epigenéticos son dinámicos
La secuencia de los componentes básicos ha evolucionado a lo largo del tiempo; todos los heredamos de nuestros padres. Los marcadores epigenéticos, en cambio, son más dinámicos: los factores ambientales, nuestros hábitos alimentarios y el estado de nuestro organismo, como la obesidad, pueden modificarlos a lo largo de la vida.
Ahora bien, pueden permanecer estables durante años e incluso décadas, y durante este tiempo desempeñan un papel clave a la hora de determinar qué genes están activos en nuestras células y cuáles no.
«La epigenética le dice a una célula qué tipo de célula es y qué debe hacer —explica Laura Hinte, estudiante de doctorado del Laboratory of Nutrition and Metabolic Epigenetics, en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (Suiza), y coautora del estudio.
El efecto yoyó en ratones
Ella, junto a Ferdinand von Meyenn, catedrático de Nutrición y Epigenética Metabólica, y su colega Daniel Castellano Castillo, se propusieron un mismo objetivo científico: buscar las causas moleculares del efecto yoyó en ratones.
Para ello, analizaron las células adiposas de ratones con sobrepeso y de ratones que habían perdido sus kilos de más con la ayuda de una dieta. El resultado del ensayo fue concluyente: la obesidad provoca cambios epigenéticos característicos en el núcleo de las células adiposa, o sea, los adipocitos.
Lo especial de estos cambios es que permanecen ahí incluso después de abandonar el régimen de adelgazamiento.
«Las células adiposas recuerdan el estado de sobrepeso y pueden volver a él más fácilmente»
Ferdinand von Meyenn
Los científicos de la ETH de Zúrich pudieron demostrar que los ratones con estos marcadores epigenéticos recuperaban peso más rápidamente cuando volvían a tener acceso a una dieta rica en grasas. «Eso significa que hemos encontrado una base molecular para el efecto yo-yo».
Resultados parecidos en seres humanos
Von Meyenn y su equipo también encontraron pruebas de la existencia de este mecanismo epigenético en los seres humanos. Los investigadores analizaron biopsias de tejido adiposo procedentes de personas con sobrepeso que se habían sometido a cirugía de reducción de estómago o baipás gástrico.
Las muestras de tejido procedían de diversos estudios realizados en el Karolinska Institutet de Estocolmo y en hospitales de Leipzig, Dresde y Karlsruhe. En estas muestras biológicas, los investigadores analizaron la expresión génica —el proceso por el cual la información contenida en un gen se utiliza para crear un producto funcional, como una proteína— en lugar de los marcadores epigenéticos. Sin embargo, los resultados coinciden con los de los ratones.
Algo que los investigadores no habían investigado hata ahora es cuánto tiempo pueden recordar los adipocitos la señal de la obesidad. «Las células grasas son células longevas. Viven una media de diez años antes de que nuestro organismo las sustituya por otras nuevas», afirma Hinte.
En busca de una terapia epigenética
En la actualidad no es posible cambiar las marcas epigenéticas relevantes en el núcleo celular con fármacos y borrar así la memoria epigenética. «Quizá sea algo que podamos hacer en el futuro —afirma Hinte en la nota de prensa emitida por la ETH de Zúrich. Y añade—: Pero de momento, tenemos que vivir con este efecto memoria».
Von Meyenn, sin embargo, ve el vaso medio lleno. Si es verdad que a fecha de oy somos incapaces intervenir en el recuerdo epigenético de las células adiposas, no menos cierto es que podemos adoptar medidas preventivas para que no se generen los indeseables marcadores epignéticos de la obesidad.
«Precisamente por este efecto memoria es tan importante evitar el sobrepeso como primera línea de acción —dice Von Meyenn—. Porque es la forma más sencilla de combatir el fenómeno yo-yo». Los investigadores dirigen este mensaje sobre todo a niños y a jóvenes, y, cómo no, a sus padres y educadores.
Con su trabajo, los investigadores de la ETH de Zúrich han demostrado por primera vez que las células adiposas poseen una memoria epigenética de la obesidad. Sin embargo, no dan por sentado que las células grasas sean las únicas con dicho recuerdo.
«Otras células del cuerpo también podrían desempeñar un papel nada desdeñable en el efecto yoyó»
Ferdinand von Meyenn.
Resulta bastante plausible que las células del cerebro, los vasos sanguíneos u otros órganos también recuerden la obesidad y contribuyan al efecto rebote. Los investigadores quieren averiguar si esto es realmente así.