Del rugido del Nilo a los gorilas entre la niebla, un viaje por los parques nacionales más espectaculares de Uganda.
No hace falta haber estado en Uganda para saber que hay algo en su nombre que suena a aventura. Puede que sea un destino poco visitado, pero una cosa es lo que uno imagina y otra muy distinta lo que se encuentra al poner un pie en esa tierra verde, salvaje y luminosa. Uganda es África con todas sus letras: el rugido de los leones por la mañana, el crujido de una rama bajo los pies de un gorila de montaña, las acacias torcidas por el viento, el silencio espeso de la sabana, y el abrazo de las comunidades que viven en equilibrio con esa naturaleza poderosa.
Y si hay una forma de ver el alma de este país, es recorriendo sus diez parques nacionales. No uno ni dos: diez. Cada uno con su carácter, su clima, sus colores, su fauna, su forma de mirar al viajero. Aryanyijuka Elias, fundador de Home To Africa, lo explica mejor que nadie:
“Aquí no se trata de acumular fotos, sino de vivir encuentros. Uganda es un lugar donde todo lo salvaje te mira de frente”.
Aryanyijuka Elias.
Estos son los parques que condensan esa promesa.
Parque Nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi
Podríamos decir que Bwindi, más que un nombre… es una advertencia. Porque una vez entras en su vegetación densa y húmeda, ya no hay vuelta atrás. Este parque, declarado Patrimonio de la Humanidad, es la morada de la mitad de los gorilas de montaña que existen en el mundo. Aquí no hay caminos fáciles ni rutas panorámicas. Lo que hay es barro, raíces, niebla y silencio. Y después, una familia de gorilas a menos de tres metros, respirando contigo.
Los trekkings en cualquiera de sus sectores (Buhoma, Ruhija, Rushaga y Nkuringo) permiten convivir con ellos durante una hora. Pero ojo: esa hora cambia algo dentro. También viven aquí más de 350 especies de aves y algunas de las últimas comunidades Batwa, que comparten con los viajeros la forma en que habitan esta selva desde hace siglos.
Parque Nacional de Murchison Falls
Todo en Murchison gira en torno a una fuerza: la del Nilo. Aquí el río se estrecha hasta pasar por una garganta de apenas siete metros y se lanza con furia hacia abajo en una explosión de espuma. Es un espectáculo que hipnotiza, pero lo más impactante llega cuando recorres las llanuras del parque. Elefantes, jirafas de Rothschild, búfalos, leones… Todos ellos moviéndose con la calma de quien lleva siglos habitando ese lugar.
Los cruceros hasta la Devil’s Cauldron son una buena forma de ver hipopótamos, cocodrilos y aves como la majestuosa águila pescadora. Al norte, el bosque de Budongo guarda otra joya: los chimpancés.
Parque Nacional Queen Elizabeth
Este parque es Uganda en formato collage. Tiene sabana, selva, lagos, canales y hasta cráteres. Pero si hay que destacar algo, son los leones trepadores de Ishasha. Sí, leones que se suben a los árboles. No por capricho, sino porque allí están más frescos.
También puedes navegar por el canal de Kazinga, un corredor acuático de 40 kilómetros repleto de hipopótamos y aves. Y si quieres más emoción, las caminatas por el bosque de Maramagambo te llevan a cuevas con murciélagos, pitones y una atmósfera que parece de otro planeta.
Parque Nacional de Kibale
Kibale es verde. De ese verde que no se puede imitar ni fotografiar. Aquí viven 13 especies de primates, entre ellos los chimpancés. Pero no están enjaulados ni en reservas. Están en su casa. Las caminatas guiadas permiten observar cómo interactúan, cómo se comunican, cómo se cuidan entre ellos.
Muy cerca, el pantano de Bigodi está gestionado por las comunidades locales y permite avistar aves difíciles de encontrar en otro lugar, como el turaco gigante. Es uno de esos sitios donde uno va por los monos y se queda por la gente.
Parque Nacional de Kidepo Valley
Llegar a Kidepo es difícil. Pero es justo ahí donde empieza la aventura. Está en el extremo noreste del país, tocando con Sudán del Sur. No hay masas, ni wifi, ni asfalto. Sólo sabana, colinas rocosas, cebras sin melena, búfalos, y al fondo, las montañas Morungole.
Allí viven los Ik, una etnia con su propia lengua, cultura y forma de ver el mundo. Las puestas de sol en Kidepo tienen algo de final del mundo. Es uno de esos lugares que se te quedan grabados en la piel.
Parque Nacional de Mgahinga Gorilla
Mgahinga es el hermano pequeño de Bwindi, pero no por eso menos especial. En las faldas de los volcanes Virunga, este parque permite ver tanto gorilas de montaña como los rarísimos monos dorados.
El sendero al monte Gahinga es exigente, pero la recompensa está en cada paso: bosques de bambú, miradores naturales, y las cuevas de Garama, donde los Batwa celebraban sus rituales. Aquí, los encuentros con la fauna ocurren cuando menos te lo esperas.
Parque Nacional de las Montañas Rwenzori
Este es el parque para los que buscan hielo en África. Las Rwenzori, también llamadas Montañas de la Luna, son las segundas más altas del continente. El trekking hasta la cima Margarita es solo para gente preparada. Son siete días de caminatas intensas, cruzando bosques, ciénagas, rocas y nieve. Pero llegar a la cima es tocar el cielo. Eso sí, una advertencia a tener en cuenta: no es turismo fácil. Es conexión total.
Parque Nacional Lake Mburo
Lake Mburo es la calma. Es un parque pequeño, pero permite actividades que en otros parques naturales de Uganda no se pueden hacer: caminatas a pie, rutas en bicicleta, safaris a caballo. Aquí no hay leones, lo que permite moverse con más libertad.
Sus protagonistas son las cebras de Burchell, los elipos (una especie de antílope local) y los gálagos, unos primates diminutos que sólo se ven al caer la noche.
Parque Nacional de Semuliki
Semuliki es el parque que más se parece al Congo. No sólo por su vegetación y sus aguas termales, sino por las especies que lo habitan. Aquí viven los monos de Brazza y más de 400 especies de aves. Es uno de los mejores puntos del país para ornitólogos y viajeros con paciencia.
También viven comunidades Batwa, que comparten técnicas de caza tradicionales y formas de convivencia con la selva.
Parque Nacional del Monte Elgon
El Monte Elgon es un volcán dormido con una caldera gigantesca. Su silueta impone desde lejos, pero lo más interesante está en sus laderas: cascadas como las de Sipi, cuevas con pinturas rupestres y plantaciones de café arábica.
Aquí la experiencia no es sólo natural, también sensorial. El olor a café, el sonido del agua, el frescor de la altitud.