Adrián Sandoya ha preparado a atletas hasta conseguir que sean campeones del mundo y conoce perfectamente la fórmula del éxito para pasar de una vida sedentaria a tener un cuerpo atlético y un cerebro sano. Nos damos cita con él en Singular Box, donde entrena a diario, para que nos cuente su secreto.
Adrián Sandoya (Logroño, 2000) siempre ha tenido el deporte metido en las venas. Él mismo lo cuenta con una sonrisa: “desde que nací, prácticamente, jugaba al fútbol”. Creció con un balón en el pie y con ese nervio que no le dejaba estar quieto ni un segundo. Con el tiempo, esa inquietud infantil se convirtió en algo más serio. Llegó a entrenar con clubes como el Athletic de Bilbao o el Alavés y, aunque disfrutaba cada minuto en el campo, había algo que le llamaba todavía más la atención: la preparación física. Para él, ahí estaba la clave. Veía cómo los jugadores que cuidaban esa parte rendían diferente, brillaban. Y eso le despertó una curiosidad enorme.
A los 16 años lo tuvo claro. Quería dedicar su vida a entender el entrenamiento, a estudiar cómo el cuerpo puede mejorar, volverse más fuerte, más resistente. Por eso aterrizó en el INEF de Madrid. Allí empezó a empaparse de todo lo que encontraba. Cada libro, cada estudio, cada conversación con un profesor se convertía en una oportunidad para aprender. “Me volví muy friki del entrenamiento”, dice entre risas. Y no lo dice a la ligera: terminó especializándose en fuerza, una pasión que ha marcado por completo su carrera.
Esa pasión le llevó a vivir momentos que todavía le ponen los pelos de punta. Como cuando trabajó con Javier Martín Morales, un deportista con quien llegó a cumplir un sueño que parecía grande: convertirse en campeón del mundo. Él no subió al podio, pero estuvo detrás empujando, planificando y viviendo cada esfuerzo como propio.
Hoy, con solo 25 años, Adrián ha decidido dar un paso más. Ya no quiere limitarse al alto rendimiento. También quiere acompañar a todas esas personas que desean cuidarse, ganar salud y sentirse bien con su cuerpo. Porque una lesión le apartó del fútbol, sí, pero también le abrió un camino que ahora recorre con una claridad admirable: ayudar a otros a descubrir de lo que son capaces.
«Nuestros hábitos y el estilo de vida de hoy están provocando niveles más bajos de testosterona que hace 20 o 40 años»
Cada vez veo más titulares que hablan de estudios donde se identifica que los hombres, en comparación con hace 20 o 30 años, tenemos menos testosterona. ¿Tú has notado, en tu día a día como preparador físico, que existe realmente un déficit de testosterona en personas que quieren entrenar?
Yo diría que es un problema que existe quizá más en personas del día a día que no se toman el deporte tan en serio o que no viven profesionalmente de ello. Al final tiene mucho que ver con los hábitos. Es un cambio social y de estilo de vida respecto al que había hace 20 o 40 años. Menos exposición al sol, una vida más sedentaria, peor estado físico en muchos aspectos, el uso constante de pantallas con luz azul como el móvil o la televisión… El ser humano está acostumbrado a despertarse con la luz roja del sol y dormirse de nuevo con la luz roja del atardecer. Cuando es de noche, nos dormimos. Y hay una serie de hormonas que se desregulan a día de hoy por el uso de pantallas y un estilo de vida menos activo.
Entonces, ¿el uso del teléfono móvil afecta a los niveles de testosterona?
Sí.
¿Qué recomendarías para que la testosterona no se vea afectada por el móvil, que ya es casi una extensión del cuerpo?
Es difícil por el estilo de vida que tenemos, pero como recomendación general, intentar respetar los ritmos de luz naturales. Si ya es de noche, intentar no estar hasta la una de la madrugada viendo TikTok, por ejemplo.
El CrossFit está de moda, pero tiene muy mala fama. Todo el mundo quiere hacerlo, pero dicen que es muy lesivo. ¿Qué patrón identificas en la gente que hace CrossFit?
Esa idea de que el CrossFit es lesivo viene de una realidad: tenemos mucha responsabilidad como entrenadores. Hay que enseñar muy bien la técnica, acompañar en el día a día y programar progresiones adecuadas. Soy obsesivo con eso. Lo bueno del CrossFit es la adherencia que genera. Si ya tenemos ese punto tan importante para la salud, nuestra responsabilidad es que lo practiquen el mayor tiempo posible. Puede ser lesivo si no se enseña bien o no se adapta, pero no tiene por qué serlo. De hecho, los clientes que se lesionan suele ser jugando al fútbol el sábado, no entrenando conmigo.
A nivel cerebral, he leído que el entrenamiento de fuerza ayuda a crear conexiones neuronales nuevas. ¿Esto es así?
Exactamente. Hay estudios que muestran que algo tan sencillo como dar un paseo ya activa el cerebro. En un entrenamiento de fuerza existe una conexión entre el cerebro y el músculo, a través del sistema nervioso, que da la orden de aplicar fuerza. Se ha visto mucha evidencia de que mejora lo físico, pero también lo psicológico y lo cognitivo. Por eso es tan importante que los niños entrenen, para tener mejor rendimiento académico, y que la gente mayor también lo haga. Adaptado a su nivel, los beneficios son inmensos.
«No hay una edad para empezar a hacer fuerza. Un niño y un abuelo pueden entrenar si se adapta bien»
¿Hay una edad para empezar CrossFit?
Primero entendamos qué es CrossFit. CrossFit es una marca. Lo que se hace es entrenamiento concurrente o híbrido: mezcla de fuerza y resistencia con ejercicios funcionales. No hay edad concreta. ¿Un niño puede hacer CrossFit? Sí, si lo ajustamos a su nivel. ¿Y un abuelo? También.
¿Un niño de ocho años podría hacer un snatch?
Sí, por supuesto. Otra cosa es hacerlo con 70 kilos. Pero con una pica, trabajando técnica, ya aporta beneficios neuromusculares.
Yo tenía entendido que el entrenamiento de fuerza en niños afectaba al crecimiento.
Es un mito. De hecho, el entrenamiento de fuerza ayuda al crecimiento, porque el impacto en el hueso estimula su desarrollo. Nuestra responsabilidad está en administrar bien las cargas. Practicar fútbol, por ejemplo, también es fuerza: correr, saltar, caer… Y nadie lo cuestiona.
«A los 60 o 70 años, el miedo a perder autonomía es real. El ejercicio puede cambiarles la vida»
¿Conoces algún caso de alguien de edad avanzada al que el CrossFit le haya cambiado la vida?
Esas personas son a las que más les cambia la vida. Alguien que con 60 o 70 años deja de sentirse ágil o fuerte empieza a ver la falta de independencia como una amenaza. Si nunca han entrenado, les impedimos seguir bajando y les impulsamos. No hay edad máxima. Quizá sea el mejor momento para empezar.
Y son los más olvidados. No veo clases especializadas en perfil senior.
Sin duda. Depende de si las empresas quieren llegar a ellos, pero también creo que instituciones y entrenadores deberíamos incentivar más que el deporte es para todos. El entrenamiento de fuerza, más aún.
¿Cómo animarías a alguien mayor a empezar?
Probando. Quitando el miedo. Muchas veces creen que no son capaces. Hay que comunicar bien y decirles: “Ven, prueba conmigo. Confía. Vas a salir mejor de lo que has llegado”.
Ahora se ha puesto de moda otra disciplina, el Hyrox. CrossFit vs Hyrox: ¿qué diferencias hay?
No es tan distinta. Hyrox surge después de CrossFit por una razón: los ejercicios del CrossFit suelen ser técnicamente complicados y a alta intensidad. Hyrox ha abierto la puerta a ejercicios mucho más sencillos, accesibles para todo el mundo. Así consiguen que más gente practique deporte.
Para cerrar, ¿qué beneficios dirías que se notan al practicar cualquiera de estas disciplinas?
Según mi experiencia, te diría que el principal beneficio es a nivel psicológico y a nivel social. Porque yo hablando con mis clientes, son los beneficios de los que me hablan. Esa sensación de que te está viniendo bien es la que te hace volver. Luego, a nivel de energía, cualquier ejercicio lo aporta. Y en tercer lugar, el aspecto físico. Si te fijas, el último aspecto del que hablo es el aspecto físico. ¿Y por qué digo esto? Porque sin un buen estado psicológico y sin esa sensación de «esto me está viniendo bien», nunca vas a generar adherencia. Y la adherencia es el principal vehículo para llegar a un cambio físico, a nivel de rendimiento y a nivel de salud.
